Indispensable pero insuficiente, la perspectiva estrictamente historiográfica del pasado no recoge aquellos imperativos prácticos derivados del silenciamiento de un determinado episodio de injusticia. Tal es el caso, por ejemplo, del exilio republicano español del 39, cuya memoria invita a cuestionar las limitaciones del historicismo, de los procesos de transición política y del hispanismo convencional, así como a descubrir, tras ellas, referencias para una crítica de la modernidad en clave anamnética. A la luz, todo ello, de cierta reflexión de interlocutores de dicho exilio tales como Eugenio Imaz, María Zambrano o Joaquín Xirau.
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