Tras las leyes contra las cofradías españolas dictadas en tiempos de Carlos III, el futuro de esas asociaciones de laicos se presentaba muy incierto. Parecía que todo estaba perdido. Pero no fue así. Las cofradías encontraron los resquicios que la ley dejaba para lograr su supervivencia. Lo hicieron por vías diversas, como la agregación a cofradías aceptadas (las sacramentales), el recurso a la protección real, la apelación a la devoción del pueblo o la promoción de útiles obras de caridad.
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