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Resumen de El retablo bárroco en Toledo (1632-1732)

Antonio José Díaz Fernández

  • La ciudad de Toledo, capital eclesiástica de primer orden y sede metropolitana, fomenta un necesario arte contrarreformista del retablo que se desarrolla en paralelo a la actividad de otros focos regionales peninsulares que se conducen a impulsos de la corriente barroca irradiada desde Madrid. Ineludible dependencia artística que no impide que entre 1632 y 1732, periodo objeto de este estudio, se conforme, progrese y culmine en Toledo un centro de producción retablistica que sirve a los intereses devocionales y representativos de una potente clientela tanto religiosa como de carácter particular. Y que en lo estrictamente artístico evoluciona en las particularidades expresivas del lenguaje formal barroco, partiendo de la constante local posclasicista abierta a lo ornamental, y pasando primero por la plena afirmación de la estructura unitaria en su configuración prechurrigueresca, en la década de 1670-1680, para finalmente adoptar la modalidad churrigueresca de mayor creatividad formal y que tiene su auge a principios del siglo XVIII. Se constituye así una escuela de artistas del retablo como Juan García de San Pedro, José de Ortega, Alonso García Becerro, Juan Muñoz de Villegas, Juan Gómez Lobo, José de Huerta, Lupercio de Falces, Miguel García, José Machín y Alfonso Fernández Cañaveral, entre otros, que en la consideración social y profesional de "maestros de arquitectura" aseguran el largo recorrido del retablo barroco toledano como manifestación artística bien documentada y significada en las obras todavía existentes en Toledo y su provincia.


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