El diagnóstico de cáncer es siempre una experiencia estresante en la vida de una persona. Crea ansiedad, angustia e incertidumbre sobre el futuro. A día de hoy todavía es una enfermedad ¿tabú¿ con importantes estigmas en la sociedad actual. Dicha percepción probablemente se deba a que buena parte de la ciudadanía asocia esta enfermedad a la seguridad de un sufrimiento prolongado y una muerte posible a corto-medio plazo (De La Serna JL 2006). Además, no se reduce a un momento en la vida de una persona, sino que es un proceso evolutivo que comienza con el diagnóstico, continúa con los tratamientos, y evoluciona a la vez que la enfermedad, en todas sus fases (curación, recaída, fase progresiva, fase terminal). En todas y cada una de estas situaciones, existirán temores y problemas serios que dificulten la puesta en marcha de mecanismos necesarios para una buena adaptación psicológica. Y en todas y cada una de ellas, se planteará tanto al paciente como a los familiares múltiples cuestiones, dudas, temores, existiendo diferentes respuestas psicológicas a cada fase de la enfermedad (Tabla 1). En cada una de ellas es necesario que el personal médico (y más especialmente los especialistas en Oncología Médica) sean capaces de apoyar, aconsejar e informar de forma fluida en todas y cada una de estas fases. Todos los manuales y trabajos sobre comunicación asistencial, insisten en la necesidad de considerar el flujo de información-comunicación (siempre bilateral y recíproca) como un proceso evolutivo en el tiempo y no puntual, que debe mantenerse a lo largo de todo el proceso de enfermedad.
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