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Resumen de Arquitectura neomudéjar en Sevila 1880-1930: análisis gráfico, formal y ornamental de fachadas sevillanas inspiradas en la arquitectura de origen árabe, durante el periodo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX

María Rosario Chaza Chimeno

  • En la Europa de mediados del siglo XIX surge una fascinación por el Oriente exótico, con predilección por el mundo islámico, por su arte y arquitectura, tendencia que finalmente termina por materializarse y expresarse a través del diseño de edificios, jardines y residencias mediterráneas, dando lugar a un fenómeno estilístico que algunos autores han dado a conocer como �Estilo Morisco� y otros como orientalismo, neoárabe o neomudéjar. Todo este interés en la búsqueda de un estilo alternativo al impuesto por los cánones de la arquitectura clásica, que se aproxime al máximo a la definición de una identidad nacionalista, cabe entenderlo bajo la complejidad de la situación sociológica y cultural que a mediados del siglo XIX Imperaba en Europa.

    Existe, por tanto, un claro debate entre la ruptura con el sistema clásico y la configuración de un nuevo estilo. Este debate es fruto de una tendencia romántica por la recuperación de un pasado de esplendor artístico, tomando como referente fundamental los modelos hispanomulsumanes que tanto artistas, viajeros o historiadores captan y difunden a través de sus dibujos, grabados o literatura inspirados en los viajes que realizan tanto a oriente como al sur de Europa, donde entran de lleno en contacto con la arquitectura de origen árabe. En el neomudéjar, por tanto, se dan dos antecedentes importantes, por una parte historicismo nacionalista, muy ligado a la postura romántica, y, por otra, el racionalismo constructivo, que condujo a la seriación de determinados elementos formales de inspiración árabe, fundamentalmente en edificaciones de origen industrial.

    En el caso concreto de Sevilla, el neomudéjar no se inspira tanto en la cultura original islámica, sino en su aclimatación en suelo andaluz, aprovechándose, además, el auge que tiene lugar de la mano de obra artesanal y los oficios tradicionales, todo ello bajo los requisitos de un cliente, generalmente burgués, que desea una edificación singular en su estilo pero ejecutada con medios económicos limitados. En sus comienzos, la arquitectura de estilo historicista, no solo en España, sino en toda Europa, reside en el deseo de realizar una arquitectura que, sin dejar de ser básicamente doméstica, aspire a ofrecer cierta singularidad gracias a la utilización libre de elementos históricos combinados en nueva armonía, ejecutado con los recursos disponibles, con los materiales, constructores y artesanos disponibles.

    Es a finales del siglo XIX cuando se hacen más patentes las distintas tendencias estilísticas que se desarrollan en Europa, todas ellas tendentes a una clara renovación estilística, generándose una arquitectura que basa su composición en encontrar nuevas relaciones en los modelos existentes y en la seriación de sus elementos formales y en el uso, la mayor parte de las veces excesivo, de ornamentación.

    En este periodo se producen, igualmente fenómenos de evidente transformación urbana, concretándose en un incipiente desarrollo urbano en la España de comienzos del siglo XX, que tanta influencia tuvo en el nacimiento de los estilos nacionales. El retraso de la industrialización en España había producido el mismo efecto en la urbanización moderna. Aunque desde la segunda mitad del siglo pasado, las ciudades se habían visto obligadas a crecer hacia fuera de sus murallas, creando los ensanches, que constituyeron la solución decimonónica para la ampliación urbanística.

    El afán reformista de mediados y finales del siglo XIX en Sevilla, no se vio únicamente reflejado en las actuaciones urbanísticas de su trama urbana, sino que también afectó al caserío y especialmente a las reformas interiores de las casas Palacio, donde sus patios se vistieron de un neomudéjar plateresco, cuyos referentes inmediatos se podían encontrar en las casas de Pilatos y de las Dueñas. Sevilla, al igual que otras ciudades españolas como Madrid, Valencia y Cádiz, entre otras, participa activamente en este gusto por lo oriental con un conjunto de edificios, exponentes de lo que la época dio de sí en materia de arquitectura. A comienzos ya del siglo XX e inmersa la sociedad española en el ambiente de renovación y búsqueda romántica de un estilo nacional avivado por las Exposiciones Universales, la ciudad de Sevilla, como todas aquellas que apuestan por incorporarse al mundo moderno liderado por París, Barcelona o Madrid, se conmueve profundamente y aborda una importante tarea de renovación urbana y arquitectónica, hasta el punto de demoler sus murallas y puertas medievales, así como parte de su caserío, a fin de permitir la apertura de grandes avenidas en su casco urbano, todo ello con vistas a la celebración de la Exposición Iberoamericana que tendría lugar en Sevilla el año 1929. Se producen entonces derribos puntuales, y replanteo de nuevas alineaciones de calles de mayor anchura y avenidas y se plantean nuevos planeamientos urbanísticos en zonas de huertas y terrenos de extrarradios.

    Estas actuaciones urbanísticas importantísimas que se ejecutan en la ciudad, generarán la necesidad de la creación de una nueva imagen que sustituya al antiguo y colmatado caserío popular, mediante la creación de nuevos espacios urbanos y nuevas fachadas, que acompañen a sus ciudadanos en su nueva forma de entender la vida urbana. Los políticos, arquitectos y clientes buscan desesperadamente una identidad arquitectónica que ha de conjugar modernidad, tradición, exotismo, cultura histórica, tradición popular y economía de medios, en una ciudad que se transforma y se renueva hacia la industria al ritmo de los tiempos. La política higienista apoya la renovación del caserío y el trazado de nuevas alineaciones, así como la ampliación o ensanche de las ciudades a extramuros.

    El resultados de todas esas operaciones urbanísticas se conservan hoy en día en la ciudad, en cuya trama urbana todavía se aprecian sus aciertos, intentos, fracasos y contradicciones, configurando la imagen de la ciudad de Sevilla que hoy todos conocemos.

    El ámbito temporal en el que se enmarca esta Tesis abarca desde el año 1880 hasta el año 1930 y se encuentra determinado por dos hechos concretos que pueden suponer el comienzo y el final, respectivamente, de la tendencia general de proyectar y ejecutar en Sevilla edificaciones destinadas a la arquitectura doméstica o industrial bajo el gusto neomudéjar. El inicio coincide con la fecha del proyecto original del Pabellón construido por Juan Talavera y de la Vega entre los años 1880 y 1890 en los jardines de San Telmo para Don Antonio de Orleans y Doña María Luisa Fernanda de Borbón, popularmente conocido como el �Pabellón Costurero de la Reina� situado en el paseo de las Delicias. La fecha final la marca la clausura de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, que cerró sus puertas en el año 1930.

    Después de estas fechas, tan sólo hemos conocido algunas edificaciones puntuales proyectadas o ejecutadas bajo Inspiración árabe, como algunos pabellones de la Exposición Universal de Sevilla de 1992 (recogidos, en cualquier caso, en nuestro inventario) y detalles en las fachadas de algunas edificaciones residenciales concretas del tejido urbano de la ciudad (como cenefas o azulejos), pero que en general tienen baja incidencia en la imagen de la ciudad.


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