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El mirador en la arquitecura urbana de Cartagena en el entorno del año 1900

  • Autores: Fernando García de Reparaz y Barroso
  • Directores de la Tesis: Rafael Manzano Martos (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 1996
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 656
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Jaime López de Asiaín (presid.), Francisco Javier Gallego Roca (secret.), Pedro Navascués Palacio (voc.), Alberto Donaire Rodríguez (voc.), Pablo Arias García (voc.)
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Resumen
    • El perfil social de la Cartagena del cambio de siglo es muy heterogéneo, de alguna forma identificable con el de algunas ciudades como San Fernando, Cádiz, Barcelona, Málaga o el Ferrol.

      En todas ellas se da un común denominador: el hecho de ser ciudades costeras con puertos importantes que las convertirán en residencias temporales de una gran población flotante.

      En Cartagena quizás deba resaltarse la interdependencia social entre sectores de actividades bien diferenciadas: empresarios e industrias con la minería como actividad a destacar, comerciantes, militares marinos y de tierra, profesionales y políticos, lo que llevó a un �mestizaje� realmente interesante que marcó las bases de una nueva sociedad que nacería en los años veinte con planteamientos totalmente distintos.

      Se convertía así Cartagena, en base a este arco iris social, en una sociedad acogedora para cualquier foráneo que, casual o decididamente llegase a ella. En este sentido, este fenómeno se ha venido repitiendo hasta nuestros días de tal forma que la inmensa mayoría de sus habitantes son venidos de fuera, llegando algunos a ocupar cargos políticos y otros, de responsabilidad, con su consecuente impronta sobre el presente y futuro de la ciudad.

      El hecho de ser ciudad Departamental y Arsenal Militar, le confiere una personalidad específica. Al mismo tiempo, su ejército fundamentalmente de Marina �el Cuerpo de más élite dentro del mismo-, marca a la ciudad con desfiles, sus peculiares músicas, de una gran personalidad militar que sigue perdurando, cara y cruz de una moneda que no siempre ha producido resultados positivos.

      Celebraciones religiosas como las procesiones de Semana Santa están impregnadas de la marcialidad y musicalidad atribuible solo a la milicia. Todo ellos condujo a que la ciudad adquiriese una personalidad específica creándose una conciencia excesiva hacia lo propio, lo local, lo cantonal.

      En un ambiente así resultaba fácil la integración de una clase burguesa que surge entre 1890 y 1914, de los �nuevos ricos� que en ese �totum revolutum� son magníficamente acogidos, porque en la mayoría de los pensamientos, el dinero ocupa un papel importante y ellos, los nuevos ricos, tienen mucho y se apresuran a evidenciarlo en sus casas �mansiones-(Pedreño, Aznar, Conesa, Zapata, Llagostera, Aguire, Cervantes, etc.) en una verdadera pugna entre ellos para conseguir las mejores fachadas, compuestas con los mejores materiales procedentes de los lugares más idóneos, colocados por los mejores artesanos traídos del extranjero en algún caso, dirigidos por arquitectos prestigiados, todo ello en un intento de demostrar su hegemonía económica y desde luego su capacidad de gastar un patrimonio rápidamente conseguido.

      Un grupo notable, que refleja el colonialismo económico que vive el país y consecuentemente Cartagena, es el de los directos o delegados representantes de empresas extranjeras, que residían en la zona privilegiada situada frente al puerto, la Muralla del Mar, sobre la antigua muralla de Carlos III. Estaban integrados en la clase alta burguesa.

      Los militares constituyeron charnela de clases, en función de su mayor o menor grado dentro del escalafón.

      La clase media que formaba un grupo numeroso, se dedicaba al comercio y a lo que hoy se llama el funcionariado. Mal retribuida, intentó aparentar lo que realmente no existía. Apariencia en las fachadas de sus casa, (muchas se remozaron y añadieron miradores), arrastrados por los diseños de los nuevos edificios, que produjeron gran impacto arquitectónico, visual y social, y animales también por una política local que favoreció el remozamiento general de un casco antiguo en malas condiciones con algunos edificios del siglo XVIII que se recuperan. Apariencia también en su vestimenta y en la manera de ordenar el interior de sus viviendas.

      Las clases populares u obreras, se ocupaban fundamentalmente de la minería, pero también existían otras localizaciones de actividades obreras. Así, el puerto para la carga y descarga de mercancías, los astilleros del Arsenal, las diversas fábricas y fundiciones, las obras públicas y la pujante construcción, además de actuaciones puntuales que demandaron mano de obra: derribo de las murallas de la ciudad, apertura de nuevas calles, la red nueva de saneamiento de la ciudad, etc.

      A esta clase social cabe añadir los contingentes militares, destacados en la ciudad, de poca graduación y la tropa.

      Gran parte de la vida popular se desarrollaba en la calle, quizás como una constante mediterránea. Algunas calles eran, y aún lo son, calles salón cuajadas de terrazas de bares, incluso algunos oficios artesanales se desarrollaban en tal escenario.

      Lugares de ocio, eran además de calles y plazas, las tabernas, y el círculo gallístico para las peleas de gallos afición muy arraigada en Cartagena.

      En el Cerro del Molinete, antiguo cerro de Asdrubal, se ejercía la prostitución, algo que se debe tener presente dado el carácter de ciudad portuaria y el flujo de personas que visitaban la ciudad. El Molinete que ha existido como barrio hasta el año 1994, en que se produce su demolición, ha mantenido sus casas de lenocinio hasta el final. Situado en el centro de la ciudad fue un lugar que, en las fechas objeto de este estudio, albergaba además personajes típicos y gran número de delincuentes. Zona deprimida socialmente ha mantenido su original arquitectura de vivienda de una o dos plantas, en muchos casos la baja ocupada para negocios, encontrándose, el conjunto, oculto tas los edificios de nueva planta que constituían la barrera hacia lo prohibido, de hecho, estaba mal visto adentrarse en él durante el día: sin embargo, de noche, constituía lugar de encuentro no sólo de varones de clases bajas sino también de burgueses que desafiando el riesgo acudían hasta el amanecer. Nos remitimos a los diarios Eco y Porvenir de los años 1901 y siguientes, donde se relataban situaciones de riñas, puñaladas, tiros, etc.

      Sin lugar a dudas los lugares de ocio de la burguesía lo constituían el Gran Casino, el Club de Regatas, el Teatro y las Ferias, que aunque con carácter popular disponían de casetas específicas destinadas a las clases privilegiadas.

      Cartagena ha sido siempre una ciudad propia a crear ambientes festivos, forma parte de su idiosincrasia. A este impulso natural hay que sumar las fechas en que nos estamos moviendo, cuando se produce un cambio significativo en la mentalidad moral más frívola y revolucionaria, en la que el sentir religioso en muchas ocasiones se transforma en sentir político. Con todo se mantuvieron tradiciones festivas de carácter religioso quizás, insisto, por no tachar del calendario ninguna conmemoración lúdica. Fiestas religiosas y romerías relacionadas con los edificios religiosos dedicados al santo/a en reconocimiento a su mediación ante tal o cual desgracia o epidemia. Siempre se acompañaba de algún baile o corrida de toros.

      También cabe citar las Aleluyas del Primer Sábado Santo por la noche, cuando se arrojaban por las ventanas y miradores tiestos o vasijas rotas, el domingo de Resurrección y los Judas o quema de muñecos con pólvora en una tradición muy levantina.

      La Semana Santa era la fiesta litúrgica de mayor prestigio y entronque con el pueblo. Su excesiva marcialidad, que aún hoy mantiene, puede resultar negativa interpretándose el acto más como espectáculo que como profesión de fe. El pueblo la seguía desde las calles y desde los balcones y miradores de sus viviendas. La burguesía colaboró mucho con este tipo de celebraciones.

      De las fiestas militares debemos ocuparnos por tratarse de una plaza militar por excelencia, y porque más que un elemento añadido, lo militar ha sido el �leit motiv� de todas las fiestas, de forma más o menos encubierta. La tropa en movimiento desfilando, constituía en si misma un festejo, que casi se convertía en cotidiano si se tienen en cuenta las juras de bandera, los recibimientos a militares y políticos destacados, la llegada de nuevos contingentes, botaduras y atraques de navíos, etc. Merece la pena destacar la de 1876 al final de la guerra carlista, donde se tiró la casa por la ventana.

      Las Guerras de Cuba y Filipinas, en su conmemoración de 1923 incluó en su programa de festejos la construcción de un obelisco dedicado a los Héroes de Cavite situado frente al Puerto, sin olvidar los fuegos artificiales, regatas, voladura de minas submarinas, conciertos, retreta militar, toros, etc.

      La participación de los cartageneros en las fiestas de Murcia merece ser destacada. Concretamente en la época de Carnaval en el Entierro de la Sardina.

      La feria de Cartagena se celebraba en el mes de mayo en el muelle de Alfonso XII, cada año con la intención y el propósito de mejorar el anterior. Se diseñaron portadas espectaculares del rango y estilo de las de Sevilla o Jerez. Se contrataban los mejores espectáculos: batallas de flores, fuegos artificiales y desfiles de carrozas. Quizás las Veladas marítimas constituyeron el espectáculo más vistoso, aportando un toque mágico de luz y color sobre el mar. Tenían una impronta modernista aunque las fiestas con barcos son de tradición más antigua, y se puede decir que suponían la mejor aportación a nivel nacional. No olvidemos que las embarcaciones que participaban estaban diseñadas y construidas para tal fin, con los motivos más fantásticos y exóticos que entonces se podían imaginar, cuyos autores eran artistas cartageneros entre los que citamos a los arquitectos Spottorno y Rico Valarino y al pintor Wssell de Guimbarda.

      En el año 1896 se celebraron los Primeros Juegos Florales de la ciudad, que constituyeron la fiesta intelectual y burguesa por excelencia. Importantes fueron los años 1902, coincidiendo con la coronación de Don Alfonso XII y que tuvieron a Miguel de Unamuno como moderador.

      Al igual que cualquier otra ciudad, el carnaval era l fiesta desbordante capaz de romper con cualquier esquema, entre otras cosas porque llegaba a todos sin distinción de clases (que ya era decir en Cartagena). Desde las fiestas privadas en el Casino con su baile de disfraces, o las del Ateneo, hasta el más perdido rincón de la ciudad. Transcurrido el tiempo, y hacia los años treinta se reflejará en las fiestas de todo tipo, la nueva situación social y política, perdiéndose la espontaneidad popular, ganando en situaciones tensas entre políticos locales de distintas ideologías y tendencias, llegándose a instaurar la �Fiesta de la República� a la que asistió el mismo Alcalá Zamora (se acompaña programa de fiestas de los años 1902 y 1916).

      Intento justificar que el concepto de mirador, en gran parte, es importado en esta ciudad aunque existiese alguno o algunos de años anteriores, como en otras ciudades mediterráneas, y hasta qué punto los hábitos y costumbres específicos de los habitantes de Cartagena, volcados a la calle, en la mayoría de los casos, potenciaron el remozamiento de muchas fachadas introduciendo este elemento arquitectónico, el mirador, como novedoso y que resultó imprescindible incorporar en los edificios de nueva construcción.


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