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Resumen de Diego López Bueno y la arquitectura manierista en Sevilla: (1590-1650)

Alfonso Pleguezuelo Hernández

  • El trabajo con que hoy optamos al grado de Doctor lleva por título �Diego López Bueno y la Arquitectura Manierista en Sevilla (1590-1650). Como puede leerse, un epígrafe compuesto por dos partes diferenciadas y relacionadas a un tiempo.

    Con la salvedad de la figura de Juan de Oviedo, recién estudiada por Víctor Pérez Escolano cuando iniciábamos nuestro trabajo, se nos ofrecían como Tesis de Autor, varios nombres entre los arquitectos del manierismo sevillano, área en que planeábamos centrar nuestra investigación por el enorme interés que nos suscitaba y por su historiografía, casi virgen.

    La elección de López Bueno estuvo motivada por el ánimo de enlazar con el trabajo citado, a través de otro arquitecto formado, al igual que Oviedo, en el ensamblaje y la escultura, intuyendo entonces de forma simplista, aunque algo de cierto habría en ello, que en este tipo de arquitecto y en su formación artística, hallaríamos algunas de las claves que explicaban la esencia de nuestro manierismo.

    La elección del subtítulo convencional que ponía los límites cronológicos y especiales, fue en principio una necesidad metodológica orientada a crear una imagen física y un mapa conceptual de la actividad constructiva en Sevilla durante el período en que López Bueno desarrolla su labor. Ello con el fin de hacer más fiables los análisis y las conclusiones a que nos lleva el estudio de la figura central y especial dirigido a calibrar la novedad y originalidad de sus enfoques y planteamientos en el contexto en que quedaba englobada su obra.

    El ámbito cronológico en que se inscribe esta Parte primera, dedicada a una aproximación a la arquitectura manierista, se inicia en 1590 por constituir de forma aproximada la fecha en que la generación de arquitectos a que pertenece Diego López, inicia su tarea.

    El tope final, pensado en primera instancia en el año 1630, fecha en torno a la que desaparece esta generación, fue ampliado hasta la mitad del siglo por tres razones: en primer lugar, por no detectar rasgos de cambios sustanciales entre ambas fases; en segundo lugar, por coincidir con otras periodizaciones históricas que establecen en 1649, año de la gran epidemia de peste, la charnela entre dos imágenes diferentes de la ciudad en arte, sería el paso al llamado por algunos �pleno barroco� y, finalmente por incluir aunque sólo nominalmente a Pedro Sánchez Falconete, el arquitecto más destacado que vemos como el enlace con los maestros del último tercio del siglo.

    En lo referente a los límites espaciales, nos centramos fundamentalmente en Sevilla capital pero también el resto del material reconocido en esta provincia, en la de Huelva y algo de la de Cádiz, nos ha servido a veces como materia troncal y en ocasiones, como valioso testimonio comparativo de la producción de estas áreas, relativa y esporádicamente vinculadas a Sevilla en aquellos momentos. Nuestra colaboración en el trabajo de inventarios artísticos para el Ministerio de Cultura, coincidente con la primera fase de nuestra investigación, supuso una afortunada oportunidad de obtener una visión de conjunto del fenómeno que sin esta circunstancia hubiera sido imposible.

    La propia marcha interna de la investigación nos fue dando la escala en la importancia relativa de las partes del trabajo y acerca de la dimensión conceptual y física que podrían ir tomando éstas. Ocurrió a esta obra teórica sobre el manierismo lo que sucedió a tantas obras artísticas de este movimiento que, en su armonía por contrastes, en su libre tratamiento por tensiones de las partes y del todo, llegó a un punto de aparente desequilibrio: el marco empezó a competir con la propia imagen contenida en él y el subtítulo del trabajo, que había sido ideado en principio como un capítulo de ambientación, se convirtió en un tomo independiente en el que la imagen de López Bueno se encontraba con sus propias referencias y con los contrastes que lo individualizaban.

    Esta primera parte del trabajo la concebimos en cuatro capítulos. En el primero, se trata del estado de la cuestión y de las posibilidades de aplicación al caso sevillano de los que hoy se entiende por Manierismo a niveles generales.

    Un segundo capítulo intenta establecer una visión esquemática de lo que llamamos Proceso Constructivo y que seccionamos en dos apartados: los individuos y la obra. En el primero, hacemos una división en cuatro niveles o áreas de actuación: Promotora, Creativa, Ejecutiva y Administrativa; en el segundo, analizamos aspectos normativos y materiales de la edificación.

    El tercer capítulo lo dedicamos al estudio de las formas que dividimos en tres apartados: la forma de la ciudad, la forma de los edificios y la forma ornamental. De ellas, insistimos en la segunda donde realizamos un intento de sistematización en lo referente a plantas y alzados de edificios civiles y, sobre todo, religiosos y un análisis del tratamiento peculiar sevillano de temas como claustros, torres, espadañas, escaleras o portadas. Finalmente, en lo referente al ornamento, distribuimos el contenido entre las decoraciones icónicas, los órdenes y la influencia de los tratados de arquitectura.

    Finalmente, el capítulo cuarto, dedicado a los arquitectos y a sus obras, por su extensión, hubiera permitido tal vez constituir parte independiente, a lo que renunciamos por mantener la coherencia y la estructura bipartita en el título. Únicamente a efectos facilidad en la elaboración, hemos cambiado la numeración consecutiva de los notas manteniéndola independiente por apartados.

    La segunda Parte del estudio, se dedica a la figura central de la Tesis: Diego López Bueno, en su triple vertiente como ensamblador y arquitecto de retablos, como escultor y como proyectista de edificios, estas dos últimas facetas casi inexploradas antes de este trabajo.

    La estructura que concedemos a éste tomo responde, en cinco capítulos, a un esquema convencional de Vida, Análisis de la Obra y Catálogo razonado.

    Por mantener la visión unitaria del personaje, por el carácter arquitectónico de su producción retablística y por el valor de su obra escultórica como una oportunidad más para indagar en su personalidad, hemos mantenido el apartado de escultura y el de ensamblaje de retablos, faceta ésta ultima �tratada extensamente, sobre todo desde el punto de vista catalográfico por el profesor Palomero- y reveladora de tantas claves para interpretar el hecho arquitectónico.

    Esta investigación, en parte Tesis de autor, en parte ensayo de síntesis general, gana en extensión lo que se arriesga a perder en profundidad y ello sin planteamiento con pretensiones de exhaustividad, sobre todo en el Capítulo de los arquitectos y sus obras. Este peligro lo hemos asumido de forma consciente. Autores y asuntos aquí tratados de manera resumida en la Parte I son ya susceptibles de ser estudiados de forma monográfica. Pero, precisamente una de las metas que nos trazábamos al inicio de la investigación fue lograr al final de la misma poder calibrar las individualidades más valiosas y las obras de mayor interés y posibilidades de estudio; ese objetivo, obligado por la carencia de una visión general previa, creemos haberlo logrado en cierta medida.

    Estos dos tomos de texto se complementan con los apéndices documental, gráfico y fotográfico.

    Desde el punto de vista metodológico, no hemos pretendido realizar innovaciones sino aplicar honestamente los que estaban al alcance ce nuestras capacidades personales y materiales.

    Para la fase de consulta bibliográfica preliminar hemos contado con los valiosos fondos del Laboratorio de Arte de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla que, sobre todo en lo referente al ámbito local, han suministrado un nivel de información más que suficiente.

    Labor más compleja, lenta y dura ha sido la búsqueda de datos de fuentes primarias. En cuanto a los manuscritos han sido útiles la Biblioteca Municipal y la Colombina, en Sevilla, y las de la Real Academia de la Historia o la Biblioteca Nacional, en Madrid.

    La mayor dispersión, no obstante, ha sido la de las fuentes de archivos históricos. Los eclesiásticos han suministrado bastante información. De ellas, el General del Arzobispado, conserva poco de ésta fecha por lo que deducimos de nuestra experiencia en él. No hemos insistido en el de la Catedral, más consultado por otros autores, aunque sí hemos procurado, cuando poseían documentación de esa época, revisar los parroquiales, sólo cuando estos edificios conservaban obras del período estudiado.

    La consulta de varios archivos militares y especialmente civiles, han proporcionado un gran cúmulo de datos de diversa naturaleza e interés.

    En Madrid, el Archivo Histórico Militar y el Servicio Geográfico Militar nos han facilitado interesante documentación gráfica. En Sevilla, el Archivo de Protocolos Notariales han suministrado bastante documentación, aunque, intuimos, guarda aún mucha más: nuestra consulta en él no ha sido lo exhaustiva que permite el inmenso volumen conservado de documentos de esta época.

    El Archivo de la Diputación Provincial nos ofreció datos sobre los Hospitales Reducidos a fines del siglo XVI y el Archivo General de Indias ha resultado de las fuentes más valiosas en lo referente no sólo a obras sino a los contenidos más jugosos de su Actas Capitulares. Igualmente, el Archivo del Alcázar ha facilitado datos interesantes sobre sus obras.

    Gran parte de la documentación de estas dos últimas instituciones vinculadas a la corona, se ha visto completada con la información obtenida en el Archivo del Palacio Real en Madrid y, sobre todo, en el Archivo General de Simancas, en Valladolid, con una preciosa documentación fundamentalmente epistolar que ofrecía una vívida imagen de los problemas tratados, aunque es más abundante la conservada de finales del siglo XVI, que la datable durante el seiscientos.

    Con independencia de la exégesis documental en la que hemos insistido voluntariamente intentando suplir la escasez de datos, hemos aplicado también uno de los métodos que consideramos más productivos para el análisis de formas y estructuras, aunque con evidentes limitaciones y riesgos; nos referimos a la propia gráfica de las obras estudiadas. En el cacto de croquizar, medir, proporcionar y reproducir, se reviven sensaciones y resurgen parte de los problemas y limitaciones que actuaron sobre la mente del propio arquitecto a la hora del proyecto original. Esta labor realizada con la máxima meticulosidad y el mayor rigor posible a nuestras limitadas posibilidades ha resultado el instrumento metodológico más útil para las lecturas formales de las obras y la vinculación de éstas a las diferentes poéticas personales de distintos autores.

    Por otro lado, ello nos ha permitido valorar el objeto arquitectónico con un cierto sentido arqueológico, proponiendo hipotéticas restituciones de elementos o partes sustanciales renovadas o, incluso, ya inexistente, en ocasiones conservadas en imagen sobre distintos materiales a veces de dificultosa y comprometida lectura.

    El cúmulo de ayudas recibidas a lo largo de los años que duró el trabajo harían interminable la lista de agradecimientos, pero sí quisiera dejar constancia de mi gratitud a las personas e instituciones que, de una u otra forma, han hecho posible que hoy pueda presentarse aquí este trabajo. Al Instituto Nacional de Asistencia y Promoción del Estudiante del Ministerio de Educación y Ciencia que nos concedió una beca para estudios doctorales durante los cursos 1978 � 1980; al Centro Internacional de Estudios de Arquitectura Andre Palladio que nos concedió una ayuda económica para asistir a sus cursos en el verano de 1980, y todas las facilidades en la consulta de su biblioteca. A nuestro amigo hispanista Volker Schierk, de la Universidad de Bonn, por sus ánimos y sus inapreciables consejos en cuestiones de investigación documental. A Don Joaquín González Moreno y, en general, a todo el personal de Archivos, Bibliotecas y demás instituciones.

    De la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, a Don Rafael Manzano Martos y a nuestra compañera la Dra. Ana Marín Fidalgo, por sus ayudas en la consulta del Archivo del Alcázar. A nuestro amigo Don Rafael García Diéguez, de la Cátedra de Construcción, por su aliento y sus orientaciones en los aspectos técnicos. Al Dr. Don Víctor Pérez Escolano por las facilidades ofrecidas en la consulta de su Tesis inédita sobre Juan de Oviedo.

    Del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla donde nos hemos formado, a nuestros profesores y amigos Valdivieso, Sanz, Serrera y Morales, de los que tanto hemos aprendido.

    De la Facultad de Bellas Artes, a nuestra amiga Charo Sancho Royo, por su apoyo incondicional y efectivo y por la memoria aún viva de Don Antonio Sancho Corbacho, maestro ejemplar de todos y modelo a seguir de serio investigador. A nuestro compañeros de Departamento, especialmente a nuestro amigo Alberto Oliver de quien siempre aprendemos por su fina intuición demostradas en nuestras continuas charlas sobre temas de arquitectura.

    A mi familia, que ha pagado mis prolongadas desatenciones con la ayuda continua. A Nieves Olivera que ha mecanografiado paciente y generosamente la mayor parte del original, y de forma muy especial, a mi padre que, además de otros apoyos, comenzó ayudándome en los dibujos y terminó siendo el autor material de la inmensa mayoría de la documentación gráfica que acompaña este trabajo.

    Finalmente, al director del mismo, el Dr. Don Emilio Gómez Piñol, a quien interesó vivamente el tema desde el principio y de quien hemos recibido su total confianza y todas las facilidades.


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