Los catéteres venosos son cada vez más utilizados en hospitales, en procedimientos ambulatorios y sobre todo en salas de cuidado intensivo. Se estima que en los Estados Unidos nada más, 30 millones de estos dispositivos son utilizados cada año. De este número, 3 millones son del tipo de catéteres venoso central (CVC), también conocidos como líneas centrales.
La mayoría de los pacientes hospitalizados necesitaran algún tipo de catéter venoso para su tratamiento. El uso del catéter, aunque ha probado su efectividad, reporta gran cantidad de complicaciones, entre ellas las bacteriemias asociadas a la inserción y mantenimiento del propio instrumento, provocando un número significativo de morbilidad y mortalidad en pacientes (Phillipart et al., 2013; Joseph, 2009; Naomi et al., 2011). Se utiliza el catéter venoso central (CVC) para: administración de líquidos intravenosos, infusión de fármacos, monitoreo hemodinámico, plasmaféresis, nutrición parenteral total, etc.
Anualmente una de cada 20 hospitalizaciones en los Estados Unidos y Puerto Rico, reportan una infección sanguínea, relacionada a líneas centrales y son causantes de muertes hospitalarias, con una tasa de mortalidad del 12% al 25%, siendo los pacientes críticos, unos de los que más incidencia tienen de este problema (Malpie et al. 2011).
El Objetivo general de la investigación fue evaluar el efecto de la variabilidad en el manejo de los CVCs por parte de los profesionales de enfermería de cuidados intensivos, así como su adherencia a las recomendaciones del CDC.