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Museos y diplomacia cultural

  • Autores: Miguel Zugaza Miranda
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 28, Nº 160, 2014, págs. 44-52
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Occidente proyecta a través de los museos el triunfo de la era revolucionaria, de la razón y de la democracia. Las regiones que hoy se disputan la hegemonía económica no esconden su deseo de emular el prestigio occidental logrado con sus instituciones culturales.

      "El Museo del Prado es lo más importante para España, más que la monarquía y la república juntas". Con esta provocadora sentencia, atribuida a Manuel Azaña, al tiempo de proclamar su admiración por el tesoro artístico que guarda entre sus muros esta veterana institución pública, no hacía otra cosa que situar el museo como una principal "razón de Estado". El Prado como el resto de las galerías nacionales creadas en la era revolucionaria son depósitos privilegiados de la memoria colectiva de los diferentes Estados contemporáneos, formados por los retazos de lo más excelente de la creación del hombre en la historia, unidos por la tradición coleccionista culta de cada uno de nuestros países y, más recientemente, por la revisión académica que nuestras instituciones han propuesto de la historia particular y universal del arte que conservan.

      Muchas veces decimos que los museos y su misión han cambiado poco desde su creación en los albores de la edad contemporánea. Lo que ha cambiado es la sociedad y su relación con el arte. Los museos han pasado de ser instituciones estrictamente académicas a convertirse en centros de educación de la sociedad; de ser frecuentados tan solo por artistas, aficionados y especialistas a recibir a millones de ciudadanos que se acercan, desde todas las partes del mundo, atraídos por la singularidad de las obras que atesoran.


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