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Conversaciones con fotógrafos mexicanos

Imagen de portada del libro Conversaciones con fotógrafos mexicanos

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Índice




  • Índice de contenidos:


    Prefacio. Conversaciones en torno a la fotografía mexicana. Breves notas
    (Claudi Carreras)

    Prólogo. Instantáneas del fin de la fotografía mexicana (Laura González Flores)


    Lourdes Almeida

    Yolanda Andrade

    Ana Casas

    Armando Cristeto

    Marco Antonio Cruz

    Héctor García

    Maya Goded

    Lourdes Grobet

    Javier Hinojosa

    Graciela Iturbide

    Carlos Jurado

    Eniac Martínez

    Francisco Mata

    Elsa Medina

    Pedro Meyer

    Gerardo Montiel

    Rodrigo Moya

    Pablo Ortiz Monasterio

    Daniela Rossell

    Gerardo Suter

    Pedro Valtierra

    Vida Yovanovich


    Notas biográficas de los fotógrafos (Estela Treviño)

    Agradecimientos


Descripción principal


  • Este proyecto presenta una serie de conversaciones de Claudi Carreras con los principales fotógrafos que residen en México. A través de charlas intensas y distendidas, nos explican las principales motivaciones de su trabajo y su posicionamiento en torno a la fotografía. Nos hablan de sus inicios, su mirada, la mirada de otros, de cuál ha sido su trayectoria y su vinculación vital con lo fotográfico.

    Las conversaciones se complementan con una muestra de las imágenes más representativas de cada fotógrafo, que nos permiten visualizar su trabajo y completar esta aproximación al panorama fotográfico mexicano.

    Los fotógrafos que han participado en estas conversaciones son Lourdes Almeida, Yolanda Andrade, Ana Casas, Armando Cristeto, Marco Antonio Cruz, Héctor García, Maya Goded, Lourdes Grobet, Javier Hinojosa, Graciela Iturbide, Carlos Jurado, Eniac Martínez, Francisco Mata, Elsa Medina, Pedro Meyer, Gerardo Montiel, Rodrigo Moya, Pablo Ortiz Monasterio, Daniela Rossell, Gerardo Suter, Pedro Valtierra y Vida Yovanovich.

    Cada uno de los fotógrafos ha sido retratado por Ernesto Peñaloza. Nacido en Ciudad de México en 1961, Peñaloza es licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras y Fotografía en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, ambas de la UNAM. Desde 1990 trabaja en el Archivo fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Ha participado en varios proyectos editoriales y ha sido curador de exposiciones en México, España y Estados Unidos.

Extracto del libro



  • Texto del prefacio:

    ‘Prefacio

    Conversaciones en torno a la fotografía mexicana. Breves notas

    por Claudi Carreras

    La tradición fotográfica en América Latina es enorme. Desde sus orígenes se desarrolló casi en paralelo con la europea. Boris Kossoy, en su libro Hercule Florence, el descubrimiento de la fotografía en Brasil, nos habla de un sorprendente hallazgo que sitúa un descubrimiento de la fotografía en el año 1833 en Brasil. Ya desde esa época, el flujo de imágenes entre los dos continentes no ha dejado de crecer. Desde los círculos de distribución y producción de imágenes occidentales, casi siempre se ha potenciado y reconocido la mirada que resalta el exotismo, el sincretismo mágico-religioso y la reiteración estética de los tópicos preexistentes respecto a las comunidades oriundas del continente americano. Sin embargo, la producción fotográfica latinoamericana es muy extensa y diversa, y, en muchas ocasiones, nada tiene que ver con estos estereotipos o clichés.

    La Historia de la fotografía se ha escrito desde los círculos del poder, y tiene un claro predominio angloamericano y eurocentrista. Sin embargo, México siempre ha ocupado un lugar destacado. Es la cuna de grandes creadores que han ejercido una influencia de ámbito mundial. Como por ejemplo, Don Manuel Álvarez Bravo, reconocido como uno de los mejores creadores del siglo xx, y al cual la mayoría de los fotógrafos entrevistados en este libro le reconocen una repercusión relevante en la producción artística contemporánea.

    En México se han gestado los primeros Coloquios de Fotografía Latinoamericana y los primeros Consejos Nacionales de Fotografía del continente. Las instituciones fotográficas del país son sólidas y cuentan con una gran tradición. Baste como ejemplo el Centro de la Imagen y los acervos fotográficos, de entre los que destaca la Fototeca Nacional del INAH. Estas y otras instituciones dan cabida a un gran número de investigadores y profesionales que tienen a la fotografía como objeto de su producción, haciendo de México un país de referencia en el panorama fotográfico americano.

    La idea de las entrevistas que forman el corpus de este libro, surgió como una primera aproximación a los autores, con el fin de sentar las bases de mi investigación doctoral sobre la construcción de la identidad del género ‘Fotografía latinoamericana’. En ella intentaré definir los parámetros que han marcado la conceptualización del término y la construcción de su imaginario. He entrevistado a fotógrafos, curadores e investigadores de varios países, pero me parece oportuno centrar este libro en la producción fotográfica mexicana, en especial en sus autores contemporáneos más representativos.

    Como metodología, opté por generar un modelo de entrevista y plantear a los autores un eje central con las mismas preguntas. Después, en función de la trayectoria individual y de los intereses de cada uno de ellos, la entrevista iba cambiando. Debo especificar que los autores no conocían las preguntas antes de ser entrevistados.

    Una vez hechas las transcripciones, envié a cada autor los originales con el fin de que realizasen las observaciones que consideraran oportunas. En la mayoría de los casos, sólo modificaron pequeños detalles que sirvieron para matizar algún dato o concepto.

    Considero que la selección de fotógrafos entrevistados aporta elementos fundamentales para permitir una aproximación a la situación actual de la fotografía mexicana contemporánea más representativa. Es evidente que el simple hecho de seleccionar implica que no están todos los que son, pero mi objetivo ha sido abarcar una muestra representativa a la vez que diversa. La edad, los intereses de los autores, sus métodos de trabajo y su forma de aproximarse a la fotografia no son homogéneos, pero creo que conforman un conjunto significativo.

    Espero que, a través de este libro, los lectores puedan conocer un poco mejor a los autores y que sus reflexiones y comentarios les permitan comprender las claves de su obra.'

    Copyright del texto: sus autores
    Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL

Extracto del libro



  • Texto del Prólogo:

    ‘Prólogo

    Instantáneas del fin de la fotografía mexicana

    por Laura González Flores

    Al ser interrogado por Claudi Carreras sobre la condición nacional de la fotografía mexicana, uno de sus representantes más distinguidos en el contexto internacional, Pedro Meyer, respondió planteando a su vez una serie de preguntas: ¿Cuál es la fotografía mexicana? ¿La que se toma en territorio de la República Mexicana por mexicanos? ¿La que toman los extranjeros que vienen a tierras mexicanas? ¿La de los fotógrafos mexicanos que radican en el extranjero? ¿En dónde radica la ‘mexicanidad’ de la obra de un fotógrafo español en tierras mexicanas, o de un fotógrafo mexicano en España?

    La respuesta de Meyer a Carreras es pertinente: ciertamente, muchos de los fotógrafos entrevistados en este libro, como Lourdes Almeida, Héctor García, Armando Cristeto y Francisco Mata, son mexicanos por nacimiento y han realizado todo su trabajo en México. Pero otros fotógrafos reconocidos como mexicanos, incluyendo a la hoy desaparecida Mariana Yampolsky, nacieron en el extranjero: Pedro Meyer en España, Rodrigo Moya en Colombia y Vida Yovanovich en Cuba. La cuestión se complica si se sabe que Yolanda Andrade, Pablo Ortíz Monasterio y Lourdes Grobet se formaron en el extranjero, ya sea en Estados Unidos o en Gran Bretaña. O que, desde hace casi dos décadas, Flor Garduño vive en Suiza, por lo que no quedó incluida en el libro. O que una parte considerable de la obra fotográfica de Elsa Medina se ha hecho en la frontera entre México y Estados Unidos, la de Moya en Cuba y Centroamérica, y la de Meyer, en diversas partes del mundo.

    Por todo lo anterior, la tarea que emprende Carreras en este libro -descubrir y conocer la especificidad de la fotografía mexicana mediante el diálogo con veinte de sus más significativos autores-resulta una aportación valiosa a la hora de entender la producción fotográfica de las últimas cinco décadas. Fuera de la Fuga mexicana de Olivier Debroise, y de los más recientes esfuerzos de John Mraz, Alberto del Castillo, José Antonio Rodríguez y Alfonso Morales -así como del impresionante trabajo de documentación de la revista Luna Córnea en sus quince años y treinta números-, pocos estudiosos se han abocado a investigar con seriedad la fotografía mexicana contemporánea.

    Hasta ahora, no se contaba con una recopilación de información primaria en torno a los fenómenos de conceptualización, producción, difusión y crítica de la fotografía mexicana contemporánea; y que este esfuerzo se haya emprendido desde fuera sólo lo hace más meritorio. Lejos de dejarse llevar por los manidos estereotipos exotistas y primitivistas del México profundo, Carreras suspende su juicio para dejar hablar al otro, el fotógrafo. Si algo se vuelve evidente al leer sus entrevistas es que en éstas se acaban desmantelando los tópicos recurrentes en torno al carácter uniforme de la fotografía nacional, en cuya definición opera inevitablemente una reducción semántica: una cosa es lo que la fotografía mexicana parece ser (una abstracción subjetiva, una construcción simbólica constituida por razones ideológicas e implantada por una élite intelectual) de lo que la fotografía hecha en México es en realidad (un medio heterogéneo y complejo, en vías de redefinición ontológica y técnica, con múltiples funciones en lo temporal y lo social).

    ¿Cómo entender, pues, la documentación que nos lega Carreras? Mucha de la información más valiosa de estas entrevistas se descubre entre líneas, implícita en el diálogo. Con el fin de facilitar la comprensión más profunda de estas entrevistas, me permitiré a continuación introducir al lector a algunas cuestiones fundamentales al contexto genealógico e institucional de la fotografía mexicana de las últimas décadas.

    Tres generaciones de la fotografía mexicana

    Después de Manuel Álvarez Bravo, es la generación de Graciela Iturbide, Pedro Meyer, Flor Garduño, Pablo Ortiz Monasterio y Marco Antonio Cruz -por mencionar sólo algunos nombres-la que pone nuevamente a la fotografía mexicana en el mapa internacional. Caracterizada su producción por un fuerte tinte documental, esta generación constituye una opción evidente para comenzar las entrevistas: no sólo se corresponde su tendencia con la del propio Carreras, fotógrafo y documentalista, sino que se distingue por haber revolucionado el curso de la fotografía en México entre fines de los años setenta y principios de los noventa. De esta generación surge el grupo que funda el Consejo Mexicano de Fotografía en 1978, que organiza los Coloquios Latinoamericanos de Fotografía de 1979 y 1981, que participa en las bienales de fotografía de los años ochenta (la primera de las cuales se organiza apenas en 1980), que colabora en la serie de exposiciones internacionales en torno al 150 aniversario de la fotografía en 1989, y que acaba apoyando la fundación del Centro de la Imagen en 1994. En definitiva, es una generación que carga con la responsabilidad -y la satisfacción-de llevar la fotografía mexicana a su madurez y plenitud moderna.

    Los resultados de las primeras entrevistas hicieron considerar a Carreras la inclusión de Héctor García y Rodrigo Moya, dos fotógrafos de la generación anterior a la antes descrita, así como la de otros fotógrafos de la misma generación, pero de tendencias constructivas cercanas al arte, como Lourdes Grobet, Adolfo Patiño, Lourdes Almeida, Javier Hinojosa y Gerardo Suter. Los primeros imprimieron un giro dinámico y autoral al fotoperiodismo mexicano en los años cincuenta, y los segundos fueron responsables de articular un discurso experimental y conceptual que se opuso al canon realista, latinoamericanista, de izquierda y de denuncia socialdominante a principios de los ochenta.

    Finalmente, resulta acertado que Carreras incluya a Maya Goded, Gerardo Montiel Klint y Daniela Rossell, ya que las propuestas de estos tres autores de la generación de los años noventa se insertan en una comprensión posmoderna que trasciende la oposición entre documentación y arte, y que permiten al entrevistador completar el retrato de la fotografía mexicana actual.

    Compromiso y documentación

    Una de las preguntas de Carreras se refiere a la relación entre fotografía y compromiso. Como hemos descrito antes, este vínculo se refiere a la identificación entre la propuesta documental y la denuncia social a principios de los años ochenta. El ‘compromiso’ es un concepto heredero del arte nacionalista post-revolucionario, que se asocia al uso utilitario, intencional y político de la imagen. La polémica entre documentación y arte, así como la defensa del realismo fotográfico como arma de denuncia, se comprende mejor si se recuerda el contexto político e ideológico de aquella época, marcado por Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam y los movimientos universitarios de 1968. Eje de la discusión de los Coloquios Latinoamericanos de Fotografía organizados en México en 1979 y 1981, el compromiso también se asocia con la defensa de una identidad latinoamericana en relación con la hegemonía mediática de la cultura yanqui.

    En muchas de las entrevistas encontraremos, pues, una asociación entre práctica fotográfica, acción política, realidad y sociedad. Como describe Rodrigo Moya, su fotografía es ‘una forma de ver el mundo y la sociedad, de existir intensamente […] un tercer ojo […] centrad(o) en intereses sociales, en el devenir de la sociedad, en el paso de la Historia atrás de los hechos más simples’. En otros fotógrafos, sobre todo los más jóvenes, la noción del compromiso con la sociedad se vincula con una asimilación subjetiva de la realidad social, cuestión que se traducirá, en algunos casos como el de Carlos Jurado, Lourdes Grobet o Armando Cristeto, en procesos dinámicos de experimentación plástica.

    Así, en las entrevistas se observa una amplia gama de actitudes que comprende desde el más estricto sentido de lo documental (‘la realidad y el instante son un todo para mí […] veo encuadres’, dice Héctor García) a una asumida condición mediática de la fotografía (‘es más fácil consumir las imágenes que consumir la realidad del país, es menos arriesgado, te ensucias menos, es aséptico’, sostiene Gerardo Suter), hasta la más trabajada discursividad simbólica de la foto como medio de representación (‘a mí no me causa ningún conflicto que la fotografía capte o no la realidad […] en la historia de la pintura los simbolismos, las alegorías o la idealización eran una metáfora de lo que el autor quería expresar...’, afirma Gerardo Montiel Klint).

    La posición social del fotógrafo

    Como defenderán Elsa Medina o Francisco Mata, la responsabilidad social del fotógrafo puede radicar simplemente en evidenciar la postura interna del fotógrafo con respecto a la realidad externa a él. Y esto, en un país de severas desigualdades sociales, se asocia con exteriorizar la clase a la que pertenece el fotógrafo, generalmente, la clase media o alta. Como expresa Nacho López en 1979, la mayoría de los fotógrafos -incluido él mismo-son ‘burgueses’.2 De los entrevistados por Carreras, sólo Moya asume explícitamente su extracción social al afirmar que su fotografía se enfoca a la ‘otra cara de la vida clase-mediera feliz’ en que pasó su infancia y juventud: ‘nunca me atrajo mi clase social como sujeto de fotografía, o sea, mi familia, mis amigos, la clase media-media. Mucho menos la alta’.

    La frase de Moya nos remite al hecho de que la visibilidad social, en las imágenes fotográficas, se articula mediante un mecanismo de negociación entre los distintos agentes de la subjetividad social. De ahí la relevancia del compromiso que se explicita en la fotografía de Graciela Iturbide, Vida Yovanovich o Armando Cristeto con minorías sociales como las mujeres y los homosexuales, y del extraordinario caso que representa la fotografía ingenuamente documental de Daniela Rossell, en la que se exponen sin tapujos las pretensiones fastuosas de la clase social más alta (a la que, por cierto, pertenece la fotógrafa).

    Eventos e instituciones

    Los principios de los años ochenta pueden considerarse, definitivamente, como un parteaguas en la fotografía mexicana: son la culminación del esfuerzo colectivo de esa generación de fotógrafos entrevistadas por Carreras por ganar espacios e instancias de apoyo a la creación y difusión de la obra fotográfica de autor. Dispersas en las entrevistas aparecen los foros de exhibición de la fotografía entre 1980 y 2000: la galería de la Casa del Lago (desde 1969), la del Consejo Mexicano de Fotografía (de 1980 a 2004) y las del Centro de la Ima-gen (desde 1994). También se describen los principales eventos: el primer y segundo Coloquio de Fotografía Latinoamericano (1979 y 1981), así como las distintas ediciones de la Bienal de Fotografía, muestra que se desprende del Salón Nacional de Artes Plásticas en 1980 y que se organiza bi-anualmente hasta la fecha.

    Las publicaciones serán otro foco de difusión fundamental de la fotografía mexicana. En las entrevistas aparecen: Celuloide, boletín de cine en el que comienza a publicar Héctor García, Impacto, revista ilustrada que define el trabajo de Rodrigo Moya, Interviú, revista en la que colaborarán García y Cruz, y, a destacar, los diarios Uno más uno (1977) y La Jornada (1984), que renuevan el concepto del periodismo gráfico en México a partir de la colaboración de fotógrafos como Cruz, Valtierra, Medina y Mata. Con respecto a los archivos de imágenes, resalta en las entrevistas la Fototeca Nacional en Pachuca (1976), así como las agencias gráficas fundadas y gestionadas por fotógrafos, Imagen Latina (1984) y Cuartoscuro (1986).

    Un fenómeno que transforma positivamente la fotografía mexicana durante las décadas descritas en las entrevistas es el surgimiento de centros especializados o profesionales de capacitación hacia mediados de los años ochenta: me refiero a la licenciatura en Fotografía de la Universidad Veracruzana en Xalapa, a los seminarios de fotografía del Centro de Estudios Cinematográfi-cos de la Universidad Nacional y, ya en los noventa, a los talleres del Centro de la Imagen. Otro protagonista sobre el que polemizan los fotógrafos entrevistados es el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), organismo gubernamental que desde 1988 ha representado un estímulo sustancial a la producción de muchos de ellos, sea a través de las becas de Jóvenes Creadores o del Sistema Nacional de Creadores.

    El fin de la fotografía mexicana

    Después de plantear las cuestiones anteriores, queda claro que ciertamente existe una historia específica del quehacer fotográfico en México. Pero también, que definirlo en su condición nacional es imposible: justamente en las décadas descritas en las entrevistas se consolida la fotografía moderna y de autor en México -de modo significativo, gracias a la labor de los fotógrafos aquí interrogados-y, de manera paradójica y simultánea, se inicia su decadencia y disolución en razón de la aparición de géneros y lenguajes característicos de la posmodernidad.

    Ricas instantáneas de un momento histórico de apogeo y declive de la fotografía mexicana, las entrevistas realizadas por Claudi Carreras invitan a saber más de la fotografía hecha en México: en definitiva, una producción imaginaria heterogénea y plural que hoy renuncia a signos identitarios fijos, y que manifiesta lo histórico, lo social y lo político a través de discursos múltiples.'

    Copyright del texto: sus autores
    Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL


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