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¿ Qué es el temperamento?. El retorno de un concepto ancestral

  • Autores: Lilla Albores Gallo, M. Elena Márquez Caraveo
  • Localización: Salud mental, ISSN 0185-3325, Vol. 26, Nº. 3, 2003, págs. 16-26
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • español

      Historia El concepto de que todo individuo manifiesta un estilo peculiar de funcionamiento conductual, básicamente de naturaleza emocional y ligado a su personalidad, fue enunciado desde la edad antigua, en la medicina griega, y sigue aún vigente en nuestros días.

      Hipócrates en el siglo V a.C. describió cuatro tipos o categorías de individuos: el sanguíneo o alegre, el melancólico o de bilis negra, el colérico asociado con un aumento de bilis amarilla y el flemático ¿al que se le atribuye un exceso de flema¿, propio de los individuos de tipo pasivo o calmado. Este concepto de los humores subyace en las teorías más recientes sobre la relación entre el temperamento y los neurotransmisores (Bond, 2001) y entre éstos y los receptores específicos, genéticamente determinados, asociados con ciertos rasgos temperamentales (Cloninger, 1987; Auerbach, 2001). De ahi que tanto la naturaleza biológico-genética, y ¿humoral¿, como la idea de que las emociones constituyen un rasgo distintivo del temperamento sean temas aún vigentes en las teorías contemporáneas.

      Visión categórica En 1968, A. Thomas, S. Chess y H. Birch revolucionaron los enfoques sobre el temperamento en la infancia, al hacer notar la cualidad conductual innata de los niños y la influencia que ésta ejerce en el medio. Las teorías entonces predominantes consideraban al niño como receptor pasivo de influencias externas bajo modelos causales de tipo unilineal y unidireccional.

      Estos autores establecieron nueve categorías conductuales presentes desde el nacimiento: el nivel de actividad; la regularidad o ritmicidad de las funciones, principalmente las de la alimentación, el sueño y la eliminación; la aproximación o retirada a nuevos estímulos como alimentos, juguetes o personas; la adaptabilidad a situaciones nuevas; el umbral de respuesta a los estímulos; la intensidad de la reacción; la cualidad del humor; y la distractibilidad frente a los estímulos indeseables así como la persistencia y la capacidad de atención. Asimismo, señalaron la existencia de tres tipos temperamentales mixtos resultantes de la combinación de las categorías antes mencionadas: temperamento fácil (40% de su muestra), difícil (10%) y lento para adaptarse (15%); el porcentaje restante lo constituye la mezcla de estos tres tipos básicos.

      Estos autores desarrollaron también el concepto de ¿goodnes or poornes to fit¿ término que hace referencia al grado en qué su tipo temperamental, puede un niño adaptarse o no, al ambiente.

      Visión de rasgos Goldsmith (1987) y Plomin (1993) consideran que los rasgos de emotividad del niño, la actividad y la sociabilidad son dimensiones fundamentales del temperamento. Rothbart (1988, 1989) destacó la autorregulación y la reactividad del niño como un elemento nuclear del temperamento, entendiéndose la primera como el conjunto de procesos que modulan (facilitan o inhiben) la reactividad y que incluyen la atención, el acercamiento o la retirada, el ataque o la inhibición y, asimismo, la capacidad para autocalmarse. Esta autora también diseñó un cuestionario de conducta del niño para la valoración del temperamento.

      Visión de perfiles Kagan y cols (1987) son postuladores del concepto de timidez o inhibición conductual como perfil de conducta infantil, moderadamente estable y presente en 20% de los niños de su muestra. Este perfil contrasta con el de los niños desinhibidos que se aproximan a circunstancias y personas sin miedo ni duda, y que constituyen 40% de dicha muestra.

      Estos autores han estudiado además, la relación entre dichos perfiles y sus diferencias en las respuestas de tipo neurobiológico. Así, la timidez se asocia con una frecuencia cardiaca estable, con altos niveles de hormonas relacionadas con el stress ¿como el cortisol y la norepinefrina¿ y con modificaciones en la presión arterial en respuesta a los estresores y a mayores cambios en los parámetros de la voz cuando se habla en condiciones de stress cognoscitivo leve. Asimismo, se han estudiado las respuestas diferenciales en función del tipo de vínculo específico, y se ha encontrado, por ejemplo, una asociación entre la elevación del cortisol, la timidez y el vínculo inseguro, pero no así en presencia de un vínculo seguro (Nachmias, 1996).

      Genética, temperamento y neurotransmisores Los estudios de tipo longitudinal realizados en gemelos monozigóticos (Robinson y cols., 1992) han permitido identificar la heredabilidad del temperamento de inhibición conductual bajo modelos de contribución genética no lineal, y sugieren que hay activación y desactivación en las diferentes etapas del desarrollo (Cherny, 1994; Plomin, 1993).

      Por otro lado, el dato concerniente a la existencia de una asociación entre el rasgo del temperamento denominado búsqueda de lo novedoso (novelty seeking), y un gen para el receptor de la dopamina (DrD4), publicado en 1996 en Nature Genetics (Cloninger y cols, 1996), marcó un hito en la investigación del temperamento. La teoría postula que los individuos con el gen alelo (DrD4) presentan deficiencia de dopamina y buscan experiencias novedosas para incrementar la liberación de dicha sustancia.

      Hacia la convergencia de modelos y teorías El reconocimiento de que los rasgos mayores de la personalidad representan dimensiones psicobiológicas del temperamento (Eysenck, 1992, 1997; Tellegen, 1985; Watson y Clark, 1993) sin duda, permitirá la convergencia de modelos y teorías, que básicamente admitirían que: 1. El componente genético de la mayor parte de los rasgos de personalidad, es decir, subyacente a las descripciones fenotípicas, ofrece una explicación genética de la conducta.

      2. Las dimensiones mayores de la personalidad estudiadas en adultos (neuroticismo y extraversión) están asociadas con la experiencia afectiva y apoyan las bases neurobiológicas del afecto y de la emoción, como base del temperamento.

      3. Después de décadas de estudio los investigadores concuerdan en que existe una taxonomía fenotípica de los rasgos de la personalidad.

      4. La investigación de la personalidad en adultos ha llevado a los psiquiatras a evaluar cada vez más a la población pediátrica, y a aplicar los modelos longitudinales en niños, lo que permitirá a los investigadores desarrollar una teoría del temperamento y de la personalidad a lo largo del desarrollo del individuo.

      Los modelos más recientes del estudio del temperamento como el del ¿Big Three¿, son estudios que parten de las teorías de Eynseck. A su vez, Tellegen, Watson y Clark han desarrollado sus propios modelos del Big Three y Cloninger (1987), a partir de un modelo psicobiológico de tres dimensiones genéticamente independientes (búsqueda de lo novedoso, evitación del daño y dependencia a la recompensa) ha agregado a estas, recientemente, una cuarta dimensión (la persistencia).

      Psicopatología y temperamento Quizá el reto mayor respecto a la utilidad del estudio del temperamento sea el de establecer cuál es la contribución que hacia las respuestas adaptativas o maladaptativas tienen los diferentes perfiles. Hay controversia respecto a si algunas conductas representan rasgos temperamentales que constituyen factores de riesgo o si se trata de características propias del trastorno (Graham y Stevenson, 1987).

      Dado que la tendencia creciente es la de considerar la psicopatología bajo la perspectiva tanto de factores de riesgo como de protección, se señalan las siguientes asociaciones:

      Temperamento difícil y trastornos de conducta (Thomas y cols, 1968), inhibición conductual y trastornos de ansiedad (Biederman, 1993), Factor de extraversión y problemas de alcoholismo (Wennberg, 2002), desinhibición conductual y trastornos de conducta externalizados y déficit de atención (Hirshfeld-Becker y cols, 2002) y búsqueda de lo novedoso y abuso de sustancias (Rose, 1995).

      Respecto a la protección, Werner y Garmezy (1989) han señalado el valor de la actividad y de la sociabilidad en los niños resilientes.

    • English

      History The awareness of a peculiar style of behavioural functioning in individuals, basically regarding emotional nature and associated to personality present in Greek Medicine. Since ancient times, it still prevails. Hippocrates in V a.D. described four types of individuals: the sanguine or cheerful type, the melancholic or of black bile, the irritable associated to an increase of yellow bile, and the phlegmatic (due to a phlegm excess), present in the passive or calmed type of individual. This old concept is present in more recent theories that emphasize the relationship between temperament and neurotransmissers (Bond, 2001) and between these and specific receptors, genetically determined, associated to certain temperamental features (Cloninger, 1987, 1996; Auerbach, 2001). The concept of biological-genetics, and the “humoral” theory that support the idea that emotions constitute a distinctive feature of the temperament, remain valid for contemporary theories.

      Categorical vision In 1968, A. Thomas, S. Chess and H. Birch revolutionized the temperament´s concept in childhood pointing out the innate behavioural quality in contrast with predominant theories that considered children as passive recipients of external influences, as had been proposed in former unilineal and unidirectional models. They established nine behavioural categories present from birth: activity level; regularity or rhitmicity in biological functions, as feeding, sleep and elimination; approach to new stimuli like foods, toys or people; adaptability to new situations; answer threshold to stimuli; intensity of the reaction; humour quality; attention and distractibility as well as persistence. They pointed out 3 temperamental styles that are combinations of these categories: easy temperament (40% of their sample), difficult temperament (10%) and slow to warm up (15%), the remaining percentage constitutes mixtures of these 3 basic types. These authors also developed the concept “goodness or poorness to fit” to make reference to a particular style to respond to the environment.

      Traits´ vision Goldsmith (1987) and Plomin (1993): considered emotions, activity and sociability as important temperamental domains. Rothbart (1988, 1989) highlighted the self-regulation and reactivity as a nuclear element of temperament; this author considered auto regulation as a group of processes to modulate (facilitate or inhibit) reactivity and include attention, approach or retreat, attack or inhibition as well as the ability to calm. This author also designed a temperament questionnaire for children.

      Profiles´ vision Kagan et al. (1987) developed the term of shyness or behavioural inhibition as a profile type of infantile behaviour, which is stable and present in 20% of the children. This profile contrasts with disinhibited type of children that approach without fear to events and people, and it comprise, 40% of the sample. These authors also studied the relationship between these profiles and their neurobiologic response types. Shyness is associated to stable heart rates, high stress hormones levels like cortisol and norepinephrine, arterial blood pressure modifications and some changes in the voice parameters when speaking under stress cognitive conditions. Different studies have been done, to study the association between cortisol, shyness and insecure attachment, not present in secure attachment (Nachmias, 1996).

      Genetics, temperament and neurotransmissers Longitudinal studies in monozygotic twins (Robinson and cols., 1992) have identified the heretability basis of behavioural inhibition, they also suggested gene activation and deactivation in different stages of the child development (Cherny, 1994; Plomin, 1993). The first report of an association between a temperament feature such as novelty seeking (which is a response to novel stimulus), and a gene for the dopamine receptor (DrD4), was first published in 1996 in Nature Genetics (Cloninger, et al. 1996) and establishes a landmark in temperament research. The theory is that individuals with (DrD4) dopamine gene lacked in dopamine and they search for novelty experiences to increase dopamine release. Toward convergence of models and theories. The recognition that personality traits represent temperament psychobiological domains (Eysenck, 1992, 1997; Tellegen, 1985; Watson and Clark, 1993), will allow convergence of models and theories that basically would recognize: 1. The genetic component of personality or temperamental traits. 2. Core dimensions of personality studied in adults, such as neuroticism and extraversion, or behavioural inhibition in children, are associated to the affective experience and give support to the neurobiological basis of affection and emotion in temperament. 3. After decades of studies, investigators have converged in a phenotypic taxonomy of personality. 4. Research models in adults are being tested in children and children´s longitudinal research will help researchers to understand temperament and personalities at long life views. The most recent models of temperament like the “Big Three” are studies derived from the theories of Eynseck; Tellegen, Watson and Clark developed their own Big Three model. Cloninger (1987) described a psychobiologic model which consisted of three dimensions genetically independent (novelty seeking, harm avoidance, and reward dependence).

      Temperament and psychopathology A major challenge nowadays is the study of temperament and its contribution to adaptative or maladapatative mechanisms in different healthy or psychopathological responses. Controversy remains regarding temperamental traits, debating wether these are risk factors or symptoms of a disorder (Graham and Stevenson, 1987). Some examples of these associations include the following characteristics: Difficult temperament and behaviour dysfunctions (Thomas et al., 1968), behavioral inhibition and anxiety dysfunctions (Biederman, 1993), extraversion factor and alcoholism problems (Wennberg, 2002), behavioural desinhibition and attention deficit disorder (Hirshfeld-Becker et al., 2002) and novelty seeking and substance abuse (Rose, 1995). Finally, temperament as a protective factor has been pointed out by Werner and Garmezy longitudinal studies who established activity and sociability as important traits present in the development of resiliency.


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