Introducción
La tableta que aquí analizamos (Figura 1) forma actual mente parte de la colección Benjamín Muñiz Barreto del Museo de La Plata y lleva el número 1491. En la ficha correspondiente se lee: “Tableta de bronce con dos figuras antropomorfas en la parte superior, 150 mm de longitud, Pucará de Tilcara, Jujuy, Arg.”. Considerando la historia de conformación de dicha colección (Balesta & Zagorodny 2000, Arena 2008, Otero 2013) y la nu meración asignada a la tableta en el primer cuaderno de registro de la colección, es probable que la misma corresponda a piezas que Muñiz Barreto comprara sueltas a otros individuos, o bien que formara parte de las obtenidas por Carlos Schuel, quien realizó sus tareas en la Provincia de Jujuy entre 1919 y 1920, financiado por Muñiz Barreto. Schuel no dejó un registro escrito prolífico ni detallado de sus hallazgos, los cuales fueron producto de excavaciones en la zona de quebrada y puna de la mencionada provincia (Krapovickas 1958-1959, Balesta & Zagorodny 2000, Nielsen 2018).
El Pucará de Tilcara se ubica en las proximidades del actual poblado de Tilcara, al sur de la confluencia entre los ríos Grande de la Quebrada y Huasamayo, en el sector medio de la Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina. Este sitio ha sido objeto de sucesivos estudios desde inicios del siglo xx y hoy se considera que cuenta con vestigios de ocupaciones que tuvieron lugar desde, al menos1, el Período Tardío o de Desarrollos Regionales (ca. 900 dc), pasando por ocupaciones del Período Inkai- co, hasta momentos de ocupación correspondientes al Período Hispano-Indígena (Debenedetti en Torres 1987, Casanova 1950, Zaburlín 2009, Gluzman 2010, Otero 2013, Zaburlín & Otero 2014, entre otros). Para este último momento se registraron principalmente enterratorios en la zona cuspidal del Pucará de Tilcara, habiéndose hallado también enterratorios de igual cronología en el ejido del pueblo de Tilcara (como el cementerio de La Falda). En ambos casos se ha interpretado que se trataría de inhumaciones correspondientes a personas de elite (Zaburlín 2009).
Para los fines de este trabajo resultan particular mente interesantes los análisis realizados por Gluzman (2010) sobre placas metálicas de época de contacto, recuperadas en el Pucará de Tilcara, donde se conjugan elementos iconográficos prehispánicos en diálogo con otros de raigambre europea. Estas placas se encuentran también en el Museo de La Plata y pertenecen a la co lección Schuel, incluida en la colección Muñiz Barreto. Gluzman afirma que “según A. González (1992: 77)”, estos ejemplares “debieron ser hallados por la misma persona en un mismo sector del Pucará de Tilcara”, y propone que Schuel debió excavar una estructura o un grupo de estructuras próximas entre sí y pertenecientes a momentos de contacto hispano-indígena (Gluzman 2010: 64). La autora registra distintos motivos en estas placas, principalmente rostros antropomorfos, ofidios, volutas y motivos geométricos o lineales, elaborados en la mayoría de las placas mediante las técnicas de repujado e incisión, excepto en el caso de los ejemplares N° 6793 y 1338 que, como veremos más adelante, fue ron confeccionados mayormente en cobre y mediante fundición. El ejemplar 1338 posee una contra argolla para su suspensión sugiriendo que se colgaba al cuello o cosía a la ropa. Siguiendo a González 19922, la auto ra considera que, en los restantes casos, varias de las piezas pudieron haber sido cosidas a estandartes o a la vestimenta. Al igual que lo mencionado para otros contextos hispano-indígenas del Pucará de Tilcara y del cementerio de La Falda en el actual pueblo de Tilcara, Gluzman plantea que estas placas metálicas habrían estado vinculadas a una suerte de “demostración” de status por parte de jefes étnicos locales con cierta preeminencia social.
De acuerdo con Torres (1987), además de la tableta que aquí nos ocupa y que fuera también mencionada por González (1977, fig. 328 en Torres 1987) y descrita por Raffino (1983: 191), en el Pucará de Tilcara se recuperaron tres tubos para inhalación y otras cuatro tabletas más, reportadas por Casanova (1950).
Iconografía de la tableta de metal y sus relaciones estilísticas a nivel regional
La tableta de metal de la (Figura 1) consta de dos perso najes en posición frontal, erguidos sobre piernas y con los brazos a los costados hasta la altura de los muslos, pendiendo de forma tal que se aprecian los cinco dedos de las manos. La técnica de fabricación de la pieza dio como resultado un volumen bidimensional a los perso najes y se utilizó el recurso del calado en el metal para conformar el espacio entre brazos/cuerpo y entre cada una de las piernas. Se trata de dos figuras humanas casi idénticas, con las cabezas sobredimensionadas respecto de los cuerpos y con piernas que no presentan pies. Las cabezas lucen probablemente gorros, sobre los cuales se aprecian cruces de lados iguales. Los rostros son redondos, con la señalización de las cejas arqueadas y las cavidades oculares unidas mediante una línea continua. Por debajo de las narices -delgadas y lar gas- se observan bocas ovaladas, mientras que no hay figuración de las orejas y los ojos mismos son señalados, al igual que las bocas y las cruces, por medio de leves depresiones en la superficie de metal. El tocado o cabello de los personajes los cubre hasta la altura de la nariz. Por su parte, la vestimenta de túnica es idéntica para ambas figuras y fue plasmada por medio de incisiones paralelas que representan el bordado de las costuras laterales de dichas prendas. El mismo recurso se aplicó para el borde inferior de las mismas, mientras que para la abertura del escote, el diseño consiste en una línea zigzag, lo cual genera la posibilidad de que se tratase de una gargantilla y no de parte de la prenda de vestir. Inmediatamente por debajo de los escotes o gargantillas se ubican cruces de extremos aguzados o romboides, diferentes a las cruces que se observan en la frente de las figuras humanas. Por sobre las manos se aprecia una línea que parece indicar el borde de probables brazaletes en las muñecas de los personajes.
Aparte de esta tableta de metal, en su trabajo de 1987 Torres menciona otras dos tabletas de madera que también poseen dos personajes yuxtapuestos con cruces en la frente, las cuales serían insignias en gorros o tocados. Una procede de Chiuchiu, norte de Chile (Figura 2a, Oyarzún 1937, Torres 1987: Figura 52) y la otra del Pucará de Rinconada, ubicado en la Quebrada de Humahuaca con una cronología correspondiente a momentos tardíos-inkaicos (Figura 2b, Torres 1987: Figura 156). Una imagen de frente y dorso de esta última ta bleta fue publicada por Ambrosetti (1902) y por Rosen (1924). Lamentablemente, ninguna de estas dos piezas se encuentra disponible para su consulta en la actualidad, por lo cual solo contamos con las imágenes extraídas de la bibliografía existente. Aun así, en base a paralelos iconográficos establecidos en la revisión de una muestra amplia de parafernalia adscrita al estilo Circumpuneño (Horta 2012, 2018), podemos establecer que, tanto en la tableta de Chiuchiu como en la de La Rinconada, se representó a sacrificadores, aunque ello no resulte explícito a primera vista.
Los personajes de la tableta de Chiuchiu están ataviados con la vestimenta propia de su rol, la cual incluye túnica, gorro con cruz de lados iguales y faja con diseño de greca. Al mismo tiempo, se encuentran arrodillados, tal como lo exigía la puesta en escena pro pia de dicho estilo. El dibujo sobre esta pieza (Oyarzún 1931), desgraciadamente no es suficientemente claro como para colegir la presencia de los instrumentos de la decapitación, cuestión que sí es posible en el caso de la tableta de La Rinconada. En la foto que disponemos de esta última (Figura 2b2) se aprecian dos personajes igualmente arrodillados, con abultamientos distintos entre lo que es sostenido por cada mano. Esto ha sido registrado en otros casos del estilo Circumpuneño, a saber, volumen circular para la cabeza cortada en la mano izquierda y volumen oblongo para el hacha en la mano derecha. Adicionalmente, en la pieza de La Rinconada se observa el uso de faja sobre la túnica, aunque no se aprecia su diseño. En suma, en ambas tabletas nos encontramos frente a la figura doble de El Sacrificador, en su versión conocida para Atacama y el noroeste de Argentina, durante el Período Intermedio Tardío y Tardío (ca. 1000-1500 do).
En relación con otras piezas del estilo Circum- puneño, estos personajes y sus tocados se asemejan a los de la tableta sin procedencia publicada por Horta (2012, Figura 9; aquí Figura 3). Si bien, el personaje de esta última tableta es solo uno y no lleva la insignia en forma de cruz, en sus otros aspectos, tales como portar en las manos los elementos de la decapitación (hacha y cabeza cortada), poseer faja con grecas y encontrarse arrodillado, se asemeja tanto a los personajes de la tableta de Chiuchiu como a los del Pucará de La Rinconada.
La tableta de La Rinconada y su estrecha semejanza con la de metal
La tableta de La Rinconada merece una mención aparte, ya que con los rasgos propios del estilo Circumpuneño (Figuras 2b1 y 2b2), ofrece un paralelo iconográfico que resulta extraordinariamente estrecho. Tanto la de metal como la de madera comparten una iconografía similar, basada en dos personajes humanos sin carac terísticas felínicas ni máscaras que aludan al felino, con vestimenta especial (túnica, tocado con cruz de lados iguales, o en su defecto pelo corto, sobre el cual se habría dispuesto la insignia en forma de cruz)3. Sin embargo, las diferencias que podemos apreciar entre la tableta de metal y la de madera, son notorias y se relacionan básicamente con:
a) la postura corporal: en el ejemplar del Pucará de Tilcara, como ya se ha mencionado, se observa a los personajes erguidos en dos piernas cubiertas proba blemente por un calzón, lo cual hace que se angosten levemente hacia su unión con la cavidad de la tableta. Por su parte, la tableta del Pucará de La Rinconada los presenta arrodillados, por lo que las piernas, en lugar de angostarse, se ensanchan levemente hacia la unión con la cavidad de la tableta;
b) el carácter bidimensional: en el ejemplar de metal los personajes no presentan detalles en su parte posterior (Figura 1b), mientras que la tableta de madera es tridimensional;
c) en la tableta de La Rinconada se aprecia la condición de sacrificadores de los personajes mediante la repre sentación del hacha y la cabeza cortada que sostienen en las manos. Por el contrario, los personajes de la tableta de Tilcara tienen las manos desprovistas de cualquier elemento. Además, los brazos están orien tados hacia el frente del cuerpo y no hacia los lados como en la tableta de madera;
d) las dos tabletas comparten el uso de la cruz de lados iguales, pero no la cruz de extremos aguzados o romboides, insignia ausente en la del Pucará de La Rinconada;
e) la faja de los sacrificadores circumpuneños de la tableta de La Rinconada se encuentra ausente en la indumentaria de los personajes de Tilcara;
f) en la tableta de La Rinconada (Figura 2b2), al igual que en otras del estilo Circumpuneño, no ha sido registrada la representación de la costura lateral de las túnicas, a pesar de que en el registro arqueológico la exhiben y era realzada mediante bordados polícromos, tanto en tiempos preincaicos como durante el incanato. Esto denota un cambio importante y constituye un detalle de la tableta de metal que trataremos más adelante.
g) la representación de figuras gemelas o de carácter dual (sensu González 1998) no está presente solo en la parafernalia circumpuneña, sino que también se observa en los discos y placas de metal del noroeste de Argentina.
Antecedentes sobre cruces en Los Andes Centro-Sur
En su libro La cruz en América, publicado en 1901, Adán Quiroga hace un exhaustivo compendio de las cruces presentes en piezas cerámicas y en diversos soportes correspondientes a momentos prehispánicos de América (arte rupestre, metalurgia, entre otros), junto con datos folklóricos vinculados al tema, poniendo especial énfa sis en el noroeste de Argentina, particularmente en el área denominada “Calchaquí” (correspondiente a los Valles Calchaquíes) y en las cerámicas de estilo Santa María, San José y Belén, correspondientes al Período de Desarrollos Regionales. En dicho trabajo, al igual que en uno anterior de 1898 sobre el mismo tema, registra la presencia prehispánica de cruces griegas o de lados iguales (Figura 4a), de Malta (Figura 4b), de San Andrés (Figura 4c) y andinas o chacanas (Figura 4d), incluyendo cruces de lados iguales dentro de campos cruciformes, lo cual el autor denomina “cruces dobles”.
Respecto de la cruz de lados iguales o cruz griega (Figura 5), contamos con múltiples evidencias del Norte Grande de Chile, desde prendas textiles del Formativo (Sinclaire 1997, Horta 2004), hasta petroglifos, geoglifos y otros soportes del Período Intermedio Tardío (Berenguer 2004), al igual que múltiples casos en diversas zonas del noroeste argentino (Ambrosetti 1908). El caso del casco en técnica de cestería (Figura 5b) merece mención especial, ya que se perfila como símbolo identitario del complejo Pica-Tarapacá. Recientemente, Pacheco y colaboradores publicaron un recuento de 15 casos conocidos para el Norte Grande de Chile, de los cuales al menos seis presentan la cruz de lados iguales como diseño destacado (Pacheco et al. 2016: Figuras 2-3).
A estas clasificaciones previas proponemos sumar, como una variante de la cruz maltesa o de Malta, la que denominamos “cruz de aspas” (Figura 6), ya que presenta alta frecuencia en los discos y placas rectangulares del noroeste argentino durante el Período de Desarrollos Regionales, así como también en otros soportes arqueo lógicos del Centro-Sur Andino.
En cuanto a las cruces de momentos coloniales presentes en contextos indígenas, las que veremos más adelante en detalle, la cruz de Carabuco ilustrada por Guaman Poma es una cruz de vástago superior corto, usada con fines evangelizadores en los Andes entre fines del siglo xvi y comienzos del xvii según Arenas (2011), quien la registra en el sito Toro Muerto ubicado en la iv Región de Coquimbo, Chile, junto a otras represen taciones rupestres coloniales. Este autor, siguiendo a Hosting (2004) quien realiza sus trabajos en la provincia de Espinar al sur de Perú, señala que las cruces coloniales registradas son variaciones de la cristiana o latina (Figura 7a), siendo la principal la cruz del calvario (Figura 7b) - cuyo pedestal puede variar siendo escalonado, cónico o triangular, entre otros- y otras variaciones frecuentes como la cruz potenzada o potenciada (Figura 7c), la cruz recruzada (Figura 7d) y la cruz radiada o iluminada (Figura 7e). Estos mismos tipos de cruces han sido registrados como motivos rupestres grabados o pintados correspondientes a momentos coloniales por Strecker (1992), Taboada (1992), Martínez (2009), Arenas (2011), Arenas y Odone (2015), Blanco et al. (2015) para distintas regiones de Chile, por Cruz (2006) para el departamento de Potosí y en regiones de Chuquisaca, Oruro y Pacajes, en Bolivia, y por Rivet (2013) para la puna jujeña de Argentina.
A los registros previos sobre soportes arqueológicos, podemos sumar las cruces que se registran en piezas del sitio Chañar Yaco, en la provincia de Catamarca, Argen tina. Lafone Quevedo (1892) excavó cinco tumbas en dicho sitio, tras lo cual las piezas pasaron a formar parte de las colecciones del Museo de La Plata. De las cinco tumbas se recuperaron dos aribaloides, uno de ellos (Figura 8), posee motivos de cruces y en general su composición estilística remite a la influencia de elementos hispánicos (Moralejo 2010). Estas cruces no coinciden plenamente con las antes enumeradas (Figura 7a-d), por lo cual hemos decidido denominarla “cruz de extremos expandidos”.
Pasando a los registros gráficos en papel, la obra Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala (1615) ofrece un compendio muy rico, amplio y contundente para momentos tempranos posteriores a la Conquista. Las imágenes de Guaman Poma presentan numerosas escenas que involucran cruces. En algunas ocasiones ello ocurre de forma explícita y en otras aparecen apenas insinuadas. Un tipo de cruz conspicua en las representaciones es una variante que incorpora círculos en los extremos (la denominada “cruz pometada”)4, la cual está presente en los crucifijos y rosarios sostenidos en las manos por indígenas evangelizados (Figura 9a), asociadas a personajes del mundo hispano criollo colonial, sea en sus manos (Figura 9b) o colgando de sus cuellos (Figura 9c), en estandartes, escudos, coronas y techos de iglesias (Figura 9d).
En Guaman Poma vemos además la ya mencio nada cruz de Carabuco (Figura 10a), junto al Apóstol San Bartolomé. En dicha lámina puede verse por sobre la cabeza del indio colla a punto de ser bautizado, una cruz maltesa o de aspas. Una cruz latina se observa en el pecho de Santiago Mataindios y pometada en el extremo de su estandarte (Figura 10b), a la vez que cruces griegas son exhibidas en las andas del inka (Figura 10c). Un recorrido preliminar por las imágenes de este cronista sugiere una división entre cruces asociadas a la acción evangelizadora y a los símbolos del poder hispano (la tina, de Carabuco, pometada), y otras que se asocian exclusivamente al mundo andino indígena colonial (cruz maltesa o de aspas, cruz griega).
Entre las cruces asociadas específicamente a santos y/o apóstoles, podemos mencionar la cruz de Santiago (Figura 11a), conformada a partir de una espada en el eje vertical y aderezada con flores de lis en el eje horizon tal. Una simplificación de esta cruz es la cruz de Santo Tomás o florenzada (Figura 11b), así llamada debido a que sus extremos presentan la forma de flor de lis.
Considerando lo anterior nos abocamos a la búsqueda de representaciones de Santiago presentes en cuadros, retablos y otros elementos de parafernalia religiosa que pudieran haber estado circulando en los inicios de la colonia en el ámbito surandino. La biblio grafía analizada (Sanfuentes 2008, 2016; von Brunn 2009) nos ha permitido apreciar la representación de la cruz de San Santiago en el pecho del mismo, en la capa que porta sobre la túnica, o en su escudo ya sea en cuadros o imágenes de bulto a partir del siglo xvii sin que pudiésemos hallar registros previos (Figura 12).
Resumiendo los antecedentes sobre cruces prehispá- nicas y coloniales en el área andina centro sur podemos señalar que las cruces de extremos aguzados que poseen los personajes de la tableta de metal en el pecho no poseen un paralelo exacto en ningún otro soporte pre o post contacto. Además de la aparición de la cruz latina, la modificación en los extremos -y no en los brazos- de las cruces es notoria durante momentos coloniales, los testimonios gráficos de Guaman Poma con la cruz pometada asociada a indios cristianizados y los símbolos de poder de los conquistadores es contundente a este respecto, sumándose las cruces de extremos expandidos de Chañar Yaco y las cruces recruzadas, potenzadas y florenzadas registradas en diversos soportes.
Con todo esto podemos proponer que las cruces griegas de la frente de los personajes poseen una clara presencia prehispánica que sobrevive luego del contacto, en tanto las cruces de extremos aguzados o romboides que exhiben en el pecho, a pesar de su carácter único, resultan ser más afines a las cruces que comienzan a registrarse luego de la Conquista, donde hay una tendencia particular a marcar distintas formas en los extremos de los brazos.
La vestimenta de los personajes de la tableta de metal
Desde la vestimenta también encontramos punto de apoyo para nuestro planteamiento acerca del carácter post-hispánico de la tableta que estamos analizando. Una lámina de Guaman Poma da testimonio de detalles de la vestimenta colonial que se encuentran en consonancia con la representación de las túnicas de los personajes de la tableta de Tilcara (Figura 13a). En esta última se ofrece la estampa de un “caballero segunda persona” con túnica sobrepuesta a calzón o calza-braga ancho, además de sombrero y botas a la usanza española.
Resulta notable en la túnica de este personaje la representación de las terminaciones bordadas del con torno de la prenda, incluyendo igualmente el adorno del escote. También hay que hacer notar el acinturamiento semejante de la figura.
Es en base a esta imagen del “caballero” que plan teamos la posibilidad de que los personajes gemelos de la tableta hayan sido representados con una vestimenta similar, compuesta por túnica prehispánica y calzón es pañol, ya que en ambos casos el uncu solo llega hasta la entrepierna. Igualmente, el inusual volumen de muslos y pantorrillas de los personajes induce a pensar en el uso de calzón bajo el uncu (Figura 13b). En cuanto al tocado o cabello de los personajes de la tableta, el cual pende lateralmente hasta la altura de la nariz de cada uno, es semejante al que presentan las cabezas representadas en las placas circulares coloniales 1338 y 6793 del Pucara de Tilcara (Figura 14; Gluzman 2010).
Análisis tecnológico de la tableta
Considerando el gran número de trabajos que compen dian las denominadas tabletas de inhalación, junto a la parafernalia psicoactiva asociada (tubo de inhalación, espátula, morterito, entre otros), registradas en Sud- américa tanto a nivel arqueológico como etnográfico (Uhle 1915; Wassén 1965; Torres 1987, 1998; Torres et al. 1991; Llagostera et al. 1988; Sprovieri 2008-2009, entre otros investigadores), las tabletas de metal solo se encuentran en el actual territorio colombiano (Torres 1987, 2018). De acuerdo con Torres (1987), se registran en Colombia catorce tabletas elaboradas en oro y dos en cobre, en los restantes países que este autor releva (Brasil, Bolivia, Perú, Chile y Argentina), el otro único caso de una tableta metálica es la que este trabajo analiza.
Como ya se ha mencionado, Gluzman (2010) estudia cuatro discos metálicos post-hispánicos recuperados en el Pucará de Tilcara aplicando análisis de composición elemental mediante espectrometría de dispersión de energía de rayos X (sem-eds); en la tabla 1a transcribimos sus resultados.
Los dos primeros casos (1218 y 1257) serían lámi nas de aleación plata-cobre, en tanto las piezas 6793 y 1338 estarían elaboradas en cobre no aleado5. En el caso de la placa 1338 la autora indica que la misma habría sido “lograda por fundición. Sus motivos iconográficos son el resultado de incisiones realizadas en un molde en estado fresco previo a su cocción” (Gluzman 2010: 68), a lo cual agrega que las distintas placas coloniales del Pucará de Tilcara se habrían elaborado localmente.
Tras una primera inspección de la tableta de metal, dos aspectos llaman la atención. En primer lugar, el que los personajes no tengan modelada su parte posterior, como sucede con las tabletas de madera que son producto del tallado volumétrico (Torres 1984, Llagostera 2006), sino que contrariamente el reverso de ambos personajes es liso con leves marcas (Figura 15a). En segundo lugar, en el contacto entre ambos personajes y la cavidad de la tableta existe una aparente soldadura (Figuras 15b y 13b).
Con el objeto de profundizar en la manufactura de esta pieza, la tableta fue sometida a un análisis super ficial de fluorescencia de rayos-X (“FRxp”) que analiza de manera exploratoria y preliminar su composición elemental. Se utilizó un equipo portátil Olympus Delta Innov-X equipado con un detector de Si (sdd) y un ánodo de Rh de 4W. Se aplicó un tiempo real de 20s, a 40keV, 100 µA y se activó el colimador con un diámetro de 5mm para analizar áreas pequeñas. Para la cuantificación se utilizó el modo de fábrica pre-establecido “Alloy Plus”, con modificaciones especiales para el análisis de metales arqueológicos.
Los resultados entregados corresponden a un promedio de tres análisis sobre superficies no prepara das, si bien se privilegiaron áreas relativamente planas, previamente limpias o raspadas, dónde se observa el metal original sin evidencia de corrosión. Los resulta dos están normalizados y se entregan en porcentaje en peso. Por la presencia de patinas superficiales, lustre y suciedad, así como por la heterogeneidad estructural de los metales y las imperfecciones geométricas de las piezas, los resultados presentados en este artículo son preliminares y deberán ser confirmados a futuro, ana lizando secciones más profundas del metal.
La tableta fue analizada en tres sectores: cavidad (parte posterior), personajes (parte anterior) y soldadura (parte anterior). Los resultados se entregan en la (Tabla 1b) y los espectros en la (Figura 16). Tanto para la cavidad como para el panel se utilizó cobre sin alear con impu rezas de arsénico y plomo, mientras que la soldadura corresponde a una aleación de 39,5% cobre, 6,8% zinc y 52,8% plata con cantidades menores de hierro y plomo.
Aspectos de la manufactura
Hay datos interesantes en relación a la manufactura de esta pieza. En primer lugar, la calidad de la pieza es muy buena, sobre todo el detalle de los personajes. Si bien, ambos personajes son muy similares, estos no son idénticos, indicando que no fueron hechos a partir de un mismo molde, pero con seguridad fueron elaborados por la misma persona siguiendo un patrón regular y específico.
En segundo lugar, los detalles de la vestimenta con incisiones en forma de v, tales como los bordes decora dos de la túnica (véase Figura 13b) y los rebordes suaves y aplanados que se observan en la parte posterior de los personajes (ver brazos y piernas en la Figura 15a), sugieren el uso de un material blando que fue fácilmente modela do. Si bien, es posible el uso de un molde abierto como propone Gluzman para los discos antes mencionados (2010: 67-68), las marcas en la espalda de los personajes podrían indicar el uso de cera, sugiriendo una manufac tura a través de la técnica de cera perdida. Ésta técnica es utilizada en el noroeste de Argentina desde períodos prehispánicos para hacer piezas con decoración y figuras complejas (A. González 1992, véase L. González 2004, p. 130 para una descripción detallada). En este caso, dadas las huellas en la parte posterior de los personajes, es muy probable que un molde de arcilla haya cubierto estas figuras de forma completa, tal como lo requiere dicha tecnología.
Si aceptamos la propuesta de que la tableta 1491 pudo haber sido fabricada con la técnica de la cera perdida, la cual permite obtener piezas volumétricas tal como se logra al tallar las tabletas en madera, es notable que en este caso los personajes sean bidimensionales, más similares a los discos y placas de metal del noroeste argentino. Dada la calidad técnica de la pieza, es posible proponer que quien diseñó la tableta lo hizo desde una “forma de hacer” más similar a las placas de metal, que a la de una tableta tradicional. Es decir, parece más probable que la tableta sea el trabajo de un metalurgo versado experimentando con un diseño diferente, en lugar que suponer a un maestro de la madera que experimentó con otra materialidad.
Si los análisis de FRxp son correctos, esta pieza estaría hecha de cobre sin alear. En el noroeste de Argentina, el uso de cobre sin alear es raro y escaso, en compara ción con el uso de bronce estañífero o arsenical. Para tiempos tempranos A. González (1979: 153, 159-160) registra una aguja (N° 11524: 99,3%Cu, 0,2%Fe) y una campana plegada de cuatro puntas (N° 11210: 94,7%Cu, 0,4%Fe y 0,6%Si), fabricadas en cobre sin alear. Mientras que Gluzman (2010) registra al menos dos placas post- hispánicas decoradas y hechas en moldes con similares composiciones pertenecientes al Pucará de Tilcara (N° 6793 y 1338, véanse Tabla 1a y Figura 14). El uso de cobre sin alear en objetos hechos por colada es interesante, ya que dicho metal se funde a altas temperaturas (1084°C) y se enfría rápidamente, lo que requiere de una tecnología de colada acorde a estas propiedades (y diferente a lo realizado en épocas prehispánicas), y probablemente mucha destreza. Si comparamos la calidad del trabajo, la tableta 1491 es más parecida a la placa 1338 que a la placa 6793 (véase Figura 14).
Otro detalle interesante es el uso de soldaduras (Figura 13b), técnica que no se observa en piezas prehispánicas (A. González 1992, L. González 2004). En este caso las posibilidades son: 1) la soldadura es una reparación, ya sea antigua o moderna6 o,2)es parte de la manufactura de la pieza. Si tomamos en cuenta la primera opción, tendríamos que asumir que ambas figuras se fracturaron y fueron reparadas. Si bien es posible, parece poco probable. La revisión superficial de la pieza, no muestra evidencia de deformaciones o de daños que avalen a simple vista esta opción. La segunda posibilidad indicaría que la pieza fue compuesta originalmente de tres partes: los dos personajes y el cuerpo. Al igual que los personajes, es posible que la cavidad de la tableta también haya sido fabricada en cera perdida, sin embargo, la evidencia obtenida hasta ahora no es suficiente para proponer si se utilizó cera perdida, un molde abierto o cerrado. Las marcas en la parte posterior del panel indicarían que la pieza fue raspada con un material abrasivo grueso, probablemente después de ser fundida (Figura 15b), detalle que no ha sido reportado hasta el momento en piezas prehispánicas.
La soldadura
La composición de las soldaduras (Figura 13b) es interesante, ya que contienen 6,8% de zinc. El zinc es un elemento volátil que reacciona y se evapora fácilmente durante la fundición. La única forma de obtener aleaciones con altos contenidos de zinc (entre 15-30%) en la antigüedad era a partir del método de cementación que mezclaba cobre metálico, mineral de zinc (llamado calamina) y carbón en un crisol cerrado. En este proceso el óxido de zinc es reducido a metal a una temperatura de 900-1000°C. A esta temperatura el zinc en estado metálico se evapora y es fácilmente absorbido por el cobre, formando latón (Rehren 1999a, 1999b; Martinón-Torres et al. 2007). En Europa, evidencias arqueológicas datadas desde el siglo xv indican que éste proceso de cementación se utilizó hasta el siglo xviii, cuando se logra obtener zinc metálico, el cual se mezclaba directamente con cobre metálico para producir latón (Martinón-Torres et al. 2007).
Si bien el uso del latón es común en la Europa me dieval, no existe evidencia de cementación en América antes de la llegada de los españoles (Martinón-Torres et al. 2007). En el noroeste argentino, existen aleaciones de cobre con contenidos de zinc bajos, de hasta un 6% de zinc (A. González 1979, Angiorama 2001), pero se ha propuesto que dichas cantidades son el resultado de la fundición accidental de minerales de cobre ricos en zinc, como por ejemplo crisocola (Patterson 1971, Angiorama 2001, Martinón-Torres et al. 2007). Por su parte Ambrosetti (2011 [1904]), identifica tres discos y un cetro con ca. 13% de zinc, estaño e impurezas de plomo y hierro que son considerados falsificaciones.
En el caso de la soldadura de la tableta de metal, la cantidad de cobre (39,5%) y plata (52,8%) indicaría que se trata de una aleación artificial. Mientras que el punto de fusión del cobre es 1084°C, la aleación de la soldadura compuesta por cobre-zinc-plata con cantidades menores de hierro y plomo, se fundiría alrededor de los 850°C (Figura 17), lo que permite unir ambas partes sin afectar el metal original (Schittny & Lukas 2007: Figura 2). El uso de esta aleación sugiere una intencionalidad por parte del orfebre, quien conocía y manejaba las propiedades de ambos metales.
Aunque la plata puede contener impurezas de zinc, como demuestra el análisis de un objeto de Ciénaga Grande publicado por Angiorama (2001: Tabla 24) con 91% plata, 4,8% cobre, 2,4% zinc y 1,5% hierro, o tres figurillas Incas analizadas por Guerra et al. (2017), (Tabla 2) de 95,3-98,5% plata con 0,1% zinc, estas cantidades de zinc son muy bajas para explicar el casi 7% de zinc en la aleación de la tableta 1491. Es más probable en este caso que la mezcla haya incluido el uso de plata y latón (una aleación de cobre y zinc). Si asumimos que la soldadura es parte de la manufactura original de la tableta, esta composición ubicaría la pieza en una época post-contacto, aunque no es posible proponer un rango de tiempo más específico.
Para estimar el valor original del latón utilizado, y considerando que éste en general contiene muy poca plata (generalmente menos de 0,1%, aunque algunos latones europeos de 1475-1500 pueden tener hasta 0,5% plata), se normalizaron los porcentajes del cobre y zinc a un 100%, resultado en un latón con composición aproximada de 85,4% de cobre y 14,6% de zinc (aunque es posible que la cantidad original de zinc sea mayor, ya que parte del elemento se habría evaporado durante su aleación con plata). El FRxp no detectó níquel ni estaño7, elementos comunes en latones de ciertas partes de Europa (Mitchiner et al. 1987). Sí se identificaron cantidades menores de hierro y plomo.
Mitchiner y colegas (1987) publican una base de datos de medallones de latón (jetons) producidos en Europa entre 1400-1800. En general, los latones producidos por cementación entre los siglos xiv-xvii, contienen ~11-30% zinc, con cantidades menores (<1%) de níquel, estaño, plomo, hierro, antimonio y plata (Mitchiner et al. 1987). Son pocas las composiciones similares a la de la soldadura de la tableta 1491 con 14 18% zinc, trazas de plomo y hierro, pero sin níquel o estaño. Identificamos seis piezas en total: un ejemplar datado entre 1480-1500, tres entre 1500-1550, uno entre 1600-1650 y otro entre 1750-18008.
En Cuba, se han encontrado objetos de latón en sitios indígenas, adquiridos durante el contacto con europeos entre los siglos xv-xvi. Dichos latones pre sentaron niveles de zinc entre 15-26%, con cantidades menores de plomo (< 1,7%Pb), plata, hierro, níquel y en algunos casos estaño (Martinón-Torres et al. 2007). Mientras que Vetter y Guerra registran una estatuilla inca hecha en latón con 43% cobre, 43% zinc, 1% hierro y 11% níquel, la cual es considerada por las autoras como una figurilla manufacturada durante el Período Colonial (Vetter & Guerra 2017: 182).
Por otro lado, el latón con alrededor de 15% zinc produce un color semejante al del oro, razón por la cual se hizo muy popular en Europa durante el siglo xviii como substituto de este metal precioso. En dicha época el zinc comenzó a ser producido en estado metálico, lo que permitió que se agregara de forma controlada y medida a la aleación (Selwyn 2004: 54). Con esta aleación se fabricaron joyas que imitaban piezas de oro, cajitas, relojes y botones (Selwyn 2004: 54) que pudieron ser fácilmente importadas a América. La falta de estaño y níquel bien podría indicar el uso de un metal importado más tardío, aunque se necesitan análisis adicionales para confirmar la ausencia de dichas impurezas.
Conclusiones
Resumiendo los aportes de los datos contextuales, ico nográficos y tecnológicos que hemos analizado aquí, podemos establecer que la tableta de metal no constituye un artefacto de fabricación prehispánica, sino de data post-hispánica. Junto con ello, y observando su iconogra fía alusiva a elementos de la imaginería pre-Conquista, es plausible suponer un cambio en su función original como tableta para inhalar sustancias psicoactivas. Po dría darse el caso de la resignificación del objeto, como hemos supuesto en un trabajo anterior sobre una tableta de madera prehispánica en contexto colonial temprano, al interior de un nuevo rito relacionado con la fertilidad vegetal (Horta et al. 2016).
En relación con las cruces labradas en los personajes de la tableta, no hay duda que fueron concebidas como dos tipos diferentes entre sí y que, por lo tanto, el aguza miento que presentan los brazos de las cruces ubicadas en el pecho de las figuras humanas no es producto de un acto involuntario. Esta situación sugiere el manejo consciente de un mensaje apropiado para un período de transición cultural como el que se vivía en tiempos post-Conquista. Por otra parte, un aspecto que resulta igualmente notable es la combinación de elementos pre- hispánicos y andino-coloniales en un objeto que forma parte de un contexto de poder y prestigio utilizado por las elites políticas y sociales nativas. De esta manera, no solo se reconoce una continuidad en la valoración del objeto mismo, sino además, una transferencia de parte de la semántica andina colonial, la cruz de extremos aguzados o romboides, al artefacto inhalatorio. Esto lleva a pensar en la capacidad de las elites andinas para incorporar elementos cristianos a sus prácticas culturales, sin que por ello sus objetos antiguos (convertidos en reliquias a ojos hispanos) perdiesen sus valores originales; por Cu (At%) el contrario, estos se habrían enriquecido y entrado en diálogo con las nuevas realidades hispano-coloniales.
Respecto de la autenticidad de la pieza, creemos que es posible confirmarla tras la sumatoria de evidencias que aquí hemos presentado. Si bien éstas no son conclusivas, es lo que permite una aproximación rigurosa a una pieza excepcional que no se puede fechar, pero que es de especial relevancia por sus características intrínsecas.
Los aspectos siguientes indican que la pieza no es falsa, esto es, fabricada en tiempos contemporáneos con el objeto de aparentar antigüedad, ya sea prehispánica o colonial. En primer lugar, si fuera la única pieza me tálica colonial del Pucará de Tilcara, eso haría dudar de su atenticidad, pero no solo existe un componente de entierros coloniales con ajuar destacado muy importante, tanto en Tilcara Pueblo como en el Pucará, sino que entre las placas analizadas por Gluzman (2010) hay al menos una que, al igual que la tableta, combina de manera muy precisa elementos pre y post-Conquista. En este sentido es muy probable que la tableta haya sido recuperada también por Schuel y proceda de los mismos contextos o de otros muy cercanos a los de proveniencia de las placas metálicas del Pucará de Tilcara, como sugiriera González en su momento (1992).
En segundo lugar, desde el punto de vista tecnoló gico, al comparar esta pieza con discos que se consideran falsos (González 1992, figs. 415-418; Ambrosetti 2011 [1904]: figs. 86, 97-99), la calidad de la tableta es bas tante superior mostrando un trabajo de gran habilidad y calidad que no se ha observado hasta ahora en otras falsificaciones. Por otro lado, el uso de cobre sin alear, casi ausente en época prehispánica, pero reportado en piezas post-hispánicas (Gluzman 2010), y soldaduras que incluyen una aleación con zinc, reforzarían una temporalidad post-Conquista.
Finalmente, hemos visto que la tableta guarda coherencia con ciertos rasgos del estilo Circumpuneño. Asimismo, lo que presenta de post-hispánico no es tampoco extremadamente raro, atípico o no vinculable con otras manifestaciones iconográficas coloniales tempranas, tal como hemos visto en relación con los trabajos sobre cruces coloniales. Resulta muy coherente, además, la continuidad y el cambio en el texto icono gráfico de la tableta, situación que haría de un supuesto falsificador un erudito en representaciones andinas pre y post-Conquista.