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Revista chilena de literatura

versión On-line ISSN 0718-2295

Rev. chil. lit.  n.64 Santiago abr. 2004

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22952004000100005 

 

REVISTA CHILENA DE LITERATURA
Abril 2004, Número 64, 91-101

I. ESTUDIOS

La pesquisa de la verdad en En busca de Klingsor de Jorge Volpi

 

Mariela Insúa Cereceda

 

Universidad de Chile


RESUMEN / ABSTRACT

El objetivo del presente ensayo es analizar el proceso de búsqueda de la verdad, como problema epistemológico, en la novela En busca de Klingsor (1998) del mexicano Jorge Volpi.

Consideramos que la pesquisa de la verdad es la matriz de la novela y, por ello, estudiamos su presencia tanto a nivel narrativo como fictivo.

Asimismo, vinculamos la noción de búsqueda científica con la de búsqueda caballeresca, aspecto que se manifiesta en la novela a través de la incorporación de un intertexto: el Parsifal de Wagner.

The aim of this essay is to study the process of the search for truth in the novel of the Mexican J. Volpi, as an epistemological problem.

The search for truth is viewed as the matrix of the novel and, consequently, the analysis will center on its presence on the narrative level as will as on the fictional.

Likewise, the notion of scientific research is linked to the knightly search, an aspect manifested in the novel trough an intertext, Wagner's Parsifal.


 

La física que es sólo física no es verdad. Para que lo fuera tendría que fundamentar la verdad doméstica en una verdad plena.

José Ortega y Gasset

José Ortega y Gasset plantea, con la lucidez discursiva que lo caracteriza, que en una primera aproximación la verdad es reposo, término de un problema inquietante o de un esfuerzo1. La verdad es, por tanto, ante todo y sobre todo aquello que se busca. Verdad, en el sentido primigenio de aletheia, es verdad activa, aquello a lo que el sujeto tiende y que adviene simultáneamente2.

El proceso de búsqueda de la verdad se da en compleja agonía ya que el peregrinaje hacia ella es, asimismo, un "errar en el error"3. En este sentido, Heidegger postula que la verdad es "un cobijar que despeja" puesto que "el ser aparece inicialmente a la luz de una sustracción ocultadora"4.

La doctrina de la "verdad manifiesta" liderada por el cartesianismo y el empirismo se sustenta en la base de una concepción optimista del proceso epistemológico: "El hombre puede conocer; por lo tanto, puede ser libre"5. Sin embargo, la idea de "verdad manifiesta" que postulan Descartes y Bacon culmina por convertirse en el nido de la irresolución del saber, en tanto el sujeto cognoscente queda dividido "en una parte humana (...) la parte que es la fuente de nuestras opiniones (doxa) falibles, de nuestros errores y de nuestra ignorancia, y una parte sobrehumana, los sentidos o el intelecto, la parte que es la fuente del conocimiento (episteme) real y que tiene sobre nosotros una autoridad casi divina"6. Así, ya en la "era de la razón", el acceso a la noción de "lo verdadero" se mostraba como un desiderátum ambiguo.

En medio de la búsqueda sustentadora, salen a camino las certezas. J. B. Vico planteaba en su De nostri temporis studiorum ratione que la voluntad humana se halla orientada por "la generalidad concreta que representa la comunidad de un grupo, de un pueblo, de una nación o del género humano en su conjunto"7. De este modo, frente a la idea de la verdad surge la certidumbre afincada en el sensus communis8.

Sin embargo, en estas certezas ofrecidas por la confluencia de sujetos, late la mencionada batalla de la doxa y la episteme. Por ello, el sensus communis de la certidumbre se queda sólo en la posibilidad de su constitución. De aquí que el principio de incertidumbre9, propuesto por Heisenberg en la contemporaneidad para la física, pueda proyectarse a la condición de todo sujeto que procure saber.

Tal vez quien mejor explicó la paradoja del acceso a la verdad fue el presocrático Jenófanes10. Según él, la verdad se requiere pero no puede saberse si se ha encontrado. Y es seguramente por ello que la búsqueda y el errar continúan.

Frente al imperio de la incertidumbre, surge la voz de un grupo de novelistas hispanoamericanos que procuran instalar lo verdadero en las fisuras que deja lo incierto. Como plantea Francisco Aguilera, "se intenta mostrar el vínculo entre los intersticios de la experiencia, entendidos éstos como hechos de otras dimensiones de la realidad pero de igual corporeidad que ella, se trata de la sospecha de la presencia de otra física"11. Es así como la novela de las últimas tres generaciones (72, 87 y 2002)12 estaría reformulando la función del paradigma narrativo contemporáneo -y con ello se estaría aventurando la hipótesis de un cambio de época-al trasladar el énfasis de lo meramente estético a lo pseudoepistemológico13

Jorge Volpi, exponente mexicano de la generación del 2002, postula que la literatura se plasma teniendo como meta "saciar" esta necesidad de acceso al conocimiento14. Su obra En busca de Klingsor (1998)15 es muestra paradigmática de este requerimiento. En las próximas páginas analizaremos interpretativamente esta novela, a la luz del conflicto de la pesquisa de la verdad en el espacio de lo incierto.

PLANO NARRATIVO

En busca de Klingsor se abre con un epígrafe del físico vienés Erwin Schrödinger. Este elemento paratextual nos sugiere desde el inicio que la ciencia es un "juego peligroso con la realidad" y que el campo de juego es la incertidumbre que se deriva del no saber de dónde derivan las reglas.

La novela se halla dispuesta en tres libros que se estructuran siguiendo un plan similar, pero con variantes decidoras. En los tres se comienza con la exposición de leyes, pero mientras que en el primero se proponen hipótesis, en el tercero se plantean diálogos, lo cual nos sugiere dispositivamente un cambio en la concepción del narrar que ha de proyectarse a la fictividad.

En torno a las leyes expuestas en los tres libros, se conforma una constelación de capítulos que relacionan el asunto de la física y su desarrollo en el siglo XX, con la circunstancia político, social y bélica que se dio entre 1905 y 1989; a ello se adosa la referencia esencial a la historia del sujeto que es voz diegética.

El narrador, el físico Gustav Links, se encuentra caracterizado nominalmente, pues, como veremos, su acción diegética se asocia a la función de "enlace". La narración se presenta de modo ambiguo en tanto se traslada de la voz testigo a la autodiegética, adoptando, por momentos, una aparente omnisciencia que se materializa en la utilización recurrente del discurso indirecto libre.

El punto de hablada se sitúa cronotópicamente en el año 1989, en el encierro de una clínica psiquiátrica en Leipzig. Desde allí, a sus 80 años, el narrador autorial elabora una diégesis analéptica desarticulada. Links expresa en el Prefacio el móvil de su acción narrativa: "Me propongo contar la trama del siglo. De mi siglo" (p. 18). De este modo, el narrador-enlace plantea una focalización de la historia desde el intersticio de la propia experiencia. En este contexto, la diégesis surge para Links como "la única tarea que puede justificar mis días" (p. 19).

En busca de Klingsor sugiere al lector virtual un desafío lúdico e investigativo. Tras el Prefacio, el narrador autorial plantea las reglas de este juego con lo cual hace contemplable un especial pacto narrativo. Así, en el Libro Primero, el narrador se "muestra" como figura real, negando el cambio óntico de su naturaleza: "Yo -una persona de carne y hueso, idéntica a ustedes-soy el autor de estas páginas" (p. 23).

Este pacto narrativo explicitado posee como sustrato una reflexión filosófica que se centra en la relación del observador y lo observado, al exponerse que "cada cabeza es un mundo" (p. 25) que al entrar en contacto con la cosa la incorpora y la modifica. Lo relevante es que esta noción se extiende al receptor ideal. Así, el pacto configura a un lector observador y cobuscador de la "verdad" y que, por tanto, afectará "cuánticamente" lo contemplado.

En relación con este "acto de contemplar", el texto nos entrega marcas textuales decidoras. El Prefacio se inicia con la exclamación que Hitler pronuncia -¡Basta de luz!- en tanto contempla el espectáculo cinematográfico de la tortura de los conspiradores. Luego, el Diálogo I, en el que por primera vez se pone de manifiesto el punto de hablada a nivel fictivo, comienza con la pregunta que Links le hace al psiquiatra: "¿Puede encender esa luz?" (p. 354). No deja de ser notable este paso de la negación de "luz" en una sentencia imperativa a la pregunta por la posibilidad de la "luz"16, más aún, si consideramos que la luz simboliza el saber y también el bien.

Cabe señalar que la disposición narrativa se forja teniendo como horizonte la evolución de la física como disciplina. Así, el Libro Primero mantiene la causalidad newtoniana en el plano diegético. Esto va trasmutándose en el fluir narrativo en tanto se observa una invasión de los postulados de la física cuántica. Por ello, dejan de plantearse "hipótesis", para esbozarse "diálogos" fragmentarios entre Links y su psiquiatra Ulrich y, en un pasado más remoto, entre Links y Francis Bacon. De este modo, se plasma un vínculo comunicacional caracterizado alterológicamente, ya que las categorías de intérprete e interpretado son intercambiables.

Otro rasgo notable en la configuración ficcional es el traslado momentáneo de la voz diegética pseudocientífica hacia instancias poiéticas que describen metafóricamente momentos epifánicos de descubrimiento (es el caso de la descripción de la teoría matricial de Heisenberg, concebida en la isla de Helgoland).

Para terminar, señalaremos que En busca de Klingsor entra en contacto con una serie de modelos genéricos, a saber: la novela policial, la novela de formación y la novela de divulgación. Sin embargo, los tres modelos son replanteados, ya que como novela policial no llega a la resolución de ningún enigma, como novela de formación concluye en una "antiformación" y como novela de divulgación se cuestiona la propia capacidad del conocimiento científico para acceder a lo real.

PLANO FICTIVO

Consideramos que la fábula de la novela se da entre dos hitos temporales -1905 y 1989- y dos estados -nacimiento y encierro, que representan el origen y el destino. Estos hitos y estados, que permiten dar un orden a la cronología que se presenta ficcionalmente enrevesada, se hallan asociados al periplo vital del protagonista y narrador, a la historia de la física y a la historia del siglo XX en general. A partir de ellos, es plausible situar otros dos momentos fundamentales: 1944, el año de la condena de Links por haber participado en la conspiración contra Hitler (condena de la que es salvado "azarosamente" por un bombardeo de los aliados) y 1946, el año de la llegada de Francis Bacon para recabar información sobre el caso Klingsor. Así, Bacon se transforma en el interlocutor de Links, mas las categorías de observador y observado se presentan interdependientemente, del mismo modo que ocurre a nivel diegético. Con ello, Links se convertirá en Virgilio de Bacon hacia el secreto de Klingsor y Bacon en Virgilio de Links hacia su propia historia.

Cabe señalar que Francis Bacon, al igual que Links, está caracterizado nominalmente, pues carga con el estigma del empirismo del filósofo y científico inglés de fines del XVI y principios del XVII. Bacon opuso a la lógica aristotélica la lógica inductiva y planteó que toda investigación, con base en la observación, debe primero despejar los prejuicios que puedan ocultar la verdad17. El Francis Bacon de la novela de Volpi responde a los postulados de la "época cuántica" y por ello no puede despejar los prejuicios, y fracasa en su acceso a la "verdad".

La búsqueda que rige los mundos subjetivos de Links y Bacon se da en relación con la búsqueda de certezas del mundo de la ciencia que culmina por arribar a la relatividad de Einstein, a la incertidumbre de Heisenberg, a lo indecidible de Gödel, a la mecánica ondulatoria de Schrödinger y a la teoría del juego de von Neumann. Estas teorías son el intersticio a través del cual los buscadores de Klingsor acceden a los mundos personales de los científicos, los cuales se muestran en conjunción con los principios postulados.

Podemos concluir que la estructura de conjunto referencial18 se halla marcada por una pauta común que afecta a los mundos de sujeto y al mundo de la ciencia, la cual es: la disyunción entre la episteme pretendida y la doxa a la que inevitablemente se arriba19.

LA BÚSQUEDA CABALLERESCA

En la tradición literaria existen unos buscadores por excelencia: los caballeros andantes. El caballero, el equites entre los celtas, ya desde su nominalidad sugiere la idea de control, es "el señor de su montura". En la Edad Media, la denominación "caballero" comienza a asumir variadas connotaciones simbólicas. Pervive la idea del "guerrero", mas ahora la lucha central apunta a alcanzar metas supremas en un camino de aprendizaje de dominio del sí mismo y de servicio a los otros en un mundo que se torna enemigo. Pasa a ser, entonces, dominador del espíritu, montando esa cabalgadura que representa la materia20. Así, el caballero ha de plantearse como un luchador por alcanzar la plenitud del ser y por ello se entroniza como el buscador de los buscadores. En este contexto, el Santo Grial es la meta última y más preciada, en tanto alimenta, ilumina y hace invencible21.

Esta idea de búsqueda caballeresca se encuentra en el sustrato de la obra que estudiamos y se pone de manifiesto a través de la incorporación de un hipotexto: el Parsifal de Wagner. En busca de Klingsor entabla una relación "especular"22 con la obra wagneriana, de modo tal que la estructura de la ópera y su argumento se inscriben en la novela, otorgándole fundamento a nivel narrativo y fictivo.

Perceval en las tres versiones -la de Chrétien de Troyes, la de Wolfram von Eschenbach y la de Wagner23- tiene como rasgo central la inocencia. Crece en un estado de "no saber", de ignorancia máxima. Wagner, al tomar el personaje, le cambia el nombre y así pasará a ser Parsifal que según una posible etimología árabe correspondería a parsi: puro y a fal: loco24. Así, la inocencia en la obra wagneriana no se muestra como pureza -como sí sucedía en la versión de von Eschenbach- sino como barbarie. Con ello se está subrayando que es necesaria la caída en la experiencia para acceder posteriormente a la purificación. Esta caída se materializa en el beso a Kundry, mujer que tienta y lleva a la perdición definitiva al rey Amfortas y a la perdición parcial al mismo Parsifal, que se verá obligado a peregrinar.

En la ópera de Wagner, Klingsor es el personaje que representa el mal y la no generación de vida, lo que se manifiesta en su castración voluntaria25. Así, Klingsor no engendra, no crea, solo se mueve en la esfera del mal y allí desaparece y es vencido.

En la novela de Volpi, la obra wagneriana es relatada por Links a Bacon a modo de exemplum. Sin embargo, Links no consigue el fin deseado: la separación de Bacon e Irene (Parsifal y Kundry).

El paratexto del título y el hipotexto de la obra wagneriana que constituye una puesta en abismo rigen la pauta de la búsqueda y la pregunta acerca de la identidad de Klingsor. La pesquisa de Bacon y Links no llega a un puerto definitivo. Klingsor podría ser Heisenberg, el mismo Links o cualquiera de los científicos que participaron en los proyectos atómicos. Todos podrían ser Klingsor. Sin embargo, también todos podrían ser Parsifal en tanto buscadores del Anti-Grial que representa la bomba. Y aún más, todos podrían ser representación de Amfortas, el rey condenado por la herida siempre sangrante, pues se asientan en lo incierto en tanto pretenden buscar lo verdadero. Así, podemos concluir que la imagen emblemática de Parsifal, el inocente, Amfortas, el condenado, y Klingsor, el que no engendra, afectan aleatoriamente a los mundos personales de la novela.

CONCLUSIÓN

Planteamos al comenzar que la matriz de la novela que estudiamos es la búsqueda de la verdad en un ámbito en el que domina lo incierto. Esta búsqueda, como hemos visto, se da en el tránsito de un estadio de inocencia inicial a otro de conocimiento cuestionado. Esta matriz adquiere su modo primario en la paradoja de Epiménides -Todos los cretenses son mentirosos- y el teorema de Gödel de las proposiciones indecidibles que son discutidos por Links y Bacon26. Así, Links concluye, interpretando a Gödel, que lo verdadero es solo desiderátum y pregunta:

"(...) si en la ciencia, en la física y en las matemáticas no es posible llegar a una certeza absoluta, ¿por qué nosotros insistimos en encontrarla? ¿Por qué la perseguimos con tanto denuedo? Y repite: la verdad es tan ambigua como una proposición indecidible, tan esquiva como un electrón, tan incierta como una paradoja..." (p. 293).

Cabe resaltar que la paradoja como solución al enigma es sugerida a Links y a Bacon por John von Neumann, el creador de la teoría del juego. Con lo cual se estaría sugiriendo que la búsqueda de lo verdadero puede darse en el terreno de lo paradójico que es también lúdico.

Recordemos que el epígrafe de Schrödinger ya nos planteaba la idea de que la ciencia es un juego, un experimento peligroso:

"Un experimento es la espada templada que puedes empuñar con éxito contra los espíritus de la oscuridad pero que también puede derrotarte vergonzosamente" (p. 9).

Esta espada, como la lanza de Longino que fue tesoro para Amfortas pero que luego le ocasionó la herida, es el signo de la incerteza epistémica.

En este contexto caótico27 en el que la verdad se difumina en la paradoja pero que igualmente se busca, cabe preguntarse si existe un posible orden y, de ser así, quién podría otorgarlo. Klingsor, como castrado, no puede engendrar orden. Consideramos que quien posee el rol cosmificador de mundo articulatorio en la novela, es Links, el narrador-enlace, que al fraguar su pseudoautobiografía, que es además pseudohistoria, propone su propio juego desde el encierro. Su mundo subjetivo se vio invadido por un poder alético incontrolable que se manifiesta en el azar. Sin embargo, en su lúdica narración consigue cosmificar el caos y traspasar la incertidumbre de la paradoja al lector virtual que cae en el juego, cual Parsifal inocente, llegando finalmente al Grial de la verdad indecidible. Así, en la fusión de ambos horizontes, podría alzarse aquel poema de Jenófanes:

 

Los dioses no nos revelan, desde el comienzo,
todas las cosas; pero en el transcurso del tiempo,
a través de la búsqueda los hombres hallan lo mejor.

Pero en cuanto a la verdad segura, ningún hombre la ha conocido,
ni la conocerá; ni sobre los dioses,
ni sobre todas las cosas de las que hablo.
Y aun si por azar alguien dijera
la verdad final, él mismo no lo sabría;
pues todo es una maraña de presunciones28.

 

NOTAS

1 Cfr. Ortega y Gasset, José, ¿Qué es el conocimiento? Madrid: Ed. Alianza, 1984, pp. 21-22.

2 Cfr. Marías, Julián, Historia de la filosofía. Epílogo de José Ortega y Gasset. Madrid: Ed. Alianza, 1985, p. 513. Este volumen incluye una reflexión bajo el título de "El nombre auténtico". Aquí plantea Ortega que el nombre de la filosofía en su origen fue aletheia como verdad y averiguación, luego, "otros vientos" cambiaron una nominalidad que era precisa en su origen. Cfr. p. 514.

3 Cfr. Heidegger, Martin, Ser, verdad y fundamento. Caracas: Monte Ávila Editores, 1975. Esta noción es planteada en los siguientes términos: "El error en el que ha de andar una humanidad histórica para que su marcha sea errada, encuadra esencialmente con la apertura del Dasein. El error domina por entero al hombre, en tanto lo hace errar. El error, en cuanto hace errar, crea también y al mismo tiempo la posibilidad que el hombre puede sacar de su existencia, de no dejarse llevar al error, en cuanto experimenta el error mismo y no se asusta ante el misterio del Dasein." (p. 78).

4 Heidegger, Martin, op. cit., p. 82.

5 Popper, Karl, Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico. Barcelona: Ed. Paidós, 1991, p. 29.

6 Popper, Karl, op. cit., p. 39.

7 Gadamer, Hans Georg, Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca: Ed. Sígueme, 1977, p. 50.

8 Idem.

9 Este principio afirma que "la posición y el momento de una partícula mecánico-cuántica no pueden ser determinados simultáneamente de forma precisa". Cfr. Lerner, R. y Trigg, G., Enciclopedia de la física. Madrid: Ed. Alianza, 1987, p. 779.

10 Popper rescata esta noción de Jenófanes para aplicarla a la teoría de la verdad objetiva o absoluta. Cfr. Popper, Karl, op. cit., p. 276.

11 Aguilera, Francisco, "El origen y el destino en novelas hispanoamericanas actuales". En Revista de Humanidades. Santiago: Universidad Andrés Bello, nº 7, 2000, p. 53.

12 Seguimos el criterio de ordenación generacional planteado por Cedomil Goic para la novela hispanoamericana. Cfr. Goic, Cedomil, Historia de la novela hispanoamericana. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1972, pp. 11-17.

13 Cfr. Aguilera, Francisco, "Novelas hispanoamericanas que se escriben hoy". En Godoy, Eduardo (editor), Hora actual de la novela hispánica. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1994, p. 210. Esta misma idea es planteada por el autor en "El origen y destino en novelas hispanoamericanas actuales": "En el transcurso de la novela contemporánea se ha ido desde la binariedad inicial hacia la fragmentariedad y la intersticialidad actuales en la configuración estética del mundo espectacularizado" (p. 54).

14 Cfr. Aguirre, J. y Delgado, Y., "Jorge Volpi: las respuestas absolutas siempre son mentiras". En Especulo. Revista de Estudios Literarios. Universidad Complutense de Madrid, nº 11, 1999.

15 Volpi, Jorge, En busca de Klingsor. Barcelona: Ed. Seix Barral, 1999. En adelante citamos por esta edición.

16 Cfr. Aguirre, J. y Delgado, Y., art. cit.

17 Marías, Julián, op. cit. pp. 240-241.

18 Cfr. Albaladejo M. Tomás, Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa. Alicante: Universidad de Alicante, 1986.

19 Cfr. Cuesta Abad, José Manuel, Teoría hermenéutica y literatura. Madrid: Ed. Visor, 1991, p. 208.

20 Cirlot, Juan E., Diccionario de símbolos. Barcelona: Ed. Labor, 1985, p. 107.

21 Cfr. Chevalier, J. y Gheerbrant, A., Diccionario de símbolos. Barcelona: Ed. Herder, 1988, p. 280.

22 Utilizamos aquí el término manejado por Dällenbach. Cfr. Dällenbach, Lucien, El relato especular. Madrid: Ed. Visor, 1991.

23 Cfr. González Porto, José María y Bompiani, Valentino, Diccionario literario. Barcelona: Ed. Montaner y Simón, 1959, pp. 52-58.

24 Idem.

25 Cfr. González Porto-Bompiani, op. cit. p. 57.

26 Véase pp. 288-303.

27 Esta novela no considera en el desarrollo de la física a la teoría del caos, no obstante responde a la legalidad entrópica que según Jorge Volpi regiría a las novelas del "caos", las cuales se caracterizarían por ser narraciones marcadas por la "voluntad de ambigüedad". Volpi lo explica en los siguiente términos: "se trataría de novelas que enfrenten al lector a historias semejantes a las del mundo, llenas de versiones, contradicciones, atisbos, dudas.

Algo similar a la "suma de historias" de la física cuántica: cada personaje deja de tener un pasado acaso desconocido pero indeformable, para tener múltiples historias posibles, acaso contradictorias, sin preminencia de ninguna". En Volpi, Jorge, "Los libros del caos". La Jornada semanal, México, 28 de abril, 1996.

28 Cfr. Popper, Karl, op. cit. p. 39.

BIBLIOGRAFÍA

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