LA ESCUELA UNIVERSALISTA ESPAÑOLA: ESTUDIOS GENERALES

Las Escuelas de Salamanca y Universalista (Núm. monográfico)
Vol. 3 / enero 2020 – INDICE

.

COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO. Autor: Carlos Sánchez Lozano

.

Pedro Aullón de Haro, La escuela universalista española del siglo XVIII, Madrid, Sequitur, 2016; // Juan Andrés y la Escuela Universalista Española, ed. de P. Aullón de Haro y Jesús García Gabaldón, Madrid, Ediciones Complutense, 2017; // Juan Andrés y la Escuela Universalista, monográfico de Eikasia. Revista de filosofía, 81 (2018); // La Ilustración Hispánica. Mestiza y Universal, comp. y ed. de Araceli García Martín, Madrid, AECID, 2018.

.

El solo hecho de tan considerable concurrencia bibliográfica sobre un mismo concepto, además asombrosamente histórico y novedoso, ya merecería ser reseñado. Además sucede que el concepto en cuestión atañe a varias decenas de autores y a una producción ingente en consecuencia cuya constelación, ya bien cristalizada como Escuela Universalista Española del siglo XVIII, viene señalada tanto por criterios intelectuales generales como por relaciones de vínculo y cohesión entre dichos autores objeto de estudio. Por lo demás, la concurrencia bibliográfica viene a resultas de un bicentenario, el de la muerte de Juan Andrés en Roma, y de una gran exposición bibliográfica, más otra complementaria, ya referida en estas mismas páginas de Recensión, y ambas divulgadas en algunos medios académicos.

EUE AullónCatálogo EUE

…..Sea como fuere, llama la atención que tal cúmulo de materiales intelectuales, los producidos por los universalistas, plenamente formados como libros extensos, a veces de muchos volúmenes, en no pocas ocasiones publicados reiteradamente en su tiempo, haya podido pasar sin pena ni gloria hasta tiempos recientes. Incluso en su tiempo algunas de las obras es sabido que alcanzaron la celebridad. Pero la cultura española, más allá de ciertos resortes muy transitados (sólo a veces cabría pensar que los más gratuitos), o ciertos campos, así el pictórico o el novelístico, parece un tanto dejada de la mano, de la inteligencia de Dios en algunos aspectos o momentos. Estas ausencias ocurren en todos los países, pero no en los europeos con esta persistencia, lo que quiere decir que ha tenido lugar una omisión extraordinaria, que por lo demás ha conducido a una malformación de la perspectiva histórica y el orden y la intensidad de los valores intelectuales. Si se ha dicho con frecuencia que el siglo XVIII era la época cultural española peor estudiada, es evidente que esto es así, o lo ha sido hasta ahora pues la reacción bibliográfica que contemplamos y de la que sólo referimos las obras generales, ha sido muy contundente.

…..La muy larga y premeditada planificación de un bicentenario (Juan Andrés, 1740-1817 / 2017) por un equipo de investigación y la intervención de un organismo científico de nueva creación (Instituto Juan Andrés) al amparo de la Universidad Complutense y la AECID, de sus grandes Bibliotecas, ha tenido como resultado esta concurrencia bibliográfica, que no es sino el núcleo de un despliegue mucho más extenso, en parte ya acaecido y que continúa y, a lo que sabemos, continuará durante bastantes años, dado que el patrimonio a estudiar y editar es muy extenso, heteróclito y valioso, y en buena medida diseminado en diferentes ciudades de Italia, también en España y América, particularmente México, pues no solo se trata de Francisco Javier Clavijero, y Colombia, pues tampoco se trata solo de José Celestino Mutis. Y cierto es que ha llevado no pocos años reconstruir y reasumir tantos materiales dispersos en otro país, aun tan próximo, pero tan distante, como Italia. Ahora bien, las Bibliotecas Complutense e Hispánica de la AECID son aquellas españolas que disponen del mayor fondo de la materia, y ahora acrecentado para la ocasión.

…..No existe, naturalmente, una sola razón capaz de dar cuenta del problema de ausencia acontecido respecto de los autores universalistas, en buena parte, no se olvide, fallecidos en el exilio italiano tras décadas de dispersión. Existen, entre otras, razones ideológicas que contribuyen a la explicación, al menos parcial del problema: en España, la mayor potencia intelectual tradicional nace en gran medida del ámbito eclesiástico, por la sencilla razón de que las estructuras académicas laicas han carecido hasta finales del siglo XIX de la capacidad necesaria para instituir un sistema escolar y académico parangonable a aquel otro. Juan Andrés, o Antonio Eximeno, fueron sacerdotes, y jesuitas, porque el sistema escolar disponible en su país conducía a buen número de los chicos mejor dotados a la única institución capaz de ofrecerles un destino social e intelectual, y así lo decidían consecuentemente sus familias. No es el caso contar la historia, pero tal circunstancia, y el universo cultural en que se inscribe, han dado lugar al disparate contemporáneo de reacción ideológica inversa, al negacionismo por la izquierda ideológica del contrario. Esto, que en origen respondía a razones y argumentos, progresivamente ha devenido llano y simple ideologismo y puerilidad. Pero este fenómeno, cuya marca de arranque en la España moderna se encuentra en la expulsión de los jesuitas por Carlos III siguiendo la tendencia europea dominante de las políticas de culpar al otro, como en tiempos lo fue el pueblo judío y luego volvería a serlo en extremo gravísimo en Alemania, ha hecho pagar a la cultura española un altísimo precio respecto de sí misma. Valga el comentario, aun muy somero, de circunstancias pues atiende al hecho que directamente atañe a los profesores e intelectuales, en buena parte jesuitas y expulsos, de la Escuela Universalista. Y dicho de otra manera, continuando la perversidad de los acontecimientos: el dictado político del halagado monarca de la expulsión produjo dos hechos de mucho alcance nunca pretendidos: el desmantelamiento de una estructura humana académica larga y trabajosamente formada, como toda estructura académica valiosa lo es, y a punto de dar fruto, y la subsiguiente tergiversación de la historia intelectual, ya a partir de circunstancias históricas y políticas muy complicadas que en nada favorecieron la equidad y el rigor. Las cosas venían dadas.

…..Hay un aspecto argumentado por Aullón de Haro, que creo conviene tener presente aquí, si bien encierra sencillamente una enmienda a la totalidad: “Si en 1795 Friedrich Schiller propuso en Cartas sobre la educación estética del hombre la fórmula educativa estética como única superación esencial frente a la regresiva utilización de la violencia, los universalistas, y especialmente Juan Andrés, venían a proponer la formación cultural y científica en tanto superación instrumental frente a la expectativa de transformación monopolizada por la acción política violenta. Sea como fuere, ninguna de las dos propuestas, sin duda ambas muy trabajosas y difíciles, revolucionarias sin violencia, fue atendida por agente alguno de poder, ya decididamente encauzados en una fáctica ciega de la inmediatez agresiva cuyo proceso albergaba la superación pragmática del ‘concepto de verdad’ por el de ‘mentira ideológica’ que tras el enciclopedismo francés habría de establecer ya sin fisuras la práctica política marxista y su sesgado internacionalismo”[1].

…..A estas alturas pareciera ocioso, pero curiosamente no lo es, recordar que la cultura española se reveló universalista y mestiza. Es la cultura del Inca Garcilaso que ninguna cultura occidental puede parangonar. Uno de los volúmenes reuidos para nuestro comentario se subtitula “ociosamente” con la calificación de “mestiza y universal”: “Se pretendía transmitir el mensaje de una ilustración que se nutre y enriquece con las ideas y conocimientos de científicos e ilustrados de todo el ámbito hispánico… El objetivo final era poner de relieve el espacio científico y cultural de mestizaje hispánico común, sin que ello suponga desdibujar la personalidad científica y cultural de cada uno de los países que conforman esa unidad”[2].

…..Los estudios sobre la Escuela Universalista Española significan también un plan de reconstrucción de la cultura hispánica, en el sentido de corregir cierta interpretación desenfocada de la misma. Nada viene de la nada, y como dice Ortega, por buscar un referente en alguna medida neutral o que podemos entender que así nos puede llegar ahora: “lo que un hombre o una obra del hombre es no empieza con su existencia, sino que en su mayor porción precede a ésta. Se halla preformado en la colectividad donde comienza a vivir. Este precederse en gran parte a sí mismo, este ser antes de ser da a la condición del hombre un carácter de inexorable continuidad[3]. Pero es lo cierto que además de la suerte historiográfica corrida por los autores de la Escuela Universalista, el gran momento de la cultura, el arte y el pensamiento español, de coincidencia con el Siglo de Oro, acabó estableciendo una visión tanto propia como europea fundada unilateralmente en la grandeza artística, siendo así que Cervantes, Quevedo o Góngora, aparecen como una cadena autónoma en el certamen de la genialidad artística y por tanto aislada y aislable[4]. Esta visión esquemática de la cultura peninsular se mantiene, por ejemplo, en la teoría sostenida por Curtius de la excentricidad de la cultura española; de tal modo que el operar exclusivamente en la cultura artística con la categoría periodológica del Siglo de Oro sin considerar el pensamiento contiguo o subyacente, “ha acabado por producir el asentamiento de una omisión tan gruesa como absurda según la cual, al parecer, se ha dado en pensar que cabe asumir aisladamente aquél sin la Escuela de Salamanca, siendo que tan importante es el primero para la cultura artística, como la segunda para el pensamiento”[5]. La cultura española, es decir, el arte y el pensamiento, requiere una reconstrucción, por decir así, de dos partes: la reformulación de Siglo de Oro y Escuela de Salamanca y, de otro lado, la reconstrucción plenamente integrada de la denominada Escuela Universalista Española[6]. A este proyecto se encaminan de manera laboriosa las cuatro obras traídas a colación, ajenas a carácter conclusivo, y por ende proponentes de continuidad. Y a fin de cuentas, no es más que la ‘conciencia histórica’ pues, “pensamos con nuestro pasado y desde la altura a que nuestro pasado nos ha traído. De aquí que la primera labor del filósofo sea hacerse cargo de cuál es la situación histórica donde está. Pero ésta, a su vez, no es sino la consecuencia de las situaciones históricas anteriores”[7].

.


NOTAS

[1] P. Aullón de Haro, “Constitución de la Escuela Universalista Española del siglo XVIII”, en P. Aullón de Haro y J. García Gabaldón (eds.), Juan Andrés y la Escuela Universalista Española, p. 44.

[2] Araceli García Martín (comp.), La Ilustración Hispánica. Mestiza y Universal, p. 11.

[3] J. Ortega y Gasset, Kant, Hegel, Dilthey, Madrid, Revista de Occidente, 1972, p. 206.

[4] Aullón de Haro, La Escuela Universalista Española del siglo XVIII, p. 15.

[5] Ibid., p. 16.

[6] Ibid., p. 21.

[7] J. Ortega y Gasset, ob. cit., p. 185.


CITA BIBLIOGRÁFICA: C. Sánchez Lozano, “La Escuela Universalista Española: estudios generales”, en P. Aullón de Haro (ed.), Las Escuelas de Salamanca y Universalista, Madrid, Recensión, vol. 3 (enero-junio), 2020 [Enlace: https://revistarecension.com/2020/02/02/la-escuela-universalista-espanola-ultimos-estudios/ ]