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 número66INTRODUCCIÓN ESPACIOS TRANSFRONTERIZOS DE LOS ANDES: REGÍMENES DE REGULACIÓN, ACUMULACIÓN Y DISTRIBUCIÓN ENTRE EL ESTADO Y LOS GRUPOS AYMARA Y QUECHUALEGALIDAD, COMERCIO Y EL ESTADO BOLIVIANO EN SUS FRONTERAS DURANTE EL PERÍODO LIBERAL, 1900-1920 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Diálogo andino

versión On-line ISSN 0719-2681

Diálogo Andino  no.66 Arica dic. 2021

http://dx.doi.org/10.4067/S0719-26812021000300261 

SEGUNDO DOSSIER

CARANGAS EN MOVIMIENTO: ESTADO LIBERAL, ELITES PROVINCIALES Y MOVILIDAD TRANSFRONTERIZA ANDINA ENTRE EL ATLIPLANO BOLIVIANO Y EL PACÍFICO (1860-1930)

CARANGAS ON THE MOVE: LIBERAL STATE, PROVINCIAL ELITES, AND ANDEAN CROSS-BORDER MOBILITY BETWEEN THE BOLIVIAN ALTIPLANO AND THE PACIFIC (1860-1930)

Hanne Cottyn* 

1* University of York, Reino Unido. Correo electrónico: hanne.cottyn@york.ac.uk

RESUMEN

Este trabajo examina los cambios y continuidades en la movilidad transfronteriza de pastores de la provincia de Carangas (Bolivia) en un contexto de formación de Estado y expansión mercantil. Hacia finales del siglo XIX, la frontera que conecta comunidades altiplánicas con los valles, ciudades y puertos del Pacífico se convirtió en un terreno -geopolítica, económica, y simbólicamente-en disputa. Se sostiene que frente el creciente -aunque frágil- control estatal y la intermediación por nuevas elites en circuitos económicos transnacionales, prácticas y redes de movilidad e intercambio andinas operaron como una estrategia subalterna de participación negociada. En un escenario de marginación, el despliegue de prácticas transfronterizas andinas parece ofrecer un amortiguador contra una asimilación completa a los ritmos estatales y mercantiles.

Palabras claves: Carangas; frontera; pastores indígenas; movilidad transfronteriza; Bolivia; siglo XIX; siglo XX

ABSTRACT

This article examines the changes and continuities in the cross-border mobility of pastoralists of the Carangas province (Bolivia) and a context of state formation and commercial expansion. Towards the end of the 19th century, the border connecting highland communities with the valleys, cities, and ports of the Pacific became -geopolitically, economically, and symbolically- disputed terrain. It is argued that in the face of growing -although fragile- state control and elite intermediation in transnational economic circuits, Andean mobility and exchange practices, and networks operated as a subaltern strategy of negotiated participation. In a scenario of marginalization, the deployment of Andean cross-border practices seems to offer a buffer against complete assimilation to state and commercial rhythms.

Key words: Carangas; border; indigenous pastoralists; crossborder mobility; Bolivia; 19th century; 20th century

Introducción

A inicios del año 1900 apenas se había instalado el gobierno liberal del general Pando tras la guerra civil y la rebelión indígena de Pablo Zárate, la situación en el altiplano boliviano seguía siendo inestable. Hacia finales de febrero se registraron disturbios en la provincia de Carangas, cerca de la frontera con el nuevo vecino Chile. El jefe de resguardo de Sajama y Tomasapi practicó la requisa de una cantidad de alcoholes de contrabando. Según un expediente guardado en el archivo jurídico de la capital provincial Corque, un "vecino" (residente no indígena) se resistió e intentó movilizar al pueblo para matar al jefe de resguardo, asegurándose de que "¡la indiada está conmigo!"1. Exclamando de que "¡no queremos comisarios!" se refirió probablemente a la constitución de "Comisarios de Guía" en diferentes puntos de la frontera como sugerida en 1893 "para atajar la corriente de contrabandos" en aguardientes y alcoholes2. El incidente llevó a las autoridades locales a concluir que "es mui necesario que atenta la asefalia (sic) absoluta de Jefes de Resguardo"3.

Habitada por comunidades aymaras dedicadas al pastoreo altoandino y grupos minoritarios Uru y no indígenas, la provincia de Carangas abarcó un territorio extenso dentro del departamento de Oruro (Bolivia), situado aproximadamente entre el lago Poopó y la frontera occidental hacia el Occidente, hasta su fragmentación en la segunda mitad del siglo XX. En 1900, la expresión de "acefalia" -una situación de "carencia de cabeza" o de "inexistencia de un jefe" (Real Academia Española)- captura el contexto de incapacidad administrativa y crecientes tensiones locales que caracterizaron la emergencia de un nuevo régimen fronterizo surandino entrando el siglo XX. Abarcando el período de aproximadamente 1860 a 1930, este artículo interroga las trayectorias incompletas y repercusiones contradictorias de los intentos estatales para convertir la frontera en una membrana que regula la integración del país en mercados internacionales y la integración nacional de sujetos disciplinados y productivos. Enfocando en zonas periféricas de las principales arterias de la economía de exportación, este artículo elabora un estudio de caso de los pastores de la antigua provincia de Carangas con base en un análisis de documentación archivística de Bolivia, Chile y Perú, informes gubernamentales e historia oral.

Desenredando la creciente competencia para apropiarse del espacio fronterizo como fuente de prosperidad, la presente investigación se enfoca en las prácticas transfronterizas de comunidades pastoriles frente el aparato estatal y una elite provincial emergente. Inspirado por replanteamientos acerca de la resistencia subalterna (Chandra, 2015), el artículo sostiene que las prácticas y redes de movilidad pas toril transfronteriza fueron operadas no simplemente en términos de oposición ni asimilación, sino como parte de una estrategia subalterna de participación negociada. Repensando los conceptos de "formas cotidianas de resistencia", las "armas de los débiles" y la "(i)legibilidad" de James C. Scott (1987; 1999) desde la historia andina, el artículo explora las intersecciones y contradicciones entre estas prácticas y redes andinas y los proyectos estatales en búsqueda de mayores ingresos y autoridad dentro de espacios transfronterizos poscoloniales (Barragán, 2007: 114). Pragmáticamente insertando y retirándose del mercado y el Estado, productores, comerciantes y transportis tas indígenas aprovecharon y entretejieron diversos circuitos de circulación frente al (pretendido) control estatal y la intermediación política y económica de elites. La noción de una participación negociada resuena con una larga tradición interdisciplinaria de entender procesos de resistencia y articulación económica y política andina más allá de imágenes simplistas y dicotómicas de aislamiento y asimilación forzada (Stern, 1987; Molina, 1987; Larson et al., 1995; Abercrombie, 1998). En este sentido, esta investigación se acerca a los repertorios andinos de movilidad e intercambio como productos históricos y dinámicos de ejercicios continuos en asegurar un balance entre autonomía e integración.

Este artículo busca aportar al estudio de prácticas andinas transfronterizas desde tres temas de investigación; la articulación económica y política de sociedades pastoriles, la intermediación de elites locales, y la integración de historias de acaparamiento de tierras comunitarias y la reconfiguración de patrones de movilidad e intercambio andino.

Primero, el caso de Carangas refuerza la contribución de estudios etnohistóricos andinos al análisis crítico de las sociedades pastoriles, corroborando cómo "negocian activamente encuentros entre ellos y el poder en expansión de Estados capitalistas" (Chang y Koster, 1994: 2; Khazanov, 1994; Medinaceli, 2010). Para los pastores de Carangas la participación en el sector de transporte que conecta el interior andino con el Pacífico siempre fue clave en esta negociación (Castro, 2014a). En su trabajo etnográfico en la misma región fronteriza, Rivière sostiene que, lejos de un sistema dual, el aunar estrategias de reciprocidad con la interacción dentro de esferas mercantiles (y monetarias) configuró una "cadena de intercambio compleja" (1982: 300). Esta cadena permite entender el contexto de frontera "como complejo, móvil y dinámico en las relaciones de los subordinados y las fuerzas externas que los coercionaron", como se observa desde el lado chileno (Díaz et al., 2015: 113-114). La investigación de Langer de la vecina provincia de Paria muestra que hasta mediados del siglo XIX las comunidades de Oruro se adaptaron exitosa mente a las fluctuaciones del mercado (2009). La primera sección del artículo reconstruye cómo esta cadena y sus fluctuaciones forjó y remodeló una "conexión pacífica" que une la zona fronteriza de Carangas con las regiones peruanas, y más tarde chilenas, litorales.

Segundo, el análisis desarrollado redibuja la imagen dicotómica entre Estado -omnipresente pero permisivo (Barragán, 2006: 115)- y comunidades subalternas al escudriñar la formación de una nueva elite provincial. Como demuestra Deborah Caro para las comunidades aymaras de Ulla Ulla (1994: 34), la reconfiguración de patrones de movilidad andina en el período estudiado se marca por una complicidad íntima y ambivalente de un grupo minoritario pero poderoso no indígena en Carangas (Mendieta, 2010: 240-256; Cottyn, 2012). La segunda y tercera sección del presente artículo analizan cómo la zona fronteriza de Carangas, al entrar en la lupa del Estado, se convirtió en un espacio contestado y contradictorio del que se logró adueñar una élite emergente como un medio de intermediación y monopolización.

Tercero, el período bajo investigación coincide con una impactante reorganización de la tenencia de la tierra rural. En un contexto de expansión mercantil global, los ingresos estatales proveniente del tributo indígena, que aseguró la protección de sus tierras de comunidad, empezaron a volverse redundantes a partir de 1850. En respuesta a ello, el Estado boliviano promovió barreras nuevas -aunque fácilmente socavadas- con el cobro de impuestos a la exportación; una tendencia contraria a la libre circulación de bienes impulsada por el comercio internacional y la revolución de transporte. Al mismo tiempo, una nueva legislación liberal de tierras abolió el tributo y por tanto los derechos colectivos de las tierras de comunidad. Como sugiere Erick Langer, estos procesos de acaparamiento y privatización de tierras no se pueden analizar sin tomar en cuenta las reconfiguraciones de espacios mercantiles, incluso transfronterizos (2009). Eso aplica igualmente a las "comunidades libres" que lograron mantener el control comunitario en sus tierras, como es el caso de Carangas. Si bien estas comunidades continuaron operando fuera del siste ma de haciendas, la creciente intermediación de la mencionada élite provincial pone en tela de juicio la autonomía y las perspectivas de prosperidad de los pastores de Carangas (Cottyn, 2015). La cuarta sección demuestra que las rutas "desconocidas" y formas de intercambio "ilegibles" manejadas por estos pastores proporcionaron hasta cierto punto un amortiguador contra los efectos de marginación indígena del comercio transfronterizo.

La frontera incrustada dentro de la conexión Pacífica

Situadas enteramente encima de los 3500 metros de altura, las comunidades aymaras de Carangas se organizaron históricamente dentro de un inmenso territorio discontinuo. La maestría pastoril en ma nejar caravanas llameras de larga distancia conectó los pastizales altoandinos con pisos ecológicos complementarios (Medinaceli, 2010: 60). Tras políticas (pos)coloniales de titulación de tierras y la imposición de fronteras políticas, Carangas sufrió una especie de amputación territorial gradual, encerrándola en el altiplano. Al mismo tiempo, la imposición de mecanismos coloniales fiscales, mercantiles y monetarios incentivó la inserción de comunidades pastoriles en un dinámico "espacio económico andino" (Assadourian, 1982) que -como menciona Langer en este dossier- siguió operando hasta el siglo XIX.

Los pastores de Carangas pusieron en acción un paisaje rural extremadamente móvil aprovechando la complementariedad del paisaje andino, habilida des de manejo ganadero (de ovejas, mulas, burros, alpacas y principalmente llamas), la propiedad de pastos significativamente extensos, la extracción de lana y la sal para iniciar redes de reciprocidad, y la ubicación estratégica sobre rutas de trueque y comerciales. Articulando relaciones prehispánicas (Chacama, 2014), esa movilidad forjó una fuerte conexión con el litoral. El vínculo era de particular importancia para las comunidades occidentales de Carangas, abundantes de bofedales con excelentes condiciones para los camélidos que activaron esa conexión. Situada sobre la "ruta de la plata" colo nial, Carangas formó un eslabón esencial entre el interior andino con los puertos del Pacífico. Fuentes archivísticas y la historia oral dan evidencia de cómo familias pastoriles combinaron y entretejían pragmáticamente diferentes espacios monetarios y no monetarios en los valles, pueblos y centros mineros en el camino hacia el Pacífico. Este ejercicio en balancear prácticas de reciprocidad con el acceso al mercado matiza la idea dicotómica de lógicas de intercambio mutuamente excluyente. Investigaciones etnográficas muestran cómo la movilidad entre múltiples ecologías y formas de intercambio -interecológico y comercial- constituye una estrategia vital no solo en la reproducción socioeconómica de la comunidad, pero también en la negociación diaria con el Estado y el mercado (Angé, 2018: 187).

Conectando la costa con tierras altas, la arriería boliviana jugó un papel clave en el desarrollo de territorios limítrofes, adaptándose dinámicamente a cambios geopolíticos, tecnológicos y de coyuntura capitalista (Letelier, 2016) e incrustando la frontera internacional dentro de un espacio interconectado. Tras las guerras de independencia, los circuitos comerciales que precedieron al rediseño del mapa político continuaron funcionando y, como sostiene Langer en este dossier, permitieron a sectores de la población indígena a prosperar. En 1870, los caciques de las comunidades fronterizas de Huachacalla y Sabaya declararon "de tener todos nosotros los indígenas de la Provincia de Corque [Carangas] nuestro comercio establecido i entablado á Tacna, Camiña i etcétera 'Perú' llevando ganado, charque, chalonas, sogas, caitos i etcétera"4. Aunque una reconstrucción detallada del vínculo de comercio-trueque-migración entre altiplano, valles y costa está fuera del alcance de este artículo, basta indicar que archivos e historia oral5 sugieren que las rutas hacia Tacna, y sobre todo Arica, al norte de Iquique, eran las más frecuentadas.

En las últimas décadas del siglo XIX, el boom en la exportación que experimentó América Latina y los cambios territoriales entre Chile, Perú y Bolivia barajaron las cartas. Mientras las provincias vecinas de Arica y Tarapacá pasaron de manos peruanas a la república chilena tras la Guerra del Pacífico (1879-1884), comunidades a ambos lados de la frontera internacional buscaron afirmar y acomodar su control sobre sus pastizales, tierras de cultivo y minas dentro de los nuevos límites territoriales (Castro, 2014b: 237-238). La revolución del transporte y la monopolización por capitales privados reestructuró y marginó la participación indígena en redes económicas, como se evidencia en la región del Atacama (Sanhueza y Gundermann, 2007). La casi desaparición de la minería y la ausencia de carreteras y ferrocarriles en Carangas parece haber suavizado este efecto. Aunque sus caravanas llameras no necesitaron de infraestructuras modernas, la provincia quedó aparentemente aislada de dinámicas económicas globales comparada con la incorporación del sur peruano en la industria de la lana (Caro, 1994: 29). Aun así, la frontera forjó una relación estrecha entre la circulación del salitre de Tarapacá y la lana de Carangas durante el auge salitrero (Lima, 1921: 49). Mientras que la conexión comercial de Carangas con el interior boliviano era frecuentemente reportada como "aislada e interrumpida"6, varios negocios se establecieron en la frontera, aprovechando que "esta provincia, mantiene activo comercio con los pueblos chilenos de la frontera" (González, 1929: 74)7. Tras profundas reconfiguraciones, las comunidades de Carangas seguían vinculándose activa y simbólicamente con el Pacífico. Los puertos, ferrocarriles y banderas pintados en el baptisterio de Sabaya en 1892 evocan un mundo comunitario que busca dar continuidad a sus relaciones contestadas con el Pacífico (Medinaceli, 2016).

Imagen 1 Captura instantánea de conexiones transfronterizas alrededor de 1900 (adaptación de Google Earth). 

Imagen 2 Fragmento de pintura en la iglesia de Sabaya, 1892 (foto de la autora, Sabaya, 2012). 

¿La frontera como defensa o burla del Estado liberal?

El contexto económico y político decimonónico tardío desveló los espacios fronterizos como tierra fértil para la consolidación de nuevas ideas acerca de ciudadanía e integración nacional (Baud, 2004). La anexión chilena de territorios litorales y el rediseño de la frontera agudizó la ansiedad del Estado boliviano para incorporar las comunidades fronterizas. Eso se materializó en la instalación de comisionarios y jefes de resguardo. Sin embargo, el rechazo y la impotencia de la pretendida institucionalidad fronteriza convirtieron el espacio fronterizo no tanto en un bastión sino en una burla del poder estatal.

Privada del lucrativo negocio del salitre y con tensas relaciones diplomáticas con Chile, el Estado boliviano adoptó una actitud más alerta hacia el potencial económico de la frontera (González, 2009)8. Sin embargo, Luis Castro indica que de parte de Chile la "apertura" de la frontera fue una actitud deliberada del gobierno en función del abastecimiento de insumos baratos para una industria en auge (2014a). Aunque parece imposible cuantificar este incremento, las investigaciones de Sergio González (2009) y Luis Castro (2014a) dejan claro que la industria del nitrato impulsó la participación indígena transfronteriza a partir de los años 70 del siglo XIX. Bolivia, por el contrario, vio su mercado nacional cada vez más inundado de productos importados y capital extranjero, mientras que sus materias primas escaparon del país sin ningún control. La aumentada vigilancia fiscal, en particular por la exportación de ganado lanar -principalmente ovejas y llamas- y productos derivados de textil o carne, fue localmente percibi do como la deslegitimación de las bien merecidas ganancias de su arduo trabajo y como intentos de "privarles de su comercio", como expresaron los caciques de Huachacalla y Sabaya en 18709. La gradual reorientación de ambos países hacia una economía de exportación se materializó en trayec torias divergentes. Durante las primeras décadas del siglo XX se concretizaron nuevas iniciativas para establecer un control fronterizo, primero en Tarapacá10 y Arica11 y más tarde en Carangas. Sin embargo, el impacto fue imperceptible. El registro de enormes déficits presupuestales a ambos lados de la frontera indica que estas tarifas fueron fácil mente circunvenidas12.

La desesperanza expresada en prácticamente todos los informes oficiales deja claro que los comerciantes y transportistas -tanto indígenas como no indígenas- eran mucho más exitosos en aprovechar el potencial económico de la frontera que del Estado. El contrabando pareció una práctica "inevitable" a lo largo de esa frontera, ya que "para resguardarla se necesitaría de un ejército entero"13. La relación del Estado boliviano con su frontera en Carangas probablemente puede resumirse mejor como una de resignación. La gobernanza fronteriza entró en un círculo vicioso; propuestas para una mayor intervención estatal con el fin de superar la extensión y la lejanía de la frontera fueron rechazadas como inviables, exactamente por la condición extensa y lejana de la misma región fronteriza. Frente a estas condiciones, la población fronteriza hizo valer su conocimiento local de rutas alternativas. En su informe detallado de la provincia, Zenón Bacarreza reportó que "[n]o existiendo aduanas ó resguardos en la extensa frontera de Carangas, el tráfico comercial de esta provincia es completamente libre por los caminos que se comunican con las distintas plazas comerciales del territorio chileno" (Pauwels, 2006 [1910]: 385). Igualmente, desde el lado chileno, se señaló que "los contrabandistas logran burlar tan activa vigilancia de la Policía i del Resguardo", pero que materialmente no se podía hacer nada más14. El contrabando presentó un desafío tanto tangible como simbólico frente la mínima capacidad estatal de hacer cumplir sus propias fronteras.

Sin embargo, no fue solo la función económica de la frontera que impulsó la preocupación estatal. En 1916, el Prefecto de Oruro advirtió sobre:

[la] nacionalización de los vecinos de aquellas apartadas comarcas, que, íntimamente ligados con los pueblos de la República de Chile, por razones de comercio y relacio nes más frecuentes de vecindad, no tienen afecto a su patria15.

Los cambios geopolíticos en la frontera chilena y los efectos de la revuelta indígena de 1899 reo rientaron el enfoque del gobierno hacia esta frontera indígena en términos de asimilación y disciplina. Más que la vigilancia de una línea externa, el régimen fronterizo demandó un control interno sobre poblaciones y recursos. En 1921, un informe de la Prefectura de Oruro expresó "que el patriotismo impone el preocuparse de su progreso [de Carangas], de incorporarla a la vida activa y convertirla en el muro defensivo de nuestra soberanía"16. La edu cación, la conscripción militar y nuevos modelos de producción se convirtieron en herramientas estratégicas para incorporar zonas periféricas y la frontera en un bastión de lealtad estatal. A pesar de que la cuestión de un control nacional unificado se volvió más urgente, el desinterés estatal, la falta de recursos gubernamentales y la desconfianza, evasión y resistencia por parte de la población fronteriza obstruyeron estas ambiciones. Contrario al potencial inherente de las fronteras como "muro defensivo" de la nación, suelen funcionar como un escape de la inclusión nacional, tanto económico como políticamente. Varios ejemplos demuestran la creciente brecha entre las ambiciones estatales y la perseverancia de prácticas y relaciones trans-fronterizas diarias -legales o ilegales-. Un año antes de que Bolivia entró a la devastadora Guerra del Chaco (1932-1935), el Prefecto de Oruro repitió que:

Los contrabandistas encuentran fácil sus empresas en esta Provincia. La vigilancia de nuestra frontera, se encuentra abandonada, constituyendo un verdadero peligro, dado el espíritu conquistador de nuestro vecino internacional. El descuido de esta región no puede subsistir por más tiempo, para no tener que lamentar lo que hoy deploramos, el haber abandonado la región del Chaco17. Mientras que Bolivia finalmente perdió la región del Chaco, Carangas había sobrevi vido a la Guerra del Pacífico con una nueva delimitación de la frontera, aunque no exenta de conflictos (González, 2009). Tras la guerra, el territorio fronterizo emergió como un espacio profundamente contradictorio ya que "expuestos a amenazas externas, se les pide [a los pobladores fronterizos] que actúen como guardias fronterizos y defen sores de la nación, pero, al mismo tiempo, también están apegados a la autonomía que han heredado de su aislamiento" [traducido por la autora] (Perrier, 2013: 587).

La frontera como vacío de poder para la formación de elites

La ambición de apropiar una frontera aban donada como pieza clave en la consolidación del Estado se vio socavada en primer lugar por su propia ausencia e ignorancia. El desinterés estatal y la incapacidad de controlar la movilidad transfronteriza a ambos lados de la frontera dio rienda suelta a prácticas transfronterizas que buscaron asegurar la continua permeabilidad de la frontera. Sin embargo, esta dinámica transfronteriza disimula un juego de poder local entre diferentes "usuarios fronterizos" para apropiarse de la frontera como un aliado de sus regímenes de circulación, distribución y acumulación. La zona fronteriza se convirtió en un espacio de lucha de intereses.

El vacío de poder dejado por el Estado fue ocupado por agentes comerciales y oficiales corruptos (a menudo en la misma persona) que lograron aprovechar la combinación de un alto nivel de movilidad transfronteriza con la capacidad de supervisión casi nula por parte del Estado. Así quedaron tanto el Estado como los pastores privados de importantes fuentes de prosperidad. Entonces, si bien la condición periférica de Carangas y el abandono estatal suavizó la jerarquización en los intercambios transfronterizos, la progresiva marginación regional esconde una monopolización del acceso a redes comerciales transnacionales y una estratificación socioeconómica. Basado en un análisis de la movilidad indígena en la provincia vecina de Paria, ubicada en la parte oriental del departamento de Oruro, Eric Langer demuestra que "a fines del siglo XIX, las comunidades de indios del altiplano habían sido empobrecidas, y la mayoría había tenido que renunciar a sus amplias actividades comerciales" [traducido por la autora] (2009: 548). La creciente intermediación de nuevas elites provinciales en Carangas apunta a una tendencia similar, a costo de la exclusión de llameros.

Las mencionadas investigaciones para Tarapacá han demostrado un aumento en la participación indígena en espacios mercantiles transnacionales que incluyeron a Carangas. Pero este proceso vino con efectos de diferenciación socioeconómica al nivel local. Cautivando los pastores de Carangas aún más dentro de los engranajes del mercado internacional, el auge de la lana progresivamente estratificó diferentes participantes dentro del co mercio transfronterizo. Esta tendencia es difícil de cuantificar, pero se observa indirectamente en los rastros archivísticos de contratos. La documentación dejada sugiere que la contratación -generalmente entre comerciantes no indígenas, mayormente hombres y a veces internacionales, con arrieros indígenas- se volvió una práctica más común en la importación-exportación de alcoholes y ganado lanar. Estos contratos no fueron necesariamente redactados por escrito, pero dejan una huella en el caso que se disputan los acuerdos establecidos. Estas disputas parecen mayormente terminar a favor del contratista, condenando al arriero a multas o la confiscación de sus bienes18. Como principio general, observamos el auge de un grupo de comerciantes y casas de comercio que subcontrató el trabajo de transporte a llameros (y sus propios animales de carga) como arriero dependiente19. Al mismo tiempo creció la importancia de mulas en el comercio, animales cuyo uso y propiedad seguía concentrado en manos de blancos y mestizos. Las prácticas de contratación parecen reflejar una mayor interferencia de agentes comerciales, empujando los pastores de Carangas en una participación secundaria dentro del comercio transfronterizo.

La progresiva precariedad de los pastores en redes comerciales vino de la mano de la expansión y consolidación de una clase de "vecino-comerciantes". Desde finales del siglo XVIII, se asentaron nuevas familias mestizas y blancas, incluso extranjeras, como "vecinos" en los pueblos de la provincia. Atraídos por las ventajas comerciales de la frontera, la proximidad de los puertos pacíficos y los recursos locales como la lana y los minerales, establecieron negocios comerciales y almacenes a lo largo de la frontera. Las fuentes archivísticas los identifican particularmente en la ruta hacia Arica y Tacna, y en su mayoría dedicados al comercio de impor tación y exportación de lana, carbón y alcoholes, aunque algunos a la minería20. Desde estos puntos estratégicos, los vecinos lograron en gran medida monopolizar el flujo comercial entrando y saliendo de la provincia. Algunos lograron formar sociedades que combinaron estos diferentes negocios con la adquisición de contratos de grandes casas comer ciales, como el comerciante con raíces alemanas Guillermo Pfeng, representante de la Casa Blondel i Compañía en Curahuara de Carangas21.

Los vecinos diversificaron sus fuentes de ingreso entre el comercio, el contrabando, cargos fiscales y relaciones de créditos. Varios reforzaron su estrategia de acumulación, adquiriendo acceso a ciertos oficios administrativos locales por medio del arriendo de funciones, como la colección de impuestos. Representaron tanto como ridiculizaron al Estado y su tesorería. Además, fortalecieron su monopolio con la venta forzada a comunarios, o a comunidades enteras, y la creación de relaciones de compadrazgo con sus proveedores rurales (Caro, 1994: 34). Aunque estos lazos íntimos evocan una aparente reciprocidad con comunarios, nutrieron la desconfianza mutua y socavaron la solidaridad comunitaria. Jamás se estableció una hacienda en Carangas, pero investigaciones históricas de Pauwels (1983: 213), Mendieta (2006: 776-777) y Cottyn (2012) demuestran cómo la "integración" de esta minoría poderosa se materializó en un proceso disimulado de acaparamiento de los recursos de las comunidades.

La estratificación en las cadenas comerciales parece haber contribuido a una desigualdad más profunda entre comunarios. Rivière sostiene que la diferenciación socioeconómica extrema que observa dentro de comunidades como Sabaya es producto de la activación de múltiples circuitos superpuestos que nunca podría haber ocurrido en un sistema de circuitos de intercambio no mercantiles (Rivière, 1982: 312). Este proceso favoreció en particular las familias con mayores medios -es decir, animales- de transporte. Permitiéndoles obtener mayores ganancias, serían las primeras en adquirir vehículos motorizados a partir de los años 40 del siglo XX y lograr dominar el transporte interregional de camiones (Rivière, 1982: 312-315; West, 1981: 77). De este modo, la dinámica transfronteriza permitió que ascienda una nueva elite, pero esta vez aymara, reconocida como qamiris (Llanque y Villca, 2011). Este proceso se consolida con la llegada de carreteras a Carangas, anunciando la erosión decisiva del papel de pastores dentro del sector de transporte. El remplazo gradual de la movilidad caravanera por el mercado como primordial medio de circulación y por tanto de subsistencia de familias pastoriles afectó la vital capacidad para crear simultáneamente relaciones de reciprocidad y entrar al mercado.

La frontera negociada: la movilidad transfronteriza como estrategia subalterna

Dentro de este espacio fronterizo contestado, los pastores de Carangas intentaron salvaguardar las condiciones para entrar al mercado "en sus propios términos". Si bien las fluctuaciones en el mercado, las desventajas infraestructurales de la provincia, y la intermediación comercial y estatal obstaculizaron prácticas diarias de movilidad e intercambio andino, estas últimas se emplearon contra o más allá de estos obstáculos. Haciendo eco de la noción de Scott de "formas cotidianas de resistencia" (1987), sostengo que las prácticas transfronterizas andinas, al permi tir pastores a insertarse y retirarse dinámicamente de esferas estatales y mercantiles, nutrieron una estrategia subalterna de participación negociada. El despliegue de estas prácticas demuestra cómo comunidades indígenas evadieron, presionaron, ignoraron y burlaron el creciente control externo acerca del valor y la legitimidad de patrones de movilidad e intercambio andinos.

Debido a su integración en rutinas diarias, estas prácticas son difíciles de rastrear en fuentes históricas, pero en momentos de cambio, son registradas como obstáculos. A finales del siglo XIX, el Estado y las nuevas elites empiezan a identificar prácticas andinas -de manejo de tierras y de intercambio-como una limitación de su acumulación de poder. Tomando prestado de Scott, la limitación de estas prácticas reside en su "ilegibilidad" por no poder "asimilarse a una cuadrícula administrativa sin ser transformados o reducidos a una conveniente, aunque en parte ficticia, taquigrafía" (Scott, 1999: 24). Es decir, estas prácticas exceden la capacidad de control de las infraestructuras -legales y físicas- a disposición del Estado, como la infraestructura fronteriza, y deben hacerse "legibles". Sin embargo, eso no excluye el uso que las propias comunidades andinas se dan de estas infraestructuras y la sub yacente lógica estatal para avanzar en sus propios intereses (Barragán, 2007: 129).

El ejemplo de ilegibilidad probablemente más referido se sitúa en el manejo de tierras. Una des cripción detallada de las prácticas que permitieron a las comunidades de Carangas mantener sus tierras de comunidad fuera de un régimen de propiedad privada es tema de otro artículo (Cottyn, 2015). Sin embargo, es posible subrayar que la continuidad de la tenencia de tierras de comunidad y la conti nuidad en prácticas de movilidad andina -aunque ambas de forma debilitada- son dos caras de la misma medalla; una participación negociada que evite una asimilación completa a lógicas estatales y mercantiles.

En la misma lógica, el manejo del terreno transfronterizo y sus senderos anónimos presenta una clara manifestación de ilegibilidad que servía de forma cotidiana de resistencia. El conocimiento de caminos, a veces ancestrales, que otros actores no sabían navegar fue tal vez la herramienta más ventajosa en su estrategia para salvaguardar un control mínimo de la frontera. En 1909, un informe de la Prefectura de Oruro reportó que los impuestos de la sal, los cueros y lanas de alpaca "no se pagan porque la acción fiscal está burlada por los indí genas que, comerciando con esos artículos toman caminos desiertos y rutas desconocidas para hacer sus negocios"22. La zona transfronteriza constituyó un laberinto al servicio de estrategias económicas subalternas. En 1926, el intendente de Tarapacá lamentó que:

en cuanto a los [...] contrabandos que se introducen de Bolivia, considero casi imposible evitarlos. La frontera es abierta y puede ser atravesada en cualquier parte, sobre todo por los indios bolivianos acos tumbrados a hacer grandes caminatas a pie y por senderos intransitables para caballos y mulas23.

Además, la habilidad de conducir esas rutas durante largos viajes con caravanas llameras les facilitó evadir la vigilancia fronteriza y sus medios de movilidad deficientemente adaptados al entorno altiplánico. Así, en 1910, a pesar de tener información acerca de bolivianos indígenas clandestinamente introduciendo alcohol cerca de Caquena, se consi deró "imposible mantener acá una vigilancia como debería"24. En cuanto estas rutas se mantenían "desconocidas" e "intransitables" las comunidades se aseguraron de un margen de movilidad "libre", fuera del alcance del Estado.

Otras prácticas ilegibles se manifiestan en formas de intercambio no mercantil. Por mucho que algunos espacios del mercado no sean accesibles para los pastores, algunos espacios de intercambio permanecen "ilegibles" e "intransitables" para el mercado (Mayer, 2001). En un mundo cada vez más estructurado por un mercado "incontrolable", esta inaccesibilidad aseguró las comunidades de Carangas de un grado mínimo de autonomía (Molina, 2006: 131). El hecho que el acceso a dinero y su acumulación era de una importancia secundaria en la reproducción socioeconómica de familias indígenas de Carangas les permite retraerse perió dicamente del mercado. Los comunarios resultaron mucho más indispensables para los vecinos que a la inversa. De esta forma, ejercieron presión sobre los comerciantes que confiaron en su participación como arrieros, productores y consumidores.

Contraria a una lectura clásica dicótoma, la propuesta noción de participación negociada considera las formas cotidianas de "resistencia" frente el mercado en términos de una dinámica pragmática de inserción-retiro, con el fin de prevenir la eliminación de espacios comunitarios (Platt, 1995). En este sentido, la puesta en acción de la mencionada "cadena de intercambio compleja" mediante prácticas de movilidad transfronteriza funciona como un amortiguador para hacer frente a una crisis de subsistencia. Sin embargo, como ha sugerido Rivière, esta cadena compleja de intercambio experimentó una creciente segregación entre circuitos superpuestos -"tradicionales" y comerciales- hacia la primera mitad del siglo XX (1982: 301). La participación de pastores en espacios económicos transfronterizos se marcó por una progresiva marginación y desigualdad. El amortiguador que dio a comunidades pastoriles la capacidad de mantener el balance entre autonomía e integración se volvió gradualmente en un residuo de lo que había constituido la base sólida de una economía de complementariedad.

Reflexiones finales

Lamentablemente nuestros hermanos en las fronteras, se encuentran desprotegidos, ... en estas regiones hasta ahora olvidadas, por estos motivos se produce la fuga de recursos humanos, pero ahora, al margen de otorgar seguridad con puestos militares, se buscará que la zona sea productiva, para que, por ejemplo, el que se dedicó al contrabando, aporte al país (senadora boliviana Roxana Camargo, citada en La Patria, 2011).

Hasta hoy, "bolivianizar los márgenes del país" sigue siendo una ambición más que realidad (Perrier, 2006). Desafiado por su propia incapacidad y por contrapresiones de prácticas transfronterizas diarias, el Estado nunca logró apropiarse de la zona fronteriza de Carangas, reforzando la formación de elites locales y garantizando un margen de autonomía para comunidades pastoriles.

Como también los análisis de Egan y Langer sugieren (este dossier), la frontera ha funcionado como una herramienta en la negociación sobre los términos de integración subalterna en el mercado y la ciudadanía en la Bolivia prerrevoluciona-ria. Desenredando esa negociación, el caso de Carangas sugiere nuevas pistas en la investigación de sociedades pastoriles dentro de procesos de globalización, las comunidades "libres" en Bolivia, y la formación de elites locales. Primero, la forma en que los pastores de Carangas interactúan con el mercado y el Estado en tiempos de creciente desigualdad invita a cuestionar "¿qué podemos aprender de pastores" pensando en el futuro global de sociedades rurales? [traducido por la autora] (Scoones, 2020: 23). Segundo, en este dinamismo, se redibuja la imagen dicotómica entre Estado y comunidades subalternas por el papel que juegan los estratos político-económicos locales, como demuestra también Egan en este dossier. Tercero, este dinamismo arroja una nueva luz sobre el papel de formas de intercambio y movilidad andinas en la defensa de la autonomía de comunidades "libres", convirtiendo su carácter pastoril de factor "pasivo" -ligado al desinterés estatal y comercial en sus tierras- en una capacidad "activa" de negociación.

Elaborando sobre conceptos de "ilegibilidad" y "resistencia cotidiana" se ha mostrado cómo pasto res, arrieros y comerciantes indígenas explotaron el potencial de amortiguación de formas cotidianas de movilidad e intercambio andino. Eso muestra que los pastores de Carangas protegieron un margen vital de autonomía no "a pesar de" sino "gracias a" su movilidad. Desde las reorganizaciones coloniales hasta los ataques liberales a la comunidad en el siglo XIX, procesos de acaparamiento -de tierras y de espacios de intercambio- y marginación gradualmente erosionaron este efecto amortiguador. A lo largo de esta trayectoria, las presiones para conformar redes de movilidad e intercambio andinas con una economía "formal" permanecen ciegas por las diversas formas en que actores andinos saben combinar su autonomía con conexiones siempre cambiantes con "el mundo exterior".

Agradecimientos

Esta investigación no hubiera sido posible sin la colaboración del Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA) en Oruro, la asistencia profesional de todos los archivos consultados en Bolivia, Chile y Perú, y el apoyo logístico y financiero de la Universidad de Gante y el Fondo de Investigación Flandes (Bélgica). Quiero agradecer a los comunarios de la nación originaria de Jach'a Karangas y de las regiones de Tarapacá y de Arica y Parinacota, en especial a quienes tuve el privilegio de conocer y escuchar sus recuerdos y reflexiones. Agradezco la generosidad de Luis Castro, y de Paula Saravia y Jorge Montesinos (y La Poderosa), la invitación y coordinación por parte de las editoras, y los comentarios constructivos de los evaluadores anónimos.

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2Archivo Nacional de Bolivia (ANB), Ministerio del Interior (MI), 1893, Prefectura de Oruro, tomo 272, Nº 79.

3AJC, 1900, Nº 2440, f. 2.

4AJC, 1870, Nº 1172, f. 1.

5Taller con la Asociación de Tercera Edad, Turco, 25 marzo 2012; entrevistas con comunarios, Sabaya, 18 abril 2012. Véase también Rivière 1982: 290.

6Biblioteca Nacional de Bolivia (BNB), Informes Prefectura de Oruro (POPOR), 1921, p. 31.

7En 1910, Bacarreza contaba 18 negocios, todos ubicados cerca del cruce fronterizo de Tambo Quemado (Pauwels, 2006 [1910]: 385).

8Archivo Histórico Vicente Dagnino (AHVD), Volumen 17, 1893; Volumen 23, 1904.

9AJC, civiles, 1905, Nº 4

10Archivo Regional de Tarapacá, Intendencia de Tarapacá (ITAR). Volumen 14, Copiador de Oficios a los Ministerios, “Oficio del Intendente de Tarapacá al Ministro de Hacienda”, 31 marzo 1914.

11ADHVD, Intendencia de Tacna, Volumen 41, 1910.

12Archivos AHVD; ITAR; Biblioteca Municipal de Oruro (BMO).

13ANB, MI, Prefectura y Comandancia General de Oruro, 1865.

14AHVD, Volumen 25, 1903.

15BNB, POPOR, 1916, p. 59.

16BNB, POPOR, 1921, p. 33.

17BNB, POPOR, 1931, p. 42.

18Ejemplos son AJC, 1871, Nº 1224; 1875, Nº 1425; 1906, Penal, Nº 25; Archivo Regional de Tacna (ART), Serie Corte de Apelaciones, Sub-serie Causas Civiles, Legajo I, Cuaderno 27, 1880.

19AJC, 1871, Nº 1224; 1886, Nº 1906; 1891, Nº 2163; 1895, Nº 2286; 1906, Penal, Nº 25.

20AJC, 1864, Nº 962; 1871, Nº 1208 y Nº 1224; 1874, Nº 1367; 1878, Nº 5; 1890, Nº 2160; 1892, Nº 2191. Archivo de Derechos Reales Oruro (ADRO), Carangas, 1922, Nº 40; 1923, Nº 9, 10, 11 y 16; 1924, Nº 15; 1925, Nº 3 y 4.

21AJC, 1869, Nº 1124; 1871, Nº 1194; 1873, Nº 1248.

22BNB, POPOR, 1909, pp. 67, 214.

23Archivo Regional de Iquique. Fondo Intendencia de Tarapacá (AITRI), Volumen 8, Oficios Generales 1926, Oficio del Intendente de Tarapacá al Gobernador de Pisagua, Iquique, 17 septiembre 1926.

24AHVD, Volumen 41, diciembre 1910, f. 159.

Recibido: 30 de Octubre de 2020; Aprobado: 19 de Abril de 2021

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