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Juan Ruiz, Arcipreste de Hita > Índice del IV Congreso > B. Morros
Arcipreste de Hita

Alcalá la Real y el Libro de buen amor

Bienvenido Morros Mestres
Universidad Autónoma de Barcelona

Para Francisco Toro, porque la amistad dura mucho más de tres minutos En su Libro de buen amor, Juan Ruiz menciona dos veces el nombre de Alcalá a secas, y podría hacer referencia, pero tampoco es seguro, a dos localidades distintas de nuestra Península. En la primera ocasión incluye el nombre en el itinerario que ha seguido don Amor desde el comienzo del invierno hasta su recibimiento triunfal el domingo de Resurrección en el lugar en que reside el protagonista de la obra o en uno muy próximo a él. Don Amor ha pasado el invierno en Andalucía y la Cuaresma en la villa de Castro después de una estancia fugaz en Toledo; marcha a Alcalá para el domingo de Quasimodo reemprender sus andanzas por el mundo:

Salí d’esta lazeria, de coita e de lastro,
Fui tener la Quaresma a la villa de Castro;
Muy bien me resçebieron a mí e a mi rastro:
Pocos allí fallé que me llamasen padrastro.
Pues Carnal es venido, quiero perder lazeria:
la Quaresma católica dola a Santa Quiteria;
quiero ir ver Alcalá, moraré aý la feria;
dende andaré la tierra, dando a muchos materia (1311-1312)1.

La villa de Castro ha de ser por fuerza Castro de Urdiales porque es el lugar en que Cuaresma había entregado las cartas de desafío contra don Carnal para hacérselas llegar al arcipreste en Burgos el día de jueves lardero (1073 d). La batalla entre los dos oponentes dura hasta el Sábado Santo, el tiempo en que don Amor ha estado en Castro de Urdiales esperando el regreso de don Carnal para su entrada triunfal en la ciudad de Burgos, la ciudad en la que vive el arcipreste personaje. Don Amor, pues, ha elegido el norte de la Península para pasar la Cuaresma, y exactamente el lugar más emblemático de su enemigo, un puerto pesquero de Cantabria. Es posible que en Castro de Urdiales no haya podido desempeñar sus quehaceres y que haya, como indica el nombre de la villa, estado literalmente castrado. En ese recorrido de don Amor hasta su regreso al mundo la villa de Alcalá solo puede ser Alcalá de Henares: sería bastante absurdo que de Burgos viajara al sur hasta Alcalá la Real en Jaén o hasta Alcalá de Guadaira en Sevilla.

En el transcurso de la aventura con la mora, nuestro arcipreste vuelve a mencionar el nombre de Alcalá para presentar a su cliente nacido en esa localidad. En el verso en que lo hace los tres manuscritos que lo han trasmitido han ofrecido lecturas diferentes, quizá condicionados por la mención anterior a la misma villa. El copista de Salamanca podría traer la lectura correcta, como veremos en seguida:

Fija, mucho vos saluda uno que es de Alcalá (1510 a)2.

El copista del manuscrito Gayoso ha cambiado el verso para dar a entender que el arcipreste no es natural de Alcalá sino que reside habitualmente en esa localidad. Es posible que haya identificado esta Alcalá con la Alcalá a la que el autor se ha referido antes como lugar de paso, pero no de nacimiento, de don Amor (y quizá también haya elegido el verbo «morar» para introducir un juego de palabras con la protagonista de esta aventura, que es una mora):

Fija, mucho vos saluda uno que mora en Alcalá.

El copista de Toledo también interpreta que Alcalá no es la localidad donde ha nacido el arcipreste sino el lugar en el que se encuentra o reside en el momento de la acción:

Fija, mucho vos saluda uno que es en la villa de Alcalá.

Es evidente que tanto Gayoso como Toledo ofrecen un segundo hemistiquio del verso muy hipermétrico, pero sus lecturas permiten reconstruir fácilmente el subarquetipo, en una versión bastante cercana a la de Salamanca, al que los dos copistas se remontan de manera independiente:

Fija, mucho vos saluda uno que es en Alcalá.

Gayoso ha podido cometer un error mecánico pues en el verso anterior, también en su segundo hemistiquio, aparece la palabra «mora», que es la que ha acabado copiando posiblemente al saltar sin darse cuenta a ese verso:

Salúdavos amor nuevo. Diz la mora: «Iznedrí» (1509 d)3.

De acuerdo con el estema de los tres manuscritos, las dos lecturas posibles tienen el mismo porcentaje de validez, un cincuenta por ciento (son, en principio, equipolentes o adiáforas4):

Estema de los tres manuscritos

La lectura correcta hay que buscarla, pues, entre la de Salamanca y la del subarquetipo α, y la verdad es que no hay ningún criterio infalible para decidirnos por una de las dos. La res metrica nos inclinaría en un principio más por la segunda que por la primera, porque la cuaderna presenta en todos sus versos los hemistiquios octosílabos (8+8), pero no es ese un argumento definitivo al haber en la obra cuadernas también con hemistiquios irregulares. El sentido del verso podría ayudar, como veremos en seguida, a tomar una decisión más segura aunque tampoco nunca definitiva.

El arcipreste ha retomado sus aventuras amorosas, después de la Cuaresma, el día de Quasimodo no en Alcalá de Henares sino en la ciudad en que reside habitualmente, en Burgos o en su provincia. Don Amor, por su parte, después del domingo de Resurrección, se ha despedido de él para reiniciar en Alcalá también las actividades ya propias de la época. En la localidad en la que se había refugiado en Carnaval nuestro protagonista podría haber intentado la conquista de dos viudas y de una monja sin demasiado éxito. No tendría demasiado sentido que hubiera abandonado su ciudad o villa para continuar su carrera de don Juan en otra ciudad o villa después de haber decidido no seguir a don Amor a Alcalá de Henares. Es de suponer, por tanto, que en esa misma localidad se consuela de la muerte de doña Garoça y emprende, por consejo de la alcahueta, la conquista de una mora que debe tener su residencia también en esa localidad o en un sitio cercano.

Antes de analizar el episodio de la mora vale la pena ratificar que la entrada triunfal de don Amor el domingo de Pascua ha sido en Burgos y no en Toledo u otra ciudad. El primer argumento a favor de esa hipótesis es que el arcipreste ha dejado claro que es Burgos el lugar donde ha recibido las cartas de doña Cuaresma. Pero podrían aducirse dos nuevos argumentos de tipo literario. La decisión de don Amor de no aceptar la hospitalidad de ninguno de los habitantes del lugar en el que ha sido recibido e instalarse en sus afueras podría recordar la decisión del Cid al llegar a Burgos tras ser desterrado por el rey Alfonso VI: el campeador instala su tienda en la «glera» frente a la ciudad (v. 56) y don Amor hace lo mismo en un prado5. El recibimiento de don Amor recuerda el del rey Alfonso XI al ser coronado en el monasterio de las Huelgas en Burgos tal como lo narra Rodrigo Yáñez, el autor más probable del Poema de Alfonso XI, compuesto solo unos años después de El libro de buen amor. En los dos recibimientos se enumeran prácticamente los mismos instrumentos musicales usados por los juglares y también los mismos pájaros que cantan para celebrar la llegada de los dos emperadores6. En la obra del arcipreste se mencionan primero las aves y después los instrumentos:

Resçíbenlo las aves, gayos e ruiseñores,
Calandrias, papagayos; mayores e menores
Dan cantos placenteros e de dulces sabores,
Más alegría fazen los que son más mejores.
Rescíbenlo los árboles con ramos e con flores
De diversas maneras, de hermosas colores;
Resçíbenlo los omnes e dueñas con amores;
Con muchos instrumentos salen los atanb ores.
Allí sale gritando la guitarra morisca,
De las bozes aguda e de los puntos arisca;
El corpudo laúd, que tiene punto a la trisca;
La guitarra latina con ésos se aprisca.
El rabé gritador, con la su alta nota,
Cab’él el oraban taniendo la su rota;
El salterio con ellos, más alto que la mota;
La viuela de péndola con aquéstos ý sota (1226-1229)7.

En el poema atribuido a Rodrigo Yáñez se procede a la inversa para justificar la referencia a las aves en el mes de mayo como una metáfora de la música y el canto de los juglares:

Estas palabras dezían
Doncellas en sus cantares;
Los estromentos tañían
Por las huelgas los juglares;
El laúd iban tañiendo,
Estromento falaguero,
La vivuela entremetiendo,
El rabé con el salterio,
La guitarra serranisca,
Estromento con razón,
La exabeba morisca,
Allá en medio cañón,
La gaita, quees sotil,
Con que todos plazer han,
Otros estromentos mil:
La farpa de don Tristán […]
Así como el mes de mayo,
Quando el ruiseñor canta
E responde el papagayo
De la muy fermosa planta;
La calandria al otra parte
Del muy hermoso rosal,
E el tordo, que departe
El amor que mucho val (407-410)8.

Es probable, por tanto, que las aventuras emprendidas después de Cuaresma por el arcipreste transcurran en la ciudad de Burgos, y la de doña Garoza en concreto en su monasterio de las Huelgas. La mora debía de formar parte de algunas de las dos aljamas o morerías de la ciudad, la mayor o menor, y la alcahueta nada más verla la informa sobre el lugar donde está su cliente o el lugar en el que ha nacido. Si damos por buena la lectura de α la Alcalá aludida por doña Urraca ha de ser por fuerza Alcalá de Henares, porque es la villa a la que se ha dirigido don Amor: la alcahueta vendría a decir que el arcipreste está con don Amor y, por consiguiente, dispuesto a amar. Si aceptamos como válida la lectura de Salamanca la Alcalá mencionada por trotaconventos debería de ser más verosímilmente Alcalá la Real porque acababa de ser reconquistada por Alfonso XI el 15 de agosto de 13419: la alcahueta pretendería hacer pasar al arcipreste por un moro (en 1343 la mayoría de la población debía de ser musulmana) dada la prohibición tanto canónica como civil de los matrimonios mixtos. Téngase en cuenta, además, que el arcipreste le ha pedido a su alcahueta que para olvidar la tristeza por la muerte de doña Garoça lo «quisiese casar» (1508 b), no en el sentido actual de la palabra sino en el medieval de «amancebar», ‘buscar manceba o barragana’. Los clérigos podían tener en su casa mancebas o barraganas en unos términos cercanos al matrimonio civil, pero recibían duros castigos, como el de la cárcel, si las mancebas eran de otra religión, según se llegó a establecer en una de las disposiciones del concilio de Valladolid convocado en 1322 por el dominico fray Guillermo de Godin, cardenal de Santa Sabina y legado papal:

Statuimus quod quicumque in tam profundum peccatorum devenerint quod publice concubinam seu concubinas infideles […] per suos prelatos per biennium ad minus in carcere detrudantur; quibus etiam per diocesanos, seu alios dictorum clericorum prelatos, pene grave alie, prout discretione videbitur, imponantur.

[Establecemos que cualesquiera que hayan caído en tan profundos pecados que públicamente tengan una concubina o concubinas infieles […] sean arrojados a la cárcel por su prelados al menos durante dos años; a estos [clérigos], además, les sean impuestas otras graves penas por sus diocesanos u otros prelados de dichos clérigos, según les pareciere a su discreción.]10

Antes de aludir a Alcalá la Real, Juan Ruiz parece estar haciendo alusión a la campaña del cerco de Algeciras por Alfonso XI, iniciado sólo unos meses después de la conquista de la ciudad jienense. Al relatar el regreso de don Carnal y don Amor el sábado Santo por tierras burgalesas (seguramente desde Castro Urdiales, como doña Cuaresma) menciona los estragos que producen entre su ganadería, capaz de alimentar a castellanos e ingleses:

Començó el fidalgo a fazer cavallerías,
Matando e degollando e desollando reses,
Dando a quantos venían, castellanos e ingleses;
Todos les dan dineros, e d’ellos le dan torneses:
Cobra quanto ha perdido en los pasados meses (1223d y 1224)11.

Nuestro arcipreste podría estar identificando al «emperante» con el emperador Alfonso XI, quien en el verano de 1343 consiguió víveres y harina para abastecer a su hambriento ejército, compuesto no sólo por castellanos sino también por ingleses y franceses. El autor del Poema de Alfonso XI narra la delicada situación del bando cristiano durante el cerco y la deserción por el hambre de las tropas extranjeras (las francesas e inglesas):

Los estraños se tornaron
Cada unos en sus tierras;
Los castellanos fincaron,
Que saben sofrir las guerras.

Un poco después refiere la llegada de tropas y alimentos procedentes del norte de la Península, en un itinerario muy similar al seguido por don Amor y don Carnal en su regreso desde Cantabria:

Llegávanle muy aína
E compañas e aver,
E vianda e farina
Con que muy bien se acorrer:
De la parte de Laredo,
De Burgos e de Vitoria,
Del estremo de Toledo
E de los campos de Soria,
Del regnado de León,
De Galizia otrotal,
De Navarra e Aragón,
Bien así de Portugal (2262-2264)12.

En la Crónica de Alfonso XI Fernán Sánchez de Valladolid refiere las dos peticiones de suministros que hizo el emperador a los diferentes reyes de la Península tanto en julio como en agosto de 1543 para paliar la escasez de trigo y alimentos que había en Algeciras. El emperador también había pedido dinero, utilizando como emisarios al arzobispo de Toledo don Gil de Albornoz y el prior de San Juan, al rey de Francia y al papa para poder pagar a todas las tropas. El dinero que el arzobispo y el prior obtuvieron en sus respectivas embajadas el emperador lo invirtió en el pago a los genoveses y a la flota naval, pero al no disponer de dinero suficiente para hacer frente a las necesidades del resto de su ejército hubo de solicitar en agosto más préstamos a los de su propio reino:

Et los sus tesoreros dixiéronle que desde llegasen estos dineros por que avía enviado que para adelante non le fincaba en la tierra de que podiese aver acorro. Et el rey por esto llamó a los perlados et ricos-omes et maestres de las órdenes et caballeros et los de los concejos que eran con él, et mostroles la pobleza et el mester en que estaba, et mandó que los tesoreros les dixiesen en quál manera era despendido todo lo que le avían dado para esta guerra, como que ellos lo podían bien entender, et que les rogaba que catasen alguna manera donde oviese con que podiese aquí estar et mantener esta hueste et las flotas fasta que Dios quisiese que tomasen esta ciubdat. Et todos ellos otorgárosle dos monedas en todo el señorío del rey, et entretanto que esto se arrendaba dexiéronle que enviase a los estremos et que tomase dende algunos ganados prestados, et otrosí que pediese prestado a algunos de los que estaban allí con él, a aquellos que lo podiesen facer. Et el rey envió luego a los estremos, et traxiéronle cinco mill vacas, et veinte mill ovejas et carneros, et pedió prestados a algunos del su consejo et a algunos sus criados, et cada uno dellos le pestaron lo que podieron en manera que él se tovo dellos por bien servido13.

En el mes de julio el emperador había pedido también a sus tesoreros que le mandasen harina y cebada por su elevado precio en las tierras del cerco, y que se las hicieren llegar por mar desde los puertos del norte (el cronista también menciona la villa de Castro de Urdiales):

Et que lo ficiesen levar a los puertos de Castro, et de Laredo, et de Santander, et de Bermeo, et a los puertos de Gallicia, et que lo traxiesen al real por mar14.

La alusión a castellanos e ingleses juntos no solo podría explicarse, como ya en su momento supuso Julio Cejador15, por su alianza en el cerco de Algeciras sino también por la escasez que las tropas de unos y otros padecieron en julio y agosto de 1343. Si don Carnal mata todo tipo de ganados pensando en castellanos e ingleses es porque tiene como referente la precaria situación que las huestes de Alfonso XI, formadas por esas dos nacionalidades, aparte las navarras y francesas, padecieron durante el cerco de la ciudad en el verano de ese año. Si a don Carnal, acompañado por don Amor, todo el mundo también le presta dinero es quizá porque recuerda los préstamos que recibió Alfonso XI en esos meses, junto al suministro de víveres, para financiar la conquista de Algeciras: nuestro arcipreste utiliza dos tipos de moneda francesa, como los «torneses» para referirse a las dádivas recibidas por don Amor (y los préstamos Alfonso XI también los recibió en moneda francesa porque se los concedió el papa y el rey de Francia).

Si Juan Ruiz, pues, parece tener en cuenta el cerco de Algeciras por Alfonso XI (y antes su coronación en el monasterio de las Huelgas de Burgos), es probable que cuando menciona por segunda vez la localidad de Alcalá piense en Alcalá la Real o de Benzayde, conquistada también por Alfonso XI en agosto de 1341. Si ha de dar una nacionalidad a su protagonista en el episodio de la mora la que mejor le conviene es precisamente la alcalaína, de la provincia de Jaén, para convencerla de que su cliente es tan moro como ella: intentaría de ese modo salvar el primer gran obstáculo, de tipo legal, al que debía enfrentarse un clérigo que pretendiera amancebarse con una mujer de otra religión.

La lectura anómala del manuscrito de Toledo, por desmesuradamente hipermétrica, podría también apoyar la identificación de Alcalá con la de Jaén. Su copista parece haber introducido la especificación de que la Alcalá mencionada en esta ocasión por el autor es «villa» porque debe de ser consciente de que Alcalá ha recibido ese tratamiento en fecha reciente tras su conquista por Alfonso XI, mientras que la de Henares ya lo tenía en el siglo XII16.

Es bastante evidente, pues, que el arcipreste ha puesto en boca de la alcahueta el nombre de Alcalá como lugar de nacimiento de su protagonista para convencer a la mora de que su pretendiente es de su misma religión, y semejante convicción la mora sólo la podría tener de pensar que la localidad en la que ha nacido el arcipreste personaje es la Alcalá que hasta hacía muy poco estaba bajo el poder de los musulmanes. Alcalá de Henares, en cambio, llevaba ya más de dos siglos reconquistada por el arzobispo toledano Bernardo de Sedirac, y tenía lógicamente una población mayoritariamente cristiana. Si doña Urraca quería acometer su mediación con la mora con alguna garantía de éxito debía hacer pasar a su cliente por moro, y semejante estrategia implicaba convertirlo en natural de una villa bajo la influencia musulmana: para una estrofa con rima aguda en á Alcalá la Real era la mejor candidata.

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Notas

  • (1) En el presente trabajo uso siempre la edición de Alberto Blecua, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 330-331. volver
  • (2) Ed. cit., p. 388. volver
  • (3) Ed. cit., p. 388. volver
  • (4) Para los dos conceptos, véase Alberto Blecua, Manual de crítica textual, Madrid, Castalia, 1983, pp. 49, 87, 104 y 113. volver
  • (5) Cantar de Mio Cid, ed. Alberto Montaner, con un ensayo de Francisco Rico, Madrid, Real Academia Española, 2011, p. 9. volver
  • (6) Para la enumeración de los instrumentos musicales y las aves en relación al triunfo de amor, véase la bibliografía aportada por Jacques Joset en su edición de la obra, Madrid, Clásicos Taurus, 1990, p. 520. volver
  • (7) Ed. cit., pp. 306-307. volver
  • (8) Poema de Alfonso Onceno, ed. Juan Victorio, Madrid, Cátedra, 1991, pp. 121-122. volver
  • (9) En la conquista de Alcalá la Real, el hermano de Juan Tenorio, García Jofré de Tenorio, desempeñó una labor decisiva, según el relato de Rodrigo Yáñez en el Poema de Alfonso onceno, 1967: «A pesar del poder moro, muy aína fue delante/ Garçí Jufre de Tanoro, el fijo del almirante» (ed. cit., p. 377). En su excelente trabajo sobre la tradición árabe y hebrea en nuestra obra, Alberto Montaner considera que la identificación de este segundo Alcalá con Alcalá la Real es muy conjetural, «Juan Ruiz, Li Yú y las maqamat o los límites factuales del multiculturalismo», en Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, y el «Libro de buen amor», Congreso homenaje a Jacques Joset, eds. Francisco Toro y Laurette Godinas, Ayuntamiento de Alcalá la Real, Alcalá la Real, 2011, p. 286. volver
  • (10) El texto lo aduce José Luis Pérez López, «Investigaciones sobre el Libro de buen amor en el archivo y biblioteca de la catedral de Toledo», en Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, y el «Libro de buen amor». Congreso Internacional del Centro para la Edición de los Clásicos Españoles (Alcalá la Real, 9-11 de mayo del 2002), eds. Bienvenido Morros y Francisco Toro, Ayuntamiento de Alcalá la Real, Alcalá la Real, 2004, pp. 296-297. A pesar de tales prohibiciones es cierto que los clérigos convivían con moras o judías, como por ejemplo el racionero de la catedral de Toledo Gonzalo Fernández, a quien Ferrand García, clérigo del arzobispo de Toledo, visitó para amonestarle por no haber asistido al coro y por vestir de manera poca adecuada. Cuando el mensajero del arzobispo llegó a casa del racionero en Toledo le abrió la puerta «una mora… que avíe nombre Zorayda» (287). volver
  • (11) Ed. cit., p. 305. volver
  • (12) Ed. cit., pp. 425-426.volver
  • (13) Crónica de d. Alfonso onceno de este nombre, de los reyes que reinaron en Castilla y en León, ed. Francisco Cerdá y Rico, parte I, Madrid, 1787, p. 562. volver
  • (14) Ed. cit., p. 552. volver
  • (15) Julio Cejador, ed., Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, Madrid, La Lectura, 1913, vol. II, p. 130n. volver
  • (16) La fecha, por tanto, del manuscrito toledano habría que considerarla un error, quizá explicable por la confusión de su copista entre el calendario de la era hispánica, que parte del año 38 d. de C., con el de la era cristiana. Es probable, en consecuencia, que el año 1368 se corresponda con el de la era cristiana y no la hispánica. volver
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