Gazeta de Antropología, 2017, 33 (2), artículo 07 · http://hdl.handle.net/10481/54675 Versión HTML
Recibido 22 diciembre 2017    |    Aceptado 22 diciembre 2017    |    Publicado 2018-02
La reforma del pensamiento sociológico
The reform of sociological thought





RESUMEN
Morin expone un conjunto de directrices que permitirían una reforma del pensamiento sociológico. Entre ellas destacan las siguientes: superación del modelo de cientificidad determinista, mecanicista y reduccionista; asunción de una concepción dialógica, sistémica y organizacional de la relación individuo-sociedad; vinculación de la sociología con el resto de las ciencias humanas, la filosofía, la historia y la literatura; reconocimiento de la naturaleza multidimensional de los fenómenos sociales; y reconocimiento del sociólogo como ensayista y autor.

ABSTRACT
Morin exposes a set of guidelines that would allow a reform of sociological thinking. Among them the following stand out: overcoming the model of deterministic, mechanistic and reductionist scientism; assumption of a dialogical, systemic and organizational conception of the individual-society relationship; linkage of sociology with the rest of the human sciences, philosophy, history and literature; recognition of the multidimensional nature of social phenomena; and recognition of the sociologist as essayist and author.

PALABRAS CLAVE
sociología | ciencias humanas | cientificidad | epistemología
KEYWORDS
sociology | human sciences | scientificity | epistemology


 El problema de la cientificidad

Según el tópico, la sociología se convirtió en ciencia al emanciparse de la filosofía y apropiarse de los métodos desarrollados por la física. En realidad, la cientificidad de la sociología solo puede ser insuficiente: por una parte, la experimentación en el laboratorio es materialmente inaplicable a la sociedad y, por razones deontológicas, no podría practicarse sobre los individuos; por otra parte, la imposibilidad de reproducir de manera exacta una experiencia o una situación sociológica dada impide cualquier verificación empírica; por último, resulta imposible establecer leyes sociológicas que sean universales, precisas y exactas como lo son las leyes de la gravitación o las del electromagnetismo.

Además, el modelo de cientificidad determinista, mecanicista y reduccionista adoptado en sociología está hoy superado. En la actualidad, las ciencias físicas dejan sitio a la aleatoriedad, las bifurcaciones, las singularidades y las complejidades, mientras que la sociología permanece fiel al viejo modelo que considera la sociedad como una máquina determinista trivial y a los individuos como cretinos sociales compartimentados en clases, estatus, roles y otros habitus.

Más aún: esa cientificidad insuficiente y ya superada es en sí misma mutiladora. El desconocimiento de la aleatoriedad y de la bifurcación, en la actualidad reconocidas en la historia física y biológica, aplana y desfigura la historia de las sociedades humanas; la expulsión del hombre, rechazado como tal por el tratamiento “científico” como si fuese un desecho, conduce a lamentables cegueras. La eliminación del problema de la comprensión, es decir, de la aprehensión subjetiva de unos sujetos por otros sujetos, genera una inteligencia tuerta; por último, existe una debilidad epistemológica en la negativa del sociólogo a bajarse de su trono casi divino para examinarse a sí mismo en su hic et nunc sociológico (como cualquier individuo, el sociólogo no solo es una pequeña parte dentro de un todo social, sino también un elemento singular que lleva en su interior la huella de todo aquello de lo que forma parte).

Llegamos a esta paradoja: cuanto más obedece el sociólogo a una concepción mecanicista, mutilada y arbitraria, más se atribuye el monopolio de la cientificidad; pretensión radicalmente anticientífica puesto que la cientificidad no es una propiedad de los sujetos ni de las teorías, sino de una regla de un juego colectivo que conlleva enfrentamiento entre teorías rivales.

 

Clausura y compartimentación

La institución de la sociología en el conjunto de las ciencias humanas permitió reconocer a la sociedad como objeto de estudio específico. Pero la ruptura con la filosofía y el cierre de la sociología, incluso con respecto a las otras ciencias humanas, han fragmentado la complejidad antroposocial y han aislado a la sociedad como un sistema cerrado, separado de la historia y de la psicología; han conducido al sociólogo, privado de la reflexividad filosófica y dotado con su única formación profesional, a un empobrecimiento intelectual y cultural que lo hace incapaz de captar las interacciones entre sociedad e individuos, entre sociología y no-sociología, e incapaz de situar los datos sociológicos en el tiempo histórico.

Además, las especializaciones dentro de la sociología (sociología del trabajo, sociología rural, sociología de la religión, sociología del ocio, sociología de los medios de comunicación, etc.) han supuesto una compartimentación interna que destruye la naturaleza multidimensional y la complejidad de las realidades sociales, y esta compartimentación impide cualquier posibilidad de concebir la sociedad como un todo conformado como unitas multiplex. De ese modo, la sociología general no es ya el conocimiento de un sistema complejo y multidimensional, sino que se convierte en una especie de saco vacío, es decir, en una teoría abstracta en la que se disuelven tanto el sistema como lo complejo y multidimensional. Nos encontramos atrapados en una alternativa perversa: sociología fragmentada o sociología abstracta. Por un lado, las investigaciones compartimentadas y sin horizontes, por otro, las teorías abstractas y racionalizadoras.

 

La reforma del pensamiento sociológico

La reforma del pensamiento sociológico es necesaria. Dicha reforma conlleva tanto el pleno empleo de una cientificidad que no esté desfasada ni sea mutiladora, como el reconocimiento de la posibilidad de un conocimiento no estrictamente científico. Debe llevarse a cabo en seis frentes.

1. Acceder al conocimiento epistemológico que corresponde a los desarrollos contemporáneos de las ciencias. Es decir:

- Sustituir el principio determinista-mecanicista por un principio dialógico en el que orden, desorden y organización se encuentran en una relación tanto de complementariedad como de antagonismo, y en el que los devenires están sujetos a aleatoriedades, inestabilidades y bifurcaciones.

- Sustituir la alternativa reduccionismo/holismo (ciegos ambos, el primero a los sistemas y el segundo a las partes constituyentes de estos) por una concepción sistémica que integre las complejas relaciones entre las partes y el todo.

- Reconocer las autonomías a partir de los conceptos de sistema abierto y de auto-eco-organización.

- Reconocer la causalidad recursiva compleja en la relación entre individuos y sociedades, así como las causalidades recursivas entre lo sociológico, lo político, lo económico, lo demográfico, lo cultural, lo psicológico, etc.

- Integrar al sujeto que observa y conceptualiza (al sociólogo) en su observación y conceptualización.

- Reintegrar la síntesis y la reflexión filosófica en el trabajo sociológico.

A partir de esos desarrollos, la sociedad aparece como un sistema auto-eco-organizador no trivial.

2. Establecer objetos sistémicos en los que articular conocimientos disjuntos (1).

Se trata de llevar a cabo un proceso de la misma naturaleza que el realizado por varias ciencias las cuales no tienen ya como objeto de estudio una parcela arbitraria recortada del tejido ántropo-social, sino un sistema complejo.

Así, la ecología tomó como objeto a los ecosistemas y, más ampliamente, a la biosfera: los ecosistemas son autoproducidos y autorregulados por interacciones entre un biotopo (condiciones geográficas, geológicas, físicas y climáticas del medio natural) y una biocenosis (vegetales, animales, unicelulares). La ciencia ecológica congrega habilidades de varias disciplinas diferentes. Pero no por ello el ecólogo, que es policompetente, acumula en su cabeza el saber de las disciplinas a las que recurre, sino que articula los conocimientos de importancia estratégica y recurre a los saberes de las disciplinas implicadas en sus estudios. Del mismo modo, las ciencias de la Tierra tienen ahora como objeto un sistema complejo en devenir, el planeta, y la reorganización cognitiva así realizada permite que se articulen entre sí disciplinas (geología, climatología, vulcanología, sismología, etc.) que hasta entonces no se habían comunicado. Más ampliamente, la astronomía se ha convertido en cosmología y esta tiene como objeto de estudio un cosmos singular del que interroga sobre sus orígenes, su sustancia física, su evolución, su futuro… En fin, la ciencia de la Prehistoria, al tomar como objeto de estudio el multidimensional proceso de hominización (genética, anatómica, sociológica y luego cultural), se convierte en la primera ciencia humana que toma como objeto un proceso auto-eco-organizador complejo. La sociología también podría y debería encontrar su objeto sistémico, en el que se articularían entre sí los conocimientos separados y compartimentados en las subdisciplinas y en el resto de ciencias sociales. La teoría no buscaría ya concebir un sistema social abstracto, sino concebir el carácter auto-organizador y autoproductor de las sociedades.

3. El objeto de la sociología no puede clausurarse.

Es importante establecer o restaurar las comunicaciones-articulaciones con las otras ciencias humanas, a fin de considerar el complejo ántropo-sociológico (este, a su vez, arraigado en una toba biofísica) dentro del cual el sistema social es tanto dependiente como autónomo. Al mismo tiempo, se trataría de establecer las comunicaciones con las otras dimensiones internas del fenómeno social (económica, demográfica, comunicacional, mitológica, etc.).

4. Al mismo tiempo, se trata de reconocer la dimensión vivida en el mundo de la vida (Lebenswelt), donde la vida cotidiana y la vida a secas son inseparables.

Esto requiere complementariamente no disolver, sino reconocer a los individuos-sujetos. El reconocimiento de la subjetividad humana necesita un conocimiento que combine explicación (conocimiento de un objeto como tal, como objeto) y comprensión (conocimiento de un sujeto mediante proyección-identificación).

5. Lo anterior nos lleva a abrir el pensamiento sociológico a la literatura, sobre todo a la novela.

La novela del siglo XIX, con Balzac, Stendhal, Maupassant, Flaubert, Daudet, Zola, Dickens, Tolstoy, Dostoievski, nos proporciona de la vida social un conocimiento que no se encuentra en las encuestas ni en los trabajos sociológicos. Cabe señalar que la obra literaria de Marcel Proust desborda por todas partes lo mundano para sumergirse en las profundidades del mundo ántropo-socio-histórico. Toda gran novela supone la constitución de un mundo paralelo, el cual interfiere con nuestro mundo, no solo a partir de una enorme cantidad de observaciones, sino también de una secreción mental que hace surgir y desarrollarse a modo de ectoplasma un universo socio-histórico concreto compuesto por individuos-sujetos concretos. La novela es un modo de conocimiento que, en lugar de disolver lo concreto y lo singular, permite ver el conjunto y lo general a partir de lo singular concreto. Hay que precisar que no se trata de leer una novela con las gafas a priori del sociólogo que va a encontrar en ella la confirmación de su teoría determinista y destructiva: se trata de descubrir las riquezas que la sociología no puede producir, pero que podría integrar o asimilar. La novela no es solo un objeto menor para la sociología; es portadora de sociología.

Aquí el conocimiento sociológico no es ya solo un conocimiento científico stricto sensu; incorpora otros modos cognitivos; se propone el pleno empleo y la conjunción de múltiples modos cognitivos.

6. Restaurar un pensamiento.

La sociología parcelaria y abstracta se instaló en una banda media, en un middle-range, desde donde perdió de vista lo concreto, los acontecimientos, los fenómenos, la vida cotidiana y el presente, a la par que los grandes problemas ántropo-sociales. Como reiteradamente hemos propuesto e intentado, y este artículo es testimonio de ello, se trata tanto de reencontrar los problemas de una teoría fundamental como de interrogar al presente inmediato, incluido al acontecimiento.

 

El autor

Dado que en cualquier sociología la cientificidad es parcial e incompleta, todo sociólogo es en parte científico y en parte ensayista. Todo sociólogo es de hecho un autor que firma sus libros y artículos y que se compromete personalmente en ellos.

Autores y ensayistas fueron y son Max Weber, Gurvitch, Friedmann, Aron, Touraine, Boudon, Crozier y, por supuesto, el sociólogo-diafoirus (2) que se cree en posesión del monopolio de la cientificidad cuando en verdad no es más que un ensayista arbitrario.

El sociólogo debe asumir plenamente la calidad y la insuficiencia que el término “ensayista” contiene: solo puede intentar alcanzar un conocimiento pertinente, y debe intentarlo asumiendo riesgos intelectuales.

El sociólogo debe aceptar la limitación inherente al término “autor”, pero al mismo tiempo debe asumir la misión que este término conlleva: comprometerse personalmente en su interrogación de los fenómenos y los acontecimientos; aventurarse en su diagnóstico y su pronóstico; problematizar de manera crítica lo que parece obvio y natural; movilizar su conciencia y su reflexión de ser humano y de ciudadano; elucidar sus apuestas intelectuales. Tanto debe buscar y utilizar datos fiables y verificables como desarrollar un pensamiento personal. En lugar de refugiarse en una jerga anónima que cree científica, debe comprometerse en su escritura singular y así afirmarse plenamente como autor.

 

Los tres retos

El sociólogo, en esas condiciones, debe enfrentar tres retos.

1. Si, como creemos, la sociología debe asumir a la vez una vocación científica y ensayística, el sociólogo debe asumir las dos culturas en las que participa: la cultura científica y la cultura humanística (filosófica y literaria), y debe responder al desafío de la desmembración y el antagonismo entre esas dos culturas. De la misma manera, podría desempeñar un papel clave en la muy necesaria comunicación y fecundación mutua entre esas dos culturas.

2. El segundo reto es el de la complejidad ántropo-social. La simplificación, reducción y mutilación cognitivas no solo son impertinentes, sino incluso grotescas; inducen decisiones y políticas ciegas a las necesidades de la sociedad y sordas a las necesidades y los sufrimientos de los ciudadanos. El sentido y el método de la complejidad conducen necesariamente a una concepción ántropo-sociológica en la que se articulan todas las dimensiones disjuntas en las disciplinas compartimentadas de las ciencias humanas, y conducen no menos necesariamente a reconocer el mundo concreto de la vida cotidiana y los problemas concretos de los individuos.

3. El tercer reto, que se desprende de los dos anteriores, es el de la refundación: la conciencia de la complejidad desemboca en la toma de conciencia del indispensable cambio de paradigma en las ciencias humanas. Así, la reforma del pensamiento conduce a la refundación de la sociología y le abre a esta un nuevo comienzo.

La ciencia clásica había desintegrado las nociones de cosmos, naturaleza, vida, singularidad, individualidad, hombre, sujeto. Los avances de la ciencia astrofísica han resucitado el cosmos, los avances de la ciencia ecológica han resucitado la naturaleza, los avances de la biología resucitarán pronto la vida. Las ciencias humanas han de resucitar al hombre, que prematuramente han enterrado, y al sujeto, que pura y simplemente han negado, cometiendo así el peor de los errores subjetivistas.

La sociología mecanicista, determinista, compartimentada, reduccionista, cuantitativista y encuestista había desencantado el mundo social; una sociología refundada descubre en el mundo social la complejidad, la riqueza, la belleza, la poesía, la crueldad, el horror: en definitiva, la vida y la humanidad.

 


 

Notas
 
Este texto fue publicado originariamente en 1997 en los Cahiers de l’Imaginaire (nº 14-15, pp. 15-19) y veinte años después, en 2017, en la sección “Classiques” de la revista Sociétés (nº 136, pp. 101-106). Agradecemos a Edgar Morin su gentil autorización para traducirlo al español y publicarlo en Gazeta de Antropología.
 

1. Interpreto y traduzco así, con el fin de facilitar al lector la comprensión de la idea, la siguiente frase de Morin: “Óperer un remembrement sytématique”, que literalmente sería “Efectuar una concentración parcelaria sistemática”. [N. del T.]

2. Diafoirus es el apellido de dos personajes de El enfermo imaginario, última de las comedias escritas por el dramaturgo francés Molière, que fue estrenada en 1673. El señor Diafoirus y su hijo Tomás son dos médicos pedantes, petulantes y sabelotodo, que se valen de latinismos y de una terminología complicada para ocultar su carencia de saber. [N. del T.]


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