Artículos

A
r
t
í
c
u
l
o
s

 

E
d
i
t
o
r
i
a
l

 

E
t
n
o
g
r
a
f
í
a
s

V
i
s
u
a
l
e
s

 

E
n
t
r
e
v
i
s
t
a
s

 

V
i
d
e
o
s

 

R
e
s
e
ñ
a

d
e

L
i
b
r
o
s

 

L
i
n
k
s

 

C
o
n
t
a
c
t
o


 



A
n
t
e
r
i
o
r
e
s



 
























































Carmen Gloria Godoy

Introducción

Este trabajo surge de una inquietud personal relacionada con la Unidad Popular. Me refiero a las imágenes que durante el gobierno de los militares fueron utilizadas para remitir a ese breve pero intenso período de nuestra historia, y que circulaban especialmente en los medios de comunicación escritos, esto es, prensa y revistas de carácter oficialista. En principio, se trata de una serie de fotografías que corresponden al discurso oficial que se elaboró sobre el pasado reciente a partir de septiembre de 1973, y que reforzaron el carácter puramente negativo que aquel y los sectores que apoyaron el Golpe, le atribuyeron a los casi tres años de vida de la Unidad Popular. Mi inquietud apunta a la instalación de un imaginario sobre el pasado reciente que se despliega discursivamente y que surge de la resignificación de la experiencia de la UP en términos políticos, sociales y culturales, y que no sólo fue traducido a una fotografía de la época, sino a elementos del presente dictatorial, ya sea material o inmaterial. La ausencia de color en esas fotografías no obedece únicamente a una carencia técnica, sino a una estrategia en la construcción del olvido, la proyección de una sombra que oscureciera la memoria del período anterior al golpe de Estado.

Sabemos que la memoria puede ser escenificada y uno de esos escenarios es el de la política. Existen políticas de la memoria que son definidas con o en contra del poder, y a partir de la cual la sociedad elabora sus memorias y sus olvidos en un proceso de carácter intersubjetivo, caracterizado más por el conflicto que por el consenso en la interpretación de los acontecimientos (Lechner, 1992: 66). Un proceso que durante los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia fue un tema de debate y sobre el cual se emprendieron diversas acciones, y que vuelve a ser discutido ante las producciones audiovisuales que abordan el golpe de Estado y el pasado dictatorial como Machuca (2004), Tony Manero (2008), Post-mortem (2010), en el caso del cine.

Mientras encontramos producciones televisivas que lo hacen a través de la representación de la vida familiar en Los 80 (UCTV, estrenada en 2008) y de la labor de la Vicaría de la Solidaridad en Los Archivos del Cardenal (TVN, 2011).

La dictadura militar que se mantuvo en el poder durante diecisiete años, dejó en la sociedad chilena no sólo las huellas del autoritarismo, la represión y la violación de los derechos humanos, sino también la implantación de un modelo económico de carácter neoliberal, cuyos efectos traspasan el ámbito puramente económico. Los significados de la política, la democracia y la libertad, sufrieron una profunda modificación en función de dicho modelo, justificándolas como parte de un proyecto de orden nacionalista que decía ‘retomar’ el camino de la tradición y valores propiamente chilenos, ‘abandonados’ por el gobierno de la Unidad Popular, según lo expresado en la Declaración de Principios de la Junta de Gobierno de 1974. La voluntad del régimen militar por refundar la nación, y el aparato comunicacional y educacional que puso en funcionamiento para lograrlo, implicó la apropiación y resignificación de los símbolos nacionales. Lo chileno fue asimilado a los valores de un sector; lo ‘popular’ desde esta perspectiva, denotaba división, odiosidad, resentimiento, lucha de clases. Lucha que en último término fue definida como falsa, ya que la verdadera lucha debiera residir en la defensa de los valores nacionales.

En este sentido, como mencioné en un comienzo, me interesa reflexionar sobre cómo a partir de esa voluntad refundacional se genera un imaginario amplio sobre el caos y la violencia cuyo referente es la Unidad Popular, y que como todo imaginario es una proyección mental que no reproduce lo real, pero que sin embargo induce a pautas de acción que operan en la realidad histórica.

 
2
<<  Ô  >>
 


















































































 

Mediante el discurso de la refundación nacional se pretendía legitimar el Golpe y las acciones posteriores, pero para ello también se hizo necesaria la resignificación del pasado reciente como experiencia traumática -la transmisión de una narrativa como dice Elizabeth Jelin (2002:39) -, y el miedo como freno a cualquier posibilidad de cambio. El miedo “quedó impregnado en la piel” de todos los involucrados, los que lo vivieron como liberación o como derrota. De tal forma que en la memoria colectiva, el Golpe de Estado constituye “un lugar de cruce de relatos (…) un espacio de experiencias colectivas que, vividas con diferentes sentidos e incluso constituidas en memorias y relatos diferentes, provocan un relato común, un cierto entendimiento común de lo ocurrido” (Bengoa, 2006:111).

Cuando a comienzos de los años ochenta se intensificaron las movilizaciones sociales, una cuidadosa selección de imágenes de la Unidad Popular aparecieron nuevamente para hablar de la crisis social, como una amenaza, una velada advertencia de lo que podía suceder cuando un gobierno no era ‘fuerte, autoritario’ y reprimía con firmeza si era ‘necesario’. Así también con ocasión del plebiscito del año 1988, que consultaba sobre la permanencia de Augusto Pinochet U. en el poder, se planteaba como disyuntiva el retorno al pasado o la proyección del país hacia el futuro. El pasado estaba representado en la Unidad Popular. La tensión se producía entre el Chile de Ayer y el del Presente (el presente dictatorial). La amenaza concreta era el retorno al pasado de la Unidad Popular, no a otro período histórico.


Imagen 1. Campaña del Sí. Fuente: http://www.tvn.cl


 
3
<<  Ô  >>
 





























 
 

Más allá de los diversos factores e intereses políticos y económicos, nacionales e internacionales involucrados en la generación de esta imagen, lo que considero inquietante es su capacidad de movilización hasta el presente cuando se trata de puntualizar situaciones peligrosas para la convivencia ‘nacional’, ya sean de carácter político, social o económico. La aprobación de la ley de divorcio en el 2004, la movilización de los estudiantes secundarios durante el año 2006 y en el año en curso, los reclamos frente el plan de transporte público –Transantiago- a comienzos del 2007, comparten entre sí el hecho de todavía constituir amenazas para algunos sectores sociales: desorden en las calles, desorden moral, ineficiencia e ineptitud. Sólo a modo de ejemplo, cito opiniones recogidas en dos foros de internet sobre el nuevo sistema de transporte urbano, Transantiago, manteniendo la escritura original en su forma y contenido. Quienes acceden a internet y la forma de utilización de estos espacios para expresar opiniones es parte de otra discusión:

“Me sorprende la presidenta que gastemos 12 millones y luego ponga 15 millones más para salvar el transantiago (…) realmente es una vurla a todo los ciudadano de nuestro país, si estuvieran en la colonia serian traidores a la patria, pobre proceres de chile como se deben revolcar de rabia por los manejo de este país y ademas estamos volviendo a la unidad popular 1973 (…)”. (Blog: En tu ciudad. Ser urbano y ser humano. Nombre de la discusión “Transantiago hoy”, iniciada el 10 de febrero de 2007)

El segundo caso se trata de un foro del portal de Terra sobre un posible cambio en el gabinete de la entonces Presidenta, Michelle Bachelet. Allí se recoge esta suerte de diálogo que vuelve sobre el mismo tema:

“(…) gracias a dios no vivi en golpe de chile en el año 73 pero se lo que paso este pais (…)”  (29/03/2007 - 12:29:08) “¿Pero de que esta hablando Ud.? Ud. dice que no vivió el golpe pero sabe lo que ocurrió. Entonces tal vez estemos los dos de acuerdo que algo más terrible que el golpe mismo fue la unidad popular "UP”(…) Pero agradezca a Dios que no vivio la unidad popular y que esta fue detenida a tiempo, porque si hubiese sido así, tal vez ya no seriamos hombres libres, si no que solo temerosos esclavos” (30/03/2007 - 14:24:12) “(…) mi opinion es que sólo las cosas se mejoran con cambio de ministro, sino que hace falta un cambio de gobierno; porque esto ya no tiene solución y mucha gente vemos con tristeza, que estamos volviendo  a la misma violencia y sublebacion del pueblo de los año 72,73”(…) (30/03/2007 - 09:47:21) (Blog del columnista José Miguel Izquierdo. Columna del 28 de marzo de 2007, “Dudas sobre el nuevo gabinete”)

Podríamos hacer un recorrido por las distintas expresiones de este imaginario una vez que se instalan los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia. Pero me concentraré en el proceso de instalación y las características de ese imaginario.

La memoria del pasado reciente: guerra y purificación.
 
Como plantea Elizabeth Jelin, en los relatos de las dictaduras del cono sur los militares aparecen como salvadores ante la amenaza que en los setenta –en el marco de la Guerra Fría- representaba para ciertos sectores políticos el comunismo (marxismo internacional o imperialismo soviético, como lo llamaba Pinochet) y el caos generado por ‘el enemigo extranjero’ (Op.cit.: 42).

 
4
<<  Ô  >>
 


















































 

En el proceso temprano de construcción y formalización de una memoria sobre la Unidad Popular, la memoria de quienes apoyaron el Golpe, nos encontramos con agentes o emprendedores de la memoria que no tienen necesariamente un carácter estatal.

Jelin utiliza la noción de ‘emprendedores de la memoria’ para referirse a quienes se expresan e intentan definir el campo de luchas por la memoria, señalando que “la gestación de una cuestión pública es un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo, y que requiere energías y perseverancia. Tiene que haber alguien que lo promueve, que empuja y dirige sus energías al fin deseado” (Op. Cit.: 49). Los ‘emprendedores de la memoria’ buscan “el reconocimiento social y de legitimidad política de una (su) versión o narrativa del pasado. Y que también se ocupan y preocupan por mantener visible y activa la atención social y política sobre su emprendimiento” (Ibíd).  Estos actores son diversos y en su acción está implícito un uso político y público de la memoria, y en el que se debe distinguir los ‘buenos’ y ‘malos’ usos. Siguiendo a Tzvetan Todorov, Jelin plantea que los grupos humanos pueden “recordar un acontecimiento de manera literal o de manera ejemplar. En el primer caso, se preserva un caso único, intransferible, que no conduce a nada más allá de sí mismo. O, sin negar la singularidad, se puede traducir la experiencia en demandas más generalizadas. A partir de la analogía y la generalización, el recuerdo se convierte en un ejemplo que permite aprendizajes y el pasado se convierte en un principio de acción para el presente” (Op. Cit.: 50).

La problemática que estoy analizando se relaciona con la ejemplaridad de los sucesos que deben ser recordados, sobre los cuales hay que construir la memoria y transmitirla a manera de relato, también ejemplarizador. Y es lo que encontramos en una de las publicaciones posteriores al Golpe.

Un texto del año 1974, denominado La Guerra de las Mujeres, relato testimonial escrito bajo la forma de una novela histórica que narra la paulatina conformación del autodenominado Poder Femenino, organización de tendencia derechista creada durante el gobierno de la Unidad Popular por mujeres pertenecientes en su mayoría a los sectores más conservadores de la sociedad chilena –algunas con militancia política- que cobró notoriedad por realizar marchas, protestas y manifestaciones de todo tipo como expresión de su descontento y rechazo al gobierno. Escrito por María Correa Morandé, constituye un valioso documento de la época en distintos sentidos. En sus palabras subyace un imaginario femenino y masculino de carácter tradicional, que justificaría la acción organizada de las mujeres que adhieren a la oposición, como parte de una lucha contra el ‘marxismo’ y en defensa de la patria.

Una voz femenina, deducimos,  nos conduce a través de las experiencias y emociones  de las mujeres que protagonizan estos hechos en un estilo bastante dramático –sobre todo al describir los enfrentamientos en las calles con la policía y los adherentes al gobierno-, recordándonos constantemente que se trata de una situación límite en la que se está probando no sólo la fortaleza de los personajes, sino de todos los chilenos. Precisamente, una de las acciones realizadas por este grupo, que tuvo mayor trascendencia histórica fue la “marcha de las cacerolas” (diciembre de 1971), verdadero hito –quiérase o no en lo que respecta a las manifestaciones femeninas de carácter masivo- que marcó simbólicamente el período a partir de la imagen de estas mujeres marchando por la calle con una olla, sartén o cualquier otro utensilio de cocina como muestra de repudio al desabastecimiento de productos básicos. (Imagen que paradojalmente reaparece varios años después, pero esta vez en la figura de las mujeres opositoras a la dictadura).

 
5
<<  Ô  >>
 

















































 


Imagen 2. La marcha de las cacerolas. Fuente: Emilio Filippi-Hernán Millas. Anatomía de un fracaso.  La experiencia socialista chilena.

La movilización no daba cuenta –a pesar de contar con el apoyo de mujeres de sectores medios y populares- de las causas de los problemas de desabastecimiento y escasez, y sus contenidos no expresaron evidentemente, que esta movilización se enmarcaba en un plan más extenso de desestabilización del gobierno constitucional.

Las mujeres del Poder Femenino se manifestaban ruidosamente, empuñando la escoba, el sartén o bien la cartera llena de piedras, resistiendo al ‘enemigo’ en las calles. Contrastemos con información de un medio de oposición de la época:

“En este último lugar [Plaza Vicuña Mackenna a un costado de la Biblioteca Nacional] estalló la batalla: un número de mujeres que fue estimado por los organizadores en cien mil, y que para el Presidente Allende “fueron bastantes”, decidieron sobre el terreno modificar el recorrido y dirigirse por la Alameda hasta Plaza Bulnes. Llevaban ollas, canastas, sartenes y otros utensilios de cocina, los cuales hacían sonar con entusiasmo, a los gritos de “la izquierda unida nos tiene sin comida. Desde el cerro Santa Lucía surgieron  los grupos de choque de las brigadas Ramona Parra y Elmo Catalán, las cuales –por defender al régimen- emplearon sus clásicas armas contra las mujeres. Pero el desfile femenino estaba defendido en la vanguardia, retaguardia y flancos con el apoyo de las juventudes del PN y DC y miembros de Patria y Libertad. Las juventudes democratacristianas se atribuyen la victoria al obligar a los contra manifestantes a retroceder hacia el cerro, y además por haber salvado a mujeres del PR, que estaban en la sede de la calle Lastarria, las que eran atacadas por elementos de Patria y Libertad”. (“El diálogo o las armas”. Revista Ercilla  N° 1.889, 8 al 14 de diciembre  1971, p.11)

 
6
<<  Ô  >>
 



















































 

Hay un elemento que es fundamental respecto a estas manifestaciones. El escenario donde transcurre La Guerra de las Mujeres es la ciudad de Santiago convertida en campo de batalla, donde la tensión crece gradualmente hasta convertirse en un enfrentamiento cotidiano, y donde lo que se pone en juego es la sobrevivencia de la nación. La intervención de los militares, invocada por estas mujeres, es considerada como un hecho providencial y el bombardeo al Palacio de La Moneda, como un verdadero acto de purificación absolutamente necesario para exorcizar el ‘mal’ que se apoderaba de la sociedad chilena de ese entonces. Su aspiración es restituir el ordenamiento social tradicional, y para ello apelan a lo simbólico; hacen uso de elementos que son comunes al conjunto de los individuos que forman la nación chilena, como la bandera y el himno nacional, y mediante esa operación establecen el límite entre los “verdaderos chilenos” y los “falsos chilenos”. Operación que no podría tener éxito si no contaran como clase social con un capital simbólico acumulado, esto es la legitimidad que les concede llevar la historia inscrita en el cuerpo (como cuerpo social): constituir verdaderos/as actores/as de la historia nacional.

Desde la perspectiva que subyace en el texto narrado, el conflicto social es interpretado como una crisis moral y el bombardeo a la sede de gobierno como el producto de una acción enérgica, eficiente y decidida, en la que los militares eliminan al enemigo de forma certera, sin dudas. Finalmente ‘el hombre chileno’ se deja ver en todos los ‘soldados de la Patria’ que sacrifican la sede de gobierno para su purificación mediante el fuego y el agua, expiando las culpas acumuladas en años de vida política. Como se aprecia en este párrafo.


“Los soldados de Chile respondían una vez más con la misma eficiencia con que otrora marcaron el triunfo en cien campos de batalla a lo largo de la historia.
El Palacio de la Moneda quedó vacío, como un inmenso cascarón, sin que se dañara siquiera la hermosa estructura exterior.
Pareció una obra de magia”.
(Correa 1974: 201)

Por oposición a esta figura masculina heroica y honorable, se encuentra la de los ‘otros’ hombres. La distinción se establece por opción política sobre la base además de una serie de estereotipos que son ordenadas a partir de la oposición chileno/no chileno. Los hombres que tienen algún vínculo con la Unidad Popular son descritos en términos negativos, y estos generalmente se traducen en características físicas, que en definitiva designan una diferencia social. Y precisamente es a través de la apariencia física de los miembros de organizaciones de izquierda o incluso sólo simpatizantes de la Unidad Popular, que se expresan temores y prejuicios a partir de estereotipos que terminan por construir una identidad para los ‘comunistas y marxistas’, como enemigos fundamentales de la sociedad y de la Nación chilena. Recordemos que una vez creados, los estereotipos difícilmente pueden ser modificados ya que tienden a perpetuarse en el tiempo.

Una nación en ruinas: “¡Chile es y será un país en libertad!”.

El imaginario de la Unidad Popular tiene antecedentes previos a septiembre de 1973. Podríamos decir que se viene fraguando desde el momento que Salvador Allende asumió el mando del gobierno.

 
7
<<  Ô  >>
 




























































 

Una imagen de descomposición y crisis que sería acentuada durante los últimos meses de su gobierno. En este sentido Azún Candina, plantea que la conmemoración del 11 de septiembre puede ser entendida como una “instalación”, esto es, como una interpretación de los hechos y su conmemoración realizada por determinados grupos, “mediante las convocatorias a actos públicos, las publicaciones y el debate político y social, actuando no sólo en la conmemoración de un Nosotros que conoce la verdad, sino para instalarla en la memoria de los Otros, sean los diferentes o los antagónicos. [El gran objetivo] es convertirse en la interpretación unívoca de la historia político-social de Chile” (Candina, 2002: 12). Efectivamente, casi inmediatamente producido el Golpe de Estado, lo que surge es una necesidad imperiosa de ‘reconstrucción’, tal como señala El Mercurio en su edición del 13 de septiembre de 1973:

“Hacia la Recuperación Nacional

(…) Tanto la opinión pública nacional como la extranjera habían llegado a la evidencia de que Chile entraba en un proceso fatal que debía llevarlo a la dictadura marxista o a la guerra civil (…) Se abren perspectivas de recuperación mediante un intenso y disciplinado esfuerzo que restablezca el hábito del trabajo, normalice las faenas, detenga la destrucción del patrimonio nacional y reinicie el proceso de capitalización indispensable al futuro bienestar. (…) El país ha vivido virtualmente al margen de la Constitución y absorbiendo grandes dosis de ideología extranjera acompañada de también de guerrilleros extranjeros. A nadie puede sorprender que el remedio a tan desesperada situación sea de carácter extraordinario y se le administre proporcionadamente a la violencia que opone el mal antes de ser dominado. En medio de las dificultades, lo único que reclama el patriotismo es trabajo, espíritu de solidaridad y colaboración para el establecimiento del orden institucional".

De lo anterior se desprende que se ha cerrado un período negativo en todos los sentidos y se abren nuevas perspectivas para el desarrollo del país. Las medidas tomadas  y la forma en que fueron ejecutadas no son cuestionadas en absoluto. La sociedad descrita está estancada, no se trabaja, no hay producción, el patrimonio es destruido, etc. La solución a estos males radica en la adhesión al patriotismo: el trabajo, la solidaridad, la colaboración anónima, llevarán al orden. La muerte de Salvador Allende, de acuerdo a ese marco de interpretación, sella el acto realizado: el sacrificio de La Moneda. Ahora bien, en el contexto del imaginario de la Unidad Popular, y como vimos en el apartado anterior, los sucesos del 11 de septiembre aparecen como necesarios, y se remiten fundamentalmente al ataque a La Moneda como un lugar que es recuperado a pesar de la destrucción del edificio. La resistencia en su interior, como en el resto de la ciudad no se nombra, los muertos tampoco, y bruscamente la mirada se torna hacia el presente. De esta forma, la reconstrucción y luego refundación de la nación, requirieron de un trabajo material, pero también de uno simbólico. El Golpe de Estado es leído por el sector que lo propicia, como un acto de tono heroico, una gesta épica en la que se ponía en juego la sobrevivencia del país y sus habitantes.

Estos son precedentes claves para comprender la mirada que fue proyectada hacia el pasado reciente. La Unidad Popular es transformada en un referente histórico-simbólico de aquello a lo cual no se debía  retornar, asimilándolo implícitamente a una suerte de estado evolutivo inferior. Para construir dicho referente se hace uso de un repertorio de fotografías publicadas en la prensa, que retratan las manifestaciones callejeras, las largas colas en los lugares de abastecimiento, el humo resultado de las bombas lacrimógenas, las barricadas, la suciedad... el desorden y luego el caos, asociado a un enemigo extranjero: el marxismo, lo no-chileno.

 
8
<<  Ô  >>
 



















 





























 


Imagen 3: detalle titular La Patria, edición 11 de octubre de 1973.


Imagen 4. detalle El Mercurio, edición 18 de septiembre de 1973.

 
9
<<  Ô  >>
 
















































 

Pero cuando hago énfasis en la oscuridad, en el blanco y negro de las imágenes, no me refiero sólo a una cuestión técnica, sino a la fotografía como la ilusión de verdad, según plantea Victoria Langland. La autora señala que ésta puede constituirse como falsificación, “aunque produzca la ilusión de verosimilitud”, ya que las imágenes utilizadas generan impacto en quien las observa, de tal forma que le otorgan verosimilitud a lo que se está narrando.

Podemos observar esto si nos situamos en septiembre de 1981, un año después de que se realiza el plebiscito, las imágenes del pasado oscuro de la Unidad Popular emergen para constatar los avances del presente y regocijarse del futuro que se abre con un nuevo período: 1981-1989.  Volviendo a la noción planteada por Jelin, y aplicada por Candina, diversos emprendedores de la memoria –instituciones y personas naturales- van a complementar la propaganda oficial sobre la autodenominada Liberación Nacional manifestando su apoyo al Gobierno. Con distintas denominaciones apelan a un mismo contenido, una suerte de oposición entre  barbarie y civilización, en la que la primera corresponde al período de la Unidad Popular –extendiéndose, al menos en el aspecto económico a años anteriores- y la segunda al nuevo régimen. Una inserción denominada Chile Ayer-Hoy presenta, imágenes de la Unidad Popular que muestran suciedad, violencia y caos en las calles de la ciudad. Imágenes que se extienden a los campos y que en su conjunto son comparadas con el orden, limpieza y paz del presente gracias a la acción del gobierno militar.


Imagen 5: Inserción El Mercurio, 11 de septiembre de 1981.

 
10
<<  Ô  >>
 
























































 


Imagen 6. detalle inserción.

"Chile AYER- Un pasado que no debemos olvidar HOY- Un presente que debemos cuidar".

Con la irrebatible fuerza de los testimonios concretos esta gráfica confrontación entre pasado y presente resume el camino recorrido por Chile en los últimos ocho años. Hay aquí una síntesis del duro sendero que nos condujo del caos al orden; del odio a la solidaridad; de la incertidumbre a la esperanza; de la división a la unidad; de la frustración a las realizaciones individual y colectiva, y del desquiciamiento a la consolidación de la Patria. Un necesario  latigazo visual, tan doloroso como estimulante, para que jamás ocurra que las cosas “por sabidas se callen y por calladas se olviden (Inserción, El Mercurio, 11 de septiembre 1981. El subrayado es mío)

A partir de lo anterior podemos elaborar un esquema muy simple que nos permita ver los elementos que se oponen en esta confrontación.

CHILE       

PASADO
PRESENTE
Caos Orden
Odio Solidaridad
Incertidumbre Esperanza
División Unidad
Frustración Realización individual y colectiva
Desquiciamiento Consolidación de la Patria
 
11
<<  Ô  >>
 













































 

La columna de la izquierda, corresponde al pasado, pero a un pasado muy puntual y que constituye más bien una dislocación temporal, algo que no debió haber ocurrido en el recto camino de la nación y que la condujo finalmente a la locura, ya que no es casual que el desquiciamiento se oponga a la consolidación –desde la racionalidad económica- de la Patria.

El enemigo, el mal chileno, ya expulsado física y simbólicamente de la Patria (a través del exilio, la muerte o la desaparición), es visto, sin embargo, en un intento permanente de infiltrarse en la vida nacional bajo diversos ropajes. Tal vez por esta razón esas oscuras fotografías adquieren una impensada eficacia simbólica, en la medida que se hacen corresponder a un tiempo negro.

El Chile Nuevo, entonces, se funda más por oposición al proyecto de la Unidad Popular, que en los valores del Chile tradicional y republicano. Lo cual hoy resulta cada vez más claro en la medida que la nación y sus sentidos ha sido colonizada por la imaginación económica. Valores como orden, trabajo, esfuerzo, sacrificio y disciplina, son opuestos a una sociedad amparada en un Estado paternalista y totalizador que no valora la acción individual y que no se corresponde con la verdadera identidad nacional. Al atribuir al gobierno anterior y a los individuos que lo apoyaron determinadas características que reciben una valoración negativa desde que quienes transmiten la narrativa oficial sobre el pasado, no se busca la descripción de hechos, sino que se induce la interpretación de ciertos fenómenos mediante su impacto emocional. Las imágenes son sacadas de contexto para insertarlas en un relato donde la nación emerge desde las ruinas venciendo al enemigo extranjero que se había enraizado en ella a partir de la Unidad Popular.


El latigazo doloroso (Texto imagen 5) pero que estimula el recuerdo resulta una peligrosa metáfora sobre lo que constituye el ejercicio de recordar una situación traumática –el violento quiebre de la convivencia social-, porque lo que se nos dice implícitamente es que la violencia fue necesaria, y en la medida que se capitaliza y moviliza el miedo al enemigo -quien quiera que sea- puede volver a serlo en cualquier momento, ya sea física o simbólicamente. De ahí que el latigazo doloroso, sea más bien un ejercicio perverso de autoflagelación para conjurar la amenaza que persiste en el imaginario.

En esta perspectiva, el pasado adquiere connotaciones variadas, desde la polaridad del blanco y negro hasta la colorida recuperación de un proyecto político y un camino interrumpido. Las imágenes restituyen la ausencia.

Notas

1. Respecto a este tipo de estrategia, resulta sugerente la reflexión que hace Nelly Richard sobre el iceberg exhibido en el Pabellón de Chile en Sevilla el año 1992, en plena transición política. Para Richard, “Chile Expo Sevilla 92” es una “performance de identidad”, que posibilita dar forma al “discurso del cambio”, pero sintetizando el “pasado modernizador de la dictadura”. Richard observa dos cortes históricos. En el primero, el iceberg, en tanto monumento natural, anulaba “toda referencia al Chile histórico de la revolución socialista”, tratando de alejar las referencias al Chile de la década de los ’60. El segundo, evitaba toda referencia al “Chile doloroso y conflictivo” de la dictadura, reemplazando “esas imágenes malas y sucias (negativas) por otras imágenes positivamente buenas y limpias, hechas para la ocasión mediante una mezcla de diseño computacional, de visualización gráfica y de diseño industrial que debían borrar la opacidad recalcitrante de una memoria reflexiva susceptible de enturbiar, con el malestar de sus desajustes de comprensión, el optimismo político-comercial de la Transición” (Richard, 2001:176).

 
12
<<  Ô  >>
 









 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 










 

2. Edward Said, reapropiándose de la noción gramsciana de hegemonía, plantea que los individuos, grupos y colectivos sociales dan sentido al mundo por medio de representaciones que construyen sobre la realidad. Las representaciones no tienen necesariamente un correlato objetivo real, aun cuando pueden conllevar procesos de percepción, identificación, reconocimiento o legitimación. Las representaciones dicen o narran más de aquello que muestran o enuncian de modo explícito. Instauran sentidos que construidos social e históricamente se internalizan en el inconsciente colectivo o se representan como naturales, neutralizando la reflexión.  En este sentido, todo imaginario es histórico, en cada época y de modo acumulativo, las sociedades constituyen representaciones para referirse o conferir algún sentido a lo real. Los imaginarios están sujetos a disputas y aquellos que se imponen, expresan una supremacía o dominación lograda en una relación sociohistórica de fuerzas. Cabe precisar por supuesto, que la instalación del imaginario de la Unidad Popular no se da en un marco de funcionamiento normal de la sociedad, por tanto la hegemonía no opera necesariamente por consenso (Said, 2002).
3. Por eso se incluyen las faltas de ortografía que señalamos en cursivas.
4. La autora tenía una larga trayectoria política, fue militante del Partido Liberal y presidenta de su sección femenina; llegó a ser diputada por el primer distrito de Santiago, y posteriormente miembro de la Comisión Política del Partido Nacional.
5. “Allende, escucha, las mujeres somos muchas”. “Que se vaya con Fidel”. “Fidel a la olla, aliñado con cebolla”. “Si no se va luego Fidel no va a comer ni él” (Gritos y lemas del “Cacerolazo del 1 de diciembre de 1971, que reunió a cinco mil mujeres en el centro de Santiago para protestar contra el desabastecimiento y la visita de Fidel Castro a Chile)”. Fuente: Revista Qué Pasa, Edición especial 25 años. 3 de agosto 1996.
6. Aunque también lo hicieron con símbolos religiosos.
7. La fotografía en la fuente original va acompañada del siguiente texto: "La mujer chilena fue el baluarte en la oposición marxista. En numerosas oportunidades salieron a la calle para expresar su disconformidad (…) El símbolo fue siempre una cacerola vacía, como expresión de la realidad que se estaba viviendo bajo un sistema que había prometido el bienestar del pueblo".


8. Más de dos décadas después, en la escena de la transición, los mismos sectores conservadores alertarán sobre una nueva crisis moral que hace peligrar a la nación, solo que esta vez encarnada en las prácticas sexuales.
9. El edificio sólo vuelve a constituir la sede de gobierno ocho años después, cuando precisamente se celebra la ‘aprobación’ de la  nueva institucionalidad que representa la Constitución Política de 1980.
10. Consigna característica de los adherentes al régimen militar.
11. De acuerdo a Guillermo Sunkel, El Mercurio, uno de los periódicos más antiguos de América Latina, durante la década del setenta cumplió la función de partido político de la clase dominante chilena. En la Unidad Popular actuará como árbitro entre tendencias e intereses que se expresaban políticamente en los partidos de derecha, pero una vez que los militares llegan al poder, cuando la “desarticulación del escenario político tradicional implicó la destrucción de los mecanismos tradicionales de mediación”, su función política consistió “en la elaboración y oferta de un determinado modelo de sociedad, así como la búsqueda de una adhesión social para ese modelo” (Sunkel:1982: 7).
A raíz de la desclasificación de los archivos de la CIA relacionados con la acción de Estados Unidos en el golpe de Estado, se señala que el dueño del periódico recibió dinero del gobierno norteamericano en el marco de una campaña de desestabilización del gobierno de Salvador Allende (Verdugo, 2003).
12. La fuente original se encuentra en mal estado.
13. Como señala Luis Cárcamo-Huechante, “la comunidad imaginada” –en el sentido de Anderson-, construida históricamente en Chile al amparo de la matriz estatal, adopta ahora la forma de un espacio material y simbólico que se proyecta dentro del diseño de la liberalización económica: la nación-mercado” (Cárcamo-Huechante, 2007: 22).


Bibliografía

Bengoa, José.
2006. Lacomunidad reclamada. Identidades, utopías y memorias en la sociedad chilena actual. Catalonia, Santiago.

 
13
<<  Ô  >>
 



























 
 

Candau, Joel.
2001. Memoria e Identidad. Ediciones Del Sol, Buenos Aires.

Candina Polomer, Azun.
2002. “El día interminable. Memoria e instalación del 11 de septiembre de 1973 en Chile” en, Jelin Elizabeth. (comp.) Las conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices”, Siglo XXI Editores, Madrid y Buenos Aires.

Cárcamo-Huechante, Luis E.
2007. Tramas del mercado: imaginación económica, cultura pública y literatura en el Chile de fines del siglo veinte. Editorial Cuarto Propio, Santiago.

Jelin, Elizabeth.
2002. Los trabajos de la memoria. Siglo XXI Editores, Madrid y Buenos Aires.

Langland, Victoria.
2005. “Fotografía y memoria”, en Jelin y Longoni (comps.) Escrituras, imágenes y escenarios ante la represión. Siglo XXI Editores, Madrid y Buenos Aires.

Larraín, Jorge.
2001. Identidad chilena. Ediciones LOM, Santiago.

Lechner, Norbert.
1992. Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política. Ediciones LOM, Santiago.

Richard, Nelly.
2001. Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición). Editorial Cuarto Propio, Santiago.

Said, Edward.
2002. Orientalismo. Editorial Debate, Madrid.

Sunkel, Guillermo.
1982. El Mercurio como medio de educación político-ideológico (1969-1979). Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET).

Verdugo, Patricia.
2003. Allende, cómo la Casa Blanca provocó su muerte. Editorial Catalonia, Santiago.

Vergara, Pilar.
1985. Auge y caída del neoliberalismo en Chile. FLACSO, Santiago.

Fuentes documentales

Blog: En tu ciudad. Ser urbano y ser humano. Nombre de la discusión “Transantiago hoy”, iniciada el 10 de febrero de 2007. Disponible en al 10 de julio de 2007 en:
< http://entuciudad.cl/2007/02/10/transantiago-hoy/>

Blog del columnista José Miguel Izquierdo. Columna del 28 de marzo de 2007, “Dudas sobre el nuevo gabinete. Disponible al 10 de julio de 2007 en:
<http://www.terra.cl/servicios/blog_columnistas/...>

Despierta Chile. Sección “Recordemos” correspondiente a noviembre de 2001. Disponible al 10 de julio en <http://www.despiertachile.cl/2001...>

Revista Qué Pasa, Edición especial 25 años. 3 de agosto 1996.

 
14
<<  Ô  >>
 






















































 
 

Chile Hoy y Mañana. El Mercurio, 11 de septiembre 1981.

Correa Morandé, María. 1974. La Guerra de las Mujeres. Ediciones Universidad Técnica del Estado, Santiago.

Emilio Filippi-Hernán Millas. 1973. Anatomía de un fracaso. La experiencia socialista chilena. Editora Zig-Zag, Santiago.

La Patria, edición 11 de octubre de 1973.

El Mercurio, edición 18 de septiembre de 1973.

“El diálogo o las armas”. Revista Ercilla  N° 1.889, 8 al 14 de diciembre 1971.

 

 
15
<<  Ô