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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) vol.45 no.1 Santiago jun. 2012

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942012000100011 

HISTORIA N° 45, vol. I, enero-junio 2012: 256-259
ISSN 0073-2435

RESEÑAS

 

CLAUDINE COHEN, La méthode de Zadig. La trace, le fossile, la preuve, París, Seuil, 2011, 343 páginas.


¿Qué podemos saber del pasado prehistórico de la naturaleza y del hombre? ¿Cómo reconstruir los "mundos perdidos" y el devenir de los linajes extintos? Con esas preguntas Claudine Cohen comienza a desandar el camino de las huellas, los fósiles y las pruebas para narrar la historia de la paleontología y arqueología prehistórica. La autora, filósofa e historiadora de la ciencia especializada en historia de la paleontología y de las representaciones de la prehistoria, opta por analizar el problema de la cientificidad, interrogando los modos en los que participaron las pruebas y sus reconstituciones.

Por la multiplicidad de actores, temas y preguntas incluidos en su libro, este trabajo nos remite a las corrientes más novedosas en historia de la ciencia. Desde hace varias décadas, las ciencias han sido entendidas como un fenómeno cultural en el que participan personas, instituciones, objetos, ideas y medios técnicos, cada uno impactando con la misma intensidad en la definición de una disciplina. El estudio de las prácticas científicas ha puesto en primer plano la cantidad de fenómenos que se activan al momento de producir conocimiento. En este sentido, ha cobrado una importancia central la credibilidad del científico en relación con los medios técnicos que utiliza para experimentar y los espacios en los que desarrolla estas actividades (Shapin y Shaffer, Leviathan and the air-pump. Hobbes, Boyle and the experimental life; Findlen, Possessing nature. Museums, collecting and scientific culture in early modern Italy). El derrotero por el que pasaron las evidencias paleontológicas y arqueológicas es contado desde estas nuevas corrientes, mostrando que no existió una relación pasiva entre la teoría y su objeto (Brian, "Standards and semiotics", Scientific Texts and the Materiality of Communication). Por el contrario, el interés constante de la autora está en señalar cómo fueron cambiando a lo largo de más de un siglo las interpretaciones y los usos que se hicieron sobre las evidencias, así como los instrumentos científicos, los sistemas experimentales y las concepciones del mundo en las que estas se fueron apoyando.

Para lograr esos objetivos, Claudine Cohen va combinando ideas que provienen del campo de la filosofía, la lingüística, la geología, la historia y el arte, con el fin de demostrar que en los estudios prehistóricos han intervenido diferentes ideas y procedimientos de trabajo. Por ese motivo le interesa hablar de Zadig, el sabio oriental protagonista de la novela de Voltaire, al que usa como metáfora de las discusiones en torno a la superstición y el oscurantismo religioso en el desarrollo de las ciencias, pero también como metáfora de las prácticas científicas y sus métodos de trabajo. Zadig combinaba la racionalidad, la intuición y la sagacidad en la resolución de problemas del mismo modo que lo hacen las ciencias de la prehistoria, como lo demuestra la autora en este trabajo.

El hilo conductor del libro es la trace, como huella y rastro del pasado, como prueba para entender la prehistoria. Por eso es estructurado en tres partes, con nueve capítulos.

En la primera parte aborda las modalidades prácticas por las que las huellas fósiles se transformaron en las pruebas de la historia de la vida en la tierra. Para eso presenta la paleoicnología, desarrolla sus orígenes, la importancia que tuvo la teología norteamericana en ese momento y la incidencia que esas discusiones de carácter religioso aún conservan en la actualidad. Asimismo, describe su aplicación para el estudio de las grandes fases de la evolución y de la existencia del hombre fósil, como parte de los métodos de trabajo científicos usados en paleontología.

En la segunda parte presenta los marcos teóricos y los procedimientos conceptuales que los paleontólogos y los arqueólogos utilizan para reconstruir los mundos perdidos, para pensar la evolución de las especies y su antigüedad. El eje está en la importancia de los restos fósiles, desarrollando entonces su reconstrucción anatómica y filogenética. Los interrogantes son diversos, explicando cómo se han representado los seres vivos desde los inicios de los tiempos, cómo fueron elaboradas esas representaciones desde la relación entre estas ciencias y la historia del arte y cuál es el valor que ha tenido ese cúmulo de imágenes para el público. Presenta también, la importancia de los restos fósiles como pruebas de la evolución y las posibilidades y límites de la biología molecular para las reconstrucciones paleontológicas en la actualidad.

Finalmente, analiza el trabajo de la arqueología en la reconstrucción de la prehistoria humana. Describe cómo a lo largo del tiempo ese conocimiento se fue acumulando por medio de errores, de engaños pero también por el desarrollo de nuevas técnicas y métodos participaron en ese sentido. Así caracteriza la traceología como el estudio de las marcas de uso y de fabricación de los instrumentos manufacturados y los estudios experimentales para entender y reproducir los modos de acción, los gestos y las intenciones de los hombres en el tiempo.

Como se desprende de la estructura del libro, queda claro que las fuentes que utiliza para hacer esta historia son muy heterogéneas. La autora consultó documentos conservados en archivos de museos, fuentes editadas de amplia circulación y una gran cantidad de dispositivos en los más variados formatos. Por ese motivo logra combinar, con gran destreza y creatividad, manuscritos del siglo XIX con referencias a las producciones cinematográficas de la década de 1990. Esta misma originalidad se lee en el tratamiento del tiempo. Se trata de una historia de larga duración, en los términos de Fernand Braudel (Las Ambiciones de la Historia), pero que repara en los detalles indiciarios, siguiendo y citando los aportes de la microhistoria de Carlo Ginzburg y Padilla López (El hilo y las huellas: lo verdadero, lo falso, lo ficticio).

Un párrafo aparte merece la relevancia que ocupan las imágenes en esta historia. Como una referencia coherente a la importancia que la visualidad y la materialidad tienen en la constitución de las ciencias (Rudwick, "A visual language for geology, 1760-1840", History of Science 14, 1976; Dias, "Séries de crânes et armée de sque-lettes: les collections anthropologiques en France dans la seconde moitié du XIXe Siècle", BMSAP 3-4, 1989, y "Modes de voir et modes de présentation: anthropolo-gie et musées au XIXe siècle", Antropologia Portuguesa 14, 1997; Van Reybrouck et al. "Material Rhetoric: Spreading Stones and Showing Bones in the Study of Prehistory", Science in Context 22, 2009), el texto de Claudine Cohen está cargado de imágenes. Se trata de ilustraciones, fotografías, infografías, imágenes de calcos y de moldes que han sido sacadas de archivos o tomadas por ella y sus colegas. Esta visualidad puede leerse en dos niveles: como ilustración de las fuentes que utilizó para escribir la historia de la paleontología y la arqueología prehistórica y como evidencias de la diversidad de materiales que intervienen en la creación de conocimiento científico. La gran variedad de temas a los que estas imágenes aluden refuerza la hipótesis propuesta en el libro de que en estas ciencias han participado activamente la creatividad y la intuición, además de la racionalidad, el cálculo y la observación metódica.

En cuanto al público al que el libro va dirigido, es importante señalar que se trata de un texto escrito en francés, por lo que a priori se debe contar con esas competencias lingüísticas. Este problema es común a todo el campo de la historia de las ciencias, en el que la mayor parte de las producciones están escritas en inglés y francés. Muchas veces el predominio de un idioma lleva a la falsa suposición de que son esos los centros más importantes de producción de este tipo de conocimiento (López Piñero, "La tradición de la historiografía de la ciencia y su coyuntura actual: los condicionantes de un congreso", Mundialización de la ciencia y cultura nacional). Pero salvada esa dificultad, no deja de ser este libro una referencia obligada en los estudios contemporáneos de historia de la ciencia. Por la originalidad y heterogeneidad de fuentes seleccionadas, por el modo en que fueron presentadas y por la forma en que está escrito y organizado, este texto puede ser tomado desde diferentes lecturas. No se vuelve imperiosa la lectura lineal por sucesión de capítulos, sino se pueden consultar algunos temas de manera aislada o por su especificidad.

La lectura es sumamente amena, desde una escritura muy parecida al ensayo y con la disposición del soporte teórico en notas al final del texto ordenadas por capítulos. Esto la hace dinámica, pudiéndole interesar tanto a docentes como alumnos universitarios. Además, y fundamentalmente, es una lectura acertada para quienes se especializan en historia de la ciencia. La autora condensa en su trabajo las últimas décadas de debates en este campo y propone el uso de las más diversas fuentes a partir de la originalidad de las preguntas que guían su objeto de investigación. No hay un límite geográfico para circunscribir la pertinencia de este trabajo, en principio porque la historiografía identifica hoy la ciencia como una práctica colectiva de carácter internacional y porque, además, los datos que elige Claudine Cohen provienen tanto de Europa como de América, siguiendo las raíces internacionales de la prehistoria (Kaeser, "On the international roots of prehistory", Antiquity 76, 2002).

CECILIA SIMÓN
UNS-CONICET

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