Se discute, aún en Europa, sobre la existencia o no de lo posmoderno; desde la ¡dea que podría tratarse sólo de un "bache" dentro de la modernidad, que en el futuro podría dar lugar a renovados bríos de lo moderno, lo cual ha sido aceptado como posible por el mismo J. Lyotard^), a la idea de que el horizonte actual de conflictos raciales y regionales configura niveles de conflictividad incompatibles con la ¡dea de posmodernidad. Creemos que ambas objeciones a la vigencia de lo polémicamente denominado posmoderno resultan rebatibles: la primera, porque si la proyectualidad que caracteriza a lo moderno^) retornara, seguramente no lo haría en los mismos términos anteriores, no habría ya proyectualidad "ingenua" acerca de sus propios espacios de dominación, homogeneización y racionalización instrumentalizante. La segunda, porque los procesos de lucha regionales se dan en sociedades periféricas al capitalismo avanzado, en la ex-Yugoslavia o en la actual Comunidad de Estados Independientes, de modernidad inacabada aún cuando férrea, ya que la estatolatría que soportaron en el socialismo real se practicó en nombre de la razón moderna misma; en todo caso, procesos lejanos a los de los países en que las promesas modernas se han consumado. Y si pensamos en el fenómeno del neorracismo, es de señalar que no resulta un contraejemplo en relación a lo propuesto por la condición posmoderna; también Lyotard había supuesto que una respuesta al vacío de sentido de la sociedad de la pragmática absoluta, podría ser el recurso providencial al fundamentalismo por parte de algunos grupos.
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