La transparencia y la rendición de cuentas en las democracias contemmporáneas tienen que ver con la forma en la que se incentiva la integridad de los servidores públicos. Hay que prevenir el abuso de poder en un mundo en el que la desconfianza hacia el poder y su vocación de servicios se ha convertido en parte de la cultura política de nuestro tiempo. Los códigos éticos y la formación en valores públicos son necesarios, pero no bastan. Es preciso crear un marco también institucional que asegure que aquellos que gobiernan y sus funcionarios actúan con integridad, por miedo a ser sancionados y por el interés de mantenerse en su puesto.
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