Los caminos de Riaza donde viven las mariposas

En la provincia de Segovia, a menos de una hora de Madrid, descubrimos el camino que antiguamente unía Riaza con Riofrío de Riaza. A través de esta senda, hoy colonizada por una profusa vegetación, nos adentramos en la tierra de las mariposas. En este vergel de colores, olores y sonidos, vuelan revoltosas y despreocupadas, embriagadas como nosotros por la sinfonía de tonalidades de este jardín natural.

La ruta circular, de diez kilómetros de longitud, es un paraíso para las mariposas.
La ruta circular, de diez kilómetros de longitud, es un paraíso para las mariposas.

En Segovia, a menos de una hora de Madrid, en la cara norte del macizo de Ayllón, se encuentra Riaza, una villa serrana de origen medieval, a medio camino entre Segovia y Soria. Aquí empezamos el Camino de Riaza a Riofrío de Riaza, una travesía circular de casi 10 kilómetros que, entre jaras, robles y agua, nos llevará al paraíso donde viven las mariposas.

Antes de adentrarnos en el territorio de estos bellos insectos, merece la pena explorar Riaza, una villa con gran encanto en cualquier época del año. Riaza fue fundada en el siglo X por Gonzalo Fernández, uno de los siete hijos que tuvieron Fernán González, primer conde soberano de Castilla, y Sancha Sánchez de Pamplona, entre los que también se encontraba la célebre reina consorte de Castilla y de León, doña Urraca.

La picota en la Plaza Mayor

Riaza es afable y rezuma un encanto especial. Disfrutar en alguna de las múltiples terrazas de su castellana Plaza Mayor se convierte en una delicia. Flanqueada por soportales medievales, desde ella podemos ver los bellos balcones, casi siempre cuajados de flores, de sus casas, las antiguas fachadas de sus tiendas, y la Casa Consistorial, del siglo XVII, con su singular torre campanario de hierro forjado.

En sus orígenes, en el centro de la Plaza Mayor estaba ubicada la picota, una columna de piedra sobre unas gradas, donde se exponía a los reos a la vergüenza y el escarnio público, o se colgaban los miembros mutilados de algunos condenados a muerte. La picotasimbolizaba el poder del señor feudal. Las casas de la Plaza Mayor son atractivas por sus soportales apoyados en columnas de madera o de piedra, que antaño servían también para resguardar a los habitantes y para instalar el mercado.

Merecen la pena, en la calle de la Iglesia, la fachada de dos de las casas más antiguas de la villa. Una del siglo XVI, con un magnífico escudo familiar, y otra donde se puede ver la mitra del obispo fray Baltasar de los Reyes. También es interesante la sobria iglesia de Nuestra Señora del Manto, renacentista del siglo XV, que ahora alberga una importante colección de arte sacro que se puede visitar con cita previa.

Entre robles hacia el molino

Iniciamos la ruta en el Polideportivo Municipal, desde nos dirigimos hacia la Carretera vieja de Riofrío, donde entramos por el primer camino que sale a la izquierda y comenzamos la travesía. Descendemos por la pista y, a menos de 500 metros, la melodía de las aves nos indica que nos adentramos en su hábitat, el mismo que comparten con las abejas que liban las jaras, las margaritas, las manzanillas y las violetas.

Según bajamos, poco a poco y casi sin darnos cuenta el camino se va cerrando hasta convertirse en un estrecho paso inundado por el delicioso aroma del sotobosque, donde musgo y líquenes encuentran un hábitat ideal para su desarrollo, y donde la gama de colores es tan viva y diversa, que ya es posible ver un gran número de mariposas que vuelan despreocupadas entre la flora. La espesura del bosque la hace rica en setas y boletus.

En nuestro camino avanzamos hacia el valle del río Riaza, y entramos en el magnífico robledal, un espléndido bosque tanto por su extensión como por la calidad de sus árboles, donde estos valiosos robles demuestran la riqueza maderera de la zona. Siguiendo el camino del bosque, al final de la bajada encontramos las ruinas del Molino Viejo, que, aunque cubierto de follaje, conserva sus extraordinarias fachadas de piedra. A la izquierda del molino encontramos unos tablones por los que cruzamos el canal, y enseguida llegamos al puente por el que superamos el río Riaza. El sonido del caudal, la espesura de la vegetación, el color de las flores y el revoloteo de las mariposas lo convierten en un paraje realmente idílico para hacer un alto.

Un paseo por la cima

Desde el puente, el camino emprendido avanza en una suave subida y el río acompaña a nuestra derecha, hasta que encontramos una puerta por la que entramos en una finca particular de ganado, pero enseguida salimos por un segundo paso. A partir de aquí empieza un repecho bastante complicado hasta lograr acceder a la cima.

Desde la cumbre se puede admirar casi toda la Sierra de Ayllón, donde destaca el Pico del Lobo, de casi 2.300 metros de altitud. Aquí las vistas resultan impresionantes: a la derecha se domina el valle con su imponente robledal; al fondo, la silueta de la localidad de Riofrío de Riaza y sus tejados, y por todos los lados, las tremendas rocas que salpican el cañón, desde el que casi podemos escuchar las aguas del arroyo Fontarrón, que fluye muchos metros bajo nuestros pies.

Los tonos de verde son infinitos e intensos y en algún punto se funden con el azul del cielo. A la izquierda, el bosque rezuma vida y embellece, si cabe, más el paraje.

Seguimos la senda y el camino se vuelve a espesar, las mariposas se cruzan en nuestro camino sin perturbarse por nuestra presencia, estamos en su casa, cruzando su territorio. Revolotean ufanas buscando el néctar de las flores; los colores de sus alas, blancas, naranjas, doradas, son tan bellos que no parecen reales. Al final del sendero nos topamos con un portalón, y tras cruzarlo salimos a una pista forestal que tomamos a la derecha, hacia Riofrío de Riaza. La pista es bastante suave en la bajada, pero después de cruzar el arroyo Fontarrón hay que ascender por un fuerte repecho por el que llegamos al municipio, el más alto sobre el nivel del mar de toda la provincia.

Riofrío de Riaza

Al culminar la pista, lo primero que vemos a nuestra izquierda es la iglesia románica de San Miguel Arcángel, que tiene una pila bautismal muy bien conservada, aunque solo se puede ver el domingo, cuando se abre para celebrar la misa. Al parecer no hay documentación sobre los orígenes de este pequeño pueblo, que se cree se podría remontar al siglo XII, y que quizá pudo estar relacionado con la ganadería. En Riofrío de Riaza hay censados 36 habitantes, casi todos de edad avanzada, por lo que ahora solo dos vecinos cultivan la famosa patata riofriana.

Tampoco se produce, como antiguamente, carbón de roble, ya que ahora la normativa permite a los vecinos cortar leña tan solo cada dos años. La pequeña villa resulta muy rica en recursos acuíferos y a ella también pertenece el Hayedo de La Pedrosa, donde se producen unos boletus y champiñones salvajes extraordinarios.

Tras un pequeño paseo por su casco urbano, salimos por la pista por la que hemos venido, que ahora en bajada es más agradable. Seguimos la pista, volvemos a cruzar el arroyo y continuamos la pista de frente, dejando a nuestra izquierda el portalón, hasta llegar a un paso canadiense, muy numerosos en la zona, para que no se escapen las reses. Tras el paso ganadero nos encontramos una extensa campiña donde, a la izquierda, se abre el imponente paisaje del valle, con Riaza al fondo. Dejamos la pradera y continuamos por la pista principal, que poco a poco nos vuelve a meter en el robledal, otro hábitat de mariposas y ganado que pasta tranquilamente, sin inmutarse por nuestra presencia.

Seguimos la pista, cruzamos un arroyuelo y llegamos a un cruce de caminos en el que seguimos de frente hasta llegar a una vieja portera que pasamos para vadear el arroyo de Peña Blanca, uno de los muchos que convierten a esta zona en un rico acuífero.

La subida a la pradera

La subida hasta la Pradera del Collado, aunque no es muy larga, tiene una pendiente bastante dura. Cuando llegamos al Collado tomamos el camino de la izquierda que bordea el cerro, cruzamos otro paso de ganado y enseguida gira a la izquierda, en una bajada algo brusca donde ya vemos Riaza y sus tejados al fondo, que serán una buena referencia durante nuestro descenso.

Llegamos a otro cruce de caminos y tomamos el de la derecha. Aquí debemos estar atentos porque un poco más adelante nos tenemos que incorporar a una rodera que sale a nuestra izquierda. Por ella descendemos hasta encontrar una puerta metálica por la que entramos a un agradable área recreativa junto al río Riaza. Desde esta zona de descanso cruzamos por el puente y ascendemos por la pista. Un poco más adelante llegamos a una nueva bifurcación, donde tomamos el camino de la izquierda para llegar directamente a Riaza.

Ficha técnica

Inicio

Junto al Pabellón Polideportivo Municipal, tomamos la carretera vieja hacia la localidad de Riofrío de Riaza. A pocos metros entramos en el primer sendero de tierra que sale a nuestra izquierda, pero hay que estar muy atentos para no pasarnos el camino.

Dificultad

Baja.

Desnivel

1.310 metros en el punto más elevado.

Distancia

9,6 kilómetros.

Duración

Dependiendo del ritmo, la ruta puede durar unas tres horas.

Épocas

Cualquier época del año, aunque las estaciones más recomendables son en primavera y otoño. En verano resulta muy agradable porque la zona es fresca. En invierno hay muchas posibilidades de encontrar nieve y hielo. También es apta para realizar en bicicleta de montaña.

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