A. Laguna
Elecciones generales del 20-N. Lo previsible e histórico
(Página Abierta, 217, noviembre-diciembre de 2011).

Una primera conclusión cabe destacar de los resultados de las elecciones generales de 2011: casi todo previsible. Así lo anunciaban los efectos políticos de la crisis, en todo el país y en algunas comunidades (no en todas); los resultados de las elecciones municipales y autonómicas; la vuelta de la izquierda abertzale al escenario legal tras el anuncio de la marcha de ETA; las encuestas… El resto, detalles; no exentos de importancia: lo aplastante de la victoria del PP; el retroceso del PSOE, superior a lo que cabía esperar y buena parte de la sociedad deseaba; el crecimiento de fuerzas minoritarias, como IU y UPyD; la pugna equilibrada en el nacionalismo vasco; la fuerte recuperación de CiU…

El mapa político institucional se hace casi monopartidista, de color azul, con tendencia a ampliarse, a la luz de los resultados que se cantan ya para las elecciones autonómicas andaluzas. Fuera quedan Cataluña y la Comunidad Autónoma Vasca. Bien se puede decir que es un cambio histórico. Su duración: una incógnita, en estos tiempos revueltos.

La trayectoria del esquema de poder político en estos treinta años de democracia (partimos de 1982) es sencilla: un bipartidismo fuerte que se alterna en el poder, atenuado por la fuerte presencia de otras fuerzas –nacionalistas– en algunos territorios periféricos. De 1982 a 1996, el PSOE obtiene, en las cuatro elecciones al Congreso de los Diputados, mayorías parlamentarias y, dentro de ellas, dos absolutas (1982 y 1986). Le sustituye el PP en las legislaturas nacidas en 1996 y 2000 (donde consigue una mayoría absoluta). Con mayorías relativas, el PSOE vuelve al poder en 2004 y se mantiene desde 2008 hasta estas elecciones adelantadas. Ahora regresa el PP con 186 escaños, una mayoría absoluta amplia, solo superada en esta historia por la victoria de Felipe González en 1982 con 202 diputados.
La evolución de los votos del PSOE refleja una línea quebrada suave con picos altos por encima del 40% (entre el 48 y el 44) y con descensos hasta el 34% en 2000 (con 125 diputados), a los que ahora hay que sumar el pozo del 28,7% (110 escaños) de las elecciones del 20-N (el peor resultado de la crónica electoral de los socialistas).

El PP, entre el 82 y el 89, se mantiene con un cuarto del total de los votos. Luego comienza con un suave ascenso hasta llegar a 1993, en donde, con más de 8 millones de votos, se aproxima a los 9 de los socialistas. A partir de ahí, se mantienen tres abajo, cuatro arriba, del 40,5% (entre 9,7 y 10,8 millones de votos, sin alcanzar nunca los 11 millones del PSOE en 2004 y 2008).
 
Algunos datos generales de la elección al Congreso

Conviene tener en cuenta, como siempre, al analizar los datos que el censo se ha incrementado en unos 700.000 electores (el número actual es de 35.779.208, de los que casi 1,5 millones se encuentran en el extranjero). Y que muchos de los datos que se están barajando no cuentan del todo con el electorado en el extranjero que haya votado en estas elecciones.

La participación ha sido de 71,69% (2,1 puntos por debajo de la de 2008). Se trata de un porcentaje con altos y bajos, cuya media en las ocho elecciones pasadas es de 73% (descartando la de 1982, con un 80%). La abstención ha subido 2,16 puntos respecto de 2008 (540.000  electores). La cifra en estas elecciones alcanza los 9,7 millones. Un volumen amplio, no fácilmente interpretable, que lleva a veces a sobredimensionar la “desafección” al sistema. A pesar de que las facilidades para votar y la capacidad cultural han aumentado, quizá convenga recordar una división clásica de la abstención: técnica (por imposibilidad); sociológica (marginalidad, exclusión, pasividad…); política o activa.

Los votos nulos y blancos al Congreso aumentan en porcentaje y número:  317.800  nulos (1,29%), unos 150.000 más que en 2008; y 333.000 blancos (1,37%), cantidad superior, también, a los de las elecciones anteriores en 50.000 votos. Aunque todo apunta a que el crecimiento del voto en blanco (y probablemente del nulo) se debe a una forma de protesta o rechazo frente al sistema político, no cabe achacarlo, como a veces se hace, a un punto de vista ideológico determinado, considerado positivo. Su importancia está aún por ver, sobre todo si tenemos en cuenta los 97.000 votos obtenidos por Eb (Escaños en Blanco) y el fuerte incremento de los votos blancos (1,26 millones en total) al Senado.

En los resultados generales por provincias, el PP gana en todas las circunscripciones, salvo, en tres catalanas (Girona, Lleida y Tarragona) que corresponden a CiU; en dos con mayoría socialista (Barcelona y Sevilla); en Gipuzkoa, en manos de Amaiur; en Bizkaia, que vence el PNV, y en Navarra, donde tiene que compartir los diputados con UPN.

El balance de votos y escaños que resulta en relación con las diferentes fuerzas políticas mayoritarias es el siguiente:

· El PP obtiene 10,8 millones de votos y 186 escaños (550.000 votos y 32 escaños más que en 2008).

· El PSOE pierde 4,3 millones de votos  y 59 diputados (consigue 6,9 millones de votos y 110 escaños).

· CiU, con 16 escaños, es la tercera fuerza en el Congreso: cerca de 1.015.000 votos. Gana 6 escaños y 200.000 votos. De esa manera impide que la marea PP alcance a Cataluña y arrincona a ERC.

· IU-LV, con 1.680.000 votos, gana 700.000 y pasa del 3,7% al 6,9%. Eso le supone 11 escaños, ¡9 más de los que tenía! Esos diputados se logran en: 3 en Barcelona (ICV), 3 en Madrid, y uno respectivamente en Asturias, Málaga, Sevilla, Valencia y Aragón (compartido con la Chunta Aragonesista). Son los mejores resultados desde 1996, cuando Anguita consiguió 21 diputados con un 10,7% de los votos.

· Amaiur, la coalición que lidera la izquierda abertzale, formada oficialmente por EA, Aralar, Alternatiba (procedente de la IU vasca) e independientes, obtiene 330.000 votos entre la CAV y Navarra y 7 diputados (1 por Navarra), con los que podrá formar grupo parlamentario.

· UPyD incrementa sus votos en, aproximadamente, unos 840.000, (en 2008 obtuvo 306.000) y pasa de tener un diputado a conseguir 5: cuatro por Madrid y uno por Valencia.

· El PNV pierde un escaño, pasa de 6 a 5 diputados, aunque gana unos 20.000 votos.

· En el Congreso se mantienen ERC con tres diputados y el BNG y Coalición Canaria con dos.
También continúa Uxue Barkos en representación de Geroa-Bai, la nueva coalición de Nafarroa Bai (ya sin Batzarre) con el PNV navarro. Entran con un diputado dos nuevas fuerzas: Compromís-Equo (Valencia) y Foro Asturiano de Ciudadanos (el partido de Álvarez Cascos).

· Equo queda lejos de entrar en el Congreso con sus 215.000 votos repartidos por todo el Estado. Sus expectativas quedan tocadas. Entre los elementos que han podido pesar en su falta de gancho hay que contar con el casi anonimato sufrido –no por propia voluntad– en la campaña y el sello algo velado para mucha gente, poco acorde con la exigencia electoral. Lo peor es que lo mismo le puede pasar en las siguientes, a no ser que su presencia en la candidatura de Compromís se vea recompensada de alguna manera.

Y por último, en relación con el hecho más importante como lo ha sido la pérdida tan alta de votos del PSOE, se pueden barajar varias hipótesis sobre su destino. Una de ellas es la de suponer que han ido a parar a IU, UPyD, Compromís, Equo, a la abstención, a CiU y al PP, partiendo de las ganancias de estos grupos electorales. Si sumamos lo incrementado por las tres primeras fuerzas y lo conseguido por Equo, el resultado no llega a los dos millones de votos. Si a esos le añadimos las subidas de CiU y PP, la nueva cifra resultante sería aproximadamente 2.650.000; todavía lejos de los 4,3 millones perdidos por los socialistas. La abstención se los habrá llevado. De todas formas, el trasvase de votos no suele funcionar de esa manera tan estricta.