Contribución historia ambiental de la cuenca del Guadiana Menor: avances y propuestas arqueología

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Publicación bianual Número 07 // 2010

JUNTA DE ANDALUCÍA. CONSEJERÍA DE CULTURA Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra

Cuadernos de Madinat al-Zahra es una publicación científica bianual editada por el Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra, que inició su andadura en el año 1987. Recoge trabajos originales que aborden temáticas referentes a la historia y arqueología de al-Andalus y el mundo mediterráneo dentro del marco cronológico de la Edad Media. No obstante, los consejos de redacción y asesor podrán valorar positivamente la inclusión de estudios que den cabida a otros ámbitos y a una ampliación de los límites cronológicos especificados, siempre que contribuyan a la mejor comprensión del periodo. De igual modo, y de forma ocasional, podrán introducirse secciones monográficas o actas de jornadas o reuniones científicas.

DIRECCIÓN ANTONIO VALLEJO TRIANO Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra CONSEJO DE REDACCIÓN (Miembros de la Comisión Técnica de Madinat al-Zahra) Vocales:

MANUEL ACIÉN ALMANSA Universidad de Málaga CARMEN BARCELÓ TORRES Universidad de Valencia EDUARDO MANZANO MORENO Profesor de investigación del CSIC RUBÍ SANZ GAMO Directora del Museo de Albacete JUAN SERRANO MUÑOZ Arquitecto

CONSEJO ASESOR PATRICE CRESSIER CNRS, Lyon PIERRE GUICHARD Universidad de Lyon II ESTEBAN HERNÁNDEZ BERMEJO Universidad de Córdoba Mª ANTONIA MARTÍNEZ NÚÑEZ Universidad de Málaga ALASTAIR NORTHEDGE Universidad de Paris I VÍCTOR PÉREZ ESCOLANO Universidad de Sevilla

Edita JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura © de la edición JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura Diseño y maquetación: Carmen Jiménez Diseño de portada: Zum Creativos Imprime: Tecnographic ISSN: 1139-9996 Depósito Legal: SE-8516/2010 Distribución nacional e internacional: 1000 ejemplares


Publicación bianual Número 07 // 2010

ÍNDICE

MISCELÁNEA DE HISTORIA Y CULTURA MATERIAL DE AL-ANDALUS. HOMENAJE A MARYELLE BERTRAND (Textos reunidos por P. CRESSIER, I. MONTILLA TORRES, J. R. SÁNCHEZ VICIANA y A. VALLEJO TRIANO)

05 PRESENTACIÓN Patrice Cressier, Irene Montilla Torres, José Ramón Sánchez Viciana y Antonio Vallejo Triano

06 MARYELLE BERTRAND 06

Maryelle Bertrand (1948-2007) Léon Pressouyre

08

Maryelle Bertrand. Bibliografía 1985-2008

10 LOS SEÑORES DE LA GUERRA 13

Las primeras guerras internas de al-Andalus Eduardo Manzano Moreno

27

Les seigneurs de la Marche (as habu al-tag ri) : les Ban u cAmr u s et les Banu †abri t de Huesca Philippe Sénac

43

Militares en iluminaciones y marfiles: una visión del ejercito califal Juan Zozaya Stabel-Hansen

64 LOS SOPORTES MATERIALES DEL DISCURSO IDEOLÓGICO 67

Le chapiteau, acteur ou figurant du discours architectural califal ? Omeyyades d'al-Andalus et Fatimides d’Ifràà qiya Patrice Cressier

83

Estela funeraria de cronología califal aparecida en Mengíbar (Jaén) María Antonia Martínez Núñez

95

Nuevas evidencias de cecas africanas en época de al-öakam II: al-Mans u rah/al-Mans u riyya y al-Bas ra Alberto Canto García

102 ESPACIOS DE VIDA 105 Excavations in medieval settlements at Volubilis. 2000-2004 Elizabeth Fentress and Hassan Limane 123 Casas y cosas: espacios y funcionalidad en las viviendas emirales del Tolmo de Minateda

(Hellín, Albacete) Sonia Gutiérrez Lloret y Víctor Cañavate Castejón 149 La vivienda tradicional en la cuenca del Mediterráneo: del iw an al qb u’, pasando por el bahw Sakina Missoum 175 Habitat e utensílios na Mértola almóada Susana Gómez, Lígia Rafael e Santiago Macias


196 CASTILLOS Y PALACIOS 199 La fortaleza de Amergo (Marruecos) ¿Otro ejemplo de influencia hispánica en Marruecos? Manuel Acién Almansa 219 Los baños de la tropa de la Alcazaba de Almería: resultados preliminares de la intervención

arqueológica Sophie Gilotte, Ángela Suárez Márquez, Francisca Alcalá Lirio y Francisco Arias de Haro 239 El asentamiento islámico de Giribaile (Jaén). De asentamiento de altura a castillo almohade Juan Carlos Castillo Armenteros, Luis María Gutiérrez Soler y María Victoria Gutiérrez Calderón 263 Los palacios islámicos de Jaén. El palacio de Santo Domingo y los jardines de los Uribe Vicente Salvatierra Cuenca, Mercedes Navarro Pérez y Ángela Esteban Marfil 293 Notes sur les forteresses de la t a ca de Bentomíz (Vélez Málaga) Marie-Christine Delaigue

308 CUEVAS NATURALES, CUEVAS ARTIFICIALES Y OTROS SUBTERRÁNEOS 311 La caverne, refuge de « l'ami de Dieu » : une forme particulière de l'érémitisme au temps

des Almoravides et des Almohades (Maghreb extrême, XIe-XIIIe siècles) Jean-Pierre Van Staëvel 327 Le vocabulaire des grottes et des cavernes dans le Maghreb médiéval à la lumière des sources

arabes Mohamed Meouak 343 Las cuevas de Benaxuay. Un grupo de cuevas-ventana andalusíes en el río Chelva (Valencia) Agustí Ribera 369 Antiguos depósitos de agua en la ciudad de Palma: un patrimonio oculto Maria Antònia Carbonero Gamundí

382 INTERCAMBIOS, HOMBRES Y NATURALEZA 385 Contribución a la historia ambiental de la cuenca del Guadiana Menor (Sureste ibérico):

avances y propuestas de investigación desde la arqueología José Antonio Garrido García 405 Una aproximación a las canteras de piedra calcarenita de Madà nat al-Zahr a’ Antonio Vallejo Triano y Ramón Fernández Barba 421 Comercio mudo / Silent Trade en el Islam Pedro Chalmeta Gendrón 429 1287: onomástica femenina en Menorca islámica Guillem Rosselló Bordoy y Mª Magdalena Riera Frau

434 CRÓNICA DEL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO



PRESENTACIÓN En noviembre de 2007, la noticia del fallecimiento de Maryelle Bertrand nos dejó, a todos sus amigos, golpeados y desamparados. Para la mayoría, además, la sorpresa era brutal: con su habitual pudor, Maryelle había callado, durante aquellos fatídicos meses, la gravedad de su enfermedad. De repente, se hacía un inmenso vacío. Todos vivimos entonces un sentimiento de amistad irremediablemente truncada y nos enfrentamos a la añoranza de la complicidad que nos había unido. El vacío no era solo personal, íntimo, sino que era también colectivo y científico. Maryelle había llevado una carrera en cierta forma atípica, parcialmente al margen de las instituciones, pero había participado de pleno en la reflexión que, por aquellos momentos, centraba la atención de los historiadores, en torno a la percepción y a la definición misma de al-Andalus. Estaba presente también en los debates de los primeros años ochenta, en los que se intentaba establecer las reglas de una nueva arqueología que fuera a la vez mejor articulada con el cuestionamiento histórico y más acorde con las necesidades de nuestra sociedad. El tiempo ha mostrado la parte de ilusión que conllevaban tales proyectos, y como se erosionaron frente a la práctica cotidiana que se fue imponiendo. Todavía bajo la emoción causada por su desaparición, y quizá tanto para ayudarnos en nuestro duelo como para recuperar parte de la ilusión pasada, a un grupo de sus amigos nos pareció que convenía rendir un justo tributo a la aportación científica y a la calidez humana de Maryelle. Vicente Salvatierra nos permitió reaccionar en el acto y acogió enseguida una breve semblanza de la vida de Maryelle y su bibliografía completa en la revista Arqueología y territorio medieval1. A más largo plazo, concebimos el proyecto de un homenaje de carácter académico y científico que reuniese contribuciones de los historiadores y arqueólogos de al-Andalus que habían sido los más próximos a Maryelle. Desde el principio, Antonio Vallejo propuso a los Cuadernos de Madànat al-ZahrÄ’ como soporte editorial de este segundo acto. El lector tiene entre las manos el resultado de esta empresa colectiva, asumida por todos con tenacidad y entusiasmo, y a la que –más allá de la diversidad cronológica y de los intereses de cada uno– se ha intentado dar la mayor coherencia temática posible. D. Léon Pressouyre, catedrático emérito de historia del arte medieval de la universidad de Paris 1 – Panthéon Sorbonne, quien dirigió la monumental tesis doctoral de Maryelle y le brindó un apoyo continuado a lo largo de los años, nos aportó, desinteresadamente, su visión personal de la trayectoria profesional y vital de nuestra amiga. Lamentablemente, L. Pressouyre falleció en agosto de 2009, antes de que este homenaje a Maryelle Bertrand haya tomado su forma definitiva2. Ambos, profesor y discípula, quedarán asociados en nuestra memoria. A continuación, las distintas contribuciones vienen agrupadas en apartados sucesivos y complementarios (Los señores de la guerra; Los soportes materiales del discurso ideológico; Espacios de vida; Castillos y palacios; Cuevas naturales, cuevas artificiales y otros subterráneos; Intercambios, hombres y naturaleza). Patrice Cressier, Irene Montilla Torres, José Ramón Sánchez Viciana y Antonio Vallejo Triano

1 “In Memoriam. Maryelle Bertrand (1948-2007)”, Arqueología y territorio medieval, 15, 2008, pp. 9-12. 2 Véase una breve nota necrológica en Bulletin monumental, 2010 (II), pp. 131-132.

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INTERCAMBIOS, HOMBRES ...

CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA AMBIENTAL DE LA CUENCA DEL GUADIANA MENOR (SURESTE IBÉRICO): AVANCES Y PROPUESTAS DE INVESTIGACIÓN DESDE LA ARQUEOLOGÍA José Antonio Garrido García

Resumen Se exponen los resultados obtenidos sobre la interacción entre las sociedades humanas y el medio natural dentro del proyecto de investigación Poblamiento y explotación del territorio en la región de Guadix-Baza durante la época medieval, dirigido por Maryelle Bertrand entre 1999 y 2006, y se plantean problemáticas que han quedado por resolver, especialmente sobre la influencia del hombre en la configuración actual de la vegetación, la explotación de las zonas de alta montaña de Sierra Nevada, la evolución histórica de la ganadería, y la relación de la geomorfología del valle fluvial del río Guadix con la historia de la ciudad. Palabras clave: Arqueozoología, Arqueobotánica, Geomorfología, Vegetación, Ganadería, Cuenca del Guadiana Menor, Sierra Nevada.

Abstract In this paper we would like to show our conclusions about the interaction between the human society and the natural environment ; these results were obtained within the framework of the research project Human settlement and explotation of the territory in the region of Guadix-Baza during the Middle Ages, directed by Maryelle Bertrand between 1999 and 2006. We also discuss some unresolved issues, particularly about the human impact on the present configuration of the vegetation and the exploitation of the upper areas of the Sierra Nevada, or the historical evolution of livestock farming, as well as the relation of the fluvial geomorphology of the river valley of Guadix with the history of this city. Keywords: archeozoology, archeobotany, geomorphology, vegetation, livestock farming, the Guadiana Menor river basin, the Sierra Nevada range.

Grupo de Investigación en Ecología y sistemática de Chirópteros, Estación Biológica de Doñana-CSIC [ j.agarrido@terra.es ]

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1. INTRODUCCIÓN La educación que recibe un ecólogo se basa, ya desde las enseñanzas medias, en una especialización cada vez más profunda sobre las “ciencias puras”, mientras que las “ciencias humanas” quedan atrás, en el mejor caso como “cultura general”. La trayectoria será inversa para un arqueólogo, con las “ciencias puras” relegadas a un rincón de la memoria. Esta tendencia es potenciada después con la práctica científica: el ecólogo o arqueólogo debe contribuir al avance de su disciplina, publicando sus resultados y consultando los de sus colegas en medios de difusión cada vez más especializados mientras que el resto queda como una realidad inabarcable y, en parte, ininteligible. Así, no hay ecólogos que consulten usualmente revistas de arqueología medieval buscando datos o métodos aplicables en su trabajo, ni arqueólogos que haga lo propio con el Journal of Ecology. Como resultado, el investigador se centra en problemáticas específicas de su campo dentro de esquemas teóricos y metodológicos con una fuerte tendencia endogámica, que no tienen por que ser compartidos en igual medida por otras disciplinas. Se acaba creando una mutua incomprensión y desconocimiento entre ambas ciencias y entre los investigadores que trabajan en ellas, entorpeciendo el desarrollo de metodologías y marcos teóricos comunes que permitan plantear problemáticas comunes cuya resolución beneficiaría a todos. Se puede replicar que los datos arqueológicos han sido esenciales para testar las teorías y métodos de otras disciplinas, como ocurre con los métodos de datación con C14 o la dendrocronología1. Sin embargo, la zooarqueología o la arqueobotánica quedan como “ciencias auxiliares” creadas por la arqueología para estudiar el medio ambiente y el contexto económico en el que se desarrollaron las sociedades. Rara vez se piensa, sobre todo para periodos históricos, que los datos ambientales son valiosos per se, y que estas disciplinas también pueden ser “ciencias auxiliares” para la botánica o la zoología. No se trata de convertir a la arqueología en accesorio de otras ciencias, sino de generar una interacción fructífera con ellas a través de equipos multidisciplinares. Pero esto, habida cuenta la

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divergencia en el bagaje intelectual de los investigadores a implicar, no es fácil. Sin embargo, es una tarea inaplazable para no perpetuar errores que afectan a todas las disciplinas en juego, y que se pueden ilustrar con dos ejemplos. El primero incumbe a Equus hydruntinus, un caballo común en el Paleolítico. Su papel en las faunas de mamíferos de este periodo o en la evolución de los Équidos fue objeto de muchos estudios2, pero se le creía extinguido al inicio del Holoceno. En paralelo, algunos historiadores investigaban al cebro, un “asno” salvaje citado en las fuentes hispano-portuguesas desde el Medievo3. Sin embargo, biólogos, paleontólogos e historiadores desconocían mutuamente los estudios de los otros campos, y sólo hace poco que se identificó al cebro con E. hydruntinus4. Y este hallazgo no es baladí: su persistencia hasta el s. XVI modifica y enriquece la percepción de los paleoecólogos sobre las extinciones del final del Pleistoceno y sus efectos en la estructura de las comunidades de mamíferos. Además, revela a los zooarqueólogos la necesidad de prestar más atención a la determinación de los restos de équidos para que los cebros no pasen desapercibidos en yacimientos históricos como venía ocurriendo. Finalmente, historiadores y arqueólogos pueden aplicar los datos paleobiológicos de esta especie para convertir lo que sólo era una cita textual o toponímica en información de interés sobre el Medio Natural de una región en un momento histórico concreto. El segundo ejemplo se centra en los análisis de las comunidades de mamíferos carnívoros. En el sureste de España se han hecho grandes esfuerzos para estudiar la relación entre zorros, tejones, gatos monteses, ginetas y garduñas, analizando sus dietas y como estas les permiten convivir repartiéndose los recursos del ecosistema5. El problema es que estos estudios se basan en las relaciones que existen entre estas especies en la actualidad, sin preguntarse como han evolucionado en el tiempo. Según esto, se deberían matizar los análisis teniendo en cuenta la componente histórica: zorros, tejones y gatos monteses han coevolucionado en la región durante los últimos 500 000 años, mientras que garduñas y ginetas sólo se unieron a la comunidad

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muy recientemente6: ¿Cómo se han modificado las relaciones entre las especies del primer grupo con la llegada de las segundas? ¿Cómo y porqué han podido encajar ginetas y garduñas en la comunidad preexistente? ¿Se está dando un valor excesivo al actualismo en el análisis y se podría estar llegando a conclusiones erróneas o, al menos, parciales?

avanzado tras las dos décadas de trabajo con las que Maryelle y José habían cimentado este proyecto10. Finalmente, se estudiaba una de las regiones españolas en las que más se ha investigado su geología, paleontología, ecología, botánica y zoología. En suma, se partía de un contexto sin parangón a nivel nacional.

Desde el Neolítico no se pueden entender los ecosistemas mediterráneos sin tener en cuenta el papel del hombre y la forma en la que las distintas sociedades han gestionado sus recursos naturales7. Por tanto, los ecólogos necesitamos introducir la historia en nuestros análisis e, ignorando la aportación de la arqueología o la historia como hasta ahora, daremos a nuestros estudios a un sesgo que puede invalidarlos. También en arqueología se ha planteado que los análisis paleoambientales no pueden ser hechos sólo por arqueólogos reconvertidos en arqueozoólogos o arqueobotánicos que conocen sólo superficialmente la autoecología de las especies presentes en los yacimientos y el funcionamiento de los ecosistemas8. En suma, cada vez está más claro que para obtener avances significativos para ambas disciplinas ecólogos y arqueólogoshistoriadores estamos condenados a entendernos.

En este texto se mostrarán los avances que este grupo de investigación pudo producir sobre de los aspectos de la historia ambiental de la región y su entorno. También se plantearán problemas que quedaron por resolver, y en los que la contribución de la arqueología (medieval o no) puede ser decisiva para su solución. Creo que dejar abierta la esperanza de que el trabajo que hicimos con Maryelle Bertrand continuará en el futuro es el mejor homenaje que (a nivel científico) puedo hacerle.

Entre 1999 y 2006 formé parte del proyecto de investigación Poblamiento y explotación del Territorio en la región de Guadix-Baza durante la época Medieval, dirigido por Maryelle Bertrand y José Ramón Sánchez Viciana. Aparte de la amistad que me une a ellos, surgió la oportunidad de crear un interesante grupo de trabajo: a mis estudios en biología se unía un gran interés por la historia, y Maryelle Bertrand era una excelente arqueóloga, pero además tenía un gran interés naturalista con el que obtenía una imagen general del medio natural, una gran capacidad para detectar los elementos destacables por su rareza9 y para plantearse preguntas sobre su origen histórico. Además, se reunieron tres elementos que daban interés al proyecto. El más importante es que surgió la posibilidad de crear un verdadero equipo multidisciplinar en el que las perspectivas ecológica e histórico-arqueológica tenían cabida desde una colaboración más allá del uso instrumental de cada campo en favor del otro. Además, el análisis arqueológico estaba muy

2. LA HISTORIA DE UNA COMUNIDAD DE MAMÍFEROS TERRESTRES Los mamíferos son elementos muy atractivos del medio natural, y han recibido mucha atención en los estudios faunísticos. Su análisis también es básico en zooarqueología, al incluir animales con relevancia socioeconómica (ganado y caza mayor)11. Por tanto, existen una gran cantidad de datos disponibles sobre ellos para analizar la relación histórica hombre-fauna. En el proyecto que nos ocupa, el primer paso fue un estudio exhaustivo sobre la mastofauna actual de la región12. Luego se reunieron todos los datos sobre su evolución histórica, usando tanto en los trabajos zoológicos publicados entre 1850 y 1950, como en las fuentes de los ss. XVI al XIX, y en estudios arqueológicos y paleontológicos. El conjunto se analizó para detectar la relación entre los eventos que transformaron la mastofauna en el Holoceno y la historia de las comunidades humanas13. Entre las conclusiones, destacan las siguientes: (1) Se manejan datos muy heterogéneos que requieren análisis cuidadosos: la arqueozoología y las fuentes aportan datos sobre ungulados o superpredadores, mientras que roedores e insectívoros sólo se citan en yacimientos en los que se cribó para

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recoger sus restos. Además, la arqueozoología se centró en la prehistoria o protohistoria, pero su aplicación es escasa o nula en yacimientos medievales, ibéricos y romanos. Finalmente, la extinción de vacunos o equinos salvajes no puede datarse con exactitud al ser difícil distinguir sus restos de los de formas domésticas. (2) La riqueza faunística se mantuvo durante todo el periodo estudiado en torno a 32 especies. Sin embargo, la actividad humana ha ido eliminando a algunos de los mamíferos ya presentes al iniciarse el Holoceno (autóctonos), y propiciando la llegada de especies nuevas (alóctonas), que pasaron del 3 al 30% del total. Además, la presencia de ungulados o superpredadores fue modulada por el hombre mediante extinciones definitivas (predadores) o transitorias y seguidas de reintroducciones (ungulados). (3) Aunque escasean los datos para el Mesolítico, la extinción de 6 micromamíferos indicaría que el fin de la glaciación tuvo un gran impacto. Posteriormente, los eventos faunísticos coinciden con otros en los modos de explotación del medio y en la integración de la región en el mundo mediterráneo, provocando dos grandes cambios faunísticos sucesivos. En el más temprano (Mediterraneización), se unió la extinción de especies que hoy sólo viven en el norte peninsular o en alta montaña debida a la instauración del clima actual con la llegada de especies alóctonas gracias a la expansión agrícola y al aumento de contactos con el Maghreb (Neolítico) o el Mediterráneo oriental (Edad del Bronce) y la domesticación/extinción de los parientes salvajes de vacunos y caballos. El más reciente (Europeización) comenzó en el s. XV al integrarse la región en el Antiguo Régimen castellano (ss. XV-XIX), que implicó la extinción del oso y la expulsión de los ungulados salvajes de las zonas más pobladas y explotadas hacia las sierras. Entre 1850 y 1960 el proceso se aceleró con la expansión demográfica y agrícola, la deforestación de las sierras y el uso de las armas de fuego, provocando la extinción total o parcial de ungulados y superpredadores. La reconstrucción faunística posterior fue facilitada por la emigración y el abandono de cultivos y ganadería extensivos en favor de las reforestaciones. Se mezclan a partir de entonces la reintroducción y protección de la caza

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mayor (reconstrucción cinegética) con su gestión turística (reconstrucción estética). Esta misma secuencia se observa en otras regiones europeas y, como ocurre ya allí, en un futuro próximo los superpredadores iniciarían su regreso a bosques llenos de ungulados salvajes (reconstrucción ecológica). En suma, se demuestra que las renovaciones faunísticas son paralelas a los cambios socioeconómicos, sumando otro argumento a favor de que los ecosistemas mediterráneos sean realmente construcciones antropo-ecológicas. La zooarqueología es fundamental para estudiar el desarrollo histórico del fenómeno, pero su uso en Andalucía es aún raro, y la difusión de sus resultados escasa. Precisamente, esta publicación se orientó hacia los zoólogos para concienciarlos de la importancia y limitaciones de la arqueozoología y de las implicaciones que su uso tendría para entender los ecosistemas actuales. Por su parte, los arqueólogos no deberían seguir pensando que, con la llegada de la historia, el medio natural entra en su situación actual y que los análisis arqueoambientales son superfluos. Es probable que el estudio de los restos faunísticos de época romana, tardoantigua y medieval solucionará muchas de las incógnitas pendientes sobre la historia de la fauna.

3. CAMBIOS DE LA ESTRUCTURA DEL POBLAMIENTO Y GESTIÓN DE RECURSOS NATURALES EN LA DEPRESIÓN DE GUADIX DURANTE LA EDAD MEDIA: UNA REINTERPRETACIÓN ECOLÓGICA El proyecto dedicó la mayor parte de sus esfuerzos al análisis de la relación de las estructuras de poblamiento con la implantación de los regadíos o la metalurgia del hierro, demostrando que la Edad Media se desarrolló en la región a través de sucesivas fases socioeconómicas14 separadas por cambios profundos15 que alteraron el tamaño y distribución de la población humana y la explotación y gestión del territorio. La historia de los mamíferos terrestres está marcada también por eventos relacionados con otras transiciones entre modelos socioeconómicos. Sin embargo, la escasez de datos para la Edad Media16 puede hacernos pensar que el medio

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natural de la época fue un “continuo”. Aquí usaremos los resultados arqueológicos del proyecto para detectar cambios ambientales aún encubiertos y asociados a estas rupturas históricas. La intensificación define todas las actividades humanas que, usando fuerza de trabajo y tecnología, desvían en nuestro propio beneficio la energía que fluye o se almacena en los ecosistemas naturales17. Para obtener alimentos u otros productos de los cultivos, se crean agrosistemas antropizados en los que se elimina la competencia de la flora salvaje. Con la ganadería se alteran ecosistemas en los que casi toda la biomasa es madera (bosques o matorrales) creando otros en los que los nutrientes se emplean sobre todo hojas y tallos blandos para las reses (pastos). La intensificación también puede ir dirigida a la obtención de energía, materias primas o herramientas, sea por extracción directa o por procesamiento previo con calor liberado quemando madera (metales, cal, yeso, cerámica). La producción agroganadera o de materias primas/energía no es excluyente: por ejemplo, se puede talar un bosque y cultivarlo luego. Contemplando esta base conceptual, la creación de un asentamiento puede asimilarse a la de un área de intensificación a través la aparición en un territorio de un grupo humano que degradará el ecosistema obteniendo alimento, energía y/o materias primas. Asimismo, la alteración de un sistema de poblamiento se plasmará en el abandono y creación de asentamientos y, donde se mantienen los del sistema anterior, alterando su demografía y/o funcionalidad. Es decir, parará la intensificación, se (re)iniciará en áreas no explotadas o antes abandonadas, o cambiarán su magnitud y objetivos. Partiendo de este modelo trataremos de explicar en clave ecológica la secuencia de sistemas de poblamiento observada en la Edad Media en la mitad oeste de la cuenca del Guadiana Menor. Para ello se ha seguido la evolución desde época romana de 118 asentamientos18. Se ha propuesto para las unidades de poblamiento agrícolas un área de captación de recursos o explotación de 5 km de radio19. No obstante, en la práctica la actividad de sus habitantes bajará con la distancia, y es más interesante delimitar las áreas de intensificación más intensa (2 km de

radio), diferenciándolas en un contexto territorial que estaría afectado ya por las actividades humanas en mayor o menor medida. Con ayuda de un SIG se definieron en cada uno de los cinco periodos considerados20 estas áreas y las que estaban entonces abandonadas. Aún sin conocer todos los asentamientos que existieron en la zona, y usando sólo los descubiertos y citados en la bibliografía utilizada, la muestra manejada es considerada adecuada para determinar las principales tendencias en la explotación en la región. Buena parte de la Hoya de Guadix tiene relieves abruptos y/o climas semiáridos que complican la agricultura, pero también amplios glacis (llanos) cultivables y valles con suelos fértiles y agua (vegas). Por el contrario, en casi toda Sierra Nevada el cultivo es inviable o difícil por la presencia de suelos pobres, pendientes muy fuertes, altitudes de más de 2000 m y/o valles demasiado estrechos y encajados. La situación cambia al unirse estos valles con el glacis que bordea la sierra, apareciendo tierras aluviales más fértiles, agua abundante, relieves cercanos de fácil defensa e importantes yacimientos de cobre, plata y, sobre todo, de hierro. Los valles de la Hoya mantuvieron desde el Neolítico una larga trayectoria de intensificaciones esencialmente agrícolas que se afianzó en el Alto Imperio, al crearse en los valles y parte de los glacis una densa red de villae. Este proceso afectó poco a Sierra Nevada, salvo por algunos talleres metalúrgicos que, siguiendo la tradición ibérica, funcionaron sólo en época Republicana. Los visigodos conservaron en general las áreas explotadas anteriormente, excepto las asociadas con algunas villae abandonadas en el Bajo Imperio. Así, en la Hoya varió la estructura del poblamiento pero se explotaron las mismas zonas. Por el contrario, en Sierra Nevada se produce una irrupción poblacional ligada a la metalurgia del hierro y al envío de mineral a otras fundiciones y forjas de la Hoya y Sierra Arana. La primera gran ruptura se produjo en época emiral, con el abandono de casi todos los asentamientos de los valles situados entre los ríos Fardes y Alhama y en parte de las vegas del Fardes medio. En cambio, crece la actividad en el entorno de Guadix y en dos áreas de intensificación centradas en los Üuãën de

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Guadix el Viejo y Cigüeñí, mientras las fundiciones de Sierra Nevada se extienden y consolidan. La reorganización del poblamiento tras la fitna supuso la recolonización de los valles del alto Fardes y el Alhama y la consolidación de la explotación del resto del territorio, en parte basada en la creación de regadíos (Acequia de la Sierra)21 para cultivos fruteros y textiles (seda, algodón). En Sierra Nevada, algunas fundiciones siguen activas, pero en el resto del territorio se crea una nueva red de poblamiento, ahora basada en cultivos cerealistas22. Estas serán las bases del sistema de poblamiento reconstruido tras la gran crisis del s. XII y que, en gran medida, se mantendrá en el sur de la cuenca en época nazarí. En el norte, las cabalgadas cristianas mantienen niveles poblacionales muy bajos hasta la conquista castellana de 1489. Las cuencas bajas de los ríos Guadix, Alhama, valles asociados y el sur del Fardes medio sostuvieron una intensificación casi continua (fig. 1), y sus bosques, ya alterados en época ibérica, habrían reducido mucho su extensión desde el Alto Imperio. Esto no implica que cultivos y eriales tuviesen al inicio del Medievo la misma extensión que hoy: las zonas inundables de las vegas y las áreas más abruptas y/o alejadas de los asentamientos mantendrían parte de su vegetación original. En el resto del territorio, la intensificación no fue continua y mostró trayectorias diferentes según el área. Así, en el norte del Fardes Medio23 las áreas explotadas parecen retraerse hacia el sur con el abandono sucesivo de las vegas de la Almida (Bajo Imperio), del Tablar y Guadix el Viejo (Califato). El área sólo se recolonizará tras la conquista castellana, explotando sin duda bosques de ribera y matorrales que llevaban siglos recuperándose. En la ladera sureste de Sierra Harana existe un proceso de intensificación más o menos estable asociado a las fuentes, los llanos que bordean la sierra y los valles que la cruzan. Sin embargo, el área explotada se extiende en época visigoda con la creación de fundiciones en el llano, y se reduce en la Baja Edad Media por la cercanía de la frontera castellana. Esto permitirá la recuperación de los bosques, que pasando a formar parte una especie de “frontera forestal”: los Montes de Granada.

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En Sierra Nevada, los bosques afectados por la metalurgia ibero-republicana se habrían recuperado en gran medida al implantarse las fundiciones visigodas y emirales. Tras su abandono en el Califato se perfilan dos regiones diferentes. Así, en el Alto Fardes, el Alhama y en la cuenca del Morollón la intensificación pasa a centrarse en los nuevos regadíos, y sólo se mantiene el uso del valle con más aptitud agrícola (La Peza) mientras que en las montañas circundantes la actividad se atenuó para establecerse el carácter forestal que mantienen hasta hoy. En la cabecera del río Guadix, las áreas de explotación perduran, pero cambian su orientación hacia el cultivo de las vegas y llanos ahora irrigados. La sierra debió quedar para el ganado y como fuente de combustible. En este último aspecto, los montes de La Peza, Cogollos, Jerez, Lanteira y Aldeire, más cercanos y accesibles, serían los más utilizados para abastecer de carbón y leña a los valles del Alhama y Zalabí, Albuñán o incluso Guadix24. Los de Lugros, Dólar, Ferreira y Huéneja, más alejados, debieron tener un papel más limitado en este aspecto. En suma, partiendo de una situación en la que, como se verá después, los bosques cubrían casi toda la región, los distintos sistemas de poblamiento los eliminan en el sur de la Hoya con una intensidad creciente en favor de paisajes desforestados y cultivos. En los glacis y sierras, han sido alterados en función de las distintas configuraciones de las redes de poblamiento y las actividades de sus habitantes. Así, aparecen áreas explotadas continuamente pero con intensidad variable (Sierra Harana), otras con colonizaciones iniciadas en época visigoda que se consolidan cambiando su orientación productiva (Sierra Nevada)25; y otras intensamente explotadas hasta el s. XII, pero casi despobladas por las guerras de los ss. XII-XV (Montes de Granada). Sin embargo, no olvidemos que en todo el Medievo hubo (incluso en la Hoya) áreas extensas poco explotadas y cubiertas de bosques. En este contexto, el cese de la intensificación provocaría una recolonización rápida por parte de la vida salvaje, tal y como pasó durante la Guerra de los Moriscos26. Así, no es extraño que aún persista en el s. XVI una rica fauna salvaje que no desaparecerá hasta que concurran desde 1850 las

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armas de fuego, una densidad de población inédita hasta entonces y la integración de la región en un sistema económico supracontinental caracterizado por una demanda creciente de alimentos, energía y materias primas27. Por tanto, los bosques han sido muy afectados por los cambios en la estructura del poblamiento y en estos se pueden encontrar muchas de las claves para entender la historia del medio natural, y es necesario comprender como cambió su estructura y funcionamiento debido a la presión antrópica. Con esto dejamos los resultados del proyecto que compartí con Maryelle Bertrand para entrar en los interrogantes que quedan por resolver.

4. LAS SELVAS PERDIDAS El principal problema para estudiar los bosques originales de la región es que las alteraciones antrópicas han sido tan intensas que no quedan en la Península ibérica bosques primarios mediterráneos. Casi todos los bosques “naturales” actuales son encinares y melojares en recuperación tras las sacas de leña y carbón que cesaron cuando fueron sustituidos por hidrocarburos hace treinta años28; han tenido una compleja historia previa29 y se parecen poco a las silvae visitadas por Estrabón en el siglo II d. C.30. Aunque ya hubiera áreas deforestadas31, aún pervivían bosques hoy inimaginables, sobre todo porque los que en ellos serían árboles normales, son hoy excepcionales32. Partiendo de esta idea básica, podemos usar los modelos de evolución de la vegetación propuestos desde la fitosociología sigmatista. Según ésta, un área sin vegetación pasa por sucesivas fases33 (serie de vegetación) hasta crear la más compleja posible según el clima, el agua disponible y la composición del suelo (Climácica o Clímax). En la cuenca del Guadiana Menor, este modelo crea para la vegetación climatófila (que sólo cuenta con el agua de las precipitaciones) el esquema de las figuras 2 y 4 (arriba). A estas comunidades se unen los bosques de ribera de áreas regadas por aguas freáticas o ríos (edafohigrófilas), o las de suelos rocosos o salinos en los que el agua disponible es, en realidad, menor (edafoxerófilas). Por tanto, conociendo las caracte-

rísticas ambientales y vegetación actual de una zona sabríamos cual es el clímax34, en teoría idéntico al que explotaron las fundiciones visigodas. Sin embargo, en los últimos años se han multiplicado los estudios sobre la ecología de los árboles y arbustos en la Europa mediterránea, en el Oriente Medio y el Maghreb. Además, gracias a la paleopalinología, paleoantracología y arqueobotánica, se han obtenido muchos datos sobre su respuesta frente a los eventos paleoclimáticos y la presión antrópica35. En todos estos estudios se demuestra que el modelo sigmatista, aún siendo una buena aproximación36, debe ser profundamente matizado. Para empezar, se cuenta con una visión más sutil de la relación series-clima. La topografía hace que buena parte del territorio de una serie climatófila esté bajo condiciones distintas a las del clima regional: permite la entrada de series de climas más húmedos en suelos profundos, umbrías y orlas de bosques de ribera, más secos en suelos degradados, que necesitan más calor en las solanas o más frío en las umbrías. Otro problema es el escaso papel asignado a coníferas y matorrales semiáridos, que, respectivamente, sólo formarían bosques en alta montaña y climas secos y fríos (fig. 2) o quedarían como etapa de degradación de los coscojares y encinares. En realidad, crecen pinares y sabinares naturales en áreas teóricamente ocupadas por encinas y coscojas37 o en suelos edafoxerófilos38; y donde el clímax debería ser un coscojar, este es extremadamente raro y hay grandes áreas en donde no podrían instalarse jamás39. Pero los mayores problemas surgen de la propia definición de los climax de las series. En el área de estudio, casi siempre serían bosques, pero con unas características y dinámica muy diferentes a las supuestas hasta ahora. Se ha descubierto que los árboles mediterráneos responden a las alteraciones antrópicas o naturales con estrategias de regeneración distintas: expansionista (pinos), de resistencia (encina y coscoja) y de estabilización (melojo y quejigo)40. La principal diferencia entre ellas es la rapidez y eficacia con la que recolonizan el territorio y las condiciones que debe tener el medio para que ocurra. También implica que los árboles más frugales pueden crear las condiciones necesarias

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para la instalación de los que necesitan más agua, mejores suelos y, sobre todo, más tiempo de retorno entre las perturbaciones41. Por lo tanto, muchos de los ahora considerados como bosques climácicos serían sólo una fase forestal previa al verdadero clímax pero que ha sido “estabilizada” por alteraciones antrópicas recurrentes42. Además, esto cambia las ideas previas sobre nuestro impacto en los bosques. Así, se pensaba que en el sur ibérico los encinares habían sido los más afectados, mientras robles y quejigos siempre ocuparon situaciones marginales al no poder adaptarse al clima seco dominante. Ahora se sabe que estos últimos dominarían los bosques primarios, mientras que sería la encina la que ocuparía originalmente espacios marginales (roquedos, solanas) desde los que se habría extendido por su mayor capacidad de recuperación frente a talas y quemas43. Otra implicación es que en estos bosques primarios y en sus fases forestales previas predominarían las mezclas de dos o más especies, y que el dominio actual de masas monoespecíficas se debería a que el hombre ha dirigido la intensificación con distinto vigor y objetivos hacia las diferentes especies a través de la explotación diferencial y la frutalización44. En estos procesos ha tenido un papel muy importante la explotación de las bellotas. Mientras que las encinas las producen de alta calidad y en grandes cantidades, alcornoques, melojos y quejigos tienen cosechas más escasas, irregulares y de menor valor alimentario. En consecuencia, la explotación ganadera del bosque45 ha incluido, tradicionalmente, la plantación de las variedades de encina más productivas46; y si se tenía que extraer además leña, se hacía de alcornoques, melojos o quejigos. Esto ha transformado muchos bosques mixtos de encinas y otros árboles en encinares puros o adehesados. Otros casos de explotación diferencial aparecen en la extracción de corcho o resinas, conservándose alcornoques o pinos mientras se toleraba, o potenciaba, la tala de otros árboles. Por lo tanto, si queremos saber como eran los bosques explotados por las fundiciones visigodas de La Peza, no basta con consultar los mapas de vegetación, a pesar de que han sido corregidos introduciendo conceptos tales como “geoseries edafoxerófilas” para coníferas o “complejo de vege-

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tación” para ecosistemas semiáridos47. Las series no se deben seguir mostrando en los mapas con áreas continuas de límites definidos, ya que dentro ellas aparecen muchas situaciones de transición e introgresión con otros tipos de vegetación (figs. 3 y 4, abajo). Además, los límites entre los supuestos clímax no se pueden definir sólo por factores ecológicos, sino también por la aplicación a escala histórica de estrategias productivas distintas48. Podríamos intentar extrapolar estos conceptos al contexto histórico y ambiental del área estudiada, pero sólo tendríamos teorías que deberían corroborarse recogiendo datos directos sobre el territorio, ya sea a partir de las fuentes textuales o de análisis paleopalinológicos o arqueoantracológicos. Esto también permitiría revisar las interpretaciones de los pocos trabajos que se han hecho en la región. El más importante analizó un registro polínico de la Sierra de Baza que abarca los últimos 8000 años49 para determinar los efectos sobre la vegetación de la transición entre los periodos Atlántico y Subboreal. En este se pasó del clima más cálido y húmedo de todo el Holoceno a un periodo más frío y seco que creó el clima actual de la región mediterránea. Una fuerte polémica ha surgido entre quienes conectan este evento con los grandes cambios ecológicos que se producen en ese momento y los que culpan de ellos a la fuerte expansión agroganadera y metalúrgica fomentada por los sistemas productivos argáricos.50 Este trabajo y otro realizado a partir de los carbones obtenidos en niveles calcolíticos y argáricos de la Hoya de Guadix-Baza51 no aportan pruebas concluyentes a favor de una u otra teoría. La cuestión podría resolverse con análisis polínicos y antracológicos en Sierra Nevada, donde la intensificación ligada a la metalurgia y a la expansión agroganadera es muy posterior a este evento climático. El estudio de la composición de sus bosques en época republicana y altomedieval podría ser muy ilustrativo al respecto, además de permitir entender algunas anomalías que aparecen en la vegetación de estas montañas. La vegetación clímax de la ladera norte de Sierra Nevada sería similar a la que aún crece en la cabecera del río Alhama: hasta los 2000 m dominan los encinares, sustituidos en el fondo del valle por

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melojares. Más arriba crecen piornales con enebros rastreros, y desde los 2400 m, pastizales de alta montaña52. Hoy sólo hay restos de melojares en los tercios este y oeste de la sierra53, mientras faltan por completo en Jerez de Marquesado, Lanteira o Aldeire. Esta anomalía se repite en los encinares, en general monoespecíficos salvo en Lugros, Dólar, Huéneja y Fiñana, con mezclas de encinas y enebros de miera. Si recordamos la división de la zona en áreas que podían proveer de combustible con más facilidad a la Hoya de Guadix que otras más alejadas y con peor acceso, la coincidencia de las primeras con las que no conservan rastros de robledales y tienen encinares más pobres puede indicar que la magnitud y periodicidad de las intensificaciones antrópicas han sido allí mayores, bien por las talas y quemas indiscriminadas, o por explotación diferencial para obtener miera54. Los pinares de montaña del núcleo metamórfico de Sierra Nevada son un misterio aún mayor. Si los hubo, los indicios son muy escasos55, indicando que Sierra Nevada sería excepcional entre las montañas ibéricas, que siempre tienen pinares en condiciones climáticas similares56, y el clímax sería sólo un piornal con enebros rastreros57. Posturas menos drásticas opinan que, al menos, la presencia de pinos es bastante controvertida y, de existir, sólo ocuparían las áreas más propicias a juzgar por el éxito desigual de las plantaciones recientes58. Sin embargo, los análisis paleopalinológicos de la parte alta de la sierra59 muestran que hubo pinares de montaña en los ss. V-VI, X-XII y XVI-XVII, dentro de dinámicas de regeneración del clímax separadas por fases de degradación provocadas por el aumento de la presión ganadera. Es tentador relacionar estos cambios con eventos históricos según una secuencia en la cual (a) la colonización visigoda-emiral incluyera la explotación pecuaria de las zonas altas; (b) los nuevos modelos productivos califal-taifas, centrados en la agricultura de las zonas bajas, redujeran o eliminaran el pastoreo, (c) que este volviera a aumentar en el Bajo Medievo; y (d) que la recuperación del pinar en los ss. XVI-XVII se debiera al despoblamiento transitorio de la sierra tras la expulsión de los moriscos. Sin embargo, lo cierto es que no se sabe nada de la historia de la explotación ganadera de la alta montaña de Sierra Nevada.

Hasta hace poco, sus pastos estivales reunían cada verano miles de reses de las costas de Almería, Sierra Morena y las comarcas de Guadix-Baza y Granada60. Además, al menos en la mitad este de la sierra, los puertos han permitido un apreciable trasiego pastoril y comercial entre la Alpujarra-Costa y el Cenete61. Sin embargo, no hay menciones para el Medievo sobre su uso pastoril; como mucho, se han aventurado hipótesis a partir de extrapolaciones de la situación actual o de la Edad Moderna, “adornadas” con lo poco que se sabe sobre el ganado y la fiscalidad pecuaria nazarí62. No obstante, estos últimos datos no se pueden extender a todo el Medievo, ni aplicarse a Sierra Nevada cuando, quizá, reflejan la ganadería estante a pequeña escala ligada a los cultivos y asentamientos de las tierras bajas63. Aunque es difícil acceder a las cimas de la sierra, y en ellas, a lo sumo, aparecerán pequeños asentamientos aislados con muy poca cerámica y con una arquitectura que se puede calificar de “intemporal”, algunos hallazgos recientes, como la gran cantidad de cerámica sumergida en la laguna del Caballo (2880 m)64 o un extraordinario conjunto de graffiti (incluyendo una basmala) encontrado en el Marquesado del Cenete (2400 m)65 indican que la zona merecería más atención de los arqueólogos. Otro recurso arqueológico ignorado hasta ahora son las decenas de antiguos apriscos y cuevas-redil que hay en toda la región: si se hicieran sondeos en ellos y se dataran sus fases de ocupación y abandono, se descubriría más sobre la ganadería medieval que si se sigue dando vueltas a fuentes textuales de una utilidad más que discutible. Para acabar con la vegetación, se expondrá un fenómeno arqueológico hallado al buscar indicios de metalurgia. En los llanos situados entre 5 y 10 km al este de Guadix aparecen más de setenta depósitos circular-ovalados con 5 a 10 m de diámetro y repartidos por una franja de más de 10 x 2 km (fig. 5). Destacan en el paisaje por el color oscuro que le da una gran concentración de ceniza y partículas de carbón, mezcladas con trozos de arcilla cocida y roca vitrificada. La ausencia de escorias metálicas descarta su relación con la metalurgia. Podrían ser áreas de quema de vegetación arrancada al roturar el área, pero es algo que se ha hecho en todo el llano que rodea la Sierra de Baza, y estos

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depósitos no aparecen en ningún otro lugar. Además, la vitrificación exige la combustión de gran cantidad de madera, que sería más útil vender en la ciudad. Otra opción es que se trate de restos de carboneras. Un análisis antracológico acompañado de dataciones determinaría cuando y en que circunstancias se hicieron y que tipo de árboles aprovecharon. Por otra parte, su estudio es de especial interés al relacionarse con el abastecimiento de combustible del mayor centro poblacional de la región. Algo similar puede decirse de la relación que ha debido mantener el río Guadix con la ciudad, que sin duda ha ido más allá de darle su nombre.

5. GUADIX Y SU RÍO El río Guadix atraviesa durante 18 km terrenos blandos muy homogéneos, y su poder erosivo se expresa especialmente en la anchura de su valle, que crece al ritmo con el que sus afluentes van aumentando el tamaño de la cuenca de recepción y el caudal disponible. El cambio más brusco se produce justo donde se encuentra Guadix, al unirse la rambla de Fiñana, cuando el tamaño de cuenca pasa de 100 a 500 km2 y la anchura del valle de 2 a 4 km (fig. 6). Por tanto, la relación entre la ciudad y esta ampliación de llanura fluvial no parece casual, y han debido existir nexos importantes entre la evolución de ambas. Se exploran algunas de las problemáticas que existen al respecto y las posibilidades que hay para su estudio. Para hacerlo, sería necesario utilizar la geomorfología fluvial, una disciplina que ha avanzado mucho en España en los últimos años66, aunque su aplicación en la región estudiada se ha limitado al estudio y datación de los mecanismos que han construido el relieve de la Hoya de Guadix-Baza67, mientras que no ha habido esfuerzos para estudiar sus cursos fluviales actuales. La vega de Guadix muestra en el entorno de la ciudad una estructura compleja (fig. 6). Además de la rambla de Fiñana, el río recibe desde el este a la de Baza. Ambas forman antes de su desembocadura extensos abanicos aluviales que, curiosamente, muestran una relación inversa entre su tamaño y el de la cuenca que los parece haber creado68. Entre ambos y perpendicular al cauce de las ramblas está

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el cerro del Humilladero, que separa de la vega una llanura estrecha (el Chiribaile). El cerro está formado por materiales fluviales plio-cuaternarios idénticos a los separan el río de la rambla de Fiñana antes de su unión (Serreta de Zuchar) y a los de los relieves que limitan el valle. Por tanto, sería un “cerro testigo” dejado por la erosión que ha formado la vega que lo rodea. La madàna está en el lado opuesto del río, sobre una terraza fluvial separada del cauce por tajos de hasta 10 m de altura que, partiendo del Vivero pueden seguirse dentro del casco urbano69. El área ocupada por la ciudad andalusí tiene su límite norte en parte de estos cantiles (Paseo de la Catedral), y los este y oeste en dos barrancos (hoy las calles Santiago y San Miguel) que se acercan en el área de la Bovedilla para formar un estrangulamiento que aísla casi por completo una meseta triangular que tiene su punto más alto donde se situaba la alcazaba y sus bordes recorridos por la muralla. Los cauces del río y las dos ramblas están hoy limitados artificialmente por diques. Sin embargo, podemos usar los demás elementos morfológicos de la vega y fotografías aéreas para reconstruir su trazado original. Así, el abanico aluvial de la rambla de Fiñana obligaría al río a formar un meandro que erosionó la terraza situada en su orilla oeste formando el tajo del Vivero. Después dibuja una curva hacia el lado opuesto hasta que se encuentra con el abanico aluvial de la rambla de Baza, lo que genera otro meandro hacia el oeste que creó los cantiles de la ciudad. El río pasaba justo bajo el Paseo de la Catedral, recorriendo buena parte del área ocupada hoy por la zona comercial moderna (avenida Medina Olmos, Cruces). Sin embargo, hay dos factores que indican que este cauce deriva de otro previo: la relación inversa entre los tamaños de los abanicos aluviales y de las cuencas asociadas de las ramblas y los orígenes del cerro Humilladero y la vega de Chiribaile. Ambos elementos encajarían considerando que el cerro estaba unido a la Serreta de Zuchar y que la vega del Chiribaile era el antiguo cauce de la rambla de Fiñana, que se unía a la de Baza antes de desembocar en el río justo frente a la ciudad. Esto implicaría que el abanico aluvial de la rambla de

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Baza y los cantiles que genera en la ciudad son más antiguos que el tajo del Vivero y el depósito de la rambla de Fiñana. Además, siendo esta última responsable de las inundaciones que sufre con frecuencia la zona70, esta disposición expondría a Guadix a una situación muy peligrosa. Es posible que el cambio del cauce tenga causas naturales71 y que ocurriera hace milenios, pero sin una datación no se puede excluir que sea más reciente (¿romano? ¿medieval?) e, incluso, artificial. La barrera ZucharHumilladero es de arcillas y gravas y sería fácil abrir una zanja para desviar la rambla, apartando de la ciudad esta “Espada de Damocles”. La respuesta está en los restos orgánicos o niveles arqueológicos datables que deben existir en los depósitos fluviales del Chiribaile y el abanico aluvial actual de la rambla de Fiñana.

de curso y en la distribución de los aluviones, creando isletas y lagunas más o menos temporales. Esta situación, hoy inimaginable en esta vega completamente cultivada, si es reflejada en las fuentes contemporáneas y modernas, que dibujan un paisaje de lagunas, sotos y praderas ganaderas que servían de refugio a una rica fauna75. Esta situación debió repetirse aguas abajo y en el Fardes medio, a juzgar por los topónimos sobre prados y sotos repartidos por el valle, y por la presencia de fauna fluvial hoy extinguida, como los castores76. Análisis más finos de los niveles arqueológicos del valle pueden aportar indicios paleoecológicos que ayuden a describir estos ecosistemas y establecer los avatares históricos que han experimentado.

6. CONCLUSIÓN Otros aspectos sin resolver es la datación de la desviación del meandro más cercano a la ciudad para alejarlo de ella, y cual ha sido el ritmo de las inundaciones que ha padecido. Las relaciones históricas de otras ciudades con su río han sido abordadas a través del análisis arqueológico de la alternancia entre niveles de inundación y ocupación72. Sin embargo, en Guadix lo único que se ha hecho es perder la gran oportunidad que surgió en la excavación de la puerta de San Torcuato, donde apareció un registro completo de las crecidas desde el Alto Medievo73. A pesar de ello, el hallazgo del teatro romano bajo el cantil del Paseo de la Catedral mostraría que el río ya había sido desviado en el s. I d. C. No obstante, esta alteración debió ser transitoria, ya que sobre los restos romanos aparece un nivel de inundación altomedieval74. Finalmente, las crecidas harían muy arriesgada la agricultura en zona inundable, y han debido producir –como en otras llanuras fluviales– cambios

Una de las cosas que podían definir a Maryelle Bertrand y que más me unió a ella es el profundo amor que sentía por el rico patrimonio histórico y natural de la cuenca del Guadiana Menor. Por desgracia, esto la llevó en muchas ocasiones a enfrentarse a la evidencia de que estaba siendo destruido ante la indiferencia de la mayoría y la complicidad de quien debería evitarlo. Pero, aunque a veces la invadiese el desánimo, lo cierto es que tenía muy claro que el estudio de este patrimonio y de la forma en la que los hombres lo hemos modelado a lo largo de milenios es fundamental para que pueda reconocerse su valor y, si aún queda algo, pueda ser protegido. Este texto es un homenaje a la oportunidad que me dio para ayudarla en este empeño y, sobre todo, se escribe con la esperanza de que el trabajo al que dedicó su vida sirva de motor para que se continúe investigando sobre la interacción entre el hombre y el medio natural en la región.

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Área analizada Áreas de intensificación activas Áreas de intensificación abandonadas Regadíos en el glacis de Sierra Nevada

Fig. 1. Distribución de las áreas de intensificación activas y abandonadas en el sur de la cuenca del río Fardes desde época romana al s. XV.

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Fig. 2. Diagrama en el que se muestra las formaciones climáticas que se darían en la cuenca del Guadiana Menor en función de la pluviometría y temperaturas medias anuales según el esquema básico de la fitosociología sigmatista. Los bosques marcados con un “*” son actualmente muy raros en la región. También se diferencian los bosques propios de suelos silíceos (subrayados en negro) de los de suelos carbonatados (subrayados en gris).

Fig. 3. Diagrama de la figura 2 transformado para mostrar los efectos de las variaciones microecológicas en la aparición de los bosques climácicos fuera del área definida por las condiciones climáticas generales. Se señalan los efectos ligados a condiciones anormalmente cálidas (T +), frías (T -), húmedas (H +) o secas (H -).

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Fig. 4. Efectos de los modelos propuestos en las figuras 2 y 3 en la configuración de un área de transición entre las series dominadas por quejigaracerales y por encinares. En la propuesta básica de la fitosociología sigmatista (arriba) aparecen quejigar-acerales (A) y encinares (B) homogéneos separados por un área de transición (C). Teniendo en cuenta las variaciones microecológicas (abajo), en el área del quejigar-aceral aparecen encinares en roquedos (R) y solanas (S), mientras que en el territorio climácico del encinar los quejigos y arces ocupan umbrías (U), suelos profundos (sr) y orlas de bosques de ribera (ch), y los coscojares crecen en solanas y roquedos.

Fig. 5. Distribución de las manchas de cenizas con carbón y roca vitrificada (puntos) en relación con la red de asentamientos actuales y los restos que quedan de encinar en el glacis occidental de la Sierra de Baza (manchas de trama punteada).

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Fig. 6. Contexto y estructura geomorfológica del valle del río Guadix. En el recuadro pequeño se observa la relación entre el tamaño de la cuenca y la anchura del valle (semióvalos). En el mapa se indica la situación de los cauces actuales (negro), cauces naturales (gris oscuro) y cauces naturales antiguos (gris claro), los abanicos aluviales de las ramblas de Baza (1) y Fiñana (2), los cantiles que bordean la terraza fluvial de Guadix (c, h, g y d) y los que forman los barrancos de la calle San Miguel (e, b) y de la calle Santiago (a, f). También se indican los relieves formados por materiales pliopleistocenos (serreta de Zuchar y cerro Humilladero: trama granulada oscura), el actual casco urbano de Guadix (rallado vertical) y el de la ciudad medieval (cuadriculado).

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Notas 1 La dendrocronología la creó un astrónomo, pero las series dendrocronológicas se desarrollaron combinando muestras actuales y arqueológicas. Respecto a la datación con C14, su origen teórico está en la química, pero el análisis de muestras arqueológicas demostró que la relación tiempo-concentración de C14 no es directa, sino que debe someterse a una corrección

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(RENFREW y BAHN 1998, pp. 124-134). 2 ORLANDO et al. 2006. 3 TELLES ANTUNES 2002. 4 NORES y LIESAU 1992.

31 Sobre los efectos de las poblaciones paleolíticas y mesolíticas en los bosques, véase BLONDEL y ARONSON 1999.

5 BAREA AZCÓN y BALLESTEROS-DUPERÓN 1999.

32 Los pinos de los Prados del Rey o Río Madera, los quejigos

6 GARRIDO GARCÍA 2008. 7 BLONDEL y ARONSON 1999.

de Linarejos o los robles y encinas de Cáñar y Abla (obs. pers.), que formarían bosques como los de Krumiría (Túnez) o el Atlas Medio marroquí (CHARCO 1999 y obs. pers.).

8 MORALES MUÑÍZ 1990.

33 Herbazal-matorral abierto-matorral denso y (en su caso)

9 Maryelle Bertrand descubrió una interesante especie de cara-

bosque (GÓMEZ Y VALLE 1988). 34 Se han publicado varias monografías y mapas geobotánicos

col que se creía extinguida y, en parte, a ella se debe que hoy se estén creando las bases para asegurar su supervivencia (GARRIDO GARCÍA et al. 2005).

sobre el área de estudio (MARTÍNEZ PARRAS y PEINADO LORCA 1987; RÍVAS-MARTÍNEZ 1987)

10 BERTRAND 1993.

35 BLONDEL y ARONSON 1999; COSTA TENORIO et al. 1998,

11 Otros grupos son menos estudiados por haber pocos espe-

CHARCO 1999; y QUÉZEL y MÉDAIL 2003.

cialistas que los trabajen o por que la recogida de sus restos exige técnicas especiales (cribado) poco aplicadas en Andalucía (GARRIDO GARCÍA 2008).

36 De hecho, nosotros lo usamos para caracterizar el entorno

12 GARRIDO GARCÍA y NOGUERAS MONTIEL 2002-2003.

37 Por ejemplo, los bosques de pinos carrascos de El Baúl, el

13 GARRIDO GARCÍA 2008. 14 Visigoda, emiral, califal-zirí, almorávide-almohade y nazarí.

bajo Fardes, la falda norte de la Sierra de Baza, o del límite entre la Depresión de Guadix-Baza y los macizos de Mágina, Cazorla-Segura y la Sagra.

15 Invasión islámica, fitna, sucesos del siglo XII o caída del

38 Los pinares de pinos resineros o negrales y las masas de

poder almohade al inicio del XIII. 16 Los datos son por ahora escasos, e indican la presencia de ciervo, gamo, corzo y cabra montés, aún comunes en los ss. (GARRIDO GARCÍA 2008).

XV-XVI

17 ALONSO MILLÁN 2005. 18 Su localización y desarrollo histórico puede consultarse en BERTRAND et al. 1996 y BERTRAND y SÁNCHEZ VICIANA 2001, 2006 y 2008.

de algunos yacimientos (BERTRAND y SÁNCHEZ VICIANA 2001).

sabinas moras de los arenales dolomíticos (Sierra de Baza, La Peza, extremo noroeste de Sierra Nevada) o de roquedos calizos (Huescar, Castríl). 39 En arcillas o margas yesíferas sujetas a una erosión continua que impide la evolución del suelo y el desarrollo normal de una serie de vegetación; o en los saladares de la Hoya de Baza, en los que sólo pueden instalarse plantas especializadas en estos ambientes. 40 QUÉZEL y MÉDAIL 2003 pp. 354-358.

19 RENFREW y BAHN 1998, pp. 234-235.

41 Por ejemplo, un pinar de pino carrasco que va siendo inva-

20 Romano, visigodo, emiral, califal-taifa y s. XV. 21 BERTRAND, SÁNCHEZ VICIANA 2006.

dido por las encinas, y cuando se transforma en encinar, propicia la creación del clímax, un bosque mixto de quejigos y encinas o un quejigar.

22 BERTRAND y SÁNCHEZ VICIANA 2006.

42 Se pueden comparar las dinámicas propuestas para las series

23 Vegas de Luchena, el Tablar y La Almida.

por GÓMEZ Y VALLE 1988, fig. 14, p. 198) con los modelos dinámicos de QUÉZEL y MÉDAIL (2003, figs. 8.26, 8.27 y 8.28).

24 En el s. XVI, se dice del Cenete que “... es su mayor trato mucho carbón y leña” (ENRÍQUEZ DE JORQUERA 1934 [1649]), y en el XIX Jerez del Marquesado abastecía a “20 pueblos de la comarca” (MADOZ 1987). 25 La Sierra de Villuercas (Cáceres) tambien fue el objetivo de una colonización en época emiral en parte ligada a la metalurgia (GILOTTE 2006). 26 La fauna salvaje se “multiplicó en tan grande abundancia que era cosa increíble lo mucho que había de conejos, liebres y perdices. Andaban por los campos manadas de jabalíes como de este otro ganado doméstico. Lo mismo era de corzos, venados que cabras montesas” (MEDINA 1595, pp. 171 y ss.). 27 GARRIDO GARCÍA 2008. 28 GARRIDO GARCÍA 2008. 29 En el mejor “bosque natural” de la cuenca del Fardes (Dehesa del Camarate, Lugros - GR) hay restos de fundiciones y carboneras, y casi el 90% de los robles tienen menos de 60 años. 30 “Partiendo de la región de Kálpe, cruza la Bastetanía y el país de los oretanoí una cordillera cubierta de densos bosques y corpu-

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lentos árboles, que separa la zona costera de la interior” (Estrabón, Geographiká, Libr. III, 4: 2 en GARCÍA Y BELLIDO 1945).

43 COSTA TENORIO et al. 1998, p 252. 44 GONZÁLEZ BERNÁLDEZ 1992; COSTA TENORIO et al. 1998, pp. 243, 268 y 275; QUÉZEL y MÉDAIL 2003, p. 365. 45 No sólo la del cerdo de montanera: en Guadix se varean aún las encinas en otoño para que las ovejas y cabras coman bellotas. 46 Esto se hizo en Andalucía hasta mediados del siglo XX (COSTA TENORIO et al. 1998, p. 275). En el área estudiada, el Catastro de Ensenada (1752) señala que en Ferreira: “una parte está acotada, y se guarda por dehesa nueva de 5 años a esta parte para el monte de encinas que se han empezado a sembrar” y que en Dólar “una parte de monte es de encinas y chaparral nuevo, que serán 60 fanegas” (ARIAS ABELLÁN 1984). 47 VALLE TENDERO 2003. 48 Un buen ejemplo aparece en la carretera Cardeña – Conquista (Córdoba), que cruza grandes dehesas de encinas, salvo por el espacio que queda entre las vallas de estas y la vía, ocupado por densos melojares. 49 CARRIÓN et al. 2007, un excelente trabajo multidisciplinar

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entre paleopalinólogos y arqueólogos.

65 Actualmente en estudio junto a Sophie Gilotte y José R.

50 En GARRIDO GARCÍA 2008, se revisa la problemática y las

Sánchez Viciana.

diferentes interpretaciones que se han hecho del paso Atlántico-Subboreal para los ecosistemas del sureste ibérico.

66 BENITO 2001.

51 RODRÍGUEZ ARIZA et al. 1996; NAVARRO et al. 1998.

67 DÍAZ HERNÁNDEZ y JULIÁ 2006; PÉREZ PEÑA et al. 2006; y GARCÍA TORTOSA et al. 2008.

52 MARTÍNEZ PARRAS y PEINADO LORCA 1987.

68 El mayor es el de la Rambla de Baza (cuenca de 19 km2), y

53 Quejigos en La Peza, el ya citado bosque del Alhama,

el menor el de la de Fiñana (237 km2).

acebos matorral y serial de robledales en Dólar, tejos y mostajos en Huéneja, y arces en los montes de Abla, Abrucena y Fiñana (obs. pers.).

69De este a oeste, el borde norte de las plazas de los Pachecos

54 Producida por la destilación de la madera de los enebros de

70 La cuenca de esta rambla está muy desforestada y las tor-

miera, y usada en veterinaria tradicional para cicatrizar heridas de esquileo y, sobre todo, para tratar la sarna (LÓPEZ GONZÁLEZ 1982).

mentas en la Sierra de Baza y/o los llanos del Marquesado provocan grandes crecidas. La más importante de los últimos años ocurrió en 1973, pero las fuentes tambien señalan otras en 1707 y 1805 (CONTRERAS RAYA 1994-1995; y PÉREZ LÓPEZ 1998).

55 Sólo se conocen ejemplares aislados de pino silvestre no plantados en la Dehesa del Camarate y en el Ayo. Padules (obs. pers.). Otra prueba son unos tocones de pino de unos 300 años hallados en la cabecera del Guadalfeo (RUÍZ DE LA TORRE 1971).

y de las Palomas, el paseo de la Catedral y límite sur del área ocupada por el instituto Padre Poveda.

71 Un desbordamiento, o esto combinado con la colmatación por arenas del valle, pudo hacer salir a la rambla de su antiguo cauce creando el actual.

56 Ver FERNÁNDEZ GONZÁLEZ 1986. Algunos crecen en luga-

72 BUTZER et al. 1983; CARMONA GONZÁLEZ 1991.

res tan próximos como la Sierra de Baza, sierras de CazorlaSegura o los terrenos dolomíticos de la propia Sierra Nevada.

73 M. Bertrand y J. R. Sánchez Viciana, com. pers. Esta excava-

60 RUBIO DE LUCAS et al. 1995; BOSQUE MAUREL 1971.

ción, realizada en el contexto de una importante promoción inmobiliaria, es un ejemplo de la nefasta política que se ha venido llevando en la ciudad con el patrimonio histórico. Además de obviarse el estudio de los niveles de inundación, la “restauración” del arco eliminó sin estudio previo un fresco del s. XVI en el que se representaba la ciudad (que entonces era casi igual a la medieval) y la hoy desaparecida mezquita mayor.

61 Por ejemplo, el aprovisionamiento de pescado fresco desde

74 Obs. pers.

Adra se hacía tradicionalmente con mulas, atravesando los puertos por ser el camino más corto y haber nieve para conservar la mercancía.

75 Los prados dedicados a la cría de caballos son citados en los

57 MARTÍNEZ PARRAS y PEINADO LORCA 1987, p. 250. 58 VALLE TENDERO 2003, pp. 10-11. 59 ESTEBAN 1996.

rebaños familiares de ovicápridos o vacas que aprovechan los pastos y rastrojeras en el entorno de los pueblos, es aún común en el Maghreb (obs. pers).

ss. XVII y XVIII (HERNÁNDEZ DE JORQUERA 1934 [1649]; ASENJO SEDANO 1983). Además, en 1494, pide permiso para roturar unos sotos por que “…en los dichos setos e çarçales que en ellos ay, se crían puercos, jabalíes e lobos e otras alimañas que (distraen) los ganados e panes....” (ASENJO SEDANO 1992, p. 172). En 1805, las inundaciones forman “…algunos pantanos que envueltos en malezas conservan las aguas que, corrompidas en tiempos de calor, necesariamente obran contra la salud pública...” (PÉREZ LÓPEZ 1998).

64 Obs. pers.

76 GARRIDO GARCÍA 2008.

62 TRILLO SAN JOSÉ 1992; ALBARRACÍN et al. 1986; PEINADO SANTAELLA y LÓPEZ DE COCA CASTAÑER 1987. 63 Este tipo de explotación ganadera, basada en pequeños

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