Siempre Nueva York por Javier Reverte

Alfonso Armada vuelca en su última obra tanto su amor a NY como la perplejidad que le producen sus escenarios y sus gentes.

Javier Reverte
Javier Reverte

?Siempre asoma Nueva York en el horizonte de nuestros sueños literarios y, una vez más, de la mano de Alfonso Armada, que este año ha publicado un libro nuevo sobre esa ciudad que conoce tan bien, en la que fue corresponsal de prensa durante unos cuantos años y en donde, sospecho, cultivó la mitad de su alma y, al marcharse, se dejó la otra media encallada en la nostalgia. Al menos eso es lo que me parece a mí leer entre líneas en sus libros.

Alfonso Armada, periodista, poeta y autor de teatro, es también uno de los mejores escritores de viajes españoles, con títulos tan notorios como Cuadernos africanos, antología de crónicas de sus años como enviado especial de El País al continente negro, o España de sol a sol, un recorrido por la España de nuestros días que, antes de convertirse en libro, fue cuajando en reportajes publicados por el diario madrileño ABC.

Pero es en Estados Unidos en donde su pluma ha forjado la mayor parte de su obra viajera. Antes de este último, del que hablaré ahora, publicó El rumor de frontera, un recorrido por los escenarios del sur de los Estados Unidos, ese sur gringo desde el que los USA mantienen una amorosa y bronca relación con su vecino México y en donde resuenan los ecos de tantas historias del Oeste americano. Un poco antes, el escritor había publicado su Nueva York, el deseo y la quimera, un excelente libro para comprender la Gran Manzana. Y recientemente vio la luz su Cuaderno de viaje a la elección de Obama, otra vez un texto periodístico, lleno, como todos los suyos, de fluidez, gracia y talento. América está en el corazón de Armada, sin lugar a dudas.

El libro de ahora, editado por Península, uno de los pocos sellos exclusivamente viajeros que nos quedan, se llama Diccionario de Nueva York. Y es un libro curioso, más original que todos los otros, y en el que Alfonso Armada vuelca tanto su amor a la ciudad como la perplejidad que le producen muchos de sus escenarios y muchas de las gentes que han hecho famosa a la urbe más poderosa y fascinante de nuestro tiempo. El libro, además, está lleno de referencias literarias y es cualquier cosa menos un trabajo al uso de la literatura viajera. Y mucho menos todavía un intento de guiar al extraño por una ciudad que está llena de secretos. Es un diccionario, tal como dice el título, pero un diccionario tan subjetivo como sugestivo. En este libro, Alfonso Armada se alía con la urbe de los rascacielos cual si fuera su cómplice, como si en ocasiones pretendiera sobre todo guardar sus secretos antes que revelarlos al propio lector.

Hace no muchos días hablaba con un amigo editor, el granadino Jerónimo Páez, que ha publicado excelentes libros sobre ciudades en su editorial Almed, y Jero se quejaba de que no existe un gran libro sobre Nueva York. Me puse a pensar. Hay uno, claro, que es todo un clásico, el del francés Paul Morand. Pero es cierto que, salvo pequeñas aportaciones, como las de White o Hamill, o el texto del irlandés Behan, poco podemos encontrar entre los anglosajones que nos hable del alma de la ciudad desde la literatura llamada de no ficción. En España tenemos algunos, como el clásico de Julio Camba (La ciudad automática), el libro de Antonio Muñoz Molina (Las ventanas de Manhattan) y el de Enric González (Historias de Nueva York), tres excelentes textos. Pero creo que no hay mucha más literatura española no ficcionada sobre la ciudad, al menos que yo sepa. Armada, en su libro-diccionario, nos ofrece ahora nuevas pistas, nuevos caminos literarios para conocer la ciudad más importante del siglo XX y lo que va del XXI.

No sé si el escritor tiene el empeño de seguir trazando parte de su obra en pos del mito neoyorquino, si quiere dejar en sus testimonios literarios una decidida apuesta por relatarnos lo que es el alma de la gran metrópoli de nuestros días. Pero, de cualquier forma, este Diccionario de Nueva York, quizás el libro más personal de Armada y desde luego el más inclasificable, desgrana términos, con aire de largas greguerías inconexas, sobre los que coloca sus sueños y sus fobias literarias, mezcla profundas vivencias con hachazos de historia y abraza a la ciudad con tanto amor como la detesta en numerosas ocasiones.

Quizás Alfonso Armada acabe por ser algún día el gran cronista neoyorquino. Diremos entonces eso de "lo teníamos aquí y no lo sabíamos"

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