El ejercicio de la condena a muerte jugó un importante papel en el proceso de fortalecimiento del poder público en la Navarra medieval. Desde finales del siglo XIII el número de ejecuciones aumentó por causa del bandidaje hasta alcanzar su máxima cota en 1347. Pero el incremento de la pena de muerte no implicó la desaparición de la venganza privada, que regulaba las relaciones nobiliarias. Los malhechores, ladrones, traidores, homicidas y otros delincuentes condenados a muerte recibieron su castigo mediante distintas tipologías y modalidades penales de variado significado.
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