Niños y jóvenes han sido vistos a menudo como la vanguardia de la era digital, en su doble vertiente de héroes de la “sociedad red” y víctimas de la “sociedad del riesgo”. Aunque casi siempre este doble proceso de idealización/satanización ha tenido lugar en el espacio público, el espacio privado adquiere cada vez mayor importancia en las culturas adolescentes del siglo XXI. Las denominadas “culturas de habitación” se erigen en uno de los escenarios donde se construye la identidad personal y social de nuestros hijos e hijas, el lugar físico y virtual desde el cual se abren al mundo o se encierran en sí mismos. Este artículo ofrece una reflexión sobre el papel cambiante de los hijos en casa, tomando como referencia dos modelos extremos –el hacker (profeta de la sociedad digital) y el hikikomori (víctima de la reclusión doméstica)– para, a continuación, proporcionar algunos datos basados en una investigación reciente llevada a cabo en Cataluña.
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