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ESENCIA DE LA POBREZA PRACTICADA POR FRANCISCO DE ASÍS Inicio esta reflexión con una anécdota de mi vida intelectual. Invitado por el amigo Alain Guy, decano de la facultad de Filoso­ fía de la Universidad de Toulouse-Le Mirail, a tomar parte en el círculo de hispanismo, coincidió que un doctorando hizo la defensa de su tesis sobre la pobreza de los cataros. En la exposi­ ción de la misma mantuvo una clara coincidencia entre la pobre­ za cátara y la de San Francisco. Al comentar la tesis en el amiga­ ble coloquio que siguió al acto académico, me permití, como franciscano, declarar al doctorando mi disentimiento sobre la equi- parancia entre la pobreza cátara y la pobreza franciscana. Me replicó con decisión: «Pero si los testimonios que he aducido la hacen patente». Al intentar replicarle, intervino el decano que pre­ sidió la sesión, para delicadamente advertir que no era el momen­ to de confrontar discrepancias de colegas. Esta atenta interven­ ción soslayó el que yo pudiera entonces aclarar mi convicción íntima sobre cómo San Francisco pensó y vivió su pobreza. Ha pasado una veintena de años y de modo reiterado me ha venido a la mente al enfrentarme contra la interpretación cátara de la pobreza franciscana. Esta falsa interpretación no ha sido única. Max Scheler, uno de los filósofos mentores de este siglo, en su obra El resentimien­ to en la moral, protesta de que la benevolencia hacia el pobre, humilde y oprimido, se la interprete como expresión de un hondo resentimiento ante la vida. En su razonar, el amor y la abnegación ante el pobre y menesteroso responden al intento de desarrollar lo que de vitalmente positivo se halla en ellos. Le viene entonces a la mente San Francisco de Asís y escribe: «Cuando (este santo) besa heridas purulentas y no mata las chinches que le muerden, sino que les cede su cuerpo como casa hospitalaria, no es falta de repugnancia o gusto por la purulencia, sino una superación

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