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S a n F r a n c i s c o e n e l p e n s a m i e n t o d e L e o n a r d o C o i m b r a A mis hermanos capuchinos de la Comunidad de Barcelos (P ortugal ) Las reflexiones que se inician en este estudio sobre san Francisco y el pensamiento moderno se mueven dentro del esquema propuesto por el Vaticano II en la Constitución Caudium et Spes. Fijamos espe­ cialmente nuestra atención en el capítulo IV que lleva este título pro­ gramático: Misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Esta mi­ sión se resume en esta sola palabra: diálogo. En ese ir y venir del logos humano — es el contenido del vocablo «dia-logo»— entre el mun­ do de hoy y la Iglesia, pretende encontrar ésta el secreto de un mutuo enriquecimiento. El mundo se enriquece con la eterna verdad de que la Iglesia es depositaria. Y la Iglesia, a su vez, confiesa con ingenuidad evangélica que «necesita de modo muy peculiar de quienes, por vivir en el mundo, sean o no sean creyentes, conocen a fondo las diversas instituciones y disciplinas» '. El tema franciscano es un recuadro más dentro del grandioso reta­ blo viviente de la actual vida eclesial. Con esto de notar: San Francisco ha suscitado una inmensa simpatía en el hombre de hoy, sobre todo se ha hallado muy presente en la meditación de muchos pensadores. ¿No podrían éstos ayudarnos a penetrar en los secretos de aquel gran cora­ zón, a clarificar las intimidades de aquella alma excepcional? Son estos profesionales de la vida del espíritu, católicos, protestantes, agnósticos, hombres de mera cultura humana. Nada de maravillar, por lo mismo, que algunos supuestos y algunas de sus conclusiones sean inaceptables. 1. Gaudium el Spes 44.

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