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La novelística italiana durante el ventenio fascista A MODO DE INTRODUCCIÓN La literatura, y fundamentalmente la novela, nunca ha permanecido aje­ na a los avatares de la historia. Desde la constitución del género novelesco la crónica histórica fue dejando paso, poco a poco, a la narración novelesca en la que se daban cita todos aquellos ingredientes que habían configurado la crónica. Y el fascismo, como movimiento histórico y político, ha tenido su novela. Pero no se trata de analizar tan sólo aquellas muestras narrativas que sirvieron de cauce difusor o propagandístico al complejo movimiento fascista, sino también de acoger, entre los límites de nuestro trabajo, esos otros exponentes narrativos que, o bien permanecieron indiferentes a esa manejada política, o entrañaban una actitud abiertamente hostil. Se crea un caldo de cultivo excelente para que la novela pueda satisfa­ cer ese deseo que parece caracterizar al ser humano: el placer de fabular. Claro está que debemos tener muy en cuenta los principales rasgos, las características que configuran el marco exterior de esta novela. El gobierno Giolitti, período convulso de luchas políticas, acaba por originar el naci­ miento del fascismo: Italia asiste impotente al espectáculo de la descompo­ sición nacional y esto favorece notablemente y exacerba el sentimiento nacional al que, Mussolini, valiéndose de la prensa, alimentó con su estra­ tegia política de patriotismo a ultranza. Así es en realidad, como, en 1919, surge el fascismo que se opone violentamente al partido comunista. Desde esta fecha, la llegada de Mussolini al poder es imparable; jefatura del nuevo partido en 1921 y en octubre de 1922 descubre abiertamente sus ambicio­ nes políticas: «O se nos da el gobierno o marchamos sobre Roma», pro­ nuncia en el I congreso del partido, celebrado en Nápoles. El rey Vittorio Emanuele III le encarga la formación de un nuevo go­ bierno. Y a partir de este momento, Roma parece convertirse en el escena­ rio de una representación —en ocasiones trágica—, en la plataforma de exhibición del Duce, para sus enardecidas soflamas, sus arengas de patrio­ tera y consabida retórica.

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