En los años en los que comenzaba a bosquejarse la historiografía liberal, Adolfo de Castro tuvo una importancia bastante considerable y paralela a su montaje en torno al Buscapié. Sin ningún rigor y de forma bastante panfletaria, Castro desarrolló una visión de la historia de España marcada por la leyenda negra, siguiendo las propuestas que habían desarrollado algunos autores extranjeros. Esta visión fue rechazada por las distintas corrientes del liberalismo español, relegando a Castro a una posición marginal en el terreno historiográfico.
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