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La popularización de don Quijote en el siglo XVII DE PERSONAJE LITERARIO A FIGURA CÓMICA – LA POPULARIZACIÓN DE DON QUIJOTE EN EL SIGLO XVII Carlos F. Cabanillas Cárdenas 1. Introducción La gran difusión de Don Quijote de la Mancha en el siglo XVII tuvo como consecuencia la popularización de su personaje principal, convirtiéndolo rápidamente en tema muy propicio para ser utilizado por otros autores de la época. La mayoría de dichas utilizaciones tiene una función muy específica: provocar la risa. Para ello se recurre a don Quijote, que ya desde muy temprano, como veremos, había dejado de ser protagonista de la novela para convertirse también en un personaje, popular, proverbial y casi folklórico. Una idea ya conocida pero que merece recordarse siempre, dada la diversidad de interpretaciones modernas que tiene la novela – y que será mayor después de este último centenario – es que Don Quijote de la Mancha es en primer lugar un texto cómico, y precisamente por ello tuvo mucho éxito cuando salió de la imprenta en 1605. Este punto de vista no elimina las demás interpretaciones (que solo por contraste denomino aquí serias), pero llama la atención sobre la que primaba en el siglo XVII en despecho de las otras hechas a partir del Romanticismo1. Para los lectores del siglo XVII la novela cervantina solo tenía una función: entretener. Así la leyeron, acaso con algo de asombro, pues dicha novela cómica era diferente a los demás textos de la época, como el exitoso Guzmán de Alfarache, que añadía a sus elementos cómicos largas reflexiones o digresiones morales de acuerdo a la máxima clásica del delectare et docere2. Mientras no 1 2 Para un análisis de las diferentes perspectivas críticas puede verse los trabajos de Close (1978 y 2000). Con un resumen general en Close (1998), donde se señalan las dos perspectivas más usuales de interpretación y su interrelación: “la primera es el tipo de comprensión histórica definido por Schleiermacher, que remite siempre al dominio lingüístico del autor y de sus lectores contemporáneos; la segunda, de índole acomodaticia, trata de adecuar el sentido del texto, a pesar de su infraestructura de supuestos arcaicos, a la perspectiva mental del lector moderno. […] Como suele pasar en los matrimonios, la frecuente tensión entre las dos actitudes oculta una simbiosis latente que se remonta a los orígenes de la hermenéutica” (CXLII). Ver también para el aspecto cómico Russell (1969) y Godoy (1998). Cuando Lesage traduce al francés el Guzmán de Alfarache (París, 1732) omite todos aquellos elementos morales (“moralités superflues”), y deja sólo lo de divertido que tiene la novela. Error de perspectiva, pues para un lector del XVII la parte moral, por muy densa que fuera, era útil y complementaria a la parte divertida que traía la novela 23 Carlos F. Cabanillas Cárdenas encontraban en el Quijote ninguna sentencia patente de este tipo, al menos como elemento importante, sino más bien una comicidad hilarante obtenida de la confrontación entre los elementos serios y los disparatados, donde estos últimos eran los más privilegiados. Lo que se evidencia en la caracterización de los personajes de don Quijote y Sancho Panza, pues pasaban, en diferentes ocasiones, de ser hombre discretos a simples locos o necios. En el presente trabajo intentaré seguir algunas huellas de esa primera interpretación de la novela, a través de la lectura de ciertos pasajes de otros textos contemporáneos al Quijote, e intentaré precisar la transformación del personaje literario don Quijote en una figura cómica. 2. La difusión de la novela Es de sobra conocido el éxito editorial que representó la aparición de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605. Pues de enero a marzo se habían agotado casi 1500 ejemplares, lo que ocasionó su reedición cinco veces el mismo año. El propio Cervantes en boca de Sansón Carrasco, en la Segunda parte, nos comenta el éxito de la novela: Es tan verdad, señor – dijo Sansón – que tengo para mí entendido que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia: si no dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso, y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga. (II, 3)3. Hay que recordar que dicho éxito de difusión debería ser mayor si se considera las diversas formas de difusión del libro. Por ejemplo, la lectura en voz alta, tal como lo cuenta el ventero en el capítulo 32 respecto a las novelas de caballerías: que verdaderamente me ha dado la vida, no sólo a mí, sino a otros muchos. Porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí las fiestas muchos segadores, y siempre hay alguno que sabe leer, el cual coge uno de estos libros en las manos, y rodeámonos de él más de treinta y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas. (I, 32) 3 24 picaresca de Mateo Alemán. Eso explica porque esta novela fue más exitosa que el propio Quijote, llegando a ser un auténtico best-seller de la época. Ver Guzmán de Alfarache, I: 64. De ahora en adelante señalo sólo la parte y capítulo para facilitar el acceso a cualquier edición disponible del Quijote. Normalmente cito por la edición dirigida por F. Rico (1998). La popularización de don Quijote en el siglo XVII 3. Hacia lo popular… El mencionado éxito de ventas, y sobre todo de lectura, habría de ocasionar que el personaje don Quijote y, en menor medida, sus adláteres (Sancho Panza, Rocinante, Dulcinea, etc.) entraran a formar parte de la cultura popular. Es decir que fueran rápidamente tomados como personajes y elementos populares tradicionales independientes de la novela. Véase lo que comenta Sansón Carrasco respecto a la primera parte: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden, y los viejos la celebran; y finalmente es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes… que apenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen: “Allí va Rocinante” (II, 3, mis cursivas)4 Un ejemplo que nos permite medir exactamente la inserción de don Quijote en la memoria colectiva del siglo XVII, fuera de su contexto de origen (el de la novela), es su presencia no en un texto literario sino en uno de no ficción, pero que describe una representación. Se trata de una relación de fiestas (una de las tantas que había en la época, en prosa o verso, y que se escribían para contar las celebraciones especiales de reyes, nacimientos de príncipes, victorias militares, festividades religiosas etc.)5. La que cito está fechada el 19 de octubre de 1607 (es decir sólo dos años después de la publicación de la primera parte del Quijote), y en ella se cuenta y detalla una mascarada y juego de sortija, en las que participan gente disfrazada, generalmente de personajes literarios famosos o mitológicos. Se detalla en dicha relación el desfile de los participantes en el juego, todos disfrazados, entre los que sobresalían los siguientes: el Caballero de la Ardiente Espada (es decir Amadís de Grecia), el Fuerte Brandaleón, el dios Baco y don Quijote: A esta hora asomó por la plaza el Caballero de la Triste Figura, don Quijote de la Mancha, tan al natural y propio de como le pintan en su libro, que dio grandísimo gusto verle. Venía caballero en un caballo flaco muy parecido a su Rocinante, con unas calcitas del año de uno, y 4 5 Como señala, respecto al Cid, Egido (1996: IX): “El grado de lexicalización a la que llegó en el Siglo de Oro la materia cidiana es, tal vez, el signo más claro de su popularidad y arraigo en la memoria colectiva”. Ver para este tema, con el cual pueden encontrarse algunas coincidencias, mi anterior trabajo en esta revista Cabanillas (2004: 64-68). De hecho la palabra rocinante se registra ya como léxico común en el Diccionario de Autoridades de (1737). Véase Lobato (1994) para la presencia de don Quijote en este tipo de festividades, y Arellano 2005 con una muy útil antología de estas relaciones de fiestas. 25 Carlos F. Cabanillas Cárdenas una cota muy mohosa, morrión con mucha plumería de gallos, cuello del dozavo, y la máscara muy al propósito de lo que representaba. Acompañábanle el cura y el barbero con los trajes propios de escudero e infanta Micomicona que su corónica cuenta, y su leal escudero Sancho Panza, graciosamente vestido, caballero en su asno albardado y con sus alforjas bien proveídas y el yelmo de Mambrino, llevábale la lanza, y también sirvió de padrino a su amo, que era un caballero de Córdoba de lindo humor llamado don Luis de Córdoba, y anda en este reino disfrazado con nombre de Luis de Galves. Había venido a la sazón desta fiesta por juez de Castro Virreina; y presentándose en la tela con extraña risa de los que miraban, dio su letra, que decía: Soy el audaz don Quijó-, y maguer que desgraçiá-, fuerte, brabo y arriscá-. Su escudero, que era un hombre muy gracioso, pidió licencia a los jueces para que corriese su amo y puso por precio una docena de cintas de gamuza, y por venir en mal caballo y hacerlo adrede fueron las lanzas que corrió malísimas, y le ganó el premio el dios Baco, el cual lo presentó [a] una vieja, criada de una de las damas. Sancho echó algunas coplas de primor, que por tocar en verdes no se refieren6. Este texto, la Relación de la fiestas que se celebraron en la corte de Pausa por la nueva del proviimiento del Virrey en la persona del Marqués de Montesclaros, cuyo grande aficionado es el corregidor deste partido, que las hizo y fue el mantenedor de una sortija celebrada con tanta majestad y pompa, que ha dado motivo a no dejar en silencio sus particulares) nos aporta tres noticias importantes7: En primer lugar, evidencia que la popularidad del personaje don Quijote no es cosa de exageración. Pues no se trata de la Relación de una fiesta o mascarada realizada en España, sino en un pequeño y remoto pueblo de los andes del Perú, la Villa de Pausa (actualmente Pauza, en el departamento de Ayacucho), que celebraba el nombramiento del nuevo Virrey8. Si la fiesta se hubiera realizado en 6 7 8 26 Este texto lo dio a conocer Rodríguez Marín (1911: 97-118), reproducido en 1947 (57585). Lo incluye Arellano (2005: 2-6) en su antología, y Valero (2005) hace una edición electrónica. Cito por la edición de Rodríguez Marín (1947), cotejando el pasaje con las otras dos ediciones. Valero señala que ha revisado el manuscrito original nuevamente. Puede verse algunos comentarios parciales a dicha Relación en Miró Quesada (1962: 7276), y Firbas (2000: 199-200). Pauza era entonces una villa de de apenas una docena de habitantes españoles y alrededor de 1500 nativos, pero que para la celebración debieron llegar invitados (como el dicho Luis de Córdoba) de algunas villas vecinas. La popularización de don Quijote en el siglo XVII Lima o México habría menos sorpresa, y seguramente hubiera estado perfectamente entendida de acuerdo a la difusión editorial de la novela (casi 100 ejemplares en 16059) y el establecimiento de las Cortes Virreinales (con todo su ornamento real). Pero la distancia geográfica y la cercanía temporal de 1605 a 1607 le dan características peculiares. La segunda noticia que nos da el texto es la utilización del personaje don Quijote en una representación y por tanto como elemento independiente de la novela. En una fiesta de este tipo se requería personajes fácilmente reconocibles por los espectadores, por ello usualmente se recurrían a personajes mitológicos, míticos o famosos. Por ejemplo: caballeros andantes como el citado de la Ardiente Espada, o dioses mitológicos como el dios Baco. Finalmente, señala el matiz claramente cómico del personaje don Quijote. Pues si bien se puede pensar que don Quijote cumplía el papel de caballero andante (como el de la Ardiente Espada), la rápida degradación burlesca que señala el texto lo lleva al extremo de lo ridículo-cómico10. 4. Don Quijote como figura Del texto citado se desprende también que dicha caracterización cómica está dada en primer lugar por la descripción externa, ya que se representaba a don Quijote “tal y como le pinta su libro” es decir como lo describe Cervantes (I, I): “Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro” (después, I, 35, se dirá: “las piernas eran muy largas y flacas…”); además iba armado con armaduras viejas e inservibles “que habían sido de sus bisabuelos”, “tomadas de orín y moho”, “con rodela y lanzón”, que cabalgaba en un “rocín muy flaco”, “que tenía más cuartos que un real, y más tachas que caballo de Gonela”, etc.. Descripciones que se centralizan en dos aspectos: la delgadez excesiva11 y la 9 10 11 Para la llegada de ejemplares del Quijote a América ver el clásico estudio de Leonard (1979: 302-12). Y para autores del Siglo de Oro en general ver Hampe (1992). De hecho en el texto de la relación varias veces se señala la risa del público: “con extraña risa de los que miraban”, “y después de haber tenido entre sí algunas diferencias sobre el dar de los premios de invención, letra y gala, se resolvieron en esta forma: que el de invención, por haber sido todas tan buenas y reconocerse poca o casi ninguna ventaja en ellas, se le diese al Caballero de la Triste Figura, por la propiedad con que hizo la suya y la risa que en todos causó verle” (Rodríguez Marín, 1947). Para sugerentes apreciaciones respecto a la descripción física de don Quijote, y a su génesis como personificación de la Cuaresma (símbolo de abstinencia y maceración) que se contrasta con la del Carnaval (Sancho Panza), ver Redondo (1997: 207-16). Como es obvio la figura delgada del caballero se traslada también a su caballería. 27 Carlos F. Cabanillas Cárdenas antigüedad de sus armas12. Ambos elementos marcarán el inicio de su composición en figura cómica, como veremos adelante, pues al aspecto físico se añade uno artificial: el creerse caballero andante. Si se suma a esta descripción inicial cómo iba quedando don Quijote después de cada aventura: molido a palos, roto de armaduras, sin dientes y apenas muelas, la descripción que queda no sólo es la de una caricatura cómica y extravagante sino también grotesca. Recuérdese en la primera parte la impresión que causa la figura de don Quijote a los demás personajes, pues se le califica de: “tener mal talle”13, de ser “figura contrahecha” o “extraña figura”14, ser “hombre de tan mal parecer”15, o “fantasma”16, y de tener “ mal pelaje y catadura”17. 12 13 14 15 16 17 28 La insistencia en la antigüedad de sus armas evidencia el anacronismo del caballero andante, pero además el deterioro en sí de la imagen. mal talle: I, 2, en la primera llegada a la venta: “El lenguaje no entendido de las señoras, y el mal talle de nuestro caballero acrecentaba en ellas las risas…”. I, 23, en la Sierra Morena en su primer encuentro con Cardenio: “El otro, a quien podemos llamar el roto de la mala figura (como a don Quijote el de la Triste) después de haberse dejado abrazar, le apartó un poco de sí, y puestas sus manos en los hombros de don Quijote, le estuvo mirando como que quería ver si le conocía, no menos admirado de ver el talle y armas de don Quijote que don Quijote lo estaba de verle a él. […] El Caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle y remirarle y tornarle a mirar de arriba abajo....”. figura: I, 2, en la primera llegada a la venta: “y pasara muy adelante si a aquel punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy gordo, era muy pacífico, el cual viendo a aquella figura contrahecha, armada de armas tan desiguales como eran la brida, lanza, adarga y coselete, no estuvo en nada de acompañar a las doncellas en las muestras de su contento”. I, 3, con el labrador que castigaba a Andrés: “El labrador que vio sobre sí aquella figura llenas de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto...”. I, 8 ante los frailes de san Benito y el escudero vizcaíno: “Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados así de la figura de don Quijote como de sus razones...”. I. 4, frente a los mercaderes a quienes pide que confiesen que no hay doncella más hermosa que Dulcinea: “Paráronse los mercaderes al son de estas razones, y a ver la extraña figura del que las decía; y por la figura y por las razones luego echaron de ver la locura de su dueño”. mal parecer: I, 17, en la venta, después del suceso con Maritormes: “El cuadrillero, que se vio tratar tan mal de un hombre de tan mal parecer, no lo pudo sufrir, y, alzando el candil con todo su aceite, dio a don Quijote con él en la cabeza…”. fantasma: I, 21, con el barbero y el yelmo de Mambrino: “El barbero que tan sin pensarlo ni temerlo vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio para poder guardarse...” Otras refrencias varias en: I, 35, don Quijote en camisas (ropa interior) en el combate contra los cueros de vino: “Estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos y por detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy largas y flacas llenas de vellos y nonada limpias”. I, 42, en la venta a la llegada del oidor: “Admirado quedó el oidor del razonamiento de don Quijote, a quien se puso a mirar muy depropósito, y no menos le admiraba su talle que sus palabras […] En resolución, bien echó de ver el oidor que era gente principal toda la que allí estaba, pero el talle, viasaje y la postura de don Quijote le desatinaba”. I, 52, con el cabrero: “Miróle el cabrero y, como La popularización de don Quijote en el siglo XVII Todas estas características, claramente enfocadas hacia la descripción externa, tienen su culminación en el jocoso diálogo en el cual don Quijote le pregunta a Sancho porque le ha dado el título de Caballero de la Triste Figura: porque le he estado mirando un rato a luz de aquella hacha que lleva aquel malandante, y verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto; y débelo haber causado, o ya el cansancio deste combate , o ya la falta de muelas y dientes […]; y créame que le digo la verdad, porque le prometo a vuestra merced, señor (y esto sea dicho en burlas) que le hace tan mala cara la hambre y la falta de las muelas…” (I, 19)18. La descripción externa ridícula de don Quijote será el primer elemento provocante de risa, y quizás el más obvio. Pero no el único, ya que al elemento puramente físico se tiene que sumar: 2) la locura y necedad (el creerse caballero andante, su lenguaje arcaizante, y acciones disparatadas etc.), y 3) sobre todo: los castigos, escarnios, palos, golpes y pedradas que recibe19. Todos estos elementos son reiterados y destacados en las varias mascaradas, desfiles y festividades donde aparece un personaje don Quijote, y que se conservan en Relaciones, como se puede ver en la antología de dichos textos preparada por Arellano, de ellos dice el editor20: “Se notará la tendencia carnavalesca en las versiones de un grotesco extremado que aparecen en estos desfiles, llenos de pellejos, cuernos, comestibles, y botas de vino” (Arellano, 2005, pp. 1-2). Don Quijote queda convertido en personaje grotesco por excelencia, como prueba su asociación e inserción en la festividad carnavalesca21. 18 19 20 21 vio a don Quijote de tan mal pelaje y catadura, admirose y preguntó al barbero, que cerca de sí tenía: -Señor, ¿quién es este hombre que tal talle tiene y de tal manera habla?”. I, 52, con los disciplinantes en procesión: “Los primeros que se detuvieron fueron los que la imagen llevaban; y uno de los cuatro clérigos que cantaban las letanías, viendo la estraña catadura de don Quijote, la flaqueza de Rocinante y otras circunstancias de risa que notó y descubrió en don Quijote…”. En la Segunda parte de 1615 irónicamente le comenta Sansón Carrasco a don Quijote que “el moro en su lengua [Cide Hamete Benengeli] y el cristiano [Narrador] en la suya tuvieron cuidado de pintarnos muy al vivo la gallardía de vuestra merced” (II, 3). Puede considerarse dentro de este aspecto un cuarto elemento que resume los tres anteriores: el privilegio de ciertos episodios que dada su comicidad van a convertirse en tópicos para provocar la risa (por ejemplo: su defensa del criado Andrés, los molinos de viento, la lucha contra los cueros de vino, etc.). Ver Lobato (1994). Con mayores precisiones en Redondo (1997). 29 Carlos F. Cabanillas Cárdenas 5. Lo grotesco y el concepto de figura Más allá de su inclusión dentro de la burla carnavalesca, la caracterización física, los disparates y locuras, y sobre todo los palos y pedradas que recibe don Quijote tienen una intención obvia en el siglo XVII como elementos para la construcción de la comicidad en el plano literario. Así ya lo definía Alfonso López Pinciano en su Filosofía antigua poética (1596), cuando siguiendo a Aristóteles y Cicerón define que lo que provoca a la risa es lo turpitudo et deformitas, es decir lo torpe y feo (Epístola IX): “porque la risa está fundada en un no sé qué de torpe y feo, de lo cual hay en el mundo más que otra cosa alguna […] Sea, pues, el fundamento príncipe que la risa tiene su asiento en fealdad y torpeza”. Más exacta es la aclaración que hace Francisco de Cascales en sus Tablas poéticas (1617: Tabla IV): “la risa es una risa sin dolor de alguna cosa torpe y fea […] es una risa maliciosa, fundada en la maldad y torpeza ajena, así de cosas como de palabras”. Don Quijote está construido, por lo menos en un primer nivel básico, a partir de estas directrices, y por ello es un personaje cómico y risible. Los demás niveles donde se destacan su cordura, discreción, bondad, fidelidad, etc., no se actualizan para un lector del Siglo de Oro, o si se hacen son considerados elementos que por su contraste remarcaran el carácter cómico original de este personaje. Queda así entonces construido don Quijote como una figura. Es preciso para continuar definir el concepto de figura, según la época, porque aclara muchos aspectos de esta recepción cómica del personaje y sobre todo explica la forma en que ha de leerse un texto de este tipo. Se consideraba figura a todo aquel personaje que es caracterizado por una extravagancia o exageración ridícula de tipo físico o moral. Francisco de Quevedo, que sabía mucho de figuras pues eran sus blancos favoritos en su poesía satírica, clasifica las figuras en dos tipos en su texto festivo: Vida de corte y capitulaciones matrimoniales22: a) figuras naturales. Aquellas que son así de naturaleza: enanos, calvos, corcovados, narizones, largos, viejas, negros y otros con defectos corporales. b) figuras artificiales. Que son las que se construyen a sí mismas: aduladores, lindos, valientes de mentiras, pícaros, falsas doncellas, alcahuetas, brujas, etc. El personaje de don Quijote puede quedar claramente construido a partir de ambos elementos. Una figura física risible, por su flaqueza y descompostura que se contrasta con la descripción de cualquier caballero en las novelas de 22 30 Francisco de Quevedo, Prosa festiva completa, pp. 231-36. Sobre el concepto de figura puede verse además Asensio (1965: 183-ss.), Romanos (1982), y sobre todo Arellano (1984: 101-104). La popularización de don Quijote en el siglo XVII caballerías. Y una figura artificial por el anacronismo de creerse lo que no es: precisamente un caballero andante y sobre todo vivir engañado de sí mismo. Pero una tercera condición hay que sumar para que don Quijote propiamente sea una figura cómica: los castigos que hacen al personaje, siguiendo la tradición de bromas y vayas crueles a estudiantes, necios, locos y bufones23. Dentro de los cuales podemos incluir los palos y pedradas que recibe don Quijote. No está de más recordar, para el caso de la burla y la sátira, que en los códigos ideológicos de la época se incluía modos y objetos de burla totalmente distintos a los que tenemos ahora. Hoy es imposible e inadmisible hacer burlas de alguien con defectos corporales, pero en la época no. En la literatura, y en la vida diaria del siglo XVII, todas las personas con defectos físicos o morales (incluida la locura) eran objetos de burlas muy crueles. Recuérdese sino los poemas de hombres de narices grandes, corcovados, calvos, etc. Los palos y piedras que recibe don Quijote están en consonancia con los castigos que se cuentan en las novelas picarescas, y las que se hacían en el Carnaval. Además de que no sólo se desarrollaban entre el vulgo, pues los nobles, incluyendo al Rey, tenían a su servicio todo un aparato de enanos, bufones, locos y graciosos encargados de hacer estos castigos para diversión de los amos24. Ello explica, pues, porque uno de los elementos de la novela de Cervantes que más risa causaba eran los palos, pedradas y golpes que recibía don Quijote. Habría que añadir que los palos y pedradas también tendrían una función degradatoria en el plano social, pues palos y piedras no eran armas de caballeros, ni de nobles, sino de villanos (en el texto son arrieros, mozos de cabras, yangüeses, los que las dan). Recuérdese también el lanzón de madera de don Quijote que es un tronco, además de la ruindad de sus armas25. La degradación social es evidente. Don Quijote no recibe trato de caballero sino de villano aun siendo un hidalgo. O como precisa mejor Redondo: Alonso Quijano no es más que un ‘hidalgo escuderil’ o sea un escudero. Forma parte de la categoría más baja de la nobleza, de la que se ha degradado más y ha perdido ya su razón de ser. El escudero en época de Cervantes, no es sino un verdadero anacronismo, que 23 24 25 Para las burlas de estudiantes baste recordar las varias contadas en novelas picarescas, especialmente el Guzmán de Alfarache (II, 402-31) y el Buscón (85-92). Para este último caso baste recordar los varios ejemplos en Estebanillo González y en general para locos y bufones en la época de los Austrias el libro de Bouza (1991). Para una relación entre la descripción de los locos de palacio con la génesis de don Quijote ver Redondo (1997: 215). Véase sino este pasaje: I, 37, en la venta: “Salió en esto don Quijote, armado de todos sus pertrechos, con el yelmo, aunque abollado, de Mambrino en la cabeza, embrazado de su rodela y arrimado a su tronco o lanzón”. 31 Carlos F. Cabanillas Cárdenas suscita pullas y burlas. En efecto, con la evolución del arte de la guerra, el servicio que prestaba al caballero, llevándole el escudo y la lanza y ayudándole en sus contiendas, deja de ser efectivo desde los albores del siglo XVI. 6. De lo popular hacia los textos … Establecido como figura don Quijote estaba listo para volver a los textos. Ahora su nueva condición, más allá del marco textual original de la novela, lo convertía en elemento útil para provocar la risa, pues su presencia sería fácilmente reconocible, y rápidamente actualizada por los lectores (espectadores). Así lo muestra Guillén de Castro, el primero en escribir una comedia sobre don Quijote titulada como la novela: Don Quijote de la Mancha26. Aquí Sancho y don Quijote sólo son personajes tangenciales en los enredos amoroso de los protagonistas principales, también sacados de la novela (Cardenio, Luscinda, Dorotea y don Fernando), siendo su función similar a las que cumplían los graciosos habituales de la comedia nueva española. Es decir, rebajar la tensión del argumento central: los enredos amorosos. El hidalgo de la Mancha se titula la comedia de tres ingenios: Juan de Matos Fragoso, Juan Bautista de Diamante y Juan Vélez de Guevara (cada uno escribe una jornada). Probablemente fue representada en las Carnestolendas de 1673, por lo que comúnmente se inserta en el grupo de las llamadas comedias burlescas, el subgénero dramático más disparatado que ha habido en el teatro del Siglo de Oro, ya que estaba amparado por el tópico del mundo al revés, lo grotesco y el rompimiento del decoro propio de las fiestas de carnaval27. En esta comedia se presenta una situación similar a la anterior: enredos amorosos, aquí sin embargo no de personajes de la novela de Cervantes, donde se intercalan las constantes burlas que hacen estos a don Quijote y Sancho Panza. Son varias las 26 27 32 Publicada en 1618 en la Parte primera de las comedias de Guillén de Castro, (Valencia, Felipe Mey), pero seguramente representada años antes. La comedia es de 1673, puede verse más datos en la Introducción a la edición de García Martín (1982) y en los trabajos de Mata (2001 y 2003). Para las comedias burlescas en general puede verse mi trabajo, Cabanillas (2004: 58-62), donde se encontrará más bibliografía sobre este subgénero dramático, y la colección de Comedias burlescas que está editando el GRISO dentro de la colección Biblioteca Áurea Hispánica (PamplonaMadrid-Frankfurt, Universidad de Navarra-Iberoamericana-Vervuert). La popularización de don Quijote en el siglo XVII menciones a su locura y al contento que dará para las penas de las damas, especialmente destacándose que se celebran días de carnestolendas:28 Y han de ser regocijadas porque ha llegado al Toboso un hidalgo de la Mancha a quien llaman don Quijote, que la plebe alborotada tiene con sus aventuras y da en decir que es su dama Dulcinea del Toboso, una princesa encantada; y te aseguro, Beatriz, que es rara la extravagancia de su locura en el modo de lenguaje, adorno y cara” (vv. 260-72) En fin, en esta comedia, básicamente los personajes actúan de la misma manera que los Duques en la Segunda parte de la novela: engañando a don Quijote y Sancho para su diversión. Casi todas las escenas sacadas de la novela no siguen el orden original29. Ambas comedias van a utilizar la figura de don Quijote como elemento causante de la risa. Véase por ejemplo la comedia burlesca, en la que don Quijote es considerado: “una viva estampa / de los Febos y Amadises / mas con ridícula gracia” (25). Existen muchos otros textos dramáticos de tema quijotesco como el perdido atribuido a Calderón de la Barca, el de Antonio José de Silva y la farsa de José Montero Nayo, entre otros que explican la popularidad del personaje y el éxito que debía tener su introducción en las representaciones30. 28 29 30 En la primera jornada, obra de Matos Fragosos, se destacan los siguientes episodios de la novela: la carta enviada a Dulcinea, el yelmo de Mambrino y la liberación de los galeotes. En la segunda, obra de Diamante, el desencantamiento de Dulcinea por los azotes de Sancho, la burla a don Quijote colgado de la ventana, el episodio de Trifalda con sus barbas y dueñas, y el del caballo Clavileño. En la tercera jornada, obra de Juan Vélez de Guevara, se cuentan las aventuras del Retablo de Maese Pedro, y de los molinos de viento. Aparte de otros motivos aludidos y dos novedosos. Curiosamente, frente al “tipo modelo” de una comedia burlesca, esta obra no parece explotar del mismo modo los disparates cómicos. Los enredos de amor no son pretexto para insertar las burlas que se hacen contra don Quijote y Sancho, sino que da la impresión de que la función de estos personajes es similar a la de la comedia de Guillén de Castro: buscar la risa para relajar la tensión. Quizás habría que definir su inclusión dentro del subgénero de la comedia burlesca, o quizás mejor, precisar los límites de este subgénero aún carente de estudios teóricos precisos. Para referencias a otras obras dramáticas de tema quijotesco ver los ya mencionados trabajos de Mata (2001 y 2003), y también Jurado Santos (2001, 2003 y 2005). 33 Carlos F. Cabanillas Cárdenas Una cita necesaria, para ejemplificar la interpretación cómica de la figura y las aventuras de don Quijote, es su presencia en una comedia no cómica: el Alcalde de Zalamea (1640-1644), de Calderón de la Barca, donde se su utiliza la figura de don Quijote para nombrar al hidalgo Mendo: SARGENTO Un hombre, que de un flaco rocinante a la vuelta de esa esquina se apeó, y en rostro y talle parece aquel Don Quijote de quien Miguel de Cervantes escribió las aventuras. ÁLVARO ¡Qué figura tan notable! (vv. 213-20) Fuera del teatro el personaje de don Quijote también aparece en varios otros textos. Quizás el más importante y conocido sea el poema de Francisco de Quevedo, “Testamento de don Quijote”31. Se trata de un romance burlesco que sigue el modelo de un testamento y en él Quevedo sintetiza en sus 120 versos todos los elementos cómicos de la figura de don Quijote que he comentado antes, pero ahora adaptados a las fórmulas jurídicas testamentarias: Los versos 11-12 y 21-26 describen la figura de don Quijote. Los versos 6-8 y 61-67 se burlan de la armadura y armas viejas y descompuestas que utiliza. Los golpes, palos, puñetes y piedras se cuentan en los versos 1-2, 49-60 y 95-96. La forma de hablar arcaizante del caballero se ve en varias partes del poema, pero especialmente en los versos 15-16. Finalmente su locura debida a las novelas de caballerías, que no termina en el poema con su muerte, en los versos 75-85 y 113-11632. Ejemplos evidentes de las desventuras de don Quijote con afección a su descripción externa después de los golpes, palos y pedradas los encontramos en la comparación que hace de sí, en sus entretenidas y exageradas memorias, don Diego Duque de Estrada, El desengaño de sí mismo, después de su participación en una fiesta de toros: Me dio tal encontrón, que haciéndome volar, aunque arrastrando por el suelo más de diez pasos, me desolló toda la cara, sin quedarme dedo de pellejo, y se me hizo pedazos el vestido, un cabestrillo de oro y, lo que peor fue, la guarnición de la espada entre el cuerpo y la tierra, dejándome tal espectáculo con la cara desollada y todo revolcado, que 31 32 34 Francisco de Quevedo, Poesía original completa, núm. 733. Puede verse un análisis más extenso en Iffland (1994), aunque con algunos errores de interpretación sobre los que ha llamado la atención Arellano (1995: 141-44). La popularización de don Quijote en el siglo XVII causé lástima común […]. Y así, se empezó el sarao y a mí me llevaron por fuerza, porque afrentado me levanté. Y corrí tras el toro, que estaba sobre un hombre, y sacando la desguarnecida espada le jarreté, con que quedé, según orden de caballería, sin agravio, ¡Oh libro de Don Quijote de la Mancha! ¿Adónde estás, que no metes esta partícula entre tus aventuras? (199-200). Parecida situación nos cuenta el poeta del poema épico Conquista y asalto de Antequera, Rodrigo Carvajal y Robles, al narrar una fiesta de toros en la relación que hizo de la Fiesta que celebró la ciudad de los reyes del Pirú al nacimiento del serenísimo príncipe Baltasar Carlos (1632): al toro que le embiste, y el toro, a ojos cerrados, le acertó de manera que no le defendió la talanquera de su cuadrupedante, porque de solo un bote, dio en tierra con el triste Rocinante, y revolcó al segundo don Quijote. (64-65) Distinta es la queja del médico Jerónimo Alcalá Yáñez, autor de la novela picaresca Alonso, mozo de muchos amos (1624): hiciéronme subir a las ancas de un mal rocín, que debía de ser el de don Quijote según estaba de flaco, salido de espinazo y de cuadriles, el andar de la madre que le había parido, de suerte que me enjuagó las tripas en breve tiempo y en las asentaderas me puso en cada lado una gran llaga. (232-33) Y muy graciosa la respuesta que le da don Juan de Luna a don Quijote en una carta fingida en la novela de Salas de Barbadillo: El Caballero puntual (1614), donde se burla de su lenguaje arcaico: Señor don Quijote: una [carta] de v. m. recebí, y con ella la merced y contento que era justo trujese carta de un caballero celebrado por los chicos y por los grandes y por toda la cristiandad; y á fe de quien soy, que me hallé con necesidad de intérprete, porque entre los caballeros cortesanos que hoy se platican, de quien se hace caso y estimación en palacio, no corre semejante lenguaje, ni tal se permite. (86) Y así se puede citar varios textos que siguen la misma tónica: utilizaciones y referencias a don Quijote para contar sucesos desgraciados, describir a personas extrañas, mencionar locuras por leer libros, en fin todos los aspectos que llevan 35 Carlos F. Cabanillas Cárdenas en sí una gran carga cómica. Y que incluso pueden utilizarse ofensivamente como hace El Lunarejo, Juan de Espinosa y Medrano contra Manuel de Faria y Souza en su Apologético en favor de don Luis de Góngora (1662): Quien le dio a Faria la vara censoria, para que loco, o desvanecido publique exámenes a su juicio, y hecho Asesor de Apolo, oráculo de las musas, árbitro del Parnaso prorumpa en esta bobería, […]¡Que buenos cascos! Si Don Quijote lograra el imperio, o Sancho la ínsula no se toparan presidente más apropósito (424). 7. Conclusión Para los textos de la época, y por tanto para los lectores del siglo XVII, la novela de Cervantes estaba inscrita básicamente dentro de los márgenes de la comicidad. Es decir solo se actualizaba una perspectiva de las dos que brinda el escritor: don Quijote loco – don Quijote discreto. Cervantes tuvo mucho cuidado en la composición del personaje, y baso su génesis, en los parámetros que le daba el molde cómico de la figura. Por ello – y debido a su difusión y popularidad – fácilmente se adaptó el personaje a la mascarada, el pasacalle y las tablas del teatro. Dicha popularidad, al final, convirtió al personaje en un tipo literario fácilmente distinguible por los lectores y el público de cualquier evento. Pero también es cierto que Cervantes reinventa el molde de la figura cómica creando un personaje que se diferencia nítidamente de todos los demás personajes, graciosos, pícaros, y folklóricos, construidos en su origen con el mismo molde: la descripción física grotesca, la locura o necedad y los escarnios y golpes. En eso radica la genialidad de la novela: no tenemos a un loco disparatado siempre, sino que a veces tenemos a un hombre discreto, sensato y de buen seso y discurso. La doble perspectiva es la gran aportación en la creación de este personaje. Pero dicha aportación en la época no resaltaba sino lo cómico a través del disparate cometido por un supuesto cuerdo, y lo discreto (razonado, hablado) cometido por un supuesto loco. Esa característica que afecta también a Sancho Panza y algunos de los otros personajes era un elemento de comicidad renovador. Pero es cierto que hay que agradecer que dicha novela nos brinde muchas más posibilidades que las puramente cómicas, las que he tratado de analizar aquí desde la perspectiva del personaje. 36 La popularización de don Quijote en el siglo XVII 8. Bibliografía Alcala Yáñez, J. de, 2005: Alonso, mozo de muchos amos, ed. M. Donoso, Pamplona-Madrid-Frankfurt: Universidad de Navarra-IberoamericanaVervuert. Alemán, M., 2000: Guzmán de Alfarache, ed. J. M. Micó, Madrid: Cátedra. Anónimo, 1990: Estebanillo González, ed. A. Carreira y J. A. Cid, Madrid: Cátedra. Arellano, I., 1984: Poesía satírico burlesca de Quevedo, Pamplona: Eunsa. 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