Revista F@ro Nº2

Virtualidad y Ajenidad: en nombre del nombre

Ricardo Viscardi1
Universidad de la República, Uruguay
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Resumen: En la tradición el concepto de identidad se vincula a las condiciones características de la subjetividad moderna. La propia cuestión de la subjetividad se ha encontrado sin embargo interrogada desde una perspectiva que cuestiona la tradición de la teoría del conocimiento. El análisis de las pretensiones epistémicas heredadas por el sujeto moderno ha ocupado un lugar primordial en ese cuestionamiento. Desde los años 90 se ha desarrollado una reflexión que confirma, pero asimismo plantea bajo otro sesgo, esa misma crisis de la subjetividad, en tanto que vínculo privilegiado entre conocimiento e identidad. La interrogación sobre las condiciones actuales de la comunicación y sus efectos sobre la identidad, se vincula prioritariamente a una condición virtual de las tecnologías a distancia y de la "red de redes" en particular. Bajo ese condicionamiento crítico, una arqueología de la imagen ha desarrollado planteos que la reposicionan a partir de una preponderancia de la mediación. Esta última no representa en adelante la continuidad de un proceso, sino ante todo el propio acaecimiento virtual de la tecnología.

Palabras Clave: Identidad- sujeto moderno- subjetividad- virtualidad- tecnología- red- imagen

I. La Imagen

1. La imagen tiene nombre

La posibilidad del registro técnico transformó el planteamiento de la cuestión de la imagen, a través de la transmisión a distancia inicialmente y de la producción artificial posteriormente. La instrumentalización tecnológica de un elemento intrínseco al proceso cultural e intelectual condicionó perspectivas críticas y estratégicas, en cuyo entorno se desarrollaron a su vez interrogantes y consideraciones inéditas. Esa puesta en perspectiva de comunicación, constituyó una condición para la distinción de elementos propios a la imagen. Una puesta de relieve conceptual motivada por la ampliación técnica de la experiencia -particularmente con relación a los medios masivos primero y a las tecnologías informatizadas mas tarde-, destacó la participación autónoma de la imagen en la determinación de los procesos simbólicos; en correlación y transformaciòn recíproca con estos últimos, en lo cognitivo, social e institucional y en el más amplio campo de la condición humana.

Con el auge de los medios masivos de comunicación desde hace 50 años, se subrayó en la imagen una significación antropológica, puesta ahora en la perspectiva de una múltiple determinación en la teoría del conocimiento, la metafísica y la teología. Cierta epifanía tecnológica irrita, sin embargo, una sensibilidad propia de protocolos cognitivos clausurados, que encuentran su propia inspiración en la tradición metafísica. Derrida subraya al respecto la reversión que formula Heidegger en "La Época de la Imagen del Mundo": La propia noción de "mundo" requiere un ser del (hombre en tanto que) ente pro-visto de una cosmovisión (Derrida, 93: 101). Tal cosmovisión no era posible sino a través de la imagen que proveía el elemento distintivo de la óptica conceptual.

2. En nombre de la imagen

La perspectiva arqueológica que desarrolla Marie-José Mondzain (Mondzain, 2002)2 plantea una tripartición constitutiva de la imagen: encarnación-incorporación-personificación. La imagen articula los tres ámbitos en un único haz, pero esta propiedad de imagen no se aúna en sí misma sino en tanto que encarnación- incorporación-personificación. La imagen no habla tan sólo de sí misma, sino que además habla más allá, en tanto que nombre de más allá: encarnación, incorporación, personificación. La pregunta por el ser propio de ese más allá es ¿quién es el más allá?

La respuesta sería obvia, pero al mismo tiempo reiterativa: ese "más allá" se encontraría por medio de la respuesta ante un recurso de mediación: encarnación-incorporación-personificación. El más allá en tanto que más allá encarna, incorpora y personifica lo mismo de todo otro y lo otro de todo mismo. Lo mismo y lo otro de la mediación. Si el nombre propio de la imagen que media es el del Salvador, Cristo, le corresponde a su vez, el nombre común del vinculo que posibilita la salvación: mediación. Este nombre común permite, a través del firme trabajo de M. J. Mondzain, transitar por lo propio del nombre que se conceptúa en la imagen. La imagen existe en tanto que ser de la mediación, como mediación del Ser consigo mismo, mediación que sin embargo comprende a otro ser.

La imagen existe por la mediación y no lo contrario.

La mediación pudo ser fundada en una religión natural porque la carnadura de un Dios, en tanto que acontecimiento espiritual en la carne, indica el camino sobre la tierra 3. El camino del sufrimiento que se eleva por el caminar espiritual de la mediación.

¿Cómo entonces podemos vincular la imagen (de la mediación) a la exactitud del método que coincide ante todo consigo mismo?

3. La imagen del nombre

Con Descartes la mediación por la imagen alcanza una inflexión especular: la reflexión devuelve a la mirada en espejo la réplica invertida de un mirar. La mediación convierte en más acá un más allá y retorna por el mismo camino. A partir de ese punto de inflexión, la imagen habla en nombre de quien mira (por medio de) un retorno.

Esta especularidad encierra lo propio de la misma relación entre (el, un, aquel) hombre y Dios, ya que mientras aquél (hombre) es creado por éste (Dios, Divinidad, Creador) "a su imagen y semblanza", Dios es concebido por el hombre "a su imagen y semejanza". De Dios al hombre un golpe de vista basta, del hombre a Dios, se impone la minuciosa fatiga de ir y venir ante un espejo en la naturaleza (Descartes, 1979:127).

En los dos casos, la imagen provee el reflejo de un ser en el otro, a los que tan sólo diferencia la potencia de concepción -de semblanza para Dios, de semejanza para el hombre- que sostiene ante sí la imagen de otro.

Quien habla en nombre de la imagen es quien la concibe ante sí mismo, por lo mismo, se configura un proceso de consignación del vehículo de la mediación, a partir de una economía de designación y figuración diferenciada de toda condición supérstite. Esta economía diferenciada de la mediación provee la justificación de su propia forma. Una mediación de la imagen ante sí misma relaciona las diferencias por inferencias, en razón de la condición que las articula, en cuanto formula.

En son être simple d'idée, ou d'image, ou de perception associé ou substituée à une autre, l'élément signifiant n'est pas signe. Il ne le devient qu'à condition de manifester le rapport qui le lie à ce qu'il signifie. Il faut qu'il représente, mais que cette réprésentation, à son tour, se trouve représentée en lui (Foucault, 1966:78).

La Ciencia General del Orden que celebrara Foucault conviene a una mediación en la Ciencia de lo General, que consiste en el planteo ordenado de la forma, es decir la fórmula, bajo sintaxis de mediación.

4. El conocimiento de la imagen del nombre

El establecimiento de un criterio empírico para la validación de los enunciados científicos supuso la confirmación de la subordinación de la mediación a una economía de la imagen. En cuanto la condición empírica permanece intangible para la proposición, el conocimiento en su desarrollo metodológico se inscribe, a su vez, en una formulación rigurosamente procedimental de su dominio. Este rigor interpone, entre el ámbito hipotético y el objeto empírico, una pretensión de mediación veritativa, que no se configura por sí sola a partir de la condición empírica.

Aquel tipo de pensamiento sistemático dirigido al mundo en su conjunto se vio por primera vez desafiado, e incluso sumido en una crisis de identidad, por la racionalidad procedimental de una ciencia experimental caracterizada por sus métodos de investigación (Habermas, 1990: 264).

La revolución del 900 (Saussure, Husserl, Frege), sostuvo la autonomía del campo conceptual con relación a todo proceso natural y a cualquier condición psicológica individual, pero no denegó la existencia empírica de estas últimas determinaciones. Con esa estrategia epistemológica, el saber estableció su validación en el campo del concepto, cuya cristalización se vincula al dominio del lenguaje. Desde entonces la imagen no sólo se retiró de la mediación con el mundo -tal como lo consigna la procedimentalidad metodológica que subrayara Habermas-, sino que incluso el vuelo de su imaginación se circunscribió al ámbito de la decisión teórica, con la consiguiente supeditación a una "política de nombres". El logicismo y el proyecto fenomenológico de fundación de una "teoría de la Ciencia" caracterizaron el desarrollo de un ámbito en que la mirada instaura su propia economía teórica, sin intersectar nunca el plano intangible de las cosas del mundo (Company, 1972:8).

El procedimiento que Foucault anunciara desde el prólogo de Las Palabras y las Cosas, radicaliza particularmente esa clausura de la imagen, que consagra su monarquía conceptual al precio de su divorcio con la mediación. El criterio foucaldiano postula la soberanía de un reticulado de lectura por sobre la masa de enunciados, para superar la dificultad que supone el ordenamiento procedimental de un Corpus de lenguaje natural (Foucault, 1966: 11).

Este reticulado no proviene del texto mismo sino de un criterio ad-hoc, a posteriori de la lectura, pero a priori de la interpretación. El reticulado que se superpone al texto trasunta las relaciones enunciativas veladas a la lectura inmediata, que sin embargo transmite un Orden subyacente al Corpus.

La imagen del nombre de las cosas es la condición del conocimiento de las cosas mismas. La formulación de ese conocimiento no consiste en la determinación de las cosas mismas, sino en el reticulado que ejerce una mediación que posibilita la lectura comprensiva. Esta mediación es asimismo efecto de una imagen que la inteligencia provee para la mediación ante el texto: el propio reticulado de lectura.

II. La identidad

1. Antes y después de la retirada de la metáfora

Incluso si la deconstrucción inficiona cualquier significado en su propiedad conceptual (según Derrida el propio término "escritura" no trasunta sino un nombre con prioridad interrogativa) (Derrida, 1972: 392) sus consideraciones protocolares se inscriben prioritariamente en el ámbito del lenguaje. En un último período esa preferencia por la significación en lengua natural cede paso a un interés creciente por las tecnologías a distancia (teletecnologías), con particular énfasis en la condición artefactual y virtual. Este cambio de registro problemático acarrea consecuencias de interés en el planteamiento de la escritura en tanto que discontinuidad deconstructiva, que condiciona la interrogación acerca de la identidad y sus alternativas críticas. El devenir de la interrogación derridiana puede ser puesto en consideración a través de tres lugares emblemáticos: el suplemento en la máquina de la representación, la doble sesión de la firma y el hiperperformativo del tiempo virtual.

2. El suplemento en la máquina de la representación: la identidad-otredad

La noción de suplemento desarticula, en la encriptación derridiana de la crítica, la presencia a sí del concepto en tanto que significado trascendental. Esta economía metafísica cristaliza en el substancialismo, característica de la continuidad que instala la clausura onto-teo-teleo-lógica. La Máquina de la representación representa, con relación a esa clausura, la escena de la escritura freudiana, el límite interno que deshilvana la representación de la escritura (Derrida, 1967a).

Una nota característica de la configuración técnica, actual entre nosotros a través de un juguete para niños llamado "Pizarra Mágica", connota su estructura de fuerzas. Así como en la economía freudiana de la conciencia se alternan borrado -ante la sobrecarga del campo de la conciencia- y escritura -una vez que se ha enviado el texto inadmisible al inconsciente-, la técnica de la "Pizarra Mágica" no representa sino un juego de fuerzas.

Estas fuerzas se conjugan para representar la escritura, en cuanto permiten borrar el exceso de marca, en una correlación borrado-escritura independiente de cualquier propiedad intrínseca o acción intencional.

Una base de cera cede ante la presión de un punzón, que se ejerce a su vez a través de dos láminas de celuloide sucesivamente superpuestas a aquella base. La lámina inferior se adosa, una vez que se la presiona, por su parte inferior a la base de cera, por cuanto su cara en contacto con la cera se encuentra impregnada del mismo material. La lámina superior de celuloide, por el contrario, se libera del contacto con la cera una vez suspendida la presión, para volver a su posición inicial.

La distancia generada entre las dos capas de celuloide determina una sombra, marca que se contrapone a la parte de superficie en que las dos láminas no se distancian. La distancia, a su vez, vuelve a ser restablecida cuando una corredera desplazada a lo largo de la superficie, vuelve a restablecer la isotopía de cada elemento en un mismo nivel.

La Máquina de la representación cristaliza metafóricamente la crítica del substancialismo (presencia a sí del concepto). La marca no está marcada y no supone huella sino a partir de una diferencia en el juego de fuerzas (incontinentes).

Por lo tanto esa diferencia es diferenSia: el sistema fonético no contiene su propio centro sino como referencia a otro (ortográfico), aunque los dos sistemas admitan la misma representación fonética (particularmente4 en el español rioplatense) y porque sin embargo diferencia y diferenSia presentan un descentramiento en la marca ortográfica (S/c).

Otra pregunta con relación al suplemento presenta sin embargo un alcance mayor: dónde y bajo que condición se presenta metafóricamente el suplemento en su noción según la Máquina de la representación? El suplemento se encuentra en efecto metafóricamente representado por la elasticidad de la lámina superior de celuloide, capaz de retornar a su lugar tras sufrir cierto trabajo del sistema de fuerzas. La reacción elástica del celuloide lo devuelve a su lugar (espacial) pero tan sólo a posteriori de la acción (temporal) del punzón que actualiza el sistema de fuerzas. La marca es efecto de un lugar que permanece ajeno al sentido del impulso recibido y su efectividad es extraña al evento de la acción emprendida. La marca es espaciamiento (espacio-temporal) en tanto que efecto-efectividad de un ajeno-extraño.

Se cumple así el criterio del suplemento:

La structure étrange du supplément apparaît ici: une possibilité produit à retardement ce à quoi elle est dite s'ajouter (Derrida, 67b, 99).

El suplemento representa, por consiguiente, la otredad que deconstruye la identidad, en tanto que presencia a sí de cualquier significado trascendental, supuestamente incorporado a lo propio-substancial de una marca. La representación no es sino lugar ex-céntrico de una acción ex-temporánea. Representa, sin embargo, en qué medida el suplemento interviene sin pertenecer a la identidad de la representación, en tanto que otredad en la representación (propia) de una máquina de marcas.

3. La doble sesión de la firma: la identidad-alteridad

En "Firma, acontecimiento y contexto" (Derrida, 1972) se cuestiona ante todo la continuidad de la comunicación a través de su instancia cardinal en la conciencia. Dos referencias críticas guían el planteo deconstructivo: la concepción austiniana de los performativos, considerada "ética y teleología de la conciencia" y la propia noción de escritura, en tanto que tributaria de un planteamiento metafísico de oposiciones conceptuales (ausencia fonética suplida por la presencia gráfica). La crítica de Derrida se vale de la invalidación, por parte de Austin, del soliloquio, el parlamento teatral y de la misma citación, en razón de la iteración que esas instancias actualizan. Esa concepción austiniana deniega, para Derrida, la citacionalidad estructural (iteración) que sería lo propio de la actividad del lenguaje (particularmente en la condición de los enunciados performativos por contraposición a los constativos: todo performativo cita (itera) un ritual de fórmula -bautizar, prometer, etc.-).

El análisis derridiano plantea, en un plano mayor de dificultad, el vínculo entre comunicación y escritura a partir de la noción austiniana de "fuente de la escritura". En cuanto sostiene que la propia firma (grafemáticamente estampada) actualiza in presentia la fuente de los enunciados, Austin admite una a-temporalidad de la presencia en la firma (pasado, presente y futuro por igual) que no puede ser sino trascendental. Tal condición trascendental de la firma supone un acontecimiento puro, cuya propia indisociabilidad consigo mismo lo disocia de la singularidad que permite identificar una firma, tal como una identidad se reitera a sí misma, incluso por falsificación. La mismidad del sello de la firma instaura su propia alteridad, al disociarse alternativamente en singularidad (de una rúbrica) e identidad (de una contrafirma). Lo legible (la identidad) y lo eventual (la singularidad) de la firma se escinden en razón de la propia mismidad que permanece estampada en su sello.

C'est sa mêmeté qui, altérant son identité et sa singularité, en divise le sceau (Derrida, 72, 392).

Tal como lo escenifica al fin del texto, con su propia rúbrica y contrafirma, de la singularidad (de la contrafirma) y la identidad (de la rúbrica) podemos preguntar por igual: dónde?, sin que el aquí de cada una deje de remitirnos al allí de la otra. Sin embargo la firma como tal en su "dónde?" ve alterada su mismidad de lugar en el reenvío recíproco e infinito entre la rúbrica (singularidad) y la contrafirma (identidad).

La imposibilidad de un único lugar para la firma destaca la alteridad que afecta a toda identidad en tanto que marca, que en su mismidad no estampa la singularidad sino apelando a la otredad que hace presente por la x-x-x(\.../)fulano-de-tal.

4. El hiperperfomativo en el tiempo virtual: la identidad-ajenidad

Con relación a las teletecnologías (término que merecería en sí un análisis), Derrida distingue dos consideraciones principales. La primera se encuentra expresada por el término artefactualidad. El mismo designa tanto un dominio conceptual como un cumplimiento fáctico.

El objeto artificial se aloja en la propia condición real de los hechos, los instala por su misma gravitación. La segunda consideración se vincula con el término actuvirtualidad. Este no designa tan sólo la índole suprafáctica de un acaecimiento, sino ante todo su indisoluble anclaje en el acontecimiento, con una eventualidad que desvirtúa la decisión (en tanto que objeto de sí misma).

Ante todo, artefactualidad y actuvirtualidad se imbrican recíprocamente a punto tal, que el acaecimiento cumplido encierra el producto pergeñado, al tiempo que éste pertenece a la estructura presente del acontecimiento.

Esta condición de la artefactualidad en tanto que incorporada en la actuvirtualidad, plantea en el propósito de Derrida el "tiempo virtual". Este "tiempo virtual" es interrogado por Derrida con relación a la figura de un "filosófo del presente" (Derrida, 1998, 21).

Preguntada esta figura con relación a su calidad de "filósofo del presente en tanto que filósofo de la actualidad del presente", la respuesta es sí, pero también no. Planteada la misma interrogante en términos alternativos " sería un filósofo del presente en tanto que filósofo de la presentación del presente?", la respuesta es inversamente alternómica: no, pero también sí.

La estructura de la alternancia que incluye puede ser expresada por la conjunción disociativa "empero", que aúna los valores de "pero" y "sin embargo". Esta conjunción puede interpretar lo propio del "tiempo virtual", en cuanto la virtualidad encierra un sinnúmero de posibilidades actualizables (un laberinto actual), así como la substitución de las cosas empíricas por sus reglas (una prótesis ideal). Empero, entre la actualidad en tanto que laberinto actual (informativo, cultural, tecnológico, etc.) y la presencia en tanto que prótesis ideal (el registro, la entrevista, el reality-show, etc.), sólo media empero, el empero (ideo-actual). Empero, todo laberinto (actual) puede ser considerado prótesis (ideal), en cuanto empero instala la colusión divisoria. La colusión divisoria empero tanto configura la alternativa del laberinto (un pasaje posible empero también otro), como la alternancia de la prótesis (la cosa empero la regla que la determina). La alternativa-alternancia como tal divide la conjunción propia al laberinto actual y a la prótesis ideal, empero los vincula entre sí la actualidad ideal de empero, empero la ajenidad del (uno) laberito a la (otra) prótesis. La divisoria que vincula es hiperperformativa y cristaliza en "ven" que tanto (empero) convoca a venir como a sobrevenir. Si quien viene vuelve por ser llamado y quien sobreviene se anuncia por advenimiento, un espectro retorna desde el más allá, empero desde una divisoria que vincula con la ajenidad.

5. Otredad, alteridad, ajenidad

Inscripta en la intencionalidad moderna a partir de su consignación en el lenguaje, la cuestión de la identidad presenta en Derrida tres jalones principales:

a) la otredad del suplemento que determina a posterioridad el significado supuestamente originario;

b) la alteridad que divide el sello de la firma entre la singularidad estampada y la identidad legible;

c) la ajenidad que sobreviene espectralmente en la colusión divisoria del tiempo virtual.

Estos jalones derridianos son asimismo identidades del devenir de la identidad a través de la escritura, los medios masivos y las teletecnologías.

Referencias bibliográficas

COMPANY, Juan (1972): "Presentación". En: Gauthier, G.: Veinte lecciones sobre la imagen y el sentido. Madrid, Cátedra.

DESCARTES, René (1979): Méditations Philosophiques. Paris, Garnier-Flammarion, Paris.

DERRIDA, Jacques (1967a): "Freud et la scène de l'écriture" dans L'Ecriture et la Différence. Paris, Seuil.

DERRIDA, Jacques (1967b): La voix et le phenomène. Paris, PUF.

DERRIDA, Jacques (1972): Marges. Paris, Minuit.

DERRIDA, Jacques (1993): La desconstrucción en las fronteras de la filosofía. Barcelona, Paidós.

DERRIDA, Jacques (1998): Ecografías de la Televisión. Buenos Aires, Eudeba.

FOUCAULT, Michel (1966): Les Mots et les Choses. Paris, Gallimard.

HABERMAS, Jürgen (1990): Pensamiento postmetafísico. Madrid, Taurus.

MONDZAIN, Marie-José (2002): Le commerce des regards. Paris, Seuil.


Notas

1 Doctor en Filosofía, fue director de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de la República (Uruguay).

2 Una lectura del trabajo de M-J Mondzaín se encuentra desarrollada más ampliamente en Viscardi, R. "Obscenidad: la guerra de los cuerpos" en VIIALAIC-8ºIBERCOM-6ºREDCOM, Universidad Nacional de La Plata, 10 al 16 de octubre 2004. Artículo (en prensa) en Culturas, sociedad y comunicación, Universidad de la Frontera, Chile.

3 Hemos desarrollado este analisis bajo forma más extensa en VISCARDI, Ricardo (2003). "La comunicación: componente estructural de la diversidad cultural" en Estudios, Groupe d'Etudes et de Recherches sur la Mondialisation, Paris, Direccion: http://www.mondialisations.org

4 Este particularismo universaliza la perspectiva de la deconstrucción, ya que además de la diferenSia de marca, marca la diferencia de huella : en otra idiosincracia fonética la diferenSia se presentará bajo otras características de marca y huella.


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Revista teórica del Departamento de Ciencias de la Comunicación y de la Información
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