Revista F@ro Nº2

El naturalista Dillman Bullock y su 'Cultura Kofkeche':
Un intento de comunicación local

Pablo Espinoza Concha
Universidad Austral de Chile
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Resumen: El artículo da cuenta de parte de la labor que el misionero y naturalista estadounidense Dr. Dillman Samuel Bullock Lytle (Elba, Michigan 1878; Angol, Malleco 1971) desarrolló en la Araucanía. Bullock influyó en la educación y cultura local, ya que su saber lo hizo extensible a toda clase de público, reflejando con ello -a pesar de su barrera idiomática- su interés por comunicar los resultados de sus trabajos en las variadas disciplinas que dominó. La relevancia de su obra se sustenta en que fue el primer científico que estudió al pueblo mapuche de una manera sistemática y constante por casi sesenta años. Su teoría sobre la cultura Kofkeche (gente chica) y su vasto trabajo antropológico dejó como herencia los complejos arqueológicos Vergel I y Vergel II que son investigados en nuestros días. Su pensamiento se plasma en el museo que lleva su nombre, ubicado en el fundo El Vergel de Angol, construido tras años de esfuerzo personal; en él se guardan sus colecciones de historia natural, antropología y misceláneos, las que legó a la ciudadanía con la expresa intención de que contribuyeran a la formación cultural de la juventud chilena.

Palabras clave: Educación- cultura local- mapuche- antropología- cultura .

El misionero protestante Dillman Samuel Bullock Lytle, de formación profesional Ingeniero Agrónomo y Master en Agricultura por la Universidad del Estado de Michigan, Master en Ciencias por la Universidad de Wisconsin, Madison, y Doctor en Ciencias por la Universidad del Pacífico en Stockton, California, fue un verdadero naturalista por vocación. Trabajó en favor de las ciencias naturales chilenas por casi sesenta años y divulgó su saber, visión de mundo, en esta misión, por más de 47 años, le hizo retomar contacto con los jóvenes mapuche que estudiaban en el lugar y con las comunidades vecinas. Esto le facilitó la recopilación del material arqueológico que dio a luz 18 publicaciones en esta área. De hecho, durante una estadía en Chile, mientras realizaba trabajos para el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos en Buenos Aires, el naturalista ya daba muestras de su interés por seguir conociendo la cultura de la zona de la Araucanía. "Años después, cuando volví a Chile y me radiqué en el fundo El Vergel, Angol, el Dr. Latcham me solicitó una serie de fotografías para su publicación". Entre ellas fue una de este jarro con los datos de su procedencia y su ubicación actual.

En el relato del Dr. Latcham una de las cosas que me llama la atención es cuando dice: 'como no conocemos ninguna pieza parecida'. Es decir, que es un tipo no muy común puesto que él no tenía conocimiento de otra similar. Recién llegó a mi poder otro cantarito zoomorfo muy parecido, y ésta es la razón del presente trabajo. Fue encontrado en el Fundo "Los Alpes", en Nahuelbuta, del Sr. Eduardo Solano de Angol. Fue hallado por un obrero y obsequiado a la Sra. Carmen Solano de Meza, quien me lo trajo.

La primera parte del cantarito de Temuco dada por el Dr. Latcham, es exactamente como el segundo de Nahuelbuta. (Bullock: 1963)

A partir de 1944 su labor en esta disciplina se vuelve prolífica, participa de sus hallazgos y despierta el interés de sus pares del Museo Nacional de Historia Natural, de la Sociedad Biológica de Concepción, del Instituto de Antropología de la Universidad de Concepción y de la Academia Chilena de Ciencias Naturales de la Universidad Católica de Chile. En este segmento (1944-1970) en el que Bullock aportó con sus descripciones, el escenario arqueológico comenzaba a vivir varios cambios, entre los que podemos mencionar, un proceso de institucionalización promovido por hombres como Ricardo Latcham y Aureliano Oyarzún, que alcanzará su máximo desarrollo en la década de los sesenta.

Desde mi primer viaje a la tierra de los Mapuche, en el año 1902, una de las cosas que más me ha interesado es la gran variedad de cruces y otros objetos que se encontraban en los cementerios indígenas. Principié tomando fotografías de todas las diferentes formas que encontraba. También he comprado fotografías con tipos que yo no tenía. Con el tiempo he adquirido una buena colección de formas, pero nunca he publicado ninguna cosa acerca de ellas. En varias ocasiones he obsequiado copias de las fotos a personas especialmente interesadas y algunos escritores las han aprovechado para sus trabajos.

En la literatura relacionada con estos objetos, no he encontrado ningún estudio general de estas cruces y figuras, solamente menciones aisladas e ilustraciones de algunas en trabajos sobre otras diferentes materias. Por esta razón decidí hacer un estudio del material que tenía y publicarlo (Bullock, 1964).

Siguiendo esta línea, con el material recopilado en su museo, Bullock participó a sus pares de algunas de sus colecciones exclusivas, en especial, las que para la fecha no se habían descrito. Detalla y presenta cachimbas usadas por los mapuche -que él interpreta como ceremoniales-, clavas líticas, insignias de mando, cantaritos raros, ídolos líticos y piedras horadadas, entre otros. En estos escritos el naturalista siempre llamó a los coleccionistas privados para que dieran noticias de sus piezas y así poder entregar mayores fuentes de estudio a los expertos.

Cuando Bullock retomó la arqueología se acercaba a los setenta años y, a pesar de la lejanía de Santiago, mantuvo una relación estrecha y fluida con sus pares naturalistas, entre los que se destacan el ya mencionado Hans Niemeyer, Gualterio Looser, y Hugo Gunckel, entre muchos otros. Siguiendo su metodología de trabajo, el científico mantuvo un intenso intercambio epistolar para consulta e intercambio con universidades, instituciones y especialistas extranjeros: John M. Cooper, de The Catholic University of America, Washington; W. A. Ruysch Van Gorkum, del Archivo de Etnología, Antropología y Arqueología "ETHNOS", Argentina; Neil M. Judd, Curator, de la Division of Arqueology del Smithsonian Institution, United States National Museum y George D. Howard, de Boston University.

Hace varios años, principié un estudio de nuestras piedras horadadas, solamente para satisfacer mi propia curiosidad. En ese tiempo, tenía poco más de cien piedras en la colección. La gran diferencia en su tamaño, forma, material usado y la forma de las perforaciones, me llamó mucho la atención. Con estos estudios, naturalmente, conjeturaba acerca de sus posibles usos, en tal forma que me impulsaban a continuar mis investigaciones. Después, cuando el número de piedras había aumentado hasta presentar un problema el mostrarlas a los visitantes y las tenía colgadas en una pared, vino, por casualidad, un arqueólogo extranjero y vio la colección. Quedó admirado del número de piedras y después de estudiarlas juntos por un rato, me dijo: '¿Por qué no escribe esta información y la publica?'. En otra ocasión, nuestro gran arqueólogo, Dr. Ricardo E. Latcham, visitó el museo y admiró la gran cantidad de piedras que tenía y sobre todo varias especiales que se encontraban aparte y me dijo: 'Nunca antes he visto piedras como éstas, ¿por qué no publica Ud. algo sobre esta materia?; es sumamente interesante'.

Otra cosa que me ha impulsado a hacer el presente trabajo, es que no he podido encontrar en la literatura ningún estudio de esta naturaleza, acerca de ellas, a pesar de las muchas referencias. Hace como tres años que estoy preparando material y haciendo los estudios para el presente trabajo. Mi propósito es solamente presentar este estudio de MIL PIEDRAS HORADADAS como una contribución a nuestros conocimientos acerca de uno de los artefactos más comunes y vulgares de los pueblos prehistóricos de Chile. No es en ningún sentido una monografía. Es solamente un esfuerzo por conocer mejor estos artefactos y comparándolos unos con otros, tratar de descubrir algo; cómo llegaron a tener su forma actual y, al mismo tiempo, reunir antecedentes de lo que sabemos sobre sus posibles usos. El estudio de un gran número de piedras, permite llegar a algunas conclusiones acerca de la diversidad de formas, tamaños, material usado en su fabricación, cómo fueron elaboradas y hacer una posible clasificación de ellas (Bullock, 1963).

La señora Carmen Solano, vecina de Angol y aficionada a la arqueología nos aseguró: lo que realmente le gustaba a mister Bullock era un "tembetá o bezote", que es un adorno labial que utilizaban los indígenas para sus fiestas. Se perforaban el labio inferior y se ponían esa piedra como una placa o prótesis. Asimismo, logré juntar una cantidad importante de piedras geométricas, medialunas, toquecuras -que eran señal de mando- y cántaros de arcilla pulidas y toscos. En una oportunidad compré uno muy raro por la forma que tenía. Según yo era una cabeza de culebra, y según mister Bullock, era un ratón, pero no tenía orejas. Se lo presté para estudio, en efecto, publicó "Un cántaro raro", pero no me lo devolvió nunca más.

Demostrando su preocupación por la pérdida de material arqueológico, el naturalista nunca dejó de plasmar su inquietud por interesar a la gente en el tema de los antepasados. Además, hizo especial hincapié en la falta de información que reinaba en la comunidad sobre el valor que tenían los hallazgos, los cuales eran objetos de su real interés:

Aún aquellas personas con algo de educación y cultura saben muy poco de la prehistoria de Chile. Los hallazgos de cántaros o urnas tienen muy poco interés para la mayor parte de la gente y no representa ninguna importancia para ellas. Al conversar con personas que actualmente han sacado urnas, la única reacción que la mayor parte manifiesta es que "no tenían nada de plata y estaba quebrada". Al preguntar dónde está el cántaro, contestan, "quedó allí, ¿para qué guardar un cántaro viejo y quebrado que no tiene ningún uso?". Desde el punto de vista de ellos, tienen toda la razón. Solamente cuando hay algún motivo especial, como obtener alguna ganancia de su hallazgo, pueden guardarlos. Si tuvieran suficiente instrucción para apreciar el valor de estas cosas, entonces cambiarían toda su actitud hacia estos hallazgos. Durante los últimos cincuenta años creo que se han encontrado varias docenas de urnas, pero nadie las ha aprovechado, debido principalmente a la ignorancia de los que las han encontrado: ignorancia, principalmente del valor científico de estas reliquias prehistóricas (Bullock, 1955).

(...)Teníamos una hectárea de papas a medias con un amigo en San Lorenzo. Un día en la tarde fuimos a pasar la cultivadora cuando se nos hundió el caballo en la tierra. Tuvimos que sacarlo entre los dos y ahí encontramos un chuico de barro más o menos grande, lo dejamos y cuando terminamos de trabajar le pasamos a contar a mister Bullock. Nos atendió altiro y al otro día lo fue a sacar con ocho alumnos; eso sí, el caballo le sacó un buen pedazo al 'chuico'. Fue como el año cincuenta, pero él de antes se dedicaba a esas cosas, aparecía con sus alumnos y aunque hubieran puros pedacitos los recogía todos y después con una leznita los parchaba hasta que quedaban armados (Eduardo Cuevas, 77 años y 56 de servicio como trabajador agrícola en el fundo El Vergel).

Recuerdo cuando encontraron una urna frente a mi casa, no vi lo que tenía adentro, pero sí al indígena, tenía unos colmillos impresionantes, no eran dientes sino colmillos. Todo el bajo de la calle Moquehua, hacia el Seguro Social, era el regimiento. Allí se defendía un cacique que tenía toda la orilla del río Picoiquén como cementerio. El que desenterró mister Bullock estaba medio a medio en la calle, con los pies hacia el río. Lamentablemente, los trabajadores se llevaron los cantaritos... volaron todos. El cuerpo limpio se lo llevó Bullock a El Vergel. Yo lo vi en la calle (Roberto Maitre Lampert, 87 años, agricultor).

La Cultura Kofkeche

El legado de Bullock en la arqueología de la zona de la Araucanía es extenso; a la fecha de su muerte trabajaba en tres obras: Un Cántaro Antropomorfo de Purén, editado en forma póstuma; La Estatua de Tolpán y Armas de Nueva Zelandia en Chile, estas dos últimas sin editar. Sin embargo, los 17 trabajos que publicó el naturalista en esta disciplina, eran sólo piezas de su máxima teoría, La cultura Kofkeche (1970). Su teoría parte con los hallazgos de grandes cántaros cerámicos en la década del veinte:

Durante casi veinte años hemos buscado todos los lugares donde estas urnas fúnebres han sido encontradas. No hemos hecho viajes especiales en busca de ellas, pero aprovechando viajes a diferentes regiones al sur del país y desde Concepción en el norte y Osorno en el sur, hemos preguntado sistemáticamente sobre el particular. En reuniones de agricultores, en viajes por los campos y donde quiera que se encontraran personas del campo, hemos preguntado y conversado sobre las cosas antiguas halladas en esos lugares. En muchas ocasiones hemos llevado fotos de urnas para mostrarles a los campesinos. De esta manera hemos recolectado algunos datos sobre las urnas y especialmente de los lugares donde se han encontrado las urnas (Bullock, 1955).

Si bien la mayoría de los autores y expertos en la materia dedicaban sendos estudios al origen del pueblo mapuche, Bullock repara en ciertos antecedentes que, a su juicio, indicarían que el araucano actual de Chile representaría el cruzamiento de dos culturas: el mapuche de las pampas argentinas y el kofkeche que ocupaba la región entre el río Bio-Bio en el norte y el Toltén en el sur.

La existencia de una raza anterior a los mapuche en esta región no se puede negar. No es fácil dejar de lado la leyenda de los mapuche acerca de la gente que ellos encontraron a su llegada y que fueron llamados "kofkeche" por los mismos mapuche. Las urnas funerarias para adultos son una prueba elocuente de una raza distinta a todas las demás conocidas en Chile hasta la fecha. El tamaño de las urnas indica una raza chica como también la misma palabra, quiere decir 'gente chica' (Bullock, 1970).

De esta manera, su idea de un pueblo anterior constituido por hombres pequeños que enterraban a sus muertos en urnas de greda, y que habrían sido dominados más tarde por aborígenes venidos desde Argentina, se comienza a gestar en 1925 con la noticia de un entierro:

Esta urna tiene algo de historia y una relación íntima con nuestros descubrimientos de las demás urnas. Es la primera que llegó a nuestro poder, aunque por esa fecha ignorábamos que fuera urna funeraria.

En el año 1923, un obrero que iba en una carreta, al pasar por un camino en el Bosque, lugar de veraneantes de El Vergel, de repente uno de los bueyes enterró una pata en el suelo. El obrero paró y examinó el hoyo encontrando una urna con tapa, la que al ser pisada por el buey se quebró. Buscando la "plata" que debía tener encontró solamente un pedazo de cuarzo que tenía demostraciones de haber sido trabajado por el hombre. No había en su interior huesos ni artefacto alguno. El obrero, disgustado, llenó todo el cántaro y el hoyo con tierra y siguió su camino.

Todo esto sucedió antes de nuestra llegada a El Vergel. En ese tiempo nadie en la región sabía algo de las urnas funerarias.

En octubre de 1925, el mismo obrero nos vio cuando hacíamos excavaciones en un cementerio mapuche descubierto en la localidad y nos contó de su hallazgo de la urna y nos mostró el lugar exacto.

Nosotros tampoco sabíamos nada de estas urnas y sólo con el pasar del tiempo y el estudio que hemos hecho de ellas, llegamos a la conclusión de que ésta era también urna. (...) Años después cuando el número era más de doce tomamos fotos de ellas y las enviamos al Director del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago de Chile, Dr. Ricardo E. Latcham para su información. Una semana después llegó él para verlas y estudiarlas detenidamente. En la tarde, cuando se iba, sus palabras fueron estas: "Mr. Bullock guarde este cántaro como Hueso Santo, porque es la primera prueba segura que tenemos, que había una cultura en Chile que sepultaba adultos en urnas (Bullock, 1970).

Luego de reunir una cantidad considerable de cántaros y del contacto con el Dr. Ricardo Latcham, esta teoría -que tomó 45 años y que nació de un modo tan particular- se complementó con los testimonios entregados al naturalista en diferentes períodos de su vida en El Vergel.

En 1944 tuvimos la visita en El Vergel de un mapuche nativo de Malalche, cerca de Chol-Chol, en la provincia de Cautín. Era el Reverendo Segundo Cayul N., Presbítero de la Iglesia Anglicana. Es un mapuche inteligente, culto y muy interesado en su propia raza. Después de ver las colecciones de artefactos antiguos y de conversar largamente sobre las sepulturas en urnas y muchas de las costumbres de los araucanos, volvimos a casa. El se quedó pensando largo rato, y después contó lo siguiente: Estoy tratando de recordar una historia que me contó mi abuelita cuando yo era niño. Ella se llamaba Cayeteu Anteu, y falleció en 1934, a la edad de 120 años, más o menos. (Ella le había dicho que eso se lo había contado su abuelita hace muchos años cuando ella era niña). Decía que los mapuche no habían vivido siempre aquí, y que cuando llegaron los primeros mapuche, había una gente muy distinta a ellos. Era gente pacífica, muy mala para pelear, pero muy trabajadora y muy buenos para hacer toda clase de trabajos. De baja estatura y gruesa, algo gordos y los mapuche los llamaban kofkeche (Bullock, 1970).

Su contacto cada vez más estrecho con el pueblo mapuche y el escuchar las historias que ellos le contaban, imprime a la labor de Bullock un sello particular. Para el naturalista la opinión de la gente es habitual en su dinámica de trabajo:

"En dos ocasiones hemos oído a mapuche que visitaban el Museo acerca de su origen, confirmando la idea que sus antepasados llegaron a Chile de otra parte. Uno dijo que llegaron del otro lado de la cordillera. Estos comentarios lo hicieron después de haber leído una etiqueta que explicaba acerca de los kofkeche.

Desde que publicamos esto, hemos hecho un estudio del uso actual de la palabra entre los mapuche hoy día, el que ha resultado muy interesante y significativo por los resultados. Un enano es siempre "kofkeche". Un grupo de "chiquillas" jugando son siempre kofkeche.

Recientemente, conversando con un obrero mapuche de unos setenta años de edad, preguntámosle "¿qué quiere decir kofkeche?". Contestó inmediatamente: "gente chica".

Un ex alumno de la Escuela Agrícola que terminó en el año 1935, visitó hace poco el Museo y cuando vio la palabra kofkeche, se sonrió y nos contó lo siguiente: "Cuando era chico, crecí lento y por varios años era el más pequeño de todos los niños del valle y todos me llamaban 'kofkeche'. Este relato fue para nosotros una prueba elocuente del uso de la palabra en la actualidad (Bullock, 1970).

En 1955, después de treinta años de haber conjugado los elementos de tradición oral y estudio de los hallazgos arqueológicos, el naturalista expone ante sus pares la publicación Urnas funerarias de la región de Angol, trabajo que trata de clarificar esta costumbre de enterrar en cántaros y donde se bautiza a esta nueva cultura.

Durante mucho tiempo los que trabajan en los campos en la región de Angol han hallado de vez en cuando cántaros grandes en sus campos. Estos cántaros se han encontrado por simple curiosidad, generalmente arando. Salvo raras ocasiones, se han quebrado por el arado, por la pisada de los bueyes o al tratar de sacarlos. Ocasionalmente tenían un cantarito u otro objeto que fue guardado como curiosidad.

(...) El presente trabajo es un esfuerzo que tiene por fin dar a la publicidad la información que tenemos sobre las urnas fúnebres de la región, lo cual representa un estudio de una materia completamente nueva en la arqueología chilena.

(...) Esta leyenda de los Mapuche nos da a conocer algo sobre el pueblo que ocupaba esta región antes que ellos; demuestra algo de sus caracteres físicos, sus capacidades para el trabajo y, además, nos da su nombre, "Kofkeche". Este es el nombre que yo propongo para este pueblo premapuche que estamos estudiando ahora" (Bullock, 1955).

Pero la idea de Bullock, sobre una raza prearaucana existente en la región, ya había sido expuesta ante sus pares de la Revista Chilena de Historia Natural en 1936, siendo ésta su segunda publicación en arqueología.

Estas dos estatuas fueron encontradas en el fundo El Vergel unos cinco kilómetros al este de Angol. El lugar donde fueron halladas es un potrero que ha sido trabajado durante casi cincuenta años. Es en una falda suave de un pequeño collado, a unos cincuenta o sesenta metros del río Malleco. El terreno es de un trumao suave.

El hallazgo fue una casualidad solamente. Al terminar de arar una troya, el arado se enterró tal vez treinta o treinta y cinco centímetros de profundidad y desenterró las estatuas y dos piedras más que sin duda son herramientas que sirvieron para algo. Todo el sitio fue escarbado cuidadosamente sin encontrar ningún objeto más.

Por la manera en que fueron halladas no podemos asegurar la posición exacta en que se encontraron. Se sabe de seguro que la estatua de dos cabezas estaba recostada de espaldas a juzgar por la marca que le hizo el arado.

Sería sumamente interesante saber quién hizo estas estatuas, a qué raza pertenecía y en qué tiempo fueron hechas. Trabajo de los araucanos no es, porque ellos parece no sabían trabajar la piedra, a lo menos muy poco. Pertenece a una raza pre-araucana.

En el mismo sitio donde fueron encontradas han salido varias sepulturas en urnas. Hay un cementerio de una raza quienes colocaron sus muertos en cántaros grandes para sepultarlos. Los cántaros eran verdaderos ataúdes fabricados para este fin.
Creo que las dos estatuas pertenecen a esta gente. ¿Quiénes fueron y cuándo vinieron a Chile? La contestación de esta pregunta la dejo a otros que entienden más en la prehistoria de nuestro país.

Me complazco en presentar estas estatuas como artefactos de una raza pre-araucana que ocupaba aquel valle en tiempos lejanos. Una raza que tenía maestros en el arte de fabricar cántaros y decorarlos con sus propios motivos y decoraciones. Sabía trabajar la piedra bruta, pulirla y hacer de ella no solamente sus herramientas y útiles sino imágenes de formas no muy comunes (Bullock, 1936).

Uno de los puntos fuertes de la fundamentación bibliográfica sobre el sometimiento de los kofkeche por parte de los mapuche venidos de Argentina, son los estudios de Ricardo Latcham, uno de estos consiste en la "teoría de la cuña", que serían irrupciones violentas de población venidas desde el otro lado de la cordillera y que habrían cortado al país en dos entre los ríos Bio-Bio por el norte y el Toltén por el Sur:

Es probable que los guerreros de las pampas argentinas entraran a Chile por los bien conocidos pasos de Lonquimay y Pucón, y dominaran a los habitantes de la región. Los guerreros vinieron solos, sin mujeres, y liquidando a los hombres que encontraron, se adueñaron de las mujeres y quedaron dueños de todo. Cuando estos primeros conquistadores murieron, desapareció en su mayor parte el idioma que ellos trajeron, pero quedó como es muy natural el de las madres de la nueva generación (Bullock, Sección Arqueología y Etnología. Archivo Museo D. S. Bullock, Angol).

Una de las características reconocidas en el pueblo mapuche era su alto grado de belicosidad -a diferencia de otros nativos conocidos en el país- lo que les permitió resistir a las presiones de los chilenos hasta fines del siglo XIX. A partir de este rasgo, Bullock también deduce la presencia de una cultura distinta en este territorio:

Esta leyenda es sumamente interesante desde otro punto de vista. Hace resaltar las últimas cosas que fueron mencionadas por los primeros historiadores de los Picunches y los Huilliches. El Dr. Latcham (1928 a.p. 154), escribiendo sobre los Huilliches, hace resaltar también las opiniones de los primeros escritores acerca de ellos, en comparación con los araucanos. Valdivia dice que los indígenas de esta zona eran más amables y no tan guerreros como los araucanos. Miguel de Olavarría escribe: "Los Indios de la Imperial delante, son de la misma calidad que los de los términos de Santiago (es decir de los que habitan al norte del Itata), de poco valor y no buenos para la guerra".

El Padre Olivares también nota la diferencia entre los araucanos y los indios del sur del Cautín, mientras que el Padre Ovalle, hablando de estos últimos, dice: "Son gente apacible, de noble condición y muy amorosos y no tan guerreros como los Araucanos, y en esta condición están tenidos y reputados (Bullock, 1970).

Tratando de establecer el origen de los kofkeche, Bullock compara esta cultura con otras que enterraban a sus muertos en urnas, diciendo:

Después de buscar toda la información que es posible obtener en la literatura, lo único que hemos podido sacar es la existencia de tres culturas en la Argentina que sepultaban en urnas y bastante lejos de las regiones por donde podían haber pasado con facilidad a Chile. De las regiones Argentinas frente a esta parte de Chile, falta información arqueológica acerca de las sepulturas prehistóricas. A pesar de esta falta de información, los estudios hechos por Steward indican la posibilidad de la llegada a Chile de influencias culturales de las regiones tropicales por aquellas regiones.

No creo que esta costumbre de los prearaucanos era una cosa espontánea de ellos, pues la costumbre tuvo que haber venido de alguna parte. El hecho de no encontrarse culturas al norte del Bío-Bío, en Chile, me lleva al convencimiento que el pueblo que trajo esta costumbre a Chile llegó del otro lado de los Andes, del lado de Argentina. Reconozco que faltan pruebas seguras que es así. Al mismo tiempo es seguro que en los tiempos prehistóricos había comunicación entre los habitantes de ambos lados de la Cordillera de los Andes, por lo cual es razonable suponer que algunas de las costumbres de los pueblos de un lado hayan pasado a los del otro lado. Estudios arqueológicos en todas las regiones cercanas a los pasos más usados suministrarán, sin duda alguna, información concreta sobre estos problemas. El tiempo y mayores estudios en ambos lados de la cordillera revelarán la verdad acerca de estos hechos prehistóricos. El campo es grande, los problemas por solucionar acerca de la arqueología son muchos, de modo que las oportunidades esperan a los interesados en hacer estudios sobre la materia (Bullock, 1955).

A los 92 años, viudo desde septiembre de 1969 y con su salud quebrantada, Dillman Bullock hace su último esfuerzo por publicar la que llamó su obra más importante y elaborada: La Cultura Kofkeche. Esperando ver la luz desde 1968, fueron innumerables las puertas que su autor debió golpear infatigablemente, en busca de una favorable acogida, período que coincide con los años más difíciles de su vida. En las siguientes cartas podremos apreciar los últimos pasos de acopio de información y las gestiones tendientes al logro de la publicación:

El Vergel, Angol, 17 de agosto de 1968
Sr. Hans Niemeyer F.
Santiago
Estimado amigo:

(...) Es un trabajo sobre "La cultura kofkeche". No estoy seguro en caso que corresponde para la publicación de la Academia porque es grande. Hemos calculado que terminado tendrá más de 200 páginas. Este incluye 41 de láminas y el mismo número de páginas de explicaciones de ellas.

En esta publicación he tratado de reunir toda la información que tenemos acerca de esta civilización de la región. Reconozco que es muy deficiente porque no hemos hecho los estudios y excavaciones que corresponde. La razón de no hacerlos es la falta de tiempo y mi edad. Este y el estado de mi salud no me permite hacer trabajos de esta naturaleza. Sin embargo hay una cantidad de información que he acumulado en los años que nadie más tiene. Siento una obligación moral de poner esta en un lugar donde todos pueden aprovecharlo. Creo que no me queda muchos años de hacerlo (...)

Quedo como siempre.
Su atto. y S.S. y colega.
Dillman S. Bullock


El Vergel, Angol, 14 de setre. de 1968
Dr. Francisco Behn
Concepción
Estimado Dr. Behn:

(...) Resulta que tengo un trabajo casi listo para la imprenta y no hallo dónde enviarlo. Es trabajo algo grande en el título LA CULTURA KOFKECHE. Hace tiempo que he trabajado sobre la materia y he reunido toda la información posible de este pueblo que habitaba esta parte de Chile anterior de los mapuche. Naturalmente es algo voluminosa y no hallo una sociedad científica en condición de publicarlo en sus actas. Hemos calculado que tendrá alrededor de 250 páginas incluyendo 42 páginas de láminas.

Es del mismo estilo que el anterior pero mucho más grande y creo mucho más importante. (...) Con muchos saludos a todos y esperando sus noticias.


Muy sinceramente.
Dillman S. Bullock


El Vergel, Angol, 23 de setre. de 1968
Señor
Hans Niemeyer F.
Santiago
Estimado señor Niemeyer:

(...) Refiriéndome al segundo trabajo debo decir que para mi es lamentable la dificultad de su publicación. Y comprendo perfectamente la situación y no puede decir nada sino aceptarla. La sugesción de publicarlo en tres números no creo aconsejable bajo ningún punto de vista. Hoy día he escrito al Sr. Gunckel sobre el particular y seguro que él conversará con Ud. en cuanto a lo que podemos hacer.

Repito algo de lo que escribió a él. Es mi deseo que este trabajo mío sea publicado por la Academia de Ciencias de Chile. Es el trabajo más grande y creo el más importante que he hecho. También es probablemente uno de los últimos que puedo hacer. (Tengo casi 90 años de edad y a esta altura no puedo esperar mucho más años de trabajo.)

Por mucho tiempo yo he sentido una obligación moral de dar publicidad acerca del material que tengo y nadie más tiene. Esta es una de las razones para la presente comunicación.

En vista de esta situación es posible que la universidad puede ayudarnos.
Sin otro particular y esperando su grata contestación.


Soy de Ud. su atto. y S.S. y amigo.
Dillman S. Bullock

Después de tan arduo recorrido para hacer realidad esta publicación, se comprende la felicidad que Bullock experimentó al ver coronados sus esfuerzos; veamos cómo se refleja esto en los agradecimientos incluidos en el libro:

Nuestros primeros agradecimientos sean para las personas que han hecho posible esta publicación, muchas de las cuales nos han informados de los hallazgos en tan variados lugares de la zona de su distribución. La lista es larga y va aumentando día tras día con el pasar del tiempo. Debe aumentar porque hay muchas regiones donde estas urnas han sido encontradas, pese a que quienes las hallaron no comprendían entonces que eran "ataúdes" de sus antepasados regionales.

(...) Agradecemos a nuestros compañeros de trabajo que nos han ayudado, por su interés y cooperación prestada de diversas maneras. Al Revdo. Stanley Moore B., actual Director de la Escuela Agrícola, quien ha contribuido con un buen número de fotografías para las ilustraciones. También al Sr. Glenn Feather, profesor de la Escuela Agrícola, quien nos hizo varios dibujos, especialmente el "Mapa de la Tierra de los Kofkeche", con los lugares donde se han encontrado las urnas. Además a la Sra. Concepción M. de Castillo por su bondad de revisar el manuscrito antes de su publicación. Finalmente, quisiéramos agradecer muy sinceramente a nuestro secretario, Sr. Juan Provoste R., por su trabajo en copiar todo el material de información, manteniéndolo en orden y dejando todo preparado para su publicación. El Autor (Bullock, 1970).

Estos agradecimientos en las postrimerías de su vida, son su despedida a todas las personas que lo ayudaron durante su permanencia en Chile, entre quienes se cuentan, por ejemplo, a la señora Concepción Martínez viuda de Castillo, que colaboró con la revisión del castellano desde 1920 hasta 1970; su compatriota, Reverendo Stanley Moore, continuador de su ideal de trabajo en la dirección de la Escuela Agrícola El Vergel; el profesor Glenn Feather, que compartió las mismas aulas donde enseñó, y su secretario privado y feligrés, Juan Ramón Provoste, que se esmeró en mantener sus ideas vigentes en el museo que tanto le costó formar. Este fue el adiós del naturalista, misionero y pastor protestante, que veía próximo el término de su vida con la conformidad de haber despertado la inquietud de la gente de la zona por conocer su propia cultura y la de sus antepasados.

Referencias bibliográficas

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BAHAMONDE, N. (1953): "Don Carlos Emilio Porter Mosso. Sabio naturalista chileno (1867-1942)". Revista Chilena de Historia Natural, volumen 56, 1983.

BATESON, BIRDWHISTELL ET AL. (1990): La nueva comunicación. Barcelona. Kairós.

BULLOCK, DILLMAN SAMUEL (1911): "The agricultural conditions and needs of the Araucanian Indians". Tesis para optar al grado de Master en Agricultura de la Universidad del Estado de Michigan, Estados Unidos.

(1927): "Un cántaro antiguo de Angol", Revista Chilena de Historia Natural. Volumen XXX, pp. 249-251.

(1936): "Dos estatuas de piedra de Angol", IX Congreso Científico en Valparaíso, Revista Chilena de Historia Natural. Volumen XL, pp. 259-264.

(1944): "Algunos tipos de cachimbas antiguas chilenas", Boletín del Museo Nacional de Historia Natural. Volumen XXI. pp. 147-153.

(1949): "Dos cántaros de tipo peruano encontrados en Angol y Carahue", Boletín de la Sociedad Biológica de Concepción. Volumen XXIV. pp. 15-20.

(1952): "Una estatua de piedra de Nahuelbuta", Boletín de la Sociedad Biológica de Concepción. Volumen XXVII. pp. 181-185.

(1955): "Urnas funerarias prehistóricas de la región de Angol", Boletín del Museo Nacional de Historia Natural. Volumen XXVI. Nº 5. pp. 73-157.

(1956): "Tres clavas líticas cefalomorfas y Unas bolas raras", Boletín de la Sociedad Biológica de Concepción. Volumen XXXI. pp. 185-193.

(1958): "La agricultura de los mapuches en tiempos prehispánicos", Boletín de la Sociedad Biológica de Concepción. Volumen XXXIII. pp. 141-154.

(1963a): "Dos cantaritos raros", Revista Universitaria de la Universidad Católica de Chile. XLVIII, pp. 203-205.

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(1964): "Cruces y figuras de madera en cementerios mapuches", Revista Universitaria de la Universidad Católica de Chile. Volumen XLIX.

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Revista teórica del Departamento de Ciencias de la Comunicación y de la Información
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