La tradición filosófica cristiana, medieval en sentido amplio, hereda de la filosofía griega una valoración positiva de la coacción como instrumento auxiliar de la moralidad. San Agustín la exagera por referencia a la "libido" y al pecado original. Santo Tomás considera "providencial" todo el aparato punitivo del estado. Marsilio de Padua convierte la coacción en meollo de la ley. Suárez concibe la ley como "Imposición" (no democrática) de la voluntad del superior. Ambos parecen sucumbir ante el fenómeno moderno de la "centralización del poder"
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados