Sincronía Invierno 2002


Rasgos modernos en el Retrato del artista adolescente de James Joyce

Hariet Quint


James Joyce (1882-1941) decide dejar su patria a la temprana edad de veintidós años y se interna en el continente europeo en una época de efervescencia cultural. A principios del siglo XX el ambiente artístico marchaba a plena batuta de las grandes urbes: París, Munich y Viena, en donde los artistas en su búsqueda estética reafirmaban los "ismos" y cambiaban únicamente según su visión la raíz de la palabra: expresion-ismo, modern-ismo, futuri-smo, dada-ísmo o cub-ismo.

Hay quienes dicen, como Vintila Horia (cfr. Horia: 1976) que Joyce fue un outsider o marginado de la cultura europea por su condición de irlandés y por lo mismo tuvo una posición más objetiva hacia los acontecimientos que sacudían el continente, y otros como Harry Levin (cfr. Levin: 1959), quienes consideran muy difícil identificar al autor con alguna corriente literaria. Por mi parte coincido con otros críticos quienes ubican a Joyce en la corriente del modernismo europeo. Quizás fue un outsider en cuanto a que no trató directamente en su obra los acontecimientos políticos que anunciaban la época dramática de las dos guerras mundiales, pero abrió con su estilo novedoso caminos hasta entonces inexplorados para la construcción de la novela.

Moderno y Modernismo europeo

El adjetivo moderno y todos los sustantivos que se derivan de él, como modernismo, modernidad, modernidad tardía o postmodernismo, han dado pie a muchas disputas controvertidas. En el contexto del análisis de la novela Retrato del artista adolescente (Joyce: 1979) se utilizarán los conceptos moderno y modernismo. Para evitar controversias a continuación se explicará en que términos se aplican aquí estas dos nociones.

Del latín modernus, o francés moderne la palabra significa reciente, lo que pertenece a la época actual, al presente, lo nuevo que corresponde al estado actual del progreso. En este sentido la palabra tiene usos en las esferas política, social y cultural. Desde el surgimiento del modernismo, moderno se convierte en sinónimo de estar libre de dogmas y normas sociales, ser original y renovar el concepto del arte. Un escritor moderno es aquel, al que sus contemporáneos aprecian por su capacidad de expresar en su obra el espíritu actual de su época y usa nuevas técnicas de formulación artística. Entonces "moderno" se aplica para una realidad espiritual y una formal. Moderno siempre será visto y entendido en oposición con la tradición, sustituye lo anterior que en su época también fue considerado moderno, e implica de este modo cambio, progreso y movimiento. Para calificar una obra como moderna hay que establecer dos categorías delimitadoras: 1) la histórica, en la que se fija la fecha de un movimiento considerado moderno para su época; 2) la estética e intelectual, en la que se distinguen los rasgos artísticos dominantes y renovadores de una época. Moderno entonces, es un adjetivo calificativo que expresa propiedades vanguardistas de personas que en su trabajo, estilo de vida y pensamiento rompen con la tradición y dan un paso adelante en su tiempo.

Los debates en torno al modernismo, la modernidad, sin mencionar la modernidad tardía, o la posmodernidad surgen cuando estos atributos de lo moderno se utilizan para definir actitudes políticas, sociales, económicas, filosóficas o artísticas y sobre todo cuando se trata de ubicar sus características en el espacio y en el tiempo. Si podemos considerar lo moderno, según la definición de la palabra, como un parteaguas entre dos épocas, donde un pensamiento nuevo sustituye a otro, entonces la historia de la humanidad no se presenta de manera plana y lineal, sino como un camino sinuoso en forma de zigzag siempre abierto a la búsqueda de nuevos retos para conquistar. En este sentido fueron ya modernos los primeros filósofos griegos quienes negaron la explicación mitológica del mundo y encontraron respuestas lógicas basadas en el razonamiento; Galileo abrió un tragaluz en la bóveda del Medievo que había sumergido la humanidad en un oscurantismo tedioso, y sembró de nuevo la esperanza del progreso. Y así sucesivamente, cada época se caracteriza como tal por los nuevos conceptos que acuñó, por ser moderna pues en su tiempo.

El Modernismo como corriente artística surge en Inglaterra a finales del siglo XIX con el movimiento Arts and Craft y se difunde en el continente europeo adoptando diferentes nombres. Su rasgo más característico es el uso de líneas serpenteadas, asimétricas, basadas en formas vegetales. Fue un arte del ornamento fundamentalmente, y sus manifestaciones típicas se produjeron en la arquitectura, el arte mobiliar, la pintura y escultura. El modernismo se conoce en Francia como Art Noveau, en Alemania como Jugendstil y en Austria como Sezessionstil.

La corriente literaria del Modernismo europeo se sitúa entre las dos guerras mundiales y tiene como característica novedosa el cambio de la voz narrativa objetiva a favor de la percepción subjetiva. Se abren de este modo grandes posibilidades para la escritura experimental. El protagonista de Marcel Proust (1871-1922) en su libro En búsqueda del tiempo perdido, percibe la realidad a través de la experiencia subjetiva del recuerdo; T. S. Eliot (1888-1965) en su poema La tierra baldía (1922) expresa la crisis personal por la decadencia de la cultura europea a través de un estilo fragmentado en el que se entremezclan el lenguaje culto con uno cotidiano; James Joyce presenta los sentimientos y percepciones de sus personajes en su novela Ulises (1922) por medio de imágenes y fragmentos reconstruidos en procesos mentales. Su técnica stream of consciousness influirá muy poco tiempo después de la publicación del Ulises en Virginia Woolf y William Faulkner.

El Modernismo acentúa la conciencia de sí de la literatura, de la capacidad reflexiva y crítica de los creadores. La intelectualización progresiva del proceso artístico abre el campo para la experimentación. Los autores no solamente quieren reflejar la realidad de su época sino que buscan nuevas posibilidades estilísticas. El tiempo lineal de la narración se corta, los saltos en el tiempo se complementan con imágenes fragmentarias y le dejan al lector la tarea de construir el collage de la trama y las características del personaje. La narrativa se vuelve cada vez más complicada, la elocuencia retórica contribuye a mayor enredo y enfrenta al lector a ciertos problemas de comprensión, que éste sólo con paciencia, conocimientos teóricos y una lectura concentrada puede resolver. La literatura en pocas palabras se empieza a dirigir a una élite de lectores.

Estilo y técnicas narrativas

Estas breves definiciones de los conceptos: moderno y modernismo sirven como marco introductorio y puntos de referencia para la comprensión de las ideas que James Joyce maneja en el plano temático y formal de su libro Retrato del artista adolescente. El presente estudio se enfoca en esta novela porque en ella Joyce manifiesta sus primeros pasos rumbo al Modernismo, pasos que después en Ulises y Finnigans Wake lo convierten en autor no solamente moderno sino en un genio de la innovación literaria.

Joyce comienza a escribir la novela con el título provisional Esteban héroe en 1904, mismo año en el que decide abandonar Irlanda y establecerse en el continente. Durante diez años trabaja el texto, destruye la primera versión, de la cual sólo queda un capítulo extenso en la Universidad de Harvard, reescribe toda la novela de manera mucho más concisa, cambia la voz narrativa de primera persona a tercera persona y convierte la forma inicial subjetiva de un diario en una novela didáctica. El libro se publica en 1914 en Trieste bajo el título de Retrato del artista adolescente.

El personaje principal, Stephen Dedalus es concebido de manera dinámica, asimila sus experiencias y con su carácter juvenil y apasionado vive las etapas de su vida con un arrebatado crescendo emocional. De ser un alumno obediente, más no sumiso, se vuelve "pecador" lascivo y vicioso, se convierte luego en "devoto" efervescente después de un debate emocional profundo y por fin se deshace de todos los prejuicios religiosos, define su concepto estético del arte y se libera de todo el peso de la educación tradicionalista que recibió en los colegios jesuitas y en su casa.

El camino que recorre Stephen es sinuoso pero necesario para adquirir madurez y decidir lo que quiere hacer en el futuro: "descubrir una manera de vida o de arte, en la cual su alma pudiera expresarse a sí misma con ilimitada libertad" (p. 279). Los conceptos morales que le son inculcados por la tradición religiosa católica en Irlanda le provocan luchas emocionales intensas. El fuerte sentido de nacionalidad que amamanta desde la cuna se convierte en peso. Al final de su recorrido en la novela, él decide cortar sus raíces para emprender el vuelo hacia la libertad:

No serviré por más tiempo a aquello en lo que no creo, llámese mi hogar, mi patria o mi religión. Y trataré de expresarme como me sea posible, tan plenamente como me sea posible, usando para mi defensa las solas armas que me permito usar: silencio, destierro y astucia (p. 280).

El simbolismo entra a la novela de Joyce con el nombre de su personaje principal y anuncia las propiedades que le serán atribuidas. Dédalus lleva como apellido el nombre del mítico constructor del laberinto de Knosos, ciudad real de Creta. El tema principal que maneja Joyce es la búsqueda incesante de su protagonista por encontrar el camino a través de los vericuetos del laberinto, la lucha entre la poderosa influencia del catolicismo, la tradición y el deber nacional que constriñen su mundo con sus conceptos morales y éticos, y el espíritu aventurero que germina en su interior y lo hace encontrar la salida hacia la libertad. Dédalus construye sus propias alas y se eleva, después de haber recorrido los oscuros pasillos del laberinto, hacia la clara y luminosa esfera del cielo. "Y sintió que el augurio [...] había surgido de su corazón, como un ave que se lanzara al vuelo" (Joyce: 1979, 256).

Las profundas raíces que la educación católica ha dejado en el autor se reflejan también en el nombre que le otorga a su protagonista: San Esteban protomártir era el patrón de la planicie donde fue construido el University College.

Para describir a su personaje principal desde varios puntos de vista, Joyce escoge diferentes técnicas en su novela. La voz narrativa omnisciente guía el relato en la mayor parte del discurso y es interrumpida con diálogos en los que generalmente los amigos del protagonista: Cranly, Temple y Davin (pp. 226-229) completan el cuadro que el lector se forma de su carácter. De este modo nos enteramos que Stephen es un personaje con una "mentalidad individual", que por su carácter introvertido le gusta apartarse de los demás, que no se involucra en discusiones sobre nacionalismo y cuando lo hace expresa su rechazo con palabras violentas, que quizás no hagan otra cosa que encubrir el dolor tan profundo que su condición de irlandés le causa:

Cuando el alma de un hombre nace en este país, se encuentra con unas redes arrojadas para retenerla, para impedirle la huida. Me estas hablando de nacionalidad, de lengua de religión. Estas son las redes de las que yo he de procurar escaparme (p. 229).

Joyce utiliza otros medios técnicos en su narración. El tiempo avanza de manera lineal y de pronto se enrolla en un bucle para después seguir adelante. Estas especies de paréntesis que se forman y que muchos críticos han llamado fluir de pensamiento, y que más adelante se convierten en fluir de conciencia, se realizan en esta novela bajo varios mecanismos y cumplen diferentes funciones.

En el capítulo I, en el que se describe la infancia de Stephen en el rígido colegio católico de Clongowes Wood el autor introduce el fluir del pensamiento interrumpiendo el hilo narrativo con asociaciones que introduce con la palabra "como". Por ejemplo: "Había en la capilla un frío olor a noche. Pero no era un olor santo. No era como el olor de los aldeanos viejos [...] decía un chico que vivían en Clane ..." (p. 19). El olor frío de la capilla lo remite a los aldeanos que vivían en el poblado más cercano al colegio. La asociación se alarga por el espacio de un párrafo entero y es interrumpida por la voz del prefecto quien inicia la oración de la noche. Estas asociaciones no contribuyen con información relevante al desarrollo de la trama o a la descripción del personaje, son como dice Nabokov "los pensamientos íntimos que afloran a la superficie movidos por una impresión exterior que llevan a asociaciones significativas de palabras, a nexos verbales" (Nabokov: 1997, 424)

En el capítulo II en el que la familia se cambia a Dublín, Stephen se enamora y el padre se encuentra en quiebra, el fluir del pensamiento gira en torno a los recuerdos. Estos se introducen con las palabras: "le vino a la memoria", "se acordó", "le hicieron acordarse", "surgió en el recuerdo" etc. Estos recuerdos tienen la función de reiterar algún acontecimiento conocido, o contribuir con información nueva. Por ejemplo, durante la confesión, Stephen recuerda la clase de inglés en la que presentó un ensayo.

Los labios de Stephen eran solamente los que recitaban la confesión, pues mientras pronunciaba las palabras, un repentino recuerdo le había transportado a otra escena, evocada como por magia al notar las arruguillas que se le formaban a Herón en los ángulos de la boca ... (p. 86).

Si los recursos utilizados en los primeros dos capítulos, la asociación y el recuerdo se desligan completamente de los sucesos de la trama, como si fueran hoyos en un queso Gruyere con la única finalidad de dejar entrar un poco de aire fresco y aflojar el transcurrir de la narración, en el capítulo III, Joyce introduce el fluir de conciencia, manteniendo siempre la voz narrativa en tercera persona y lo introduce con: "cuando [...] la mente de Stephen se deslizaba..." Mientras algo sucede en la trama su mente divaga en otras cosas, pero reforzando los sucesos.

Cuando sentado en un su pupitre contemplaba fijamente la cara astuta del rector, la mente de Stephen se deslizaba sinuosamente a través de aquellas peregrinas dificultades que le eran propuestas. (p. 118)

"Las piedras pesadas de la conciencia" como llama Nabokov las digresiones de la mente, o la huida de los pensamientos, discurren en torno a problemas morales y fortalecen la trama. Stephen se encuentra en un retiro que se organiza en su colegio, en el que los jóvenes tienen la oportunidad de alcanzar la indulgencia plena arrepintiéndose de sus pecados. El alma enllagada de Stephen percibe con el oído, el ojo y la piel todos los sufrimientos que el infierno imaginario descarnadamente derrama sobre él.

¿Era posible que él, Stephen Dédalus, hubiera realizado tales cosas? Su conciencia suspiró por toda respuesta. Sí, las había realizado, en secreto, repugnantemente, una y otra vez, y, endurecido en la impenitencia del pecado, se había atrevido a llevar su máscara de santidad hasta delante del tabernáculo mismo [... ] ¿Pero cómo sujetar los sentidos del alma?; que aunque sus ojos estaban fuertemente cerrados, veía los lugares donde había pecado; y oía, aun con los oídos bien tapados. (p. 153)

En el capítulo V, Joyce emplea mucho más seguido sus técnicas con las que interrumpe el hilo de la narración, se intercalan frecuentemente la asociación, el recuerdo y las disertaciones morales. De modo que, en el camino que recorre Stephen desde la casa al colegio, sus pensamientos divagan sobre los siguientes temas: las preocupaciones estéticas lo llevan desde Aristóteles a los escolásticos y terminan en la época isabelina; la campana de un reloj lo remite a Mc Cann, un buen amigo; se imagina la clase de inglés a la que no alcanzó a llegar; piensa en la confesión reciente que le había hecho a su amigo Cranley; recuerda la traducción del latín de Horacio; su amigo Dawin un gran nacionalista y adorador de las leyendas irlandesas, desfila en su mente también; y por fin recuerda que asistió con su padre a la colocación de la placa dedicada a la memoria de Wolfe Tone.

Las técnicas que empieza a utilizar Joyce en esta novela son modernas para la época en que escribió. Hasta entonces grandes escritores como Dostoyevski, Tolstoy, Zola e Ibsen en el teatro, habían levantado el Realismo a la cúspide de su expresión artística. Representaron la naturaleza del hombre con sus limitantes y profundos despliegues emocionales. Joyce con su nueva búsqueda experimental lleva a la escritura lo que los pintores ya habían expresado en el lienzo. Gustav Klimt (1862-1918) en algunas de sus pinturas como El Beso o el Retrato de Adele Broch-Bauer, enmarca las figuras con cuadros y círculos, algunos oscuros y otros luminosos, detallados todos con finos arabescos, que parecen desviar la atención, pero en realidad forman un conjunto armonioso con la idea que resalta brillosa de la combinación de la imagen. Así Joyce, en ningún instante pierde el hilo narrativo, pero lo amplía con pequeñas cápsulas fotográficas que surgen de las asociaciones, recuerdos o divagaciones de la mente. Luz y sombra se intercalan, depresión y esperanza se dan la mano y fluyen inquietos en un vaivén continuo como lo suele hacer la mente.

Joyce inicia en esta novela el enorme paso que dará adelante en su Ulises. Las ideas sobre la estructura y la técnica están todavía en su estado embrionario, pero demuestra ya propiedades vanguardistas en su estilo narrativo. Moderno en la concepción que tiene del arte, Joyce abre de un empujón el portal al Modernismo y crea un espacio para las nuevas posibilidades de la literatura.

 

Bibliografía

JOYCE, James, Retrato del artista adolescente, traducción de Dámaso Alonso, México, Lumen, Col. Grandes Obras del Siglo XX, 1979.

Crítica

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LEVIN, Harry, James Joyce, traducción de Antonio Castro Leal, México, FCE, Col. Breviarios, no. 144, 1959.

NABOKOV, Vladimir, Curso de literatura europea, Madrid, Ediciones Grupo Zeta, 1997.

SCHULMAN, Iván, El proyecto inconcluso. La vigencia del modernismo, México, Siglo XXI, 2002.

TOURAINE, Alain, Crítica de la Modernidad, México, FCE, 1994.

VELA, Arqueles, El modernismo, México, Porrúa, Col. "Sepan Cuantos...", no. 217, 1987.


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